Hace muchos años en mi adolescencia escuchaba los recuerdos del profesor Víctor Ocampo, las peripecias que pasaba en el círculo asunceno del arte, en aquellas épocas llamado artes plásticas.

Esto es lo primero que pensé al charlar con Fátima Martini sobre la obra de Irma Barreto de Gorostiaga. Irma era más conocida como Irma Gorostiaga, pero yo remarco su apellido paterno. Ustedes me preguntarán ¿por qué? Es que yo creo que el origen, el lugar de donde venimos, es la base de todo. En este caso, nada más y nada menos que la obra de una auténtica artista no muy estudiada.

EL TREN Y LA ARTISTA POP DE ASUNCIÓN

Barreto de Gorostiaga, mujer paraguaya nacida y criada en la antigua Areguá, en un mundo entre lo suburbano y lo urbano visitado anualmente por muchas familias asuncenas veraneantes, en aquel subyugante paraje, en la primera mitad del siglo XX, donde el tren todavía tenía un gran protagonismo.

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Pasa en muchos campos como en el de la psiquiatría en que generalmente se rotula. En el transcurso de las décadas Irma Barreto de Gorostiaga fue encasillada dentro del género kitsch y muchos tomaban su obra como “artes aplicadas”. Fue primeramente la mirada de personalidades extranjeras que vivieron en Asunción como Lívio Abramo y la prestigiosa crítica alemana Dorothee Willert quienes pusieron más atención a su trabajo.

IRMA Y FÁTIMA

Sumado hoy al titánico proyecto de rescate en el que se encuentra Fátima Martini, hacemos un alto y empezamos a mirar la obra de mujeres ocultas de la epopeya del arte casi invisibilizado, como la de esta aregüeña y otras como Carmen Dora Pérez y Beba Caballero, quienes trabajaron silenciosamente en una sociedad en la que recién se empezaba a mirar seriamente la vida artística de las féminas en el Paraguay. Desde su mirada, Martini nos presenta una Irma liberada de prejuicios que rotulan artistas. “...Ensambles, no collage, muy interesante la distinción porque pone la obra de Irma en afinidad con el pop art (arte pop) que tanto significa para el arte y la cultura popular contemporánea en todo el planeta…”, dice Martini.

Irma Barreto de Gorostiaga y Olga Blinder. Asunción, 1993

LA ARTISTA DEL ESCARABAJITO VERDE

Irma paseaba de taller en taller, por las manos de varios profesores de arte, recorriendo la ciudad en su ya histórico escarabajito verde. Así iba de una punta a otra, desde la casa de Cira Moscarda en Sajonia, pasando por la de Edith Jiménez, la vieja casita de madera de Olga Blinder sobre la calle José Berges, hasta la calle Antequera, donde queda el iluminado taller de Lili Segovia. Por si el viaje no faltara, hizo un curso de costura con el gran profesor Delego, cuyo resultado vemos en el preciosismo aplicado en los detalles de sus retratados.

Fátima Martini, por Irma de Gorostiaga. Asunción, c.1999
Graciela Sapena, por Irma Gorostiaga. s.f. Colección Nery Huerta Sapena

IRMA, EL TIMBRE Y JUAN RAMÓN CHAVES

Una muy particular aregüeña casada con Juan Pablo Gorostiaga, un reconocido odontólogo asunceno del barrio San Roque, donde habitaban, sobre la calle Mariscal Estigarribia. En aquel chalet de los años cuarenta con un hall, un tradicional juego de sillas de hierro de Rodríguez Hermanos, nos recibía entre los quehaceres domésticos, el trabajo incansable de su obra y el timbre. “¡Otra vez el timbre!”, exclamaba, porque frecuentemente confundían su casa con la de Juan Ramón Chaves, muy visitado en aquellos años 70, 80 y principios de los 90.

“Ya estoy a punto de poner un cartelito en el portón diciendo ‘siga derechito al este, a una cuadra vive el Dr. Chaves’”, esa es una de las anécdotas que más recuerdo de esta artista aregüeño-asuncena.

Irma Barreto de Gorostiaga. “Ñamendána”, 1992. Archivo William Paats

IRMA, NELLY, EDITH Y ADRIANITO

De su infancia y adolescencia siempre recordaban las hermanas Nelly y Edith Jiménez junto al inseparable Adrianito Irala Burgos, que yendo a la casa Barreto, negocio de los padres de Irma en la poética Areguá descrita magistralmente por Gabriel Casaccia o por Lita Pérez Cáceres en su novela “Areguá”, siempre se encontraban con ella.

Irma ya no está para recibirnos en su antigua casa de la calle Mariscal Estigarribia casi Constitución, pero hago un alto, miro la fachada y la recuerdo ahí en su barrio entre Asunción y su recordada Areguá de otros tiempos, representada por ella. Eso sí, siempre en la cochera su escarabajo verde, dispuesto a rumbear a algún punto de la ciudad que la vio crecer como artista única, auténtica e irrepetible.

Nuchi Marini, Eneide Boneu de Samudio, Rosa Rosso de Giacometti, Walter Zaldívar, Graciela Sapena de Nery Huerta, Olga Blinder de Swartzman, Irma Barreto de Gorostiaga, Myriam Monte, Beba Urbieta de Caballero, Marité Careaga, William Paats, Stella Cherry, Gloria Muñoz, Paola Parcerisa de Rossi, María Pía de Jara, Stella Sirtori, Bettina Zavala de Ferrario y Cristina Paoli de Ávila
Ricardo Migliorisi, por Irma de Gorostiaga. Asunción c. 1999. Colección Graciela Mayor


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