• Por José Luis Martínez (*)

El nuevo libro de la historiadora Lic. Noelia Quintana Villasboa, con la coautoría de Rafael Enrique Pérez Reyes y José Emilio Urdapilleta Romero, titulado “Las conspiraciones de 1866-1869 contra el gobierno del mariscal López” (El Lector, 2024), aborda varios hechos históricos que guardan relación con las conspiraciones detectadas por el gobierno del entonces mariscal-presidente Francisco Solano López.

El principal asunto tratado es el conocido caso de la conspiración de San Fernando (1868), aunque los autores analizan paralelamente tópicos particulares que suponen toda una novedad que se enmarcan en lo que es la nueva historia alternativa paraguaya; esto es, un punto de vista diametralmente opuesto a la historia que se relató hasta hoy y con nuevas aportaciones que sacan de contexto los hechos en algunos casos.

Una de las prácticas más comunes en este género es la de negar sucesos como primer objetivo o ponerlos en duda cuando lo anterior se presente imposible y todo con base en rimbombantes teorías que fácilmente se desmoronan con el análisis detenido de esas aportaciones. Y cuando no se niega, se manipulan las fuentes, un recurso últimamente muy usado en la línea de la justificación de los hechos de crueldad e ilegalidad que se le atribuyen a Francisco Solano López.

En la obra lanzada se puede apreciar que es el coautor José Emilio Urdapilleta Romero quien se erige como el más avezado representante de esta corriente. En otra obra de los mismos autores, “Los crímenes de guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay” (El Lector, 2022), se sostiene la versión de que la población paraguaya sucumbió –en su mayor parte– después de terminada la guerra, en la ocupación aliada, y todo fundado en un simple cálculo matemático, algo que no se lee en ningún libro de historia ni nacional ni extranjero.

Para esta ocasión, Urdapilleta trae nuevos hechos para escribir una nueva historia y así se lee que el obispo Manuel A. Palacios, quien para la historiografía en general fue fusilado en Itá Ybaté el 21 de diciembre de 1868, pudo haber sido perdonado por Solano López y nunca fusilado o que Juliana Insfrán de Martínez, fusilada el mismo día junto al obispo, podría haber aparecido viva un año después en Ygatimí en compañía de su familia.

“UN MITO”

Entre las negaciones que se plantean al mismo tiempo como probabilidad y a la vez como una realidad, emerge la indignante afirmación de Emilio Urdapilleta de que el caso de la masacre de Concepción, aquel asesinato de más de 60 mujeres y señoritas en manos del célebre mayor de caballería José Gregorio “Toro Pichai” Benítez, fue solo un mito creado por Héctor Francisco Decoud en su obra “La masacre de Concepción”. A este efecto citamos: “Hago hincapié y resalto para que quede clarísimo: Héctor Francisco Decoud, principal ideólogo del rocambolesco mito de la ‘masacre de Concepción’… (p. 233).

Conocidas las pretensiones de Urdapilleta Romero de negar el caso concepcionero, el historiador, abogado y académico correspondiente de la Academia Paraguaya de Historia Rodrigo Cardozo Samaniego replicó las afirmaciones de Urdapilleta y lo hizo en un escrito que hoy puede verse en www.lafalacialopista.com y en el que refuta, punto por punto, las curiosas pero no por ello menos falaces argumentaciones de Urdapilleta Romero.

En su réplica, Cardozo no solo narra y explica el contenido de los detalles de la obra de Decoud, sino que hace lo que Urdapilleta dejó de hacer: aportar fuentes periodísticas extranjeras de la época no afines al Gobierno Nacional y trae abundante referencias de diarios brasileños de 1870 en los que se manifestaba que aquella masacre efectivamente tuvo lugar en la región de Concepción y San Pedro, puesto que las autoridades militares aliadas habían tomado conocimiento del caso incluso del autor de esos asesinatos, Gregorio Benítez, quien cae prisionero de los brasileños, cuando que Urdapilleta lo da por desertor y pasado a líneas enemigas presentándolo así como confabulado con los traidores concepcioneros, cuando que ello fue solo parte de la acusación y orden de arresto que le formula el mariscal López a Benítez, pero no una realidad constatada.

Romualdo Irigoyen Urbieta (izq. sentado), hijo del último comandante de Concepción antes de la masacre

Cardozo –con evidente conocimiento del calendario de los hechos– expone varios casos de anacronismos exhibidos por Urdapilleta por la omisión de este de fechas clave para entender la trama. El caso más notorio es cuando el coautor afirma que Benítez cometía “sus tropelías sin que nadie lo moleste en un momento en que las tropas brasileñas ocupaban la región” (sic), sin percatarse de que los brasileños recién desembarcaron en Concepción un mes después (setiembre de 1869) de que Toro Pichai haya sido apresado por orden de López (agosto) y remitido al cuartel de este en Azcurra, momento en que fue capturado por los brasileños en la picada del Caraguatay.

MANIPULACIÓN

También Cardozo se refiere a la evidente manipulación de fuentes que practica Urdapilleta Romero cuando afirmó que los memorialistas y protagonistas de la guerra, Centurión y Resquín, aseguraron en sus memorias que el principal acusado de la supuesta conspiración montada en Concepción, Juan M. Gómez de Pedrueza, abordó un vapor brasileño anclado frente a la Villa de Concepción para ofrecer la rendición de la ciudad (p. 232), pero revisadas dichas memorias sus autores manifiestan que fueron en realidad otras personas las que abordaron la nave y solo habrían hablado en nombre de Gómez, lo cual es falso, ya que este organizó la defensa de la ciudad antes de la llegada de los buques.

En otro momento de su réplica, el académico exhibe una evidente irracionalidad en el relato del coautor Urdapilleta, quien se planteó que los traidores concepcioneros -en acuerdo con los brasileños– pudieron ejecutar a todos sus opositores, para lo que habrían recibido la ayuda del mayor Gregorio Benítez. Ante esta aseveración, Cardozo se pregunta ¿cómo puede el señor Urdapilleta realizar tal afirmación si los ejecutados son precisamente familiares de los traidores?

Y respecto a la afirmación de Urdapilleta de que solamente Héctor Francisco Decoud habla de la “supuesta masacre” de Concepción, Cardozo le recuerda que los testigos que el primero trajo a su obra, Centurión y Resquín, también lo hacen, pero en otros términos más suavizados, así como el excanciller José Falcón en sus memorias recientemente publicadas, quien habla más francamente del suceso.

Velatorio del mariscal López en Concepción

DOCUMENTO POCO CONOCIDO

Cardozo, profundo conocedor y publicista de los sucesos históricos de su patria chica, Concepción, acerca en su réplica un documento poco conocido. Se trata de un ejemplar de La Revista del Paraguay. N° 1, Año II, Buenos Aires, enero de 1892, p. 545/546, donde se transcribe toda la declaración que efectúa el 9 de abril de 1870 el Gral. Resquín a bordo del buque Princesa (donde estaba en calidad de prisionero de los aliados) a autoridades judiciales del Gobierno Provisorio del Paraguay, donde a la pregunta de si conocía el caso de los asesinatos de Concepción, dijo que “sabe haber comisionado López a Gregorio Benítez á quien dió entonces la graduación de Sargento Mayor para ejecutar á esas familias cuya lista y causas llevaba escritas con cargo de examinar los acusados y ejecutarlos” (sic).

El principal asunto tratado en el libro es el conocido caso de la conspiración de San Fernando

El Gral. Resquín no impugnó esta declaración hecha ante testigos también paraguayos y sin recibir presión alguna como lo hizo con otra declaración que formuló en marzo ante los militares brasileños, a quienes acusó de amenazarlo con matarlo. Así, pues, Cardozo expuso la falaz afirmación tanto de Centurión como del propio Resquín en sus memorias de que López envió a Benítez exclusivamente para averiguación de los hechos y, siendo así, se concluye que es incierto que Benítez se haya extralimitado en sus órdenes al proceder a ejecutar a esas familias que luego motiva –supuestamente– la orden de López de ser apresado cuando que, por la declaración misma de Resquín, Benítez llegó a Concepción portando la orden precisa de López de ejecutar a los incluidos en la lista, lo que el propio Benítez confirmó en la posguerra en su declaración al mismo Héctor Francisco Decoud, a la sazón su patrón en la estancia de este en Emboscada. En realidad López ordenó el arresto de Benítez por sospechas de deserción.

Aunque en la primera y segunda parte del libro se denota un intento de exhibir los hechos con algo de rigor, pero no por ello con mejor resultado, la tercera y cuarta a cargo del replicado Urdapilleta posee todas las características de una historia novelada –construida a base de interponer dudas y manipulación de textos– que nos recuerda a los mejores ejemplos de cómo crear una ficción fundada en una realidad histórica con inclusión de extensas transcripciones de obras de autores extranjeros que parece que estuvieron mejor informados que los nacionales.

* Investigador e historiador de las contiendas del Paraguay


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