• Por Gonzalo Cáceres
  • Periodista
  • Fotos: Museo de Altamira

En algún momento del periodo Arcaico, el actual Amambay pudo ser el núcleo desde donde se lanzaron los distintos grupos humanos que poblaron el centro y este del Brasil, y quizás también zonas del territorio argentino y más al sur, según lo constató un equipo de arqueólogos españoles, cuya investigación reconoció los vestigios del arte rupestre del cerro sagrado del pueblo Paî Tavyterã.

“Había un vacío de Paraguay en los libros de prehistoria y arte rupestre, y ahora no solo no está vacío, sino que se llena con algo espectacular, de lo más antiguo”. Estas palabras del consagrado arqueólogo José Antonio Lasheras dieron pie a todo tipo de comentarios, porque lo que su equipo recogió en lo profundo del Amambay cambió la percepción de nuestro pasado remoto.

“CENTRO DEL MUNDO”

El cerro Guasu es el centro de la cosmovisión paî tavyterã, comunidad indígena guaraní que lleva miles de años en la zona del Amambay. Los nativos lo denominan Jasuka Venda, donde cuentan que el dios supremo (Ñande Ru) inició la creación de la Tierra y de la humanidad.

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Como en contados lugares, el cerro Guasu posee la singularidad de que entre sus paredes y galerías esconde la presencia de arte rupestre prehistórico, que es parte de la identidad de los nativos. Por ello, la comunidad, como propietaria legal del sitio desde 1992, solicitó la colaboración del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, que se encargó del estudio y catalogación correspondiente.

El arte rupestre del cerro Guasu no representó ninguna novedad para los paraguayos en su momento, ya que era conocido desde la década de los 70, pero sí lo fue para la comunidad científica internacional.

ITAGUY GUASU

Es así que la misión llegó al referido profesor Lasheras, quien trabajó en el caso entre 2004 y 2011, porque se le autorizó a iniciativa de los custodios de la comunidad nativa la investigación del abrigo 1, llamado Itaguy Guasu, el de mayor valor simbólico para los paî tavyterã.

“Diariamente sometíamos a su consideración el plan de trabajo y comentábamos cualquier incidencia; ellos lo valoraban, condicionaban, aprobaban y lo supervisaban; nos revelaron lo que sabían de ese sitio, de sus grabados en la pared y de lo que hallábamos al excavar”, escribió Lasheras.

La excavación se dio entre el 2 al 19 de abril de 2008, lapso en el que fue inventariado un lote de 1.353 motivos (todos grabados) de arte rupestre “y se prospectaron otros dos abrigos en el mismo cerro y otros tres en la sierra de Amambay”.

“El abrigo (Itaguy Guasu) se abre en la falda del cerro, cerca de la base, donde afloran unos estratos formando un escalón en el que también hay otros dos abrigos próximos: uno pequeño a 500 metros al este, denominado Itaguy’i, y el segundo, a 500 metros al este del anterior, Itaguy Mirî, grande como Itaguy Guasu; los tres tienen similares grabados en sus paredes y presentan en superficie idéntica industria lítica (herramientas de piedra producidas por la actividad humana), de la que también había pruebas a lo largo del sendero que los une”, describe el documento académico.

Los investigadores notaron que los grabados fueron plasmados con “estilo de pisadas”, que es una denominación acuñada por el austriaco Oswald Menghin (1957) para un tipo de arte de la Patagonia, caracterizado por una técnica con predominio de surco profundo, para la representación de las huellas de ñandú, puma, guanaco y humanas.

Este mismo arte rupestre tuvo otras denominaciones como “abstracto-representativo”, “abstracto-representativo esquemático” y fue también encontrado en otras regiones de Sudamérica.

EVIDENCIA

En Itaguy Guasu también se encontraron “puntas bifaciales (posiblemente de flechas)”, además de los restos de “un hogar cuya base fue datada por termoluminiscencia” en aproximadamente 5.000 a. C., tratándose de “la datación más antigua para un poblamiento humano en todo el valle del río Paraguay”.

La hipótesis apunta a que el cerro Guasu funcionó como “un lugar de habitación” capaz de acoger durante cierto tiempo a un grupo numeroso (quizás un clan o grupos de clanes), pero “no hay indicios concretos para afirmar o distinguir si se trata de ocupaciones estables (por tiempo indefinido)”, o de ocupaciones estacionales “en función de una planificada explotación del territorio según diferentes recursos disponibles”.

Los análisis arrojaron que los rastros de actividad humana en el cerro Guasu se remontan al periodo Arcaico/Holoceno medio (8.500-4.000 a. C.), aunque la cronología varía de un autor a otro (por ejemplo, para el francés Adrien Prous la periodización del Arcaico/Holoceno correcta es entre 12.000-9.000 a. C.).

“Cabe deducir de la densidad y la homogeneidad técnica y temática de todo el arte rupestre que hay en el abrigo (...), industria lítica y arte, permiten pensar en ocupaciones prolongadas o reiteradas del mismo grupo o de grupos distintos de la misma comunidad cultural: personas con el mismo utillaje (al menos el de piedra) e idéntica expresión simbólica (al menos la grabada en la pared) fruto de similares ideas habitaron en el abrigo periódica o recurrentemente durante algún tiempo del Arcaico”, explicó Lasheras.

TEORÍA REVOLUCIONARIA

Los sitios conocidos con arte rupestre se ubican en la zona de cerros del Amambay, a orillas del Aquidabán, del arroyo Ypané y del arroyo Yguasu, en la zona circundante al Parque Nacional Cerro Corá, algunos dentro del propio parque, y en un sitio aislado en el Yvytyruzú, cerca de la actual Villarrica, conocido como Itá Letra.

Lasheras indicó en sus supuestos que “la asociación de los

planoconvexos con puntas para arma arrojadiza de talla bifacial (flechas)” encontradas en el cerro Guasu contribuye a “revisar” las tesis anteriores, porque “también puede leerse que en Amambay, hace más de 5.000 años, se utilizaban conjuntamente instrumentos que aparecen por separado en diferentes ámbitos geográficos”.

Es decir, los motivos del arte rupestre que el equipo del Museo de Altamira registró del cerro Guasu sirven “para distinguir diferentes territorios y culturas del centro y este de Brasil”, pero aparecen en el actual Paraguay “conjuntamente al mismo tiempo”.

“Creemos que quizás en Paraguay, en lo que ahora llamamos Amambay, se generó un discurso, unas ideas que se acompañaban de unos signos, que esos signos se ordenaron aquí y luego esos signos se extendieron por todo el continente, y esta es una aportación muy importante que en este momento hace Paraguay a la prehistoria del continente”, sostiene Lasheras.

El estudioso español elevó la trascendencia del abrigo Itaguy Guasu al nivel del abrigo GO-JA-O113, yacimiento arqueológico localizado junto al río Verde, próximo a la ciudad de Serranópolis, que ya fue excavado y clasificado, siendo la principal referencia cronológica para la industria lítica (en la transición del Pleistoceno al Holoceno) en Goiás y todo el Brasil central. “Las muestras pueden tener la misma representatividad y valor de referencia”, aseguró.

LA TESIS VIKINGA

La expedición española dio una respuesta científica a la pregunta planteada décadas atrás por un equipo del Instituto de Ciencias del Hombre de Buenos Aires, que visitó algunos de estos sitios con arte rupestre en el Amambay, y uno en la sierra de Yvytyruzú, y “publicaron alguna foto y dibujos de los petroglifos afirmando que eran caracteres rúnicos y atribuyéndolos a la presencia de vikingos (Jacques de Mahieu)”, versión que caló hondo en la creencia popular.

Lasheras observó que la expedición del polémico De Mahieu “no tuvo crédito fuera de Paraguay” porque la teoría vikinga fue “rechazada científicamente” por arqueólogos del nivel de Juan Schobinger y Mario Consens.

RESULTADOS

“Este tipo de arte rupestre y las fechas que se han recolectado, por un sistema de datación absoluta y de radiología hemos obtenido la fecha más antigua para este tipo de arte en todo el continente. En Brasil no está bien datado, no se conoce bien la cronología de este tipo de arte de signos grabados”, comentó Lasheras.

Recordó que en Argentina los arqueólogos piensan que los grabados más antiguos pueden ser de hace 4.000 años. “Nuestra fechación más antigua es de 5.202 años, por lo tanto es la más antigua. La tenemos asociado a la industria lítica, que es la más antigua del continente. Por lo tanto, aquí (en Paraguay) tenemos las fechas más antiguas con el tipo de objetos”, insistió.

CONCLUSIÓN

El abrigo Itaguy Guasu de Jasuka Venda (Amambay, Paraguay), caracterizado por “un único tipo de arte rupestre definido por representaciones abstractas” y de pisadas animales y humanas; por una “industria lítica caracterizada a su vez por útiles planoconvexos unifaciales y puntas arrojadizas bifaciales”, y con una datación precisa: 5212-323 (a. C.)”, se erige como “una referencia para su contexto ambiental, el Amambay, y para una amplia región de América del Sur durante el Arcaico”.

La primera publicación a partir de documentación in situ del arte rupestre del Paraguay es el referido artículo (boletín SIARB) del profesor Lasheras, junto con Pilar Fatás, Ramón Montes y Emilio Muñoz, desde ya la marca arqueológica para el Paraguay prehistórico.

Lamentablemente, el profesor José Antonio Lasheras falleció víctima de un percance automovilístico en 2016. Desde entonces, se apagó la iniciativa arqueológica en el cerro Guasu, a priori el sitio del poblamiento más antiguo conocido de nuestro país y de la región.

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