- Por Jimmi Peralta
El pasado 15 de abril se dio a conocer el fallecimiento del guitarrista Ramón Ernesto Villalba, un talentoso y estudioso de la música y su instrumento que queda en la memoria de quienes lo conocieron como Kucky Rey, un genio y maestro de varias generaciones. Dos alumnos de Ernesto, los guitarristas Dani Cortaza y Gabriel Lema, hablaron con La Nación/Nación Media sobre cómo era su maestro, el legado que deja y rescatan algunas anécdotas.
La docencia es un espacio, como otros, de ejercicio de poder. Tiene como condición necesaria la dosificación sistemática de la teoría y la práctica. Aunque muchos se sientan tentados a creer que en tiempos en los que toda la información se encuentra al alcance de las manos ya no son útiles los profesores. Sin embargo, es casi imposible aprender a profundidad algo sin esa guía, sin un maestro, y esto hace que se les siga dando valor.
Al mismo tiempo que controla y retiene, la docencia trabaja paradójicamente en contra de ese poder. Ella misma debilita ese control de manera progresiva, ya que su labor es dotar planificadamente de herramientas, experiencias y visiones a sus alumnos para que pronto estos se rebelen en procura de su misión de igualar o superar a sus maestros. La visión que nace de la relación docente-alumno está puesta aquí como punto de partida.
“Ernesto Villalba, su nombre real, nació en Barranquera, provincia del Chaco, Argentina, el 7 de julio de 1934. Llegó a Paraguay en 1956 acompañando a un cantante de nombre Valencio Gala. Desde entonces se quedó viviendo en Paraguay hasta el día de su fallecimiento. Kucky Rey fue totalmente autodidacta, aunque tomó clases de armonía con el maestro Luis Cañete y guitarra clásica con Cayo Sila Godoy. Fue integrante de Tiede Smith, Los Jocker’s, Casablanca Jazz, Harmony Club, entre otros”, reseña con brocha gorda la trayectoria del maestro Kucky uno de sus discípulos más cercanos, Dani Cortaza, guitarrista paraguayo que vive y desarrolla su carrera en los Estados Unidos.
La docencia de un instrumento puede abrir algunas puertas profundas de vinculación, ya que alumno y profesor comparten una pasión que excede el compromiso con lo utilitario, desarrollando un vínculo de coincidencia mediante un oficio que se cimienta en algo parecido al amor.
“A mí me salvó la vida, me dio un propósito. Me brindó un claro ejemplo de que uno puede ser un artista como profesor. Si yo hoy soy un profesional es gracias a que me crucé con Kucky. No es poca cosa”, refiere Lema, guitarrista argentino que desarrolló su formación, carrera de músico y de docente por cerca de tres décadas en Paraguay.
VÍNCULO CON EL MAESTRO
“El vínculo con Kucky siempre fue el de maestro y discípulo. Era muy reacio a elevarte a la categoría de colega, pero no por mezquino o competitivo, sino porque de alguna manera se reservaba el derecho de bajarte la caña cuando quisiera. Y la verdad es que es de agradecer, porque siempre se aprendía algo cerca suyo”, agregó.
Ernesto fue migrante y casi aventuro en esta capital de los años 50, donde pronto se ganó el sobrenombre de Kucky, el rey de la guitarra.
“Lo conocí cuando tenía 14 años por intermedio de un señor llamado Papucho Abate. El primer día que fui a la clase caí con mi requinto en la mano, yo era requintista, y Papucho me lo presentó. El profesor me miró y me dijo: ‘Pibe, qué hacés con esa porquería en la mano?’, refiriéndose a mi requinto. Yo enojado di la vuelta y salí muy ofendido, diciendo ‘a este señor no lo quiero volver ver nunca más en mi vida’. Obviamente no fue así. Tiempo más tarde me di cuenta de que Kucky Rey era el mejor, sabía una infinidad de cosas y volví para quedarme estudiando con él más de 20 años”, lo recuerda Dani.
Para los amantes de la música que terminaron generación tras generación alrededor del maestro, las anécdotas sobre su carácter fuerte y áspero se mechan con la admiración y el respeto que sienten por él.
“Kucky era un genio. Un genio con todas las letras y en la definición más amplia de la palabra. Hablamos de un genio de primera línea que si se hubiera desarrollado profesionalmente en un lugar un poco menos árido para la vanguardia musical, sería estudiado en todas las universidades del mundo. Algunos de nosotros tuvimos la fortuna de poder ver su cerebro en acción bien de cerca y poder robar un poco de esa genialidad. Desde lo musical no es posible no admirarlo”, explica Lema desde España, donde está radicado desde hace pocos años.
“Admiro la forma en la que tocaba la guitarra, él había desarrollado un estilo propio de tocar, también la sabiduría para guiarte y aconsejarte como profesional y en la vida”, explica Dani, que se define como discípulo del maestro, pero también como amigo, a pesar de la diferencia de edad. “Él me trataba como a un hijo. Yo pasaba todos los días en el instituto, desde las dos de la tarde hasta la noche”, refiere, y recuerda a otros músicos y alumnos de su generación que siempre rondaron ese centro académico: Remigio Pereira, Antonio González (Lacu), Miguel Kunert, Myrian Gianni, Carlos Glavinich y Moneco López.
FUERTE INFLUENCIA
“Durante mi primera sesión él, haciendo el esfuerzo más grande que le he visto hacer para ser empático con su nuevo estudiante, se me acerca y me dice ‘y contame, flaco, ¿qué música te gusta?’. Y le respondo ‘de todo, Al Di Meola, por ejemplo’; a lo que me responde con la sentencia ‘Di Meola es una licuadora. Desde ahora vas a escuchar a Barney Kessel’, y yo solo atiné a decir ‘ok’”, recuerda.
Una experiencia análoga refiere Cortaza, ya que la certeza de tener el timón llevó a Kucky a influir sobre sus alumnos y hasta sobre el mismo gusto de ellos. “Realmente al principio fui a estudiar con él porque en esa época yo escuchaba mucho un trío de boleros que tenía un requintista que usaba muchos elementos del jazz, escalas, acordes e improvisaba también dentro de ese estilo. Kucky me enseñaba armonía, escalas y me daba como tarea escuchar muchas grabaciones de jazz. Ahí descubrí el maravilloso mundo del jazz, o sea, puedo decir que definitivamente sí influyó en mi inclinación por el jazz”, señala Cortaza.
Una anécdota de color rescata Gabriel: “Una vez le organizamos un taller en MAIA Jazz & Rock, la escuela de música que tenía en sociedad con mi esposa. Lo fuimos a buscar con Alberto Samaniego y, llegando a la escuela, Kucky se sobresalta a la voz de ‘¡¡¡mirá esa morocha!!!’. Alberto le responde ‘es la esposa de Gabriel’. Kucky gira la cabeza (yo iba en el asiento trasero), hace una pausa, me mira a los ojos y afirma ‘bien, flaco, muy bien’. Creo que ha sido la validación más importante que he recibido de su parte”.
Ernesto pasó su vida musical entre proyectos colectivos y la docencia, y recién en junio de 2019 pudo publicar su primer disco, titulado “Kucky Rey con el folclore”, que incluye canciones tradicionales y creaciones propias.
UN LEGADO
“Kucky, con sus luces y sombras, es un prócer de la música en Paraguay. Yo estoy convencido de que, si él no hubiera estado ahí en los 70, 80, 90, el nivel de la música en general en Paraguay hubiera sido infinitamente inferior. No es solo un tipo que ayudó a formar directa o indirectamente a prácticamente todos los guitarristas profesionales del país, sino que no tenía la más mínima tolerancia con la mediocridad y se aseguraba de impulsar, desde su sitial, la mejor versión de cada estudiante que pasó por sus manos”, sentencia Lema.
La migración ha sido sin dudas relevante para el desarrollo académico de la música en el Paraguay. Figuras como Nicolino Pellegrini hicieron escuela y del mismo modo algo de ese trabajo lo replicó el paraguayo por adopción Kucky Rey. “Como músico fue muy versátil. Podía tocar folclore argentino, tango, música brasileña, música paraguaya y obviamente jazz. Como docente era bastante exigente y tenía una forma muy peculiar de enseñar. Para mí él cambió la manera de tocar la guitarra en la música folclórica de Paraguay, dejó hermosas composiciones y formó a varios excelentes guitarristas y músicos”, señala Dani.
En un país deficitario de grandes escuelas y tradición institucional de la formación musical, el aporte de difundir conocimiento es posiblemente el gran legado de Ernesto. La semilla que plantó en su momento se multiplicó, como fue el caso de Gabriel Lema, quien mantuvo un conservatorio con cientos de alumnos por casi 20 años y ahora sigue dando clases desde las plataformas virtuales.
“Yo creo que la gran obra de Kucky ha sido su labor docente, que era formidable en todo aspecto. Hay poco registro de su capacidad como arreglador e intérprete, simplemente porque en los años de su apogeo como guitarrista no era tan sencillo registrar en grabaciones. Y en los años recientes, lamentablemente las manos no le respondían como en su juventud a pesar de que el cerebro seguía afilado como una navaja. Por desgracia, como digo, tenemos poco registro de su obra, pero la mano de Kucky Rey está presente en la música de Dani Cortaza, de Esteban Ramos, de Edu Martínez y de muchísimas personas que tuvieron la suerte de caer en su casa. Sé de sobra que está presente en cada acorde que toco y cada clase que doy”, concluye Lema.