El estudio del impacto de las guerras en la educación, desde la mirada de las ciencias históricas, es una tarea altamente compleja, en la que es necesario enfrentarse a la tensión entre la emocionalidad, la sensibilidad, los juicios éticos y morales, con la comprensión histórica que se produce con los instrumentos y conceptos de la disciplina. Incluso, se trata de algo aún más importante: una comprensión adecuada de los agentes, hechos y procesos que forman parte de las relaciones entre guerra y educación es requisito previo fundamental para, luego, emitir juicios éticos, morales y políticos.
- Por David Velázquez Seiferheld
- Historiador y viceministro de Culto
- Fotos: Gentileza
Desde la modernidad el sujeto de la educación por excelencia es el niño. De modo que, en términos contemporáneos, es casi imposible separar guerra, educación y niñez, adolescencia o juventud. Por otro lado, como la modernidad escolar es concomitante con la modernidad de los Estados nacionales, aquella fue pensada como ámbito fundamental de la formación del ciudadano y soldado.
En una época en que no existía una esfera positiva de derechos humanos, y como parte de esta de derechos de la niñez, el reclutamiento de niños en los ejércitos, en tiempos de guerra, era un problema práctico que se reducía a que quien podía portar armas y pertrechos podía ser reclutado. Es cierto que los niños, por lo general, estaban en la retaguardia, en las áreas de aprovisionamiento o como abanderados o tamborileros; en cambio, en algunas ocasiones también combatieron, como en la guerra contra la Triple Alianza.
ANTECEDENTES
Ahora bien, los antecedentes más inmediatos a la guerra del Chaco sobre el impacto de la violencia en las escuelas fueron las guerras civiles que se sucedieron desde fines del siglo XIX hasta la guerra civil de 1922-1923, que fue escenario de pujas ideológicas entre diversos nacionalismos en el seno de la educación paraguaya entre 1920 y el inicio de la guerra del Chaco.
La reforma educativa, que se inició con el nombramiento del maestro normal Ramón Indalecio Cardozo como director general de Escuelas, abordaba el tema del patriotismo desde una perspectiva cívica, con fuerte énfasis en el respeto a la libertad, a las leyes y a las instituciones republicanas. En opinión del educador, la guerra civil de 1922-1923 era consecuencia del discurso belicista en la educación. En este escenario, entendía que la escuela primaria debía ser espacio fundamental de formación republicana. Su pacifismo despertó diversas resistencias y críticas, sobre todo en el movimiento de reivindicación de la figura del mariscal Francisco Solano López, así como en el Ejército.
En 1927, el asesinato del teniente Adolfo Rojas Silva en las cercanías del fortín Sorpresa por parte de tropas bolivianas desató una oleada de exaltación patriótica. Espontáneamente, miles de jóvenes se ofrecieron a combatir.
En 1931, como reacción a la captura del fortín Masamaklay por parte del Ejército boliviano, una movilización liderada por estudiantes del Colegio Nacional y la Escuela Normal para protestar contra lo que se consideraba indefensión del Chaco finalizó con una masacre el 23 de octubre frente al Palacio de Gobierno. Varios profesores del Colegio Nacional y la Escuela de Comercio fueron destituidos acusados de participar “en el movimiento de carácter subversivo”.
IDEAL PACIFISTA
La tesis de que el Paraguay estaba defendiéndose abonó la idea de un país pacífico obligado a ir a la guerra, por lo que los textos escolares y los mapas contenían los argumentos sobre los que el Paraguay basaba sus derechos sobre el Chaco.
Asimismo, existieron rituales públicos de exaltación del pasado guerrero; ceremonias en torno a los fallecidos en combate con participación de niños y niñas, imitaciones del heroísmo militar por parte de los niños, exaltación popular en la difusión de las noticias en torno al conflicto, palabras de estímulo del magisterio en las aulas sobre valores como la disciplina, el trabajo y el orden, y del clero católico mayoritario en los templos, así como una prédica guerrerista en la sociedad. Estos fueron los elementos que quizás influyeron en manifestaciones de entusiasmo por parte de la niñez hacia la guerra más que el contenido programático.
En 1934, en el ambiente de patriotismo y nacionalismo de la sociedad paraguaya catalizado por la guerra, el gobierno de Eusebio Ayala oficializó la versión del Himno Nacional propuesta por el maestro Remberto Giménez, dado su “deber” de “fijar definitivamente la letra y música del Himno Nacional dando término a la diversidad de versiones circulantes adoptando como únicas las originales, a fin de que en todos los actos públicos, escolares, oficiales y sociales sea uniforme el canto que resume las tradiciones y las glorias nacionales”.
Un aspecto en que el currículum de la reforma demostraría su eficacia en tiempos de la guerra fue, sin dudas, la difusión de la agricultura a través de huertas escolares.
Una publicación de El Diario del 19 de marzo de 1932 destacaba en su portada la imagen de una fila de niños y niñas de la escuela de Bahía Negra, impecablemente vestidos y calzados –lo cual era bastante infrecuente–, a cuyo frente se hallaba la maestra.
En el texto se lee que “el Chaco es un surco abierto donde la semilla del saber arrojada por manos ennoblecidas ha germinado en brotes magníficos”. De esta manera, la imagen de las escuelas chaqueñas, “casas donde se ensancha el conocimiento del niño, para luego empuñarlo al servicio de la patria”, era parte de la propaganda paraguaya.
LA ESCUELA Y LOS DERECHOS TERRITORIALES
Los atributos de cultura de la escuela eran también el símbolo de la cultura paraguaya en el Chaco y sus derechos sobre el territorio. En el territorio occidental existían, en 1932, 46 escuelas, 24 de ellas en las recientemente instaladas colonias menonitas. En este sentido, otro artículo plantea la siguiente interrogante: “¿Qué revelan esas 46 escuelas paraguayas funcionando en el corazón y los confines del Chaco? (…) O es que Bolivia puede blandir como argumento a sus pretensiones el funcionamiento de igual número de escuelas bolivianas en la zona de tierra paraguaya que ocupa sin derecho alguno?”.
En esta dimensión de la propaganda paraguaya, antes del inicio de la guerra, y de estímulo al sentimiento nacionalista, las escuelas fueron presentadas como símbolos de legitimidad posesoria, civilización y cultura, patriotismo y paz.
La descripción del Chaco en los textos escolares cambió a través del tiempo en función del creciente saber sobre una hasta entonces desconocida región; así como a partir de las pujas entre Paraguay y Bolivia, y el peso de las reivindicaciones de cada país.
Los ríos y cordilleras que constituían los límites entre ambos países son descritos con todo detalle, reafirmando así los derechos del Paraguay sobre el territorio. A más de ello, las expediciones históricas fueron parte del argumento paraguayo en favor de su posesión y propiedad del Chaco.
INICIO DE HOSTILIDADES
Inminente ya el inicio de hostilidades, en 1932 el Gobierno paraguayo ordenó la movilización general. Las instituciones educativas primarias recibieron, a través de las inspecciones regionales, las primeras orientaciones específicas de reorganización escolar.
Desde julio de 1932, algunos locales escolares también comenzaron a ser utilizados para alojamiento de tropas, y otros fueron preparados –previas adaptaciones y equipamiento– como hospitales de sangre ante la posibilidad cierta de desborde de la precaria infraestructura hospitalaria existente en el país. La sanidad militar contaba con solo un hospital y padecía de la falta de medicamentos.
El 4 de agosto de ese año, la Inspección Séptima comunicó a las escuelas del sur del país las siguientes instrucciones: las escuelas funcionarán normalmente, “haya o no guerra”, para lo cual debían evitar “el desbande de alumnos y el abandono de maestros”. Igualmente, deberían establecer “grande y suficiente chacra” para la plantación de mandioca, maíz, maní, poroto, soja, algodón, etc., “para garantizar la subsistencia de personal y alumnos”.
Se pusieron en marcha dos cursos de enfermería, uno en la mañana, dirigido por la Dra. Gabriela Valenzuela, y otro en la tarde, dirigido por la farmacéutica Leonor Carrillo. El Colegio Nacional, entre otras instituciones, también sirvió como Hospital Auxiliar desde agosto de 1932 y las clases presenciales fueron suspendidas. Para tratar de reducir los daños debido a la falta de presencialidad, las autoridades del colegio dispusieron que fueran entregadas las listas de temas y libros a los estudiantes. Los años 1933 y 1934 transcurrieron para los alumnos en un local alquilado.
APROVISIONAMIENTO
En cuanto a la provisión de alimentos y otros bienes, las escuelas comenzaron a enviar los productos de sus huertas y de las industrias caseras ya a fines de 1932. En su mensaje al Congreso en abril de 1933, el presidente Ayala se refirió brevemente a los aportes de las instituciones educativas:
“Establecimientos educacionales, empresas industriales y particulares han ofrecido con espontaneidad generosa locales, elementos y cuidados personales para la asistencia de nuestros enfermos y heridos (…) una vasta red de buena voluntad y de cooperación se ha tejido bajo los pliegues de la bandera”.
Una importante cantidad de escuelas de todo el país siguió movilizando a sus docentes, estudiantes y familias durante 1934 y 1935 en torno a los objetivos de la guerra. Sus acciones eran publicadas con gran destaque por la prensa paraguaya. Además del trabajo en huertas y telares, realizaban contribuciones monetarias.
EFECTOS
La movilización impactó inmediatamente en la educación. Algunas escuelas fueron clausuradas por la movilización del plantel docente o la falta de alumnos. Tras los reclutamientos iniciales de agosto de 1932, en julio de 1933 se declaró oficialmente el estado de guerra con Bolivia. Se decretó la movilización general y se estableció el estado de sitio por todo lo que durara la confrontación.
Durante las primeras sesiones del Congreso de 1933 llegó a proponerse la suspensión completa de las actividades educativas de modo que la infraestructura completa de las instituciones estuviera a disposición del Ejército y sus necesidades. Tal planteamiento, sin embargo, fue rechazado. Antes bien, el ministro Justo Prieto solicitó al Ministerio de Guerra y Marina la devolución de los locales escolares para el año lectivo, aunque resolvió seguir destinando los locales de colegios secundarios a fines sanitarios.
La movilización de los varones impactó directamente sobre las dimensiones académicas y sociales de la educación. En lo social, porque al partir los varones –fundamentalmente los campesinos– al frente, sus hijos debieron dejar la escuela para remplazarlos en las tareas agrícolas.
En lo académico, se manifestó en la disminución de varones en el magisterio y también en la pérdida de la calidad educativa en las aulas que estos (sobre todo los normalistas) tenían a su cargo. En una época en que no existía la coeducación y todavía había reticencia a aceptar que las mujeres educaran a los varones en las escuelas –y, en todo caso, se aceptaba con resignación como hecho consumado–, el reclutamiento de los varones en el Ejército exigió incorporar a más mujeres al magisterio. Estas hicieron, sin duda, un gran esfuerzo en medio de los agravantes del contexto para conducir procesos educativos.
La compleja combinación de rituales, noticias y comentarios influyó ciertamente en el ánimo de los niños respecto de la guerra. Por lo demás, no existió un plan educativo en el que se estimulara la guerra por la posesión del Chaco. Las conmemoraciones patrias seguían las convenciones hasta entonces establecidas a través de discursos, declamaciones, cantos, procesión cívica patriótica, etc.
LA PAZ DEL CHACO
Expresiones de euforia siguieron al armisticio del 12 de junio de 1935. La convicción popular de la victoria ante Bolivia se extendió a todos los estratos y ámbitos sociales. Las escuelas no fueron ajenas al entusiasmo del victorioso.
Menos de un año después, el Paraguay experimentó un cambio radical con la revolución del 17 de febrero de 1936. Con base en el fuerte respaldo del Ejército y de la Asociación Nacional de Excombatientes del Chaco, llegó al poder el Cnel. Rafael Franco, quien desarrolló un programa nacionalista revolucionario y antiliberal.
Quizás la máxima expresión del nacionalismo febrerista fue la exaltación de Francisco Solano López al rango de héroe máximo de la nacionalidad. La restauración liberal, con el golpe del 13 de agosto de 1937, que llevó a la Presidencia de la República a Félix Paiva, trajo a la escena nuevamente la guerra del Chaco.
PUGNA IDEOLÓGICA
Los límites definitivos con Bolivia seguían en discusión y la reanudación del conflicto era una posibilidad latente. El conflicto entre los liberales, que retornaban al poder, y los desplazados febreristas era violento y, en algún momento, se trasladó a las aulas.
El gobierno de Paiva promulgó el Decreto 1371, que dispuso la enseñanza nacionalista y anticomunista en las escuelas. El considerando del decreto señala que “desde hace un tiempo atrás se conoce en el país una propaganda tenaz y sistemática (…) solapada y hábil, encaminada a destruir los sentimientos nacionalistas del pueblo paraguayo”; y que estas “doctrinas exóticas y antidemocráticas, además de amenazar la estabilidad de las instituciones políticas (…), son, en esencia, contrarias a sus tradiciones e idiosincrasia de la nación paraguaya”.
Es deber, por tanto, del Gobierno “defender la sociedad contra esa peligrosa propaganda evitando que se infiltre en las escuelas primarias de la República”. El comunismo es la principal de esas “doctrinas disolventes” (…) que “se propone suprimir los más hermosos atributos de la personalidad humana”.
Dos héroes militares en los combates por el Chaco, José Félix Estigarribia y Rafael Franco, se enfrentaban en las aulas por supuestas y/o reales preferencias ideológicas. Estigarribia, nacionalista y conservador; Franco, nacionalista y revolucionario.
RECUPERACIÓN
En 1935, tras el armisticio del 12 de junio, la matrícula escolar se recuperó notablemente. Las inscripciones permanecieron abiertas durante todo el año, de manera que el regreso de los combatientes a sus hogares permitió también el retorno de la niñez a las clases. Comenzó, asimismo, la reparación de los locales escolares utilizados y la construcción de otros, para lo cual fueron empleados, en algunos casos, los prisioneros bolivianos.
Aunque la guerra implicó una movilización de alcance nacional, el escenario de los combates fue únicamente el Chaco, con lo cual las clases no se suspendieron sino en la medida en que fue estrictamente necesario por movilización, reclutamiento o disminución de ingresos. Incluso en las colonias menonitas, que estaban situadas en el Chaco Central, próximas a las zonas de enfrentamiento, continuaron las clases.
Otra consecuencia de la reducción de los ingresos fue la imposibilidad de desarrollar proyectos previos, como la creación de un Instituto o Liceo Nacional de Niñas.
URGENCIAS
El Paraguay de posguerra era un país de urgencias en conflicto: sin dudas, la prioridad estaba en el resarcimiento y el apoyo económico a los excombatientes, muchos de los cuales tenían salarios atrasados y pensiones pendientes por invalidez.
Además, viudas y herederos de quienes cayeron en combate también debían percibir sus pensiones: para todas estas nuevas urgencias, el gobierno revolucionario de Franco adoptó medidas de disminución del gasto público, control temporal de operaciones cambiarias, control de precios de alimentos y aumentos de impuestos.
En momentos en que se produjo la guerra, el Paraguay intentaba revertir los malos resultados educativos a través de una reforma iniciada de hecho en 1921 y oficializada en 1924. En 1929, solo el 2 % de los niños que iniciaba la escuela primaria la concluía; los resultados en lectoescritura eran tan magros –en buena medida por desconocer la importancia de la educación bilingüe y prohibir el uso del idioma guaraní–, que era muy grande el número de soldados con algún nivel educativo que no sabían leer ni escribir correctamente.
El nacionalismo heroico y romántico terminó convirtiéndose en la versión única del nacionalismo. La reforma de Cardozo fue claramente nacionalista en temas como la producción de textos escolares de autores paraguayos para contrarrestar la influencia argentina y en el uso de materia prima paraguaya en las escuelas para generar una producción nacional.
Finalmente, la apertura del curso libre de Secretariado anexo a la Escuela Normal llegaría a trascender, con el tiempo, como una de las medidas claves del cambio sociocultural y laboral de las mujeres. El espacio, hasta entonces abrumadoramente masculino, de los empleos administrativos tanto en el sector público como en el sector privado, sería ocupado de manera sostenida y creciente por mujeres formadas y capacitadas.
* El libro completo puede ser descargado gratuitamente en el siguiente enlace: https://unves.edu.py/index.php