• Fotos: Eduardo Velázquez

En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe al poeta y periodista Mario Rubén Álvarez quien, además de hablar de sus tres nuevas publicaciones, reflexiona sobre la realidad cultural del Paraguay. Al respecto pone de relieve la importancia de conocer y valorar lo nuestro al tiempo que sostiene la necesidad de realizar una reparación histórica a nuestro más eximio guitarrista, Agustín Barrios, e insistir en el proceso de repatriación de sus restos de El Salvador.

–Te sorprendo en la intersección entre el lanzamiento de “El combate invisible”, un poemario exquisito, y las vísperas de la presentación de un tomo más de los libros de memoria.

–Y podríamos decir que estoy de parabienes porque me está tomando una fiebre de publicaciones. Primero vendrán los libros de cuentos para niños en guaraní ilustrados y posteriormente el tomo 11 de “Las voces de la memoria”, que tengo pendiente desde 2009 y que por una razón u otra no podía publicar, pero ahora se dan las circunstancias y en eso estamos.

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–A las tres iniciativas las une una cuestión que me parece que es fundamental, que es una línea identitaria. Lo otro que me parece fundamental es que sigamos insistiendo en que los niños aprendan el guaraní a través de fórmulas un poco más divertidas que la lección de guaraní.

–Muy cierto. Porque aprender guaraní –como aprender el inglés, el francés o el español mismo– debería ser algo que nos divierta, que nos dé gusto, que nos alegre. No una cosa así pesada, muchas veces muy gramaticalista, que nos lleve más bien a huir de la lengua antes que a sumergirnos en ella. Y esa es la intención con los cuentos que se van narrando, se va contando y con las ilustraciones que son preciosas.

–¿La Fundación en Alianza publica estos libros?

–La Fundación en Alianza publica estos tres libros en la Feria del Libro el 5 de julio a las 9 de la mañana para que vengan seguramente los estudiantes, los alumnos. La intención es que los niños tengan material de lectura y material de lectura de su identidad, de su vivir cotidiano, no una cosa etérea, lejana, inalcanzable. Porque se cerraron las puertas de esa otra aula gigantesca de guaraní, al menos en las regiones citadinas, que es la calle, que es el lugar donde los mitã'i jugaban el partidí, que hacía una especie de equiparación entre el chico en cuya casa, probablemente más pudiente, no se hablaba el guaraní y el chico que sí lo manejaba por su construcción. Ahora los niños están muy encerrados con el teléfono, con la computadora, en fin y con el temor por la inseguridad. Antes uno se iba solo por la calle, no había ningún problema, ningún inconveniente. Ko’ãnga ndaiporivéi umía, jakyhyjepáko.

VIDAS ILUSTRES

–¿Tenés idea de cuántas vidas ilustres recogiste, de gente de cultura?

–Y las historias que recogí son 1.080 historias así en bruto. En 21 años, 48 historias por año, por 21 es así en bruto. Pero de esos hay muchos repetidos, Emiliano, Mauricio Cardozo Ocampo, Herminio Giménez, se repiten muy a menudo. Con Emiliano a cada paso uno se tropieza. Ojehaihu ha ojehaihu hembiapokue avei.

–¿Qué podés referir sobre el contenido del tomo 11 en lo que se pudiera adelantar?

–El Tomo 11 yo desde 2009 a 2019 fui publicando las historias en el Correo Semanal cada sábado. Entonces tenía una franja de 10 años para seleccionar. Y cuesta seleccionar porque esto implica, evidentemente, dejar de lado algunas historias. Pero ubico cosas de Emiliano R. Fernández. Por ejemplo, publico de nuevo “Aháma che china”, que es “Che la reina”, pero publico una variante nueva, que son los hermanos Valinotti. Los Valinotti eran unos hermanos de Trinidad. Los ocho la guerra hápe oho, 3 omano ha 5 ou jey.

–Tenías una teoría muy interesante de los paraguayos prodigiosos al respecto de cómo generalmente no siempre nacieron en cuna de oro. Quiero hilvanar esa teoría con una vida que te quiero plantear hoy, que es la vida de Agustín Pío Barrios.

–Él es un genio que es como el común de los mortales, van a la misma escuela, tienen madre, muchas veces tienen padres, ha pégui osê peteî ohóva yvatevéva. Ponemos allí a Agustín Pío Barrios, Emiliano R. Fernández, José Asunción Flores. Y de la misma situación, de la misma matriz, del mismo código que manejan en la vida en la socialización, en la lengua, en las vivencias, ha’ekuéra osê yvateve. Por un lado, tienen un don, un talento que la vida les dio y por otro lado voluntad. Entonces él escribía dónde iba, tenía la inspiración a flor de piel. Agustín Barrios, donde iba, sobre todo en la Argentina, produjo muchas de sus obras. Entonces, de ahí es que nace un genio y se va a través de toda América prácticamente. Su idea cuando muere era irse a los Estados Unidos.

–¿Quién era él en términos de familia, de historia familiar, de sus relaciones?

–Su papá era un cónsul argentino que estaba en San Juan Bautista de las Misiones. Upépe onace, upépe oiko. Su mamá enseñaba en Villa Florida, que era un próspero puerto hasta que vino ese puente y liquidó Villa Florida. Ese era un puerto de entrada y de salida de productos muy activo. Un buen día él sale, viene a Asunción, estudia aquí en el Ateneo Paraguayo. En fin, va progresando en su arte guitarrístico y después va a la Argentina, va a Corrientes y él solamente iba por tres meses, pero volvió creo que en 10 años después de haber estado en la Argentina. Él en 1912, 1913, por ahí graba los primeros discos que graba un paraguayo en Buenos Aires. La Argentina siempre estuvo adelante en todas las cosas de la música y gracias a eso nosotros también alcanzamos beneficios muy significativos.

–¿Por qué te parece que ese fenómeno se produce en su figura y qué cosas contribuyen aparte de su talento?

–Yo creo que cuando él viene a Asunción se le abre el horizonte. Él estudia aquí y va ampliando sus conocimientos musicales y seguramente sus maestros. Porque ahí había esos maestros que después también van a estar con Flores, que son Campra y compañía, que son músicos clásicos, pero haciendo lo que podían hacer acá en el Paraguay tocaban música popular seguramente muchas veces para poder sobrevivir y después que estaba la Banda de la Policía. En 1912 creo que se funda la Banda de la Policía, de manera que él tuvo que haber tenido contacto con esa gente y ampliado su horizonte para ir hacia el mundo de lo clásico, porque él podía tocar lo popular, que era la referencia inmediata, pero él tocaba Bach, los grandes compositores con gran maestría y con gran habilidad. Sus programas de concierto abarcaban música de su propia creación y música clásica. Siempre tenía una primera parte y una segunda.

–Aunque escuches un tema que está incluso en guaraní, con una denominación en guaraní, Barrios es clásico.

–”Ha che valle”, por ejemplo, o “Caazapá”, que él toma como motivo popular y arregla y hace una gran obra, una hermosa obra de esa composición que andaba circulando en el ambiente y él toma y graba y hace que se vuelva universal también.

–Y él además era retratista, un poco poeta.

–Era un gran poeta, escribía sonetos, hasy la soneto jejapo, por el contaje de las sílabas, por las rimas y sobre todo porque tiene que ser una idea redonda. Era un buen poeta, así como su hermano Francisco Martín Barrios.

–La historia de Agustín posteriormente hace una especie de vaivén entre Paraguay y el exterior por algún tiempo. Brasil también creo.

–Él viene en el 22, 23. Hay una famosa revolución entre facciones liberales y luego la guerra contra Bolivia. Esa guerra años más años menos iba a venir y eso sabían los líderes de entonces, que eran liberales, Eligio Ayala, Eusebio Ayala, (Manlio) Schenoni y (Arturo) Bray, todos sabían. Entonces, desde el 23, el 24 ya empiezan a prepararse para la guerra, pero no podían decir que estaban comprando las armas en Francia, en Polonia, que tenían enviados, en fin. Schenoni era uno de los que iban a comprar de Alemania.

–No habrá sido luego fácil la historia de un paraguayo que tenía muchísimo que mostrar a su país durante una de sus peores revoluciones y la inminencia de una guerra.

–Él evidentemente llegó en un momento equivocado. Su patria en ese momento no estaba en condiciones de considerar, aunque sea su obra, para que él dé conciertos, que el gobierno le apoye. Estábamos en otra cosa. Salíamos de algo muy fuerte y estábamos en el umbral de otro acontecimiento bélico que sí era grave. En el 28 casi comenzó la guerra, pero en el 31 recién llegan las cañoneras de Italia y ahí ya estábamos un poco mejor.

HISTORIA DE EXILIOS

–De alguna manera es la historia de la vida de muchos músicos y creadores de Paraguay, la imposibilidad de hilvanar admiración con gratitud por parte de la gente o con retribución por parte del Estado.

–Si vamos al caso, los paraguayos que triunfaron no triunfaron en su país y menos en aquella época. Herminio Giménez, Mauricio Cardozo Campo, Félix Pérez Cardozo, José Asunción Flores, los hermanos Larramedia, todos van a la Argentina. Es decir, es una historia de exilios. Lo que a Barrios le pasa no es una excepción, es como la inauguración, si querés, de lo que iba a ser la vida de los demás en la historia de la música paraguaya. Y anclaron primero en Buenos Aires y después del Trío Olímpico en el 48 y después Luis Alberto del Paraná y sus compañeros en Europa en la década del 50, ya el puente está tendido hacia Europa. En Argentina ya entró la música moderna y se estaba desplazando la música folclórica argentina y la música paraguaya también. Entonces, oho lo mitã Európape. El destino ya es distinto.

–¿Qué dirías a la gente que diseña políticas públicas respecto de cómo podría­mos abrir una nueva etapa respecto de la relación entre el creador, el poeta, el músico, el realizador de artes audiovisuales y el Estado, que no pase ni por el ayudomi y que sea una relación digna, perma­nente, constante y estruc­tural?

–Yo creo que en primer lugar el papel del Estado es organi­zar, es dirigir, crear las con­diciones. Por un lado, la for­mación de nuestros músicos. Hoy ¿quién se va a la Argen­tina para hacer música? Ocasionalmente iban hasta no hace mucho tiempo, por ejemplo, Néstor Damián Giret para ir a hacer una fiesta en Constitución. Eso no hay más ahora, se acabó. Ese mercado y si querés esa plata dulce que había para los músicos opa.

–¿Cómo hacemos para que los hijos de paraguayos que viven en Buenos Aires o Europa sigan vinculados a la identidad paraguaya si ya no les enviamos agrupa­ciones como antes?

–Y ese cordón umbilical se está cortando, se está cor­tando por la falta de estí­mulos, aunque yo sé que en las casas de amigos míos en Buenos Aires la música para­guaya y el guaraní son como un rito y son vínculos. Pero qué pasa con sus hijos, con los nietos. Van a ir perdiendo sus raíces. Y acá en nuestro país en las escuelas tiene que enseñarse música paraguaya a la par del guaraní como len­gua, la música paraguaya que es parte de nuestra identidad, género musical, la polca, el rasguido doble, la guarania es parte de nuestra historia. La guarania está por con­vertirse en patrimonio uni­versal.

–Otra cuestión que me parece interesante tam­bién es que muchas veces la gente confunde cultura con otro hecho muy inte­resante que es el espectá­culo.

–La cultura es todo lo humano, desde cómo me peino hasta cómo camino. Y también la música, la poe­sía, la pintura, las supersti­ciones, todo eso es parte de la cultura, pero cuando habla­mos de cultura generalmente nos referimos nosotros a la música, al teatro, a la pintura, etc. Entonces lo que desde el Estado tiene que incen­tivarse es que haya espa­cios suficientes para que los artistas puedan expresarse. Entonces no hay espacios para lo nuestro, sobre todo para la música paraguaya, incentivar eso. No hace falta necesariamente que pongan plata, sino que pongan espa­cios donde la gente pueda expresarse. Y sobre todo, trabajar también la autoes­tima, así como con la lengua guaraní. El grave problema del guaraní es que muchas veces quien enseña no ama la lengua. Vive en la otra len­gua y porque tiene que traba­jar enseña el guaraní. Tiene que ser un apasionado de la lengua, de la música para transmitir eso, cosa que no se ve. Entonces, hay que tra­bajar en la estima de lo nues­tro, que el guaraní, que nues­tra identidad expresada en la música sea realmente algo que llevamos adentro.

PERSONAJE UNIVERSAL

–Volviendo a Barrios, me inte­resa mucho que nos hables un poco de cómo este personaje se hizo tan universal.

–Hay un estudioso de su obra que se l l a m a Rico Sto­ver, un ame r i ­cano que también fue un guitarrista. Él fue analizando parte por parte y realmente la obra de Agustín Pio Barrios no tiene nada que envidiarle a obras de grandes guitarris­tas como (Francisco) Tárrega, (Fernando) Sor, en fin, aquellos que son referentes uni­versales. John Williams toca la música de Barrios y si Williams toca es por­que Barrios es realmente excelso. Y cada vez más hay guitarristas, hay más cáte­dras sobre Barrios, más estu­dios con respecto a su obra. Y cada vez se está descu­briendo que era un inmenso autor, creador y no solamente de música paraguaya en esa clave de la música clásica, sino de música clásica, de música digna de tocarse en los mejores salones.

–Tenemos a la música clá­sica como muy excelsa, pero hay veces esfuer­zos muy pintorescos, lin­dos, simpáticos, empáti­cos y gloriosos como, por ejemplo, aquella vez en que se unen Berta Rojas y Juan Cancio Barreto. ¡Qué momento glorioso fue ese en que se une lo popular con lo clásico!

–Ahí se notó que lo popular no tenía nada que deberle a lo clásico y lo clásico nada a lo popular, que son recon­ciliables y son compatibles. Cada uno con su encanto, cada uno con su talento, cada uno con su aporte, pero en síntesis, una obra redonda, fantástica en cada una de sus interpreta­ciones. Lo que José Asunción Flores quería, había una fie­bre en América entonces, 1920, 1930, Villalobos y eso, hacer que la música popular se eleve al mundo de lo clá­sico porque había una dico­tomía. Flores, por ejemplo, en “India”, él de esa versión original más modesta des­pués convierte en una sin­fonía, le hace una introduc­ción larguísima que no tenía al principio, que era toda una sinfonía y entonces pasó de lo popular a lo culto. Está visto que evidentemente lo popular tiene su encanto en otro nivel y lo clá­sico también tiene su encanto.

–Juan Cancio dejó una impronta tan fuerte que generó réplicas en todo el país de chicos tocando el requinto y que de alguna manera hizo que la guitarra se con­virtiera en un fervor.

–Sí, Juan Cancio’i hay en toda la república desde una enra­mada guy hasta los salones más grandes. No solamente que tocan como él toca, sino que se mueven, se contonean, salen en medio del público. Pero yo siempre digo que pueden hacer todo, tocar fantásticamente, incluso mejor, pero el ángel que tiene Juan Cancio es único. Y cada artista debería traba­jar su propia personalidad, no copiarle a otro porque no va a ser mejor.

ACTO DE JUSTICIA

–Hay una nueva gestión del presidente Santiago Peña al respecto de la repatriación de los restos de Barrios de El Salvador y en estos días me expresaste algo que se me quedó muy grabado por­que me pareció que es un gesto que realmente justi­fica todo y es el tema de la reparación histórica.

–Podríamos decir que noso­tros fuimos ingratos por muchos años con Agustín Pío Barrios y que sobre todo El Salvador fue muy grato con ellos. Los cinco últimos años de su vida él pasó ahí y pasó bien. Es cierto que derroca­ron al presidente que le apo­yaba, pero ya poco después Barrios fallece allá. Yo creo que es el momento de repa­rar aquel gesto comprensi­ble en ese contexto histórico, porque el paraguayo desea en general volver a su patria. Teodoro S. Mongelós, (Epi­fanio) Méndez Fleitas, José Asunción Flores fueron traí­dos. Ellos querían volver y yo estoy seguro de que Agustín Barrios también tenía sau­dade y nostalgia de sus her­manos, de su patria chica. Creo que sería un acto de justicia y de reparación que lo traigamos y que repose en el Paraguay, que repose aquí en Asunción, que repose en San Juan Bautista, pero que esté en el Paraguay. Yo creo que de ese modo únicamente su espíritu va a estar en paz.

–Pero que su reposo no sea en la tranquilidad de un sepulcro, sino en la fiesta de su memoria.

–Darle una bienvenida fas­tuosa como él se merece, con grandes guitarristas, con Berta, con Williams. Hay que buscar, hacer un listado y realmente sería fantástico eso. Algunos dicen “no, pero nunca le dimos pelota”. Bueno, pero démosle pelota ahora, nuestra patria va a seguir mirando hacia adelante. Ese es el fatalismo del cual tene­mos que desprendernos. Y no porque se hicieron mal las cosas o no se pudo hacer más en aquella época, ahora no tengamos que hacer. Ché­roguarã jagueru va’erã chupe ápe topytu’u ñanendive.

–Hablando de “El com­bate invisible”, no era fre­cuente en tu obra la poesía histórica.

–Muchos de esos poemas, sobre todo los que estaban en español hace tiempo que tenía, porque mis abuelos fueron excombatientes y me solían contar, sobre todo uno que después de venir de la guerra fue agricultor, pero también era artesano del cuero. Después tuve otras experiencias en la plaza Ita­lia. Estaba esa casa de los excombatientes, ahí sobre 15 de Agosto, ahí donde está la Unibe. Y yo hablaba con ellos y me contaban, además de algunos amigos que tenían padres excombatientes, abue­los excombatientes y de eso por lo visto yo fui retirando, fui juntando cosas que des­pués se me fueron volcando en los poemas, sobre todo a partir de una idea central, la sed. De esa sed era imposible escaparse. Por eso yo decía que era el combate invisible. Y ese era el enemigo invisi­ble, ese enemigo que estaba omnipresente allí tanto para los paraguayos como para los bolivianos

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