• Jorge Zárate
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  • Fotos: Gentileza

A mediados del siglo pasado, un grupo de paraguayos condujo más de 27.000 kilómetros para cruzar el continente en un vehículo muy especial. La mujer del equipo iba embarazada y tuvo a su hijo en el camino. Hoy ese niño, que tiene 72 años, cuenta en entrevista con La Nación/Nación Media las peripecias y aventuras de aquel legendario viaje que se narra en un libro y espera por su anhelada película.

La pasión por la mecánica y la industria para Ramón “Yoyo” Echauri se aunaban en el automóvil. Así que pensó en homenajearlas uniendo Asunción con Detroit, la sede de Ford Motor Company, la emblemática automotriz estadounidense cuyo popular modelo T puso a rodar al mundo.

Su hijo, Henry Echauri Furiasse, nació en Cali, Colombia, un 4 de marzo de 1952 en el marco del increíble viaje que protagonizaron con su esposa Gertrudis “Tuddy” Furiasse. El niño fue bautizado con ese nombre en homenaje al creador de Ford.

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Cuenta Henry de esos días: “Personalmente fui muy bebé durante la travesía. Cumplí un año en México, estuvimos tres años en los Estados Unidos, regresé a los cinco años a Paraguay, todo mi conocimiento del viaje viene por transmisión de ellos”, comenta al iniciar la charla porque, como se anticipó, la tripulación se enteró de su venida, literalmente, “en camino”.

Según la narrativa familiar, Yoyo invitó al viaje a Albino Pino, que era un mecánico profesional y este aceptó de buen gusto el desafío de llegar a Estados Unidos, que era entonces la meca del desarrollo industrial.

“Papá era una persona muy creativa, de espíritu inquieto y muy investigador. No tenía una formación universitaria, había hecho sus estudios hasta más o menos el cuarto curso de la secundaria y después ya no continuó, le gustaba leer y conocer cosas y de muy joven ya aprendió varios oficios. Aprende la electromecánica de forma autodidacta e instala un aserradero en Villarrica para sus patrones cuando tenía 18 años y había salido apenas del cuartel”, pone en contexto su hijo.

ADAPTACIÓN DEL VEHÍCULO

Para ello, Yoyo y Albino modificaron un Ford T de 1927. “Le alargaron la carrocería, tenía un tanque de combustible adicional, al menos tres juegos de cubierta de auxilio, herramientas, estuvieron bien equipados”, cuenta Henry. “En el vehículo se podía dormir acostado, tenían cocina a kerosene, alimentos, ropa, frazadas, era un viaje a lo desconocido”, recuerda Henry.

Lo bautizaron Fordmidable y en la fría mañana del 5 de julio de 1951 fueron despedidos por el presidente Federico Chaves, que los nombró “embajadores de la amistad y la confraternidad” frente al Palacio de los López, punto de partida del raid. También Chaves le dijo a Yoyo que piense bien, que era un viaje difícil para una mujer.

Se cuenta que lo escuchó con amabilidad, pero que las cosas ya estaban decididas. Ese día cruzaron la frontera con Argentina y fueron parando en distintas localidades, entre ellas Roque Sáenz Peña, en el Chaco argentino, donde fueron agasajados y realizaron una cena para juntarles fondos para seguir adelante con el viaje, eventos que por fortuna lograron repetir durante el camino en diversas ciudades de Latinoamérica.

El frío de hasta 15 grados bajo cero al cruzar los Andes lo tuvieron que enfrentar calentándose las manos, los pies y el rostro con la cocinita a kerosene. Allí también debieron cambiar una biela del motor a 5.000 metros de altitud. Ayudados por el mate siempre caliente que cebaba Tuddy y por un balde de aluminio que estaba todo el tiempo en la hornalla de la cocinita, Ramón y Albino mantenían las herramientas a temperatura para evitar que les helaran las manos.

Este hecho heroico y otros tantos del anecdotario fueron compilados en el libro “Un viaje extraordinario: la increíble odisea del raid Asunción-Detroit”, publicado en 2004 con los textos y fotos originales de Tuddy y una serie de entrevistas que les hicieron a sus padres, Henry y Rebeca Echauri, ayudando a enriquecer la historia. Por ejemplo, el relato del momento en que, atrapados en el barro en un camino de Ecuador, una tribu indígena los ayudó a salir, pero también les dio indicaciones confusas sobre cómo seguir adelante.

Por suerte, Tuddy anotó todo hasta la llegada triunfal. “En la noche del 31 de marzo de 1953, luego de cruzar el río Hudson por el imponente Lincoln Tunnel y tomar una highway, ¡ingresamos a la gran metrópoli New York!”, escribió al concretar el sueño en la bitácora de la expedición.

A los días estarían en las páginas del The New York Times bajo el título de “Paraguayos llegan a la ciudad en un modelo T”.

A 71 años de aquella travesía, Henry habla sobre las peripecias y aventuras de aquel legendario viaje sobre el que sueña llegue a las pantallas.

–A medida que pasan los años es como si la hazaña creciera en dimensión. ¿Cómo lo ven ustedes?

–Ese viaje transcontinental que ellos hicieron fue una empresa extraordinaria que marcó la vida de todos los participantes, mi vida y la de mi hermana Rebeca también. Además de conocer varias culturas de nuestro continente, les ayudó a templar el carácter, porque fueron puestos a prueba todo el tiempo. También mi padre Yoyo cumplió un sueño de juventud de conocer el gran país del norte, que después de la Segunda Guerra Mundial fue el centro de las innovaciones técnicas que tanto le fascinaban. Como era una persona de escasos recursos, ideó este viaje que se autosustentó, porque fueron consiguiendo recaudación por el camino. Tuvo el total apoyo de mi madre y por eso lo consiguieron hacer. Todo el bagaje de lo aprendido durante el viaje lo incorporaron a sus vidas y lo trasmitieron a sus hijos.

–¿Qué les dice la gente cuando llega a conocer la historia o leer el libro?

–Cuando las personas de los diversos países que ellos iban atravesando comprendían a fondo el emprendimiento, las vicisitudes, los sacrificios que ellos iban haciendo (porque fue un emprendimiento con penas y alegría), la primera reacción es de sorpresa y admiración patriótica, pues este viaje sirvió para transmitir la cultura porque ellos llevaron en sus uniformes la bandera paraguaya. Inclusive iban vendiendo los recordatorios de ñandutí y en cada sitio que paraban ayudaban a difundir nuestra cultura.

–Todavía sorprende la valentía de Gertrudis de encarar el viaje embarazada. ¿Qué le contó su mamá de cómo vivió el viaje?

–Mi querida madre cumplió un papel fundamental: el de contener y respaldar a mi padre porque hubo momentos muy difíciles en los que incluso se pensó en abandonar el viaje o tuvo que enfrentar alguna diferencia entre los varones. Entonces ella contenía, mediaba, lograba la solución. Era una católica muy creyente, con una fe inquebrantable y en esos momentos se refugiaba en las oraciones transmitiéndole a los demás que Dios solucionará, proveerá, generando una calma, una paz esencial. Además, fue la cronista del viaje, hizo la bitácora, que era un cuaderno en el que día a día se fue registrando todo. También sacó el 99 % de las fotografías que existen con una cámara Kodak, esas cuadraditas que venían, muy simpáticas. Era una cámara muy sencilla, pero muchos expertos dicen que para la época era de muy buena resolución. Mamá se encargó además de la parte logística, de los alimentos, hacer las comidas, fue fundamental en el cruce de los Andes y en todo momento mamá aportaba lo suyo con coraje, con valentía con fe. Por demás está decir que después de mi nacimiento tuvo que cuidarme a mí con toda la responsabilidad que eso conlleva.

EL LIBRO Y LA AÑORADA PELÍCULA

–¿Cómo fue el proceso de elaboración del libro?

–Lo redactamos con mi hermana Rebeca, pero los verdaderos autores fueron papá y mamá. Fue el producto de un año de entrevistas que les hacíamos siguiendo la bitácora, les grabábamos en cassette de cinta y escuchábamos hasta sacar una idea para el libro. Lo hicimos en 2003.

–¿Pensaron en hacer una película?, ¿los contactaron al efecto?

Hubo algunas iniciativas con el tema de la película, pero no llegamos a los acuerdos económicos. Tengo la esperanza que mi hijo Bruno, que estudió cine y producción, pueda algún día encarar el documental que viene planeando sobre el raid. De hecho, hay un corto que él ya hizo, pero una película contando toda la historia sería espectacular. Es una esperanza que todavía queda. Si mi hijo se anima, probablemente lo haremos.

–La travesía debe ser una de las mayores hechas con un Ford T. ¿Está reconocida como tal?

–No tenemos noticia de que se haya hecho un viaje de estas características. Pudo alguien haber hecho un viaje ya en esta época utilizando rutas que hoy en día están todas pavimentadas, pero que en aquella época eran picadas. Hay fotografías por ejemplo en el lado argentino donde el camino a Pozo Colorado era un talcal y así tenían que ir, se quedaban las ruedas hundidas y había que sacarlas afuera otra vez con maña, etcétera. A nosotros no nos consta que haya sucedido algo similar, por lo tanto hasta ahora lo consideramos inédito.

DOS MOMENTOS DIFÍCILES

El raid tuvo momentos críticos, como la obligada detención en Cali, Colombia, para el nacimiento de Henry. Así lo cuenta él: “Mamá ya estaba llegando a sus días de alumbramiento. Así que se hizo un contacto con el hospital, pero para que nos atendieran se necesitaban unas visas que solo las daban en Bogotá. Así que papá se fue hasta allí en avión. Se llevó todo lo que había de dinero y una valija que para él era muy valiosa que contenía los elementos típicos paraguayos que iba a pedir al consulado para que le ayude a vender para recaudar fondos, porque hicieron el viaje a pulmón, etc., como hacían en cada localidad que visitaban”.

Entonces allí se da una situación crítica, porque en el hotel en el que se alojó le robaron su equipaje, con los documentos y también la bitácora de viaje con las fotos, con el registro completo de lo hecho hasta allí.

Ramón “Yoyo” Echauri decidió dar entrevistas en diarios y radios de Bogotá pidiendo a los ladrones que por favor le devolvieran sus cosas, contando lo importante que eran para concluir el raid Asunción-Detroit. “En esos días vino un almacenero que estaba frente al consulado paraguayo y avisó que le tiraron un paquete para el señor Echauri. Lo llevaron al consulado y allí lo abrieron ante la vista de todos con una gran sorpresa: ¡Allí estaban los pasaportes, los documentos, la bitácora y el álbum de fotos!”.

Los viajeros comentaron en ocasión de las entrevistas para el libro “Un viaje extraordinario” que desde Asunción hasta el Perú “todo fue pacífico, amable y solidario, la gente colaboraba. Sin embargo, en Colombia ya había agitación social y delincuencia”.

Ante el nacimiento de Henry, debieron quedarse seis meses en Colombia para generar recursos para seguir el viaje. Una vez conseguidos, fueron hasta el puerto de Buenaventura y embarcaron con el Fordmidable en un buque trasatlántico con el que cruzaron “el canal de Panamá y siguieron viaje hasta el puerto de Colón sobre el Atlántico, donde había ruta para poder seguir hacia México”, cuenta Henry.

Otro evento difícil los esperaría en Atlanta, Georgia. “En los países latinos siempre hubo mucha solidaridad en cuanto a la recaudación de fondos, se hacían fiestas, la gente colaboraba, pero ya en territorio estadounidense, a ellos no les llamaban la atención ni los viajeros, ni el raid; eran bastante hostiles e indiferentes”, comenta Echauri.

EL PEOR ACCIDENTE

Igual, avanzaron por las rutas americanas con su entusiasmo renovado cuando en una autopista protagonizaron el peor accidente del viaje al impactar a un vehículo que hizo una mala maniobra frente al Fordmidable: “Papá le chocó y a su vez otro vehículo le chocó por detrás. No hubo lesionados, pero el tren delantero salió y se fue rodando hacia adelante y el tren trasero quedó averiado”.

Las llantas, que eran de madera, se destrozaron, el vehículo no podía seguir.

Sin embargo, el buen destino los acompañaría una vez más. La señora Vedia Millirons vio la triste escena de los viajeros lamentando el choque, sobre todo a la mujer que sostenía el niño en brazos.

Por esas casualidades, era la hija de los propietarios del Millirons Garage, la empresa que hacía el remolque de los vehículos accidentados en la autopista.

“¡Esa es la gente que te comenté!”, le dijo Vedia a su madre Rebecca al verlos ingresar en el remolque al taller de la empresa con el Ford T destruido. “Los vamos alojar en casa hasta que solucionen el problema”, dijo la madre y así fue que Tuddy y Henry quedaron “en la casa familiar de esa gente y le consiguieron un alojamiento en la parte industrial para papá y el señor Albino Pino”, contó.

Como no había repuestos ya para un Ford T de 1927 en los Estados Unidos de 1953, el señor Millirons les compró, de un cementerio de vehículos, un auto de modelo parecido para que pudieran utilizar los repuestos que necesitaban. De esa forma pudieron concluir el periplo.

“Mi hermana se llama Rebeca en honor a esa señora tan solidaria y hasta el día de hoy tenemos relación con esa familia estadounidense”, comenta Henry.

Estas anécdotas, ampliamente comentadas, se pueden leer en el libro “Un viaje extraordinario”, que se puede conseguir llamando al 222-634 o a través del formulario online https://bit.ly/3jKgVHm.

EL REGRESO

Henry Echauri cuenta los días posteriores a la conclusión del viaje de sus padres: “Cuando terminó lo del viaje, se terminó la plata, entonces tuvieron que buscar trabajo. Papá Ramón, con sus conocimientos, se dedicó al revestimiento de madera para las casas de fin de semana en las afueras de Nueva York, a las que llamaban ranchs. Sobresalió enseguida y le aumentaron el sueldo dos o tres veces porque él se merecía y no lo querían perder. A muy poco tiempo logró comprar un automóvil 0 km que pagó a cuotas”.

Mamá Gertrudis “trabajó en una fábrica de confecciones y a mí me dejaban en una guardería, donde comencé a hablar inglés con los chicos y, según cuentan, después le corregía a mis padres, cosa que ahora no me acuerdo más (risas)”.

Un hecho fortuito hizo que decidieran regresar. Un paraguayo que estaba ilegal en los Estados Unidos estaba siendo perseguido por la oficina de migraciones. Sin contarles esto a sus padres, les pidió alojamiento.

Los policías lo hallaron en la casa de sus progenitores, a los que también conminaron a regularizar su estadía. En ese entonces había que viajar a Canadá y volver a ingresar a los Estados Unidos para tener permiso de estadía.

Desilusionados con esa situación, vendieron sus cosas, cargaron su auto nuevo con lo que tenían y “regresaron otra vez por la ruta interna de los Estados Unidos, pasaron por México hasta Panamá. Allí vendieron el automóvil y se embarcaron en un trasatlántico llamado Marco Polo, con el cual vinieron hasta Antofagasta, en Chile. De ahí tomaron el famoso Tren a las Nubes chileno-argentino que terminó en Formosa y de allí a Asunción”.

Tuvieron una grata recepción: “Todos los parientes, los vecinos, la gente que los conocía los trataron como unos héroes”, comenta Echauri.

“Papá, con los conocimientos que adquirió allá, vino con la idea de instalar una fábrica de tiza marfil (La Industrializadora de Tiza), que es la que hasta hoy existe, que hoy está siendo manejada por mi hermana, aunque ahora está muy decaída porque ya no se usa la tiza escolar, se usan las pizarras acrílicas. Entonces es una industria que tiende a desaparecer, pero tuvo una validez de 60 años y con los ingresos de la tiza nos criaron a los tres hijos, a Rebeca, Teresa y a mí”, contó.

ALGUNOS HITOS DEL VIAJE

* Recorrieron más de 27.000 km a lo largo de 13 países en 21 meses;

* Consumieron casi 4.300 litros de combustible; 265 litros de aceite lubricante y 16 bujías;

* Rompieron 8 veces las llantas y pincharon 31 veces las cubiertas;

* Cruzaron llanos, selvas, desiertos, las alturas de más de 5.000 metros sobre el nivel del mar de la cordillera de los Andes, agresivas picadas, lodazales, ríos sin puentes;

* Soportaron innumerables desperfectos mecánicos;

* En el viaje pasaron por temperaturas que variaban entre los 40 grados de calor y sufrieron hasta 15 grados bajo cero al atravesar la cordillera de los Andes;

* Cruzaron Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá.


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