El pasado lunes 11 de marzo se conoció la noticia de la tempranera partida a los 43 años del pintor y escultor Emilio Cutillo, cuya obra irrumpió en la escena local causando impacto tanto por sus escenarios urbanos de la ciudad de Asunción como los paisajes y las miradas más introspectivas que también desarrolló de manera intensa.

El Instituto Superior de Bellas Artes, del cual fue egresado, anun­ció la triste noticia en sus redes: “La familia del Insti­tuto Superior de Bellas Artes lamenta profundamente el fallecimiento de nuestro exalumno Emilio Cutillo. Bellas Artes expresa sus más sentidos pésames a los fami­liares”, publicó la institución formadora de artistas en su cuenta de Instagram.

En tanto, la Secretaría Nacio­nal de Cultura hizo lo propio en los siguientes términos: “Despedimos al muy que­rido Emilio Cutillo. Desta­cado pintor de Asunción, Paraguay. Formado en el Instituto Superior de Bellas Artes, fue parte esencial del grupo Contracorriente, par­ticipó en diversas exposicio­nes colectivas y se destacó en la Contrabienal de Asun­ción en 2015 con su perfor­mance ‘Selfie’. Su legado per­dura como testimonio de su compromiso con la expresión artística y su profunda cone­xión con su entorno”.

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LA CUARENTENA

En su serie “Cuarentenoicos”, Cutillo reveló colores inaudi­tos, volcó su paleta curiosa y prolífica sobre los tiempos de la cuarentena por la pan­demia del covid-19 y con su tozuda apuesta a la identidad fue construyendo un perfil propio con una profunda carga social.

A continuación reprodu­cimos una entrevista rea­lizada en 2020, cuando el país y el mundo se debatían en la incertidumbre por la eclosión de una pandemia que pondría en cuestión las mismas relaciones humanas y profundizaría los padeci­mientos de vastos sectores de la sociedad.

–Pasaste la cuarentena pintando, que es tu tarea habitual. ¿Cómo viste la gente, las calles?

–Asimismo, la diferencia está en que suelo pintar afuera al aire libre y en esta cuaren­tena estuve más encerrado en mi taller por las restriccio­nes para salir. Entonces, por la calle me tocó ver a la gente recelosa, casi paranoica, que te esquivaba cuando te veía acercarte. Vivo cerca del Mer­cado 4 y en la zona, sobre todo sobre Perú, donde está la pro­veeduría y donde se compran las cosas, allí se vio ese paisaje increíble.

–¿De qué “colores nuevos” hablarías en el marco de esta pandemia?

–Colores nuevos, no sé si son los que estaban o los que yo veía, entendía que eran terciarios, opacos, pero de repente me surgieron unos violentos como el rojo, que representa un poco las alertas que tenía la gente al cruzarse con un enemigo invisible.

–Contanos un poco más sobre la serie “Cuarente­noicos”.

–Es casi como una burla, un chiste, y cuando tengo la oportunidad de pintar lo que yo quiero, porque también vivo de esto, trato de hacer lo que creo que está sucediendo en el momento, de plasmar mis pensamientos. La idea era mostrar el costado gra­cioso que tiene el tema.

DESIGUALDAD

–Hace años que pintás el paisaje urbano de Asun­ción, donde aparece inevitable la desigualdad. ¿Impacta eso en tu plás­tica?

–Es algo que comenzamos haciendo con un amigo, teníamos como un plan, un proyecto, de pintar los luga­res a donde vamos, la vida misma, lo que nos ocurre a los pintores. De lo que nos toca, pintar el entorno. Lo de las desigualdades socia­les impacta mucho, es algo muy notorio, se nota en las calles y, como te digo, si hay posibilidades de pintar algo que no está orientado espe­cíficamente a lo comercial, es importante decirse “por qué no” y pintar sobre las cosas del entorno, decir lo que pen­sás de las cosas que te tocan vivir.

–¿En qué te alimenta la calle?

–El salir a pintar al natural siempre es una conexión muy directa con la realidad, con lo que ves, creo que es algo que llaman “naturalismo”, aun­que se trate de pintar una rea­lidad que no es muy bonita para algunos. Recuerdo una anécdota de una señora comentando el cuadro de los indígenas de la etnia aché que estaban bañándose frente a la plaza Italia, al que titulé “Los bañistas”. Se acerca esta señora y me dice “¿por qué pintás pobreza, que es lo más feo de nuestra socie­dad?”. Después me dice que ella compra cuadros para decorar su casa. Entonces le respondí que yo no pinto para agradarle a nadie espe­cialmente, sino que voy regis­trando a manera de crónica lo que voy viendo, como quien tiene una cámara. Me inte­resa ese momento y es más bien como un pescador que tiene la oportunidad, apro­veché el momento y lo regis­tré, dejarlo como bitácora de una época que me tocó vivir.

–Una suerte de crónicas urbanas a partir de la pin­tura.

–Con la pintura como una excusa, sin tener intención de hacer algo muy elaborado, ya que estás en el ojo de la gente que te mira un poco, es válido usarlo como medio de comu­nicación como si fuera una estación de radio o un canal de televisión donde podés decir cosas que pensás y que cierto público que te sigue pueda estar al tanto de lo que vos podés recoger de lo que está pasando en tu país.

–También aparece el pai­saje del interior en tu obra.

–Es cierto. Tuve la dicha de estar por un tiempo con unos geniales pintores amigos de los que aprendí mucho. Nuestra idea era desarro­llar un poco más lo paisa­jístico y recorrimos varias ciudades en una experien­cia muy gratificante. Luego eso paró, pero siempre tengo la intención de poder hacer una gira con nuestra pin­tura, documentar, conocer un poco más nuestra tierra. La idea es no solo quedarme en las partes urbanas en las que a veces nos centramos como si fuera el país entero, pero es bueno recordar que las fronteras no están aquí en Asunción o Ciudad del Este. Es un gran país, lleno de recursos naturales atra­vesado por una gran injusti­cia que es evidente cuando te toca salir del círculo urbano.

–¿Cómo influye la natura­leza en vos?

–Entiendo que lo hace en la manera en que soy parte de ella. Es imposible com­petir con ella, voy hacia ella con intención de capturar su belleza y a veces no me enfoco en tener un tema o un mensaje, sino sim­plemente disfrutar de ese momento con la naturaleza y su inmensidad.

MIRADA INTERIOR

–Por momentos tu mirada es más interior, inclusive como si fuera al espejo, en el autorretrato por ejem­plo.

–Hay pinturas en las que hago autorretratos o pen­samientos, por momentos suelo aprovechar y mirarme un poco para conocerme también y plasmar lo que estoy sintiendo en ese momento. Disfruto hacerlo y me gustaría desarrollarlo, pero vivo de la pintura y mi situación económica a veces no me deja, me toca poster­gar esas ideas, pero siempre surgen, así que cuando tengo algún tiempo y no corro para pagar deudas y cuentas, lo hago. Quisiera dedicarme un tiempo a hacerlo, pero tengo que luchar por el día a día.

–¿Se venden los cuadros?, ¿se puede vivir de pintar?

–En eso soy bastante privile­giado y beneficiado en el sen­tido de que estoy vendiendo siempre, pero no haciendo siempre lo que me gustaría para vender. Trato de pin­tar cosas que me agradan y otras veces pinto cosas que yo considero que pasaron su tiempo, pero la gente sigue pidiendo eso. A veces parece que la propuesta no llega al público o a la gente que está encargada de la cone­xión con el cliente, el recep­tor, esa estructura debería abrirse más a las ideas nue­vas, a la gente que viene con propuestas frescas y mirar un poco el contexto en el que estamos.

–¿Qué pensás que hace falta para alentar a los talentos nuevos?

–Me gustaría que pudiéra­mos evitar el dejarnos lle­var por caprichos de gente que compra cosas para decir que las puede comprar, que no sé si son consumidores de arte. El arte se puede ver en gente que dibuja cosas en el asiento del colectivo, hay mucho arte en las calles que tiene mucha identidad, más de la que puede desarrollar gente que se dedica profesio­nalmente a ello. La gente que viene debería enfocarse más en ser más sincero y bus­car la identidad que asoma cuando se hacen cosas que uno quiere hacer y no para agradar a la gente que está en el negocio del arte o que tiene poder adquisitivo. Al ser sinceros van a lograr conectarse y poder llegar al receptor. Espero que los artistas que vienen detrás alcancen mejores objetivos que los que estamos ahora y les doy una voz de aliento a todos ellos, diciéndoles que el arte no es una competen­cia y en caso de haberla es con uno mismo.

–¿Cómo ves las artes plás­ticas en el país?

–Pienso que están orien­tadas a vender o a concur­sos en los que se frustra a la gente, porque si no se gana, los muchachos se apocan, la estructura parece decirte que hay uno mejor y eso destruye generaciones de artistas, como si fuera que el artista es algo sagrado o llamarle a una persona emergente o consagrado son términos que están fuera del arte. Mi idea es que estos concursos no tie­nen en cuenta a las personas, al disfrute, al desarrollo de las emociones, el arte real que es el que te hace sentir cosas. Hay concursos que están manipulados y no aportan nada bueno al arte.

Hay que ver que esto tiene un valor sentimental de expre­sión y no un mero valor eco­nómico. No hay libro, acade­mia, que pueda decirte cómo pensar cuando uno está frente a una obra. Todo el mundo tiene una capacidad de comprender, disfrutar y sentir como a uno le parece, que no te digan cómo pensar.

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