Este 12 de junio se cumplen 89 años de la firma del Protocolo de la Paz del Chaco. Si bien significó la culminación del enfrentamiento bélico entre ambos países, no fue el fin de las controversias que existían hacía más de 60 años en torno a la cuestión territorial.
- Por Elvio Venega
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Llegar a la suscripción del citado Protocolo, en 1935, significó arduas negociaciones en el curso de una extenuante guerra entre dos pueblos que no se conocían muy bien y que no tenían el odio como fundamento de su pugna por el inhóspito territorio.
Desde el inicio de las primeras reyertas, como el incidente de Fortín Vanguardia en 1928, y otras “provocaciones” como la fundación de fortines bolivianos (Sorpresa, Tinfunqué, Alihuatá, Arce y Cuatro vientos al sur, y al norte Paredes, Pando, Vitriones y Vanguardia), varios fueron los empeños para resolver las diferencias y no ir a la guerra.
En diciembre de 1928, tropas paraguayas atacaron y destruyeron el citado fortín boliviano en las cercanías de Bahía Negra. Aquello no derivó entonces en una guerra abierta, pero provocó la ruptura de relaciones diplomáticas. En represalia, Bolivia ordenó ocupar y retener para sí el fortín Boquerón, ubicado en el centro del territorio chaqueño. Ante dicha situación se buscó rápidamente mecanismos de solución pacífica.
Coincidentemente, en ese año había comenzado a sesionar en Washington la Conferencia Americana de Conciliación y Arbitraje con representantes de Colombia, Cuba, Estados Unidos, México y Uruguay. Dicha conferencia se ofreció a interceder en el impasse. Con la aceptación de los países involucrados se nombró una comisión, que se conoció luego como Comisión de Neutrales, integrada por representantes de cinco países no limítrofes con las partes en pugna: EE. UU., Colombia, Cuba, México y Uruguay, que pudieron en ese momento evitar el estallido de la guerra.
En 1929, la Comisión de Neutrales de Washington dispuso la reconstrucción del fortín Vanguardia por el lado de Paraguay y a Bolivia devolver el fortín Boquerón. Se restablecieron además las relaciones diplomáticas. Pero la tranquilidad y la tregua durarían muy poco, pues entre los años 1929 a 1931 se repitieron varios choques e incidentes aislados, dándose nuevamente el 2 de julio de 1931 la ruptura de relaciones diplomáticas.
En octubre del mismo año, el presidente José P. Guggiari, después de haber aceptado la invitación para estudiar un pacto de no agresión con Bolivia, constituye una comisión integrada por el doctor Juan José Soler, César A. Vasconcellos y Pablo Max Insfrán. Los dos primeros designados tuvieron el carácter de plenipotenciarios en misión especial y el último como consejero. La Comisión de Neutrales propuso terminar las hostilidades y someter sus disputas a un arbitraje cuyos términos permitirían solucionar el conflicto.
ESTALLIDO DE LA GUERRA
El asalto al fortín paraguayo Carlos Antonio López, el 15 de junio de 1932, desencadenó finalmente la guerra. Varias notas fueron remitidas por la Comisión a las partes a fin de no avanzar en actos hostiles, pero dichos esfuerzos fueron infructuosos y no prosperó la gestión pacificadora. Bolivia estaba decidida a llevar adelante acciones militares abandonando las gestiones diplomáticas.
Aquello fue confirmado por el cablegrama del canciller boliviano, Julio A. Gutiérrez, remitido el 1 de agosto de 1932 al secretario de Estado norteamericano, Henry Stimson, en el que al acusar recibo de las notas que los representantes neutrales habían dirigido a Bolivia preguntándole si estarían dispuestos a aceptar una investigación de las hostilidades en el Chaco, la respuesta fue que no le interesaban “acontecimientos e investigaciones que no definan cuestión fundamental”.
En vistas de que la tensión no disminuía, sino que aumentaba, y no se avizoraban caminos prácticos para evitar que el conflicto siguiera, la Comisión pidió el apoyo de las naciones americanas. Es así que, en agosto de 1932, en Washington, salió a luz pública la “Declaración del 3 de agosto”, firmada por los representantes de todas las repúblicas americanas y dirigida a los dos países enfrentados. En dicha declaración se instaba a que la disputa del Chaco debía someterse a una solución pacífica y se pedía encarecidamente a Paraguay y Bolivia que sometan inmediatamente “la controversia a un arreglo por arbitraje u otro medio amistoso que fuere aceptable para ambos”.
La citada declaración obtiene la adhesión del Paraguay, no así de Bolivia, señalando en su respuesta a los neutrales (5 de agosto de 1932) que, si bien “recibe con entusiasmo la doctrina que se inicia en América de que la fuerza no da derechos”, argumentaban que dicha doctrina no les alcanza. A pesar de la relativa voluntad boliviana de buscar una solución mediadora, la Comisión de Neutrales no se dio por vencida. Insistió en sus gestiones.
El 15 de diciembre de 1932, se reúne para hacer un último esfuerzo proponiendo a ambas naciones un plan para que autoricen a sus representantes en Washington a formular y firmar de inmediato un convenio que estipule la suspensión de las hostilidades en un plazo de cuarenta y ocho horas, que luego debía ser ratificado de acuerdo con el derecho interno de cada país. Dicho convenio contenía 15 puntos y proponía diversos aspectos acerca del retiro de las tropas y las cuestiones del proceso de negociación y definición de límites.
Luego de considerar no conveniente la propuesta de la Comisión de Neutrales, el 20 de diciembre de 1932 el delegado paraguayo doctor Soler, tras una destacada actuación, recibe las instrucciones de abandonar dicha comisión.
Por su parte, la Sociedad de Naciones apoyó la propuesta e instó, mediante cablegramas dirigidos a las cancillerías de Asunción y La Paz, a “aceptar aquellas proposiciones”. Bolivia tomó con cierta “indiferencia” y “desgano” dicha nota, declarando que “el gobierno… se halla en la mejor disposición de espíritu para afrontar soluciones que consulten el derecho y la justicia que le asisten”, mientras que el Paraguay estimó “no satisfactorias ni justas las bases propuestas”.
OTROS INTENTOS DE MEDIACIÓN
Ante la inquietante situación entre ambas repúblicas, se sucedieron otros intentos de mediación como, por ejemplo, la declaración emitida el 6 de agosto de 1932 por los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile y Perú en la cual invitaban a los países a “realizar un sumo esfuerzo de concordia deponiendo la actitud bélica, paralizando toda movilización y evitando la prolongación de la guerra”.
La Sociedad de Naciones, a fines de 1932, expresó su preocupación por las acciones militares en el Chaco “y auscultó el criterio de que los países involucrados pusieran término a la contienda bélica”. En ese contexto anunció el envío de una comisión investigadora.
Por su lado, Argentina y Chile también buscaron avanzar hacia una solución a través de una reunión de cancilleres, que se desarrolló los días 1 y 2 de febrero de 1933 en la ciudad de Mendoza. Dicho encuentro, encabezado por los ministros de Relaciones Exteriores, doctor Carlos Saavedra Lamas (Argentina) y don Miguel Cruchaga Tocornal (Chile), tuvo como finalidad impulsar “un nuevo esfuerzo para poner término al lamentable estado de cosas existentes en el Chaco Boreal”.
El acta de esa reunión fue puesta a consideración de las partes en conflicto y de la Comisión de Neutrales. Tanto Paraguay como Bolivia pusieron reparos a varios puntos del texto y la iniciativa nuevamente fracasó. A pesar de ello, continuaron las gestiones pacificadoras de Argentina, Brasil, Chile y Perú, al igual que la Liga de Naciones.
En el largo camino hacia la paz fue también significativa la gestión de Brasil. El escenario de un nuevo esfuerzo fue la ciudad de Río de Janeiro el 7 de octubre de 1933, cuando el presidente argentino, Agustín Pedro Justo, visitó a su par brasileño, Getulio Vargas. En la ocasión, además de la firma de varios convenios bilaterales, se concretó, a iniciativa del entonces canciller argentino, Carlos Saavedra Lamas, un pacto antibélico orientado a la paz mundial y en particular para la paz en el Chaco. En la oportunidad, se exhortaron a los presidentes del Paraguay y Bolivia a “realizar un supremo esfuerzo y restablecer en todo el continente el concepto uniforme de la paz”.
COMISIÓN DE ENCUESTA
Mientras tanto, en Europa, unos días antes, el 1 de octubre de 1933, la Sociedad de Naciones había retomado las gestiones sobre el conflicto del Chaco designando una comisión de encuesta con la misión de viajar al lugar de los acontecimientos. La comisión fue integrada por el conde Luigi Androvandi, de Italia; el embajador Julio Álvarez del Vayo, de España; el general de División Henry Freydembarg, de Francia; el comandante Raúl Rivera Flandes, de México, y el general de Brigada Alexander Roberts, de Inglaterra, quienes partieron de Europa hacia América del Sur el 18 de octubre del mismo año. La delegación se instaló en Montevideo y desde allí llegó luego al Paraguay y a Bolivia.
En coincidencia con la visita de la comisión de encuesta, se reunió en Montevideo la VII Conferencia Panamericana y, como es lógico, se hizo también eco del conflicto entre Bolivia y Paraguay. A moción del secretario de Estado de EE. UU., Cordel Hull, el 26 de diciembre de 1933, día del cierre de la conferencia, se aprobó por aclamación una resolución en la que, entre otros puntos, se instó a las partes beligerantes a “cesar la lucha sin menoscabo de su propio prestigio…” con ruego a que los dirigentes y los ciudadanos de ambas naciones “acepten los procedimientos jurídicos para la solución del diferendo, tal como se viene recomendando invariablemente por la Comisión de la Liga de Naciones...”. La gestión de la VII Conferencia Panamericana tampoco prosperó. No obstante, la Liga de las Naciones siguió en su empeño de poner fin al estado de guerra. A tal efecto presentó a ambas naciones un proyecto de tratado basado en la “Declaración del 3 de agosto de 1933″, planteando básicamente que “las hostilidades cesarán 24 horas después de entrada en vigor el presente tratado” y en las 24 horas siguientes que ambos ejércitos comiencen a evacuar sus posiciones, el boliviano por Villamontes y Roboré, y el paraguayo por el río Paraguay.
El texto fue puesto a consideración de los dos países por la Comisión de la Sociedad de Naciones, el 9 de mayo de 1934. Las tratativas de paz continuaron a lo largo de ese año hasta que en 1935 se encontró una fórmula que satisfizo a las partes en pugna.
Argentina había puesto a consideración de la Comisión de la Liga la predisposición de “cooperar afanosamente” con la labor pacifista de dicho organismo. A mediados de marzo de ese año, las gestiones pacificadoras, principalmente de Argentina y Chile, condujeron a la paz, que se concretó unos meses después, el 12 de junio.
ACUERDO
Las negociaciones se desarrollaron en Buenos Aires, con intensas gestiones de mediadores internacionales. Los representantes de los países neutrales lograron que los delegados de Paraguay y Bolivia se avinieran a firmar un acuerdo que establecía una serie de compromisos con el fin de asegurar una paz duradera por medio de un futuro tratado, que se concretó más tarde, el 21 de julio de 1938.
El texto final expresa en parte: “En Buenos Aires, a los doce días del mes de junio del año mil novecientos treinta y cinco, reunidos en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina, los excelentísimos señores, doctor Luis A. Riart, ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay; el doctor Tomás Manuel Elío, ministro de Relaciones Exteriores de la República de Bolivia, con asistencia de los miembros que forman la Comisión de Mediación constituida para promover la solución del conflicto existente entre la República del Paraguay y la República de Bolivia…”, pasando a citar luego a los integrantes de la Comisión de Mediación.
Después de largas y arduas negociaciones se había logrado un acuerdo que se constituyó en un sólido pedestal de paz definitiva y duradera.