En esta ronda de “Expresso”, del canal GEN/Nación Media, Augusto dos Santos conversa con la escritora Patricia Camp sobre las nuevas tendencias de la literatura paraguaya, que se está ocupando cada vez más de las vivencias cotidianas y preocupaciones de una sociedad urbana del presente siglo. Frente a la inteligencia artificial, que amenaza con desbancar a los artistas, Camp es tajante al afirmar que, más allá de la ayuda que puede prestar esta tecnología en campos como la salud, esta no debe ser aplicada a los asuntos que atañen al espíritu humano.
- Fotos Emilio Bazán
–Llamarse también Capitana Pat ¿tiene que ver con complicidades con algún ilustrador?
–Tiene que ver, totalmente. Yo estoy casada con Nabetse Zitro, que es ilustrador, y cuando nosotros empezamos a conocernos fue justamente como consecuencia de un anime de Bleach y fue un juego entre nosotros. Él me decía “yo no querría ser capitana”. Yo sí le dije y ahí quedó.
–¿Qué cosas te marcaron de los primeros tiempos en que te encontraste con todas las formas de literatura?
–Mi proceso es largo. Yo empecé como lectora de cómics. Crecí leyendo Garfield, Mafalda. Yo admiro la paciencia de mis padres para explicarme qué era la OTAN, la ONU, muchos conceptos que de repente una criatura no maneja. Después fui pasando a cuentos, a novelas cortas orientadas a chicos, leía también enciclopedias y cosas así. Y el descubrimiento de formas adultas de literatura se fue dando con el tiempo.
–Y tu ser más escribiente ¿cómo empieza a consolidarse?
–El llegar a la escritura tiene distintas etapas. Cuando mi papá me regala una computadora, yo tenía 12 años más o menos. Era para hacer las tareas. Entre las cosas que se compraron con la computadora, se compraron unos softwares que eran para niños, uno era para dibujar y el otro tenía tipo premisas para escribir. Yo soy hija única y siempre estuve muy acostumbrada a jugar sola y siempre estaba inventándole aventuras a mis juguetes. Entonces, la transición de pasar a hacer aventuras con los muñecos a escribir se dio de una manera muy natural, siguió siendo un juego de alguna manera. Siempre destaco la paciencia y el cariño de mis compañeras de colegio que leían eso y me decían “dale, Pati, trae más, queremos leer más”. Y esos son los primeros apoyos que siente un escritor.
–¿Qué es lo que te parece que hoy en día supone un estímulo para producir y para crear en la vida del escritor?
–Hay algo que uno busca comunicar. Primero es capaz un juego, es lo que uno hace por divertirse, pero como mencionaste las letras chicas. Yo creo que hoy en día en el escritor está el compromiso que representa enfocarse en algo en un mundo que tanto pelea por agarrar nuestra atención y distraernos por todos lados.
ATENCIÓN
–¿Cuál es el tiempo de abstracción que se puede tener actualmente?
–Es muy difícil hablar de un momento porque uno agarra el tiempo que tiene. Yo siempre resalto que el tiempo que uno necesita invertir para la escritura no es solamente el de sentarte al teclado a bajar eso, sino que es muchísimo tiempo que a lo mejor cuando estás manejando estás pensando en otra cosa, ahí ya vas armando las cosas. Y después cuando te sentás ya lo tenés un poquito preparado. Entonces cualquier momento que uno de repente puede dedicarle su atención a eso es válido para esa etapa de pensar.
–¿Eso es de aplicación cotidiana o en qué momento?
–Me encantaría poder decirte que la escritura en sí se hace todos los días, pero a veces no. Una vez a la semana tenés tiempo, tenés algún momento en el fin de semana que agarrás y decís “ahora”. Pero también a veces te sobra a lo mejor una hora al día que podés encontrar, pero ese tiempo de pensar sí es diario, sí es constante. Eso de darle las vueltas, las ideas que tenés a pensar qué haría este personaje.
–¿Recordás tus ideas o sos de estacionar a un costado y apuntarlas?
–Ese es un equilibrio muy delicado porque mi memoria está siempre lejos. Yo tengo la teoría de que si es buena va a volver, no se va a ir. Y a veces incluso dejo que se vayan. Sobre todo si a veces se me ocurre, estoy practicando un diálogo entre dos personajes y digo “cuando me siente a escribir voy a tener esa semilla de lo que pensé”, pero otra vez va a ser libre la idea para ir a donde quiere ir. Y siempre es distinto. Eso que ensayaste al final es superdistinto al camino que tomes, yo creo que por lo general es mejor. A veces de repente surge algo muy bueno. Me pasó una vez con un cuento que cuando me estaba bañando surgió la idea e hice todo rápido y me puse a escribir.
EL ROL DEL EDITOR
–¿Qué es una editora de procesos?
–Ese es un trabajo que yo llegué a realizar en un momento, ahora lastimosamente no porque me queda muy poco tiempo con el trabajo y otras tareas que tengo, pero es el editor de desarrollo, el editor de proceso, es alguien que trabaja con el autor para tratar de encontrar la mejor versión de su obra. Como autores creamos esos mundos que ves en estos libros, nosotros conocemos a los personajes mejor que a nosotros mismos, pero eso no le pasa al lector. El editor de desarrollo aporta no solo esa mirada de afuera, sino la mirada de quien entiende el proceso narrativo. Todo cuento, toda novela, todo texto literario o de no ficción es un acto de comunicación. Entonces, lo que el editor de desarrollo busca es lograr que esa comunicación se dé entre el lector y el escritor de la mejor manera. Desde la estructura narrativa, de cómo estás contando la historia, qué herramientas elegís para contar, cómo son tus personajes, si hay coherencia entre ellos.
–¿Esa es una tarea que no es típica en el proceso de construcción de editoriales en Paraguay?
–Imaginate que hubo una época en que los nombres de los editores eran prácticamente legendarios porque eran los editores de las editoriales los que hacían ese trabajo. El editor se sentaba, leía y hacía básicamente ese trabajo. Pero hoy en día el manejo dentro de las editoriales cambió mucho y ya no está esa figura. Entonces el escritor está un poco solo. No sabés si está bien, si está mal, si llega, si no llega, si gusta, si no gusta. El trabajo del editor de desarrollo en nuestro país es algo que está empezando recién, hay poca gente todavía que hace ese trabajo, pero hay y hay gente buena.
–Se me hace que es muy especial ser las dos cosas al mismo tiempo, que aporta método, pero probablemente estás un poco acosada por esos métodos en materia de libertades, ¿o no?
–Sí y no. O sea, yo creo que lo interesante de los métodos y sobre todo de las técnicas también es una vez que las internalizás. Entonces ya no son una cárcel, sino más bien una escalera que te ayuda a llegar más lejos. A veces las uso, a veces me dejo ir libre. Las uso sobre todo cuando ya son textos un poco más largos, novelas, cosas así. Entonces, sí trato de ir mirando una estructura sobre todo para que esté todo bien armado.
–En Paraguay no hay mucho de que una empresa pida una obra en su relación con el mercado, pero en condiciones en que eso sucede también supongo que el trabajo del editor de desarrollo tiene que ver con asegurar que un producto sea impactante en ese sentido.
–En nuestro país una de las ventajas o desventajas de ser una islita un poco aislada es justamente esa libertad. Nosotros acá no tenemos esos pedidos del mercado, sino que el autor crea. En las épocas que hice el trabajo de editor de desarrollo y a la gente que le conozco también no nos ha tocado tanto ese trabajo de adaptar esto para que sea bien vendible, sino más bien siempre se ha tratado de que llegue mejor al lector, de que le enganche al lector, de que le guste, de que esté bueno, porque al final de cuentas lo que vende es lo que gusta.
NUEVOS TEMAS
–¿Qué cuentan las historias de hoy y en qué se diferencian de las historias que nos contaban antes?
–En mi generación somos bastante diversos. Tenés gente que sigue a lo mejor tocando ciertos temas bastante clásicos de la literatura paraguaya como, por ejemplo, la guerra, la dictadura, de los que hemos hablado mucho, seguimos hablando y tenemos que seguir hablando, y también gente que hace esos mismos temas con otros enfoques, gente que se va mucho más a lo urbano y a las cuestiones de la persona común de alguien como cualquiera de nosotros que vive su vida en la ciudad. Y también un énfasis hacia la profesionalización, buscar más allá de qué historias contamos, tratar de contarlas de la mejor manera posible o en el otro extremo de repente ir hacia la experimentación. Yo creo que se están contando diferentes historias y eso es lo que necesitamos. Historias que resuenen en la gente de hoy, con la gente de acá y también surge la pregunta de qué historias faltan contar. Faltan las voces indígenas, faltan las voces del interior, faltan las voces de las zonas no tan privilegiadas, entonces falta mucho, pero yo creo que estamos viviendo un momento de importante despegue de la literatura paraguaya que se sustenta sobre esos gigantes que vinieron antes que nosotros. Justamente con la apertura del mundo, con el que es más fácil llegar a través de las redes, a través de las invitaciones, a ferias, cosas así, se está dando ese despegue hacia esta era que es la que nos toca.
–Pero las tensiones siguen siendo las clásicas.
–Lo que cambió es que hay mucho más énfasis en usar técnicas. Yo creo que las tensiones de alguna manera siempre van a ser las clásicas, van a ser nuestros grandes sentimientos, el amor, el dolor, la rabia, el enojo, la añoranza, el anhelo. Esas son las grandes energías que mueven las historias. Ahora, a qué personajes ponemos a llenar esas historias y los métodos que usamos para contar yo creo que eso va cambiando y siempre va ir cambiando.
–¿Novelar ya es una decisión o vas a seguir con los dos formatos?
–Me encantaría seguir con los dos formatos porque empecé como cuentista y es un género que me gusta mucho, me parece desafiante porque el cuento tiene que estar bueno y tiene que estar redondo. No hay espacio para los hilos sueltos. La novela hay que mirarla con mucho más cuidado, hay mucho más margen para que se escapen las cosas que en el cuento. El cuento es más compacto y la novela te exige más desarrollo y más cuidado.
–Ángel y Enrique, ferretero y funebrero, tenían visiones cotidianas, culturales que podían alejarlos eternamente del amor, pero vos hiciste un puente en una relación homosexual de dos señores que apuntan a ser adultos. Aparte de la calidad de la novela, es también un desafío cultural en nuestra sociedad, ¿no?
–Yo creo que nuestra época necesita historias que hablen de cosas buenas en el sentido de las personas encontrándose dando lo mejor que tienen.
–¿El territorio del escritor está exento de ser damnificado de este mundo sintético?
–Yo creo que estamos viviendo realmente un cambio cuyas consecuencias todavía no vamos a ver. Nosotros somos ya una generación de transición. Nosotros venimos de una época y ahora estamos viviendo la otra. Lo interesante van a ser las nuevas generaciones que ya se crían en esta realidad. Yo creo que sí estamos de repente mal acostumbrados de que todo tiene que ser rápido, todo tiene que ser inmediato y realmente en lo muy inmediato no hay profundidad. Incluso salir a comer apurado no es divertido. Da gusto sentarse, comer, conversar, entonces esa cultura del apuro yo creo que es uno de los grandes desafíos de nuestra época.
PROMOCIÓN DE LA LECTURA
–¿Qué te parecen los proyectos de promoción de la lectura a nivel de educación y compañía?
–A mí me parece necesario sí o sí. Creo que estamos viviendo un momento de despertar de esos proyectos con lo que fue la ley del libro y los programas de lectura que está promoviendo el Ministerio de Educación. Creo que es importante hacer llegar a los chicos cosas que a ellos les interesen. Tenemos muchos autores que hablan de muchas cosas y sí o sí algo vamos a encontrar que a ese chico le llame la atención. Hay que darle cosas de calidad al niño, pero también tratar de escucharle qué le interesa, porque ahí es donde nace la chispa y se mete en la lectura.
–¿Hay una nueva literatura paraguaya o hay nuevos escritores paraguayos?
–Es muy difícil hablar de una literatura paraguaya como un conjunto porque siempre el conjunto está integrado por muchas partes. Yo creo que nuevos escritores siempre van a haber y eso es la riqueza del arte que siempre nos va a proveer de algo nuevo. Creo que la literatura paraguaya si la miramos como conjunto es algo que se viene consolidando. Tuvimos figuras muy destacadas y no solamente hablando de Augusto Roa Bastos, que se lo conoce en todas partes. Tenemos acá dentro figuras de muy alto nivel que lastimosamente no tienen la difusión que tuvo Roa o la gente no lo conoce de la misma forma. Hablar a lo mejor de Josefina Plá, de otras muchas escritoras que tienen cosas de calidad. Yo creo que tenemos buena literatura y también tenemos muchísimas cosas que mejorar. Estamos creciendo y vamos a seguir creciendo.
–¿Hay algún sitio en el que te enseñan a escribir?
–Hay muchos, hay talleres, hay escuelas de escritores, hay y son importantes, pero yo creo que el método a lo mejor viene después del amor. En el sentido de que yo creo que lo fundamental es la lectura, leer mucho, leer distinto, leer lo que te gusta. El método primero es leer e incluso te digo hasta leer lo que no está tan bueno porque a veces uno cuando está leyendo libros de técnica te dicen “no hagas esto”.
RECORRIDO
–¿Podés hacer un recorrido sobre tu obra?
–Te hago un recorrido cronológico. “Cuentos con galletitas” fue el primer libro que sacamos. La mitad de los cuentos son míos, la otra mitad son de Meli Ballasch, una excelente escritora paraguaya también, con la que éramos compañeras en un grupo de lectura con Maybell Lebron, una persona que nos enseñó muchísimo y a quien le debemos muchísimo en nuestra carrera, sobre todo ya de esta etapa más profesionalizante. A mí me gusta mucho encontrar la belleza de lo cotidiano, buscar eso que nos hace humanos y que hace que la vida sea linda y que no está muchas veces en lo grandilocuente, sino en esas pequeñas cositas que vivimos día a día, las relaciones con las personas. Después vino “La silenciosa inmortalidad de las cosas”, mi primer libro individual. Después “Historias selectas” salió en lo que fue la Colección Nueva Narrativa Paraguaya de Arandurã, que fue una selección de los cuentos que más le gustaron al público de “Cuentos con galletitas” y de “La silenciosa inmortalidad de las cosas”, con algunos otros inéditos. Y después el último hasta ahora fue “El vecino de enfrente”, que salió en 2022, una novelita corta que se enfoca en esa cotidianidad y en esas relaciones con las personas, en cómo nos vinculamos con los otros y cómo de alguna manera nos vamos acercando a la otra persona.
–¿En qué estás trabajando ahora?
–Ahora mismo estoy trabajando en 500 cosas a la vez. En 2011 empecé a trabajar con una serie que quiero que sea una serie de novelas cortas y que va a tener también las ilustraciones de Esteban, de Nabetse Zitro. Ahora estoy trabajando en la cuarta de las novelas, todavía no las empecé a publicar porque es como que le estamos dando vuelta con Esteban de cómo vamos a hacer esto. También en otra novela corta que tiene como protagonistas a dos nenes que tiene que ver con el tema de la amistad.
–¿Qué es lo que el público lector más consume en Paraguay?
–Es un poco difícil de hablar porque yo tengo la suerte de tratar con mucha gente distinta. Y tenés el publico literario que busca literatura de autores latinoamericanos. Por ejemplo, leen los cuentos de Mariana Enriquez, las novelas de Samanta Schweblin. Se busca conocer también autoras mujeres. Creo que estamos viendo también un importante despertar no tanto de literatura femenina, sino una apreciación sobre la literatura femenina. También está la gente que no consume netamente lo literario, lee de todo un poco, biografías, libros de todas clases.
INTELIGENCIA ARTIFICIAL
–¿Cómo te llevás con la intrusa más importante que tiene la historia de la creación, al menos en los últimos tiempos, como es la inteligencia artificial?
–El progreso es progreso y se va a dar, pero yo como persona querría que la inteligencia artificial se dedique a hacer cosas que el ser humano no puede. Que tenga que analizar esos 10.000 millones de células y encontrar esa que puede ser la que está creando problemas y generando una enfermedad. Yo creería que los dominios del arte son del espíritu humano. Yo creo que el arte es una expresión del alma humana. Entonces, no podemos hablar de arte creado por una máquina. ¿Para qué querés ser escritor si necesitás eso? El placer de la creación artística es esa lucha contigo mismo y hoy tratar de ser mejor que ayer y entender cómo vos vas usando las herramientas, pero vos como persona. Yo realmente ahí tengo una posición bastante intransigente. Yo creo que la inteligencia artificial aplicada al arte literario, a la ilustración, no corresponde. Para mí, y voy a ser un poco dura en eso, es algo un poco mediocre.
–¿Qué te parece que aporta la ficción a la vida de las personas?
–La ficción es el gran espacio para explorar. Hay que distinguir que ficción es todo lo que inventamos, no solamente la ciencia ficción, o sea, un romance entre personas es una historia de ficción. La ficción es todo lo que se inventa, lo que no es histórico. Y justamente había leído hace un tiempo un libro que me gusta mucho, “Wired for story”, que habla justamente de cómo el cerebro humano está preparado para la ficción. Nuestro cerebro, a veces, cuando estamos muy metidos en lo que estamos, ya sea un libro o una película, un videojuego, un cómic, es como que no distingue lo que es real de la ficción. Y por eso cuando le pasa algo al personaje estás sufriendo vos. Entonces, la ficción es el gran espacio de exploración de todas las emociones humanas. La ficción nos deja vivir muchas más vidas que esta única que tenemos. No solo de fugarnos, sino de adquirir nuevas perspectivas porque todas esas otras personas o personajes que conocemos en los libros nos van dejando también algo.
“Creo que se están contando diferentes historias y eso es lo que necesitamos. Historias que resuenen en la gente de hoy, con la gente de acá y también surge la pregunta de qué historias faltan contar. Faltan las voces indígenas, faltan las voces del interior, faltan las voces de las zonas no tan privilegiadas, entonces falta mucho, pero yo creo que estamos viviendo un momento de importante despegue de la literatura paraguaya que se sustenta sobre esos gigantes que vinieron antes que nosotros”.
“Yo creo que el arte es una expresión del alma humana. Entonces, no podemos hablar de arte creado por una máquina. ¿Para qué querés ser escritor si necesitás eso? El placer de la creación artística es esa lucha contigo mismo y hoy tratar de ser mejor que ayer y entender cómo vos vas usando las herramientas, pero vos como persona. Yo realmente ahí tengo una posición bastante intransigente. Yo creo que la inteligencia artificial aplicada al arte literario, a la ilustración, no corresponde”.