• Por Jimmi Peralta
  • Fotos: Roberto Zarza/Archivo

El pasado 26 de junio se recordó como cada año desde 1987 el “Día internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas”. La Nación/Nación Media conversó con el Dr. Manuel Fresco, psiquiatra especializado y director del Centro de Atención Integral de Salud Mental y Adicciones, quien explicó parte de la problemática actual, compartió un diagnóstico de la situación del país y desde su experiencia habló sobre esta realidad lacerante.

Sin ahondar en la problemática del tráfico y la producción, hoy la realidad muestra que el consumo problemático de sustancias está creciendo y el Estado, que antes no tenía capacidad de confrontar este difícil problema, hoy se encuentra con un desafío al que no puede siquiera dimensionar correctamente.

El Dr. Manuel Fresco conceptualiza el problema de las drogas desde la lógica de oferta y demanda, y observa con especial preocupación el avance en el consumo del clorhidrato de cocaína.

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–¿Cuál es la definición médica de la adicción?

–No todas las personas que consumen sustancias desarrollan dependencia o algún tipo de patología relacionada de estas, donde lo más grave es el tema de las dependencias. Y la dependencia tiene varias características que son los indicadores que marcan que esta persona no está pudiendo controlar su consumo. Tiene una incapacidad a la abstinencia y una incapacidad a detener el consumo cuando esto comienza. Está la gente que consume todos los días y los que dicen “yo no consumo todos los días porque trabajo de lunes a viernes, solamente el fin de semana me doy el permiso”, pero resulta que cuando consume pierde el control y no puede parar.

–¿Entonces no todos los que consumen sustancias van a ser adictos?

–Aquí tenemos que hablar de los factores de predisposición. Como cualquier enfermedad, la dependencia genera diferentes impactos en diferentes personas. Y ahí está la vulnerabilidad biológica, las cuestiones psicológicas de personalidad, la historia familiar, etcétera. Incluso dentro de una misma familia hay hermanos que consumen, dos de ellos no tienen problemas y uno de ellos sí.

–¿Existe una droga de inicio?

–Habitualmente la droga de inicio es el alcohol, que es una droga legal publicitada, está en la casa, los chicos ven cómo los adultos consumen, muchas veces los niños ya comienzan la experimentación con el alcohol para saltar de ahí a la marihuana, que en general hasta ahora sigue siendo la primera droga ilícita que se consume.

–¿Y varió la incidencia de alguna droga en los últimos años?

–En los últimos años la presencia de la cocaína, que años más atrás era rara porque era muy cara, era el champagne de la droga, la droga del ejecutivo, y por eso estaba destinada a gente que tenía una capacidad adquisitiva para comprarla, en este momento es sumamente barata. Y después apareció la cocaína fumable, el chespi, el crack, etcétera, que en realidad no es crack, sino que es una mezcla de cosas que ahora se le está llamando cocaína fumable porque tiene muchas sustancias, incluso hay investigaciones para saber qué es lo que se oferta como chespi.

NIVELES DE INTERVENCIÓN

–¿Cuál es el discurso con respecto a la experimentación social con sustancias?

–Hay diferentes niveles de intervención que tienen diferentes objetivos y normalmente se habla de prevención primaria, secundaria y terciaria, o prevención universal, selectiva e indicada, que son conceptos sanitarios, que hacen referencia a que yo, con la prevención primaria o universal, lo que busco es evitar que la gente comience a consumir. El segundo nivel es la prevención secundaria, que es lo que se denomina la intervención para hacer el diagnóstico precoz, quiere decir preparar a la gente a ciertos dispositivos para que tengan la posibilidad y la capacidad de entender que un chico en el colegio que está teniendo problemas académicos o un chico en la casa o en la calle o donde sea, que está teniendo algunas conductas que son atípicas, entonces se pueda pensar a intervenir precozmente para hacer el diagnóstico.

–¿Y la prevención terciaria?

–Es cuando la enfermedad ya se diagnosticó tardíamente y entonces ya tenemos una persona con dependencia, con todos los problemas que genera la dependencia al término de deterioro familiar, social, del abandono de la cuestión educativa, etcétera, y es donde está la persona dependiente o lo que se le llama comúnmente adicto. Ahí entran los dispositivos sanitarios. Ese nivel ya es de responsabilidad de salud pública, para que oferte una posibilidad accesible al tratamiento. Y hay otro nivel también importante a tener en cuenta, que es un nivel muy cuestionado, que se denomina en salud pública reducción de daños, que se aplica cuando el paciente dice que no puede o no quiere dejar el consumo, entonces se busca que el paciente se drogue en condiciones sanitarias más cuidadas, que tiene que ver con la calidad de la droga, que no comparta jeringa, el sexo con protección, etc.

A man lights an improvised pipe on a street in "Cracolandia" (Crackland) in downtown Sao Paulo, Brazil on February 2, 2023. (Photo by NELSON ALMEIDA / AFP)

POSIBILIDADES

–¿Cuál es el abordaje cuando llega un paciente?

–Las posibilidades van a depender de la predisposición del enfermo o de la enferma. Si viene una persona que está conciente de que tiene un problema de drogas y desea dejar de drogarse, entonces ahí uno puede aplicar un proyecto terapéutico de abstinencia. Porque también el tema está con dos paradigmas en el campo sanitario, que es el de tolerancia cero o el programa de abstinencia, y el otro programa de reducción de daños. Entonces, si el paciente quiere dejar, uno puede trabajar con una desintoxicación que puede ser inicial o la desintoxicación puede ser gradual, ambulatoria, hay diferentes modalidades, no necesariamente tiene que internarse.

–¿Y cómo es la internación en este caso?

–La internación para la desintoxicación es una internación relativamente corta, en 15 o 20 días la persona está desintoxicada. Pero la desintoxicación quiere decir que biológicamente no tiene más drogas en el cuerpo. Eso no quiere decir que estés curado y no quiere decir que no tengas ganas de volver a consumir. Entonces, después de la desintoxicación, tiene que seguir un tratamiento ambulatorio a largo plazo. Es una enfermedad que no se cura.

–¿Cómo se decide si se adopta o no este método terapéutico?

–La internación es una posibilidad eventual que tiene que ser indicada en una negociación, digamos, y en una evaluación del equipo terapéutico con el enfermo o con la enferma. En todo el mundo se recomienda que la internación sea voluntaria, pero nosotros tenemos la Ley 1340, que obliga al usuario de drogas a iniciar un tratamiento por orden judicial, que finalmente es disparatado, porque nadie hace un tratamiento obligado.

RECAÍDAS

–¿Las recaídas son frecuentes?

–Yo no conozco, y ya tengo muchos años en el campo, ningún paciente que la primera vez que decidió tratarse logró ya nunca más consumir. Entonces, los familiares tienen que saber que no hay curación. La persona que ha logrado dejar de consumir tiene que trabajar y cuidar su salud día a día. A pesar de eso, no hay ninguna garantía de que la persona que haya dejado cinco años o más tiempo y después ya no tenga una recaída. Entonces, de ahí la definición de enfermedad crónica que evoluciona por eventuales recidivas (reaparición de una enfermedad algún tiempo después de padecida).

–¿Existen trastornos mentales que comúnmente son previos o posteriores al consumo problemático de drogas?

–Puede ser. Por ejemplo: soy deprimido o tengo ansiedad o tengo insomnio y entonces alguien me dijo “metele un porro a la tardecita para dormir bien”. Entonces, tengo como un inicio terapéutico, pero después puede ser el clonazepam de mi abuela, o tomo un hipnótico, un ansiolítico, yo entro porque tengo un síntoma psicopatológico. Eso sería lo previo, pero después del consumo pueden generarse problemas como ideación paranoide, me pongo celotípico. La otra posibilidad es que alguien tenga predisposición a la esquizofrenia o al trastorno bipolar y el consumo enciende las mechas de una patología que estaba dormida.

–En relación con el consumo problemático, ¿existe una prevalencia de clases sociales en ese sentido?

–Tomando como ejemplo el alcohol, que es la droga más conocida, la diferencia de clase se da en la calidad de la droga, que marca la diferencia y la posibilidad de recuperación. Una persona que tiene medios financieros para un buen tratamiento tiene más recursos de recuperación. Pero en este momento, el rollo consume cocaína, de todos los precios y de todas las purezas. No hay esta diferencia que es solamente la gente “high” consume cocaína y el resto apenas marihuana o caña.

View of cocaine ready to sniff, prepared by a consumer during an interview with AFP in Bogota, on January 29, 2020. Narcodiseases affect consumers in Colombia, the largest world producer of drug. The loss of nasal septum, depression, coronary, hepatic or neurological problems, sexual impotence, necrosis, are some of the diseases the UN alerts on as a consequence of the consume of narcotics. (Photo by Juan Manuel BARRERO / AFP)

CLASIFICACIÓN DE LAS CONDUCTAS ADICTIVAS

–¿Qué otro tipo de hábitos de la vida actual, como los “adictos al teléfono” u otras cosas que no son sustancias, pueden ser considerados tipos de dependencia patológica?

–De hecho, el concepto de dependencia se extendió porque yo puedo ser adicto a internet, pero no soy adicto a alguna sustancia. Yo puedo ser adicto al juego, como el ludópata, y no soy adicto ni al alcohol ni a nada. Las clasificaciones actuales también contemplan estas conductas adictivas que no tienen relación a sustancias.

¿La sobreoferta de opciones como las apuestas electrónicas o las tragamonedas crea mayor tendencia a la ludopatía?

–Te voy a hacer una metáfora agrícola. Vos tirás una semilla en donde no hay las condiciones de fertilidad, humedad y sol, esa semilla no germina. Las condiciones del terreno fértil, sea psicológico o biológico, es lo que hace que una oferta así, indiscriminada, afecte a aquellas personas que son afectables digamos.

–¿Cuál sería el diagnós­tico de la situación local desde el consumo y desde la respuesta del Estado?

–Yo te digo concretamente que no sabemos la dimen­sión del problema. No hay ningún estudio epidemiológico a nivel de país. Entonces, no hay nada a nivel nacional, pero sí se percibe un incre­mento importante de la can­tidad de gente, sobre todo un incremento del consumo de crack, de cocaína fumable, que es algo que deteriora mucho más rápido que la marihuana y que el alcohol. Y tenemos una insuficiente respuesta sanitaria al pro­blema y no solamente en drogas, tenemos una insu­ficiente respuesta a nivel de salud mental, porque hay una cuestión que es una rea­lidad nacional que tenemos. Nosotros somos 150 psiquia­tras más o menos en todo el país, que es harto insufi­ciente para las necesidades. Tendríamos que ser más o menos 600 por lo menos para tener una distribución y que no estemos todos en las gran­des ciudades. Yo creo que estamos menos peor que antes, pero no estamos bien y no vamos a estar bien tampoco a corto plazo.

–Una década atrás se anunciaba una debacle con el auge del crack. ¿Final­mente cómo está esa situa­ción en la actualidad?

–Yo creo que lo que va a pasar es que va a empeorar la situa­ción epidemiológica en la medida en que la oferta sani­taria no sea efectiva. Porque si alguien quiere consultar en el Centro de Adicciones te van a dar turno para den­tro de 45 días, en el centro de la Gobernación de Cen­tral te van a dar turno para dentro de dos o tres sema­nas. El tiempo de demora es demasiado importante. Va a empeorar y hay demasiada oferta.

CONSUMO MÚLTIPLE

–¿Qué prevalencia tiene el alcohol en el universo del consumo problemático?

–El alcohol está al comienzo, está en el proceso y está al final del consumo de dro­gas ilegales. El diagnóstico más común que tenemos es el que corresponde el código F19: trastorno mental y del comportamiento por con­sumo de múltiples drogas. La mayoría de los pacientes que vienen consumen alco­hol, que no es la droga más importante de su adicción, pero realizan una asociación alcohol-cocaína. Entonces, sigue siendo la droga más consumida y el riesgo más importante, porque está aso­ciada a un montón de pro­blemas. La gente se asusta todavía cuando ve a alguien jalando o fumando mari­huana, pero los fines de semana sin problemas ve en las estaciones de servicio gente tomando alcohol.

–¿Cuál es la edad de ini­cio más precoz que se suele encontrar?

–Yo te voy a dar un dato que corresponde al Centro de Adicciones del Ministerio de Salud. El niño más pequeño que atendimos tenía 8 años, un niño de alta vulnerabi­lidad por estar en situación de calle. Después ya vienen niños que no están en situa­ción de calle que tienen 10 años, 11 años, no son muchos, pero hay. La franja etaria de mayor densidad que tene­mos está entre los 15 y los 25 años, y no hay muchas diferencias entre varones y mujeres.

ENFERMEDAD CRÓNICA

–¿Qué implica convocar al tratamiento a alguien y al mismo tiempo decirle que es una enfermedad que no se cura?

–Paradójicamente uno tiene que tratar, uno tiene que educar tanto al dependiente como a la familia respecto a que la adicción es una enfer­medad crónica. Si te vas a la consulta y me decís “no puedo dejar, me están por echar del tra­bajo y quiero dejar, me quiero inter­nar”, yo te tengo que explicar que si vos sos dependiente, te vas a inter­nar para desintoxicación, pero después las ganas de jalar no se te van a ir de la cabeza, por­que la gente cree que cuando se desintoxica va a pensar dis­tinto, y no pasa eso.

–¿Y cuál es el siguiente paso?

–Uno tiene que trabajar el con­cepto del pro­blema para poder entender que va a estar mejor obviamente, pero después va a tener que ser un trabajo cotidiano de laboratorio, durante mucho tiempo, y ese tiempo permite que, si hay adherencia tera­péutica, se vaya trabajando educativamente al depen­diente y a sus familiares, porque los familiares tam­bién se enferman. Enton­ces, hay codependencia y a veces la familia está peor que el enfermo. Por lo tanto, también la familia tiene que entrar en el proceso, porque la familia también se ilusiona cuando viene con la idea de que se va a curar.

INICIO DEL TRATAMIENTO

–¿Cómo arranca entonces ese primer vínculo con lo terapéutico?

–El tratamiento de cualquier caso puede y debe comen­zar con lo que es la conse­jería. No hay tratamiento de urgencia para la depen­dencia. El proceso de desin­toxicación también es espe­cial. No se hace en cualquier parte, el paciente tiene que estar medicado, tiene que pasar por un proceso en el que tenga actividades, donde se le explica a él y a la familia, entonces ahí hay más chance de que eso tenga un seguimiento posterior. Es diferente que cuando todo rápido un día se le internó al paciente y al día siguiente el chico se escapó.

–¿Qué rol cumple la familia en estos casos?

–Hay que ver caso por caso. Como principio, es cierto que es una enfermedad y es cierto también que el paciente no se convirtió en un enfermo porque eso es lo que buscaba, o sea, no es que se enfermó porque buscaba enfermarse, se enfermó por­que comenzó a consumir por un motivo que sea y al final cuando se dio cuenta, ya estaba dependiente, se le generó un problema con rela­ción a su consumo. Se debe entender que el enfermo no es responsable de su enfer­medad. No es responsable, aunque la gente diga “él se hizo porque él nomás con­sume, nadie le obligó”, etc. No es responsable desde el punto de vista de que no fue voluntario, eso le pasó. Pero una vez que le pasó, la posi­bilidad de recibir o no tra­tamiento sí depende de su voluntad.

–¿Cómo se debe actuar en estos casos entonces?

–La familia tiene que poner condiciones para la estadía o presencia en la casa del enfermo, él tiene que acatar las reglas de la casa. Porque si no el control de la casa y la administración de la fami­lia la tiene el enfermo, por­que la familia tiene que coi­mear a la policía cada vez que le llaman, tiene que pagar a un abogado, tiene que pagar la internación, etc. Enton­ces, forma parte de la code­pendencia cuando uno orga­niza su vida alrededor de la vida del enfermo y eso es una enfermedad del entorno.

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