- Por Ricardo Rivas
- Periodista
- Desde Naples, Florida, USA X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza
Curiosa palabra, traidor. Especialmente en tiempos –como los que transitamos– en los que los compromisos de fidelidad padecen de enorme labilidad. Son construcciones endebles. ¿Qué significa y representan en estas épocas palabras tales como fidelidad que tanto es posible asociar con traición? Misteriosos misterios emergen desde cada palabra a partir de la forma en que se usa y aplica cada palabra. Decir lo mismo no es siempre decir lo de siempre.
Un “alerta” del diario La Vanguardia impacta en el celular. Inmediatamente el smartphone vuelve a vibrar. Ahora es diario El País. Con media docena de balas en su cuerpo, Maxim Kuzmínov –tal vez a los 29 años– murió en Alicante. Al parecer, fue sorprendido cuando salía de la casa que habitaba con su familia en La Vila Joiosa, una urbanización alicantina enclavada en La Cala. Los asesinos huyeron del lugar con el automóvil en el que se movía cotidianamente. Con el vehículo, además, aplastaron su cuerpo exánime. Uno de sus vecinos –mayoritariamente rusos y ucranios– reportó el caso a la policía.
Un semestre atrás –algún día de agosto de 2023 mientras sobrevolaba una zona fronteriza en el este de Ucrania– Maxim, piloto de un helicóptero Mi-8 de combate de la aviación rusa, posó la aeronave en una base militar de ese país en la región de Járkov y se entregó a los soldados ucranios, que inmediatamente lo rodearon apuntándolo con sus armas. Su vida fue respetada. La de sus compañeros no porque, al parecer, intentaron huir y fueron asesinados.
Aquel día, Maxim y sus camaradas cargaban sobre sus espaldas 18 meses de combates desde el 22 de febrero de 2022 cuando Vladimir Putin ordenó invadir ese país. Graduado de piloto en la Escuela de Aviación de Sizran, en el sur ruso, fue enviado para servir en el Lejano Oriente de la Federación Rusa. Algunos reportes periodísticos y de comunicaciones reticulares construidos a partir de informaciones militares de los dos países en pugna destacan que era “un tipo tranquilo” que pidió a sus jefes le asignaran misiones logísticas. Al parecer, rechazaba combatir.
En un reciente documental para el que fue entrevistado explicó enfáticamente su actitud: “No quiero ser cómplice de los crímenes rusos”. Desde que abandonó la guerra como desertor “era un cadáver moral”, sostuvo Serguéi Narishkin, jefe del Servicio de Espionaje Exterior de Rusia, inmediatamente después de conocido su asesinato. También lo acusó de ser “un traidor criminal” y denunció que para que desertara lo compensaron con medio millón de dólares y nueva identidad para él y su familia.
Apenas un semestre de sobrevida disfrutó Maxim Kuzmínov desde el mismísimo momento en que decidió abandonar la guerra. Pese a ello, no pudo evitar ser abatido lejos del frente y en su nueva vida. Aunque sí evitó –al menos en los últimos seis meses que vivió– matar a ser humano alguno en el marco de un conflicto que no deseaba. No es poca cosa. Pero por ello, Serguéi Narishkin lo inscribió como traidor en la historia de Rusia.
CURIOSA PALABRA
Curiosa palabra, traidor. ¿Kuzimínov lo era? Dos diarios prestigiosos que recibo y leo cotidianamente –apoyándose en los dichos de Serguéi, implacable perseguidor del asesinado– así lo presentan. El académico argentino Ricardo Sidicaro afirma que “pocos objetos son tan difíciles de estudiar como aquellos que forman parte de nuestro entorno diario. Sobre ellos tenemos una visión espontánea, fruto de frecuentarlos cotidianamente”.
Desde esa percepción, sostiene que “comprar un diario es adquirir una matriz de decodificación de los hechos sociales que organiza el conocimiento sobre una realidad que al mismo tiempo construye. Mediante ella al lector se le ofrecen formas de ver al mundo social”.
¿Por qué Maxim es un traidor? ¿Desde qué lugar? Paolo Fabri, semiólogo y académico italiano, recuerda en mayo de 2012, en el transcurso de una conferencia que ofreció en el Seminario Internacional Comunicación Contemporánea e Identidades Culturales, que “Umberto Eco propone que los signos están hechos básicamente para mentir”.
¿Fuerte, verdad? No obstante –sin negar ni contradecir a Eco– advierte que “el camouflage obliga a repensar el problema de cómo se producen signos para hacer parecer que se produce otra cosa”. Inmediatamente, con precisión académica explica que “camouflage es una estrategia de representación y de formas”, pero que son “formas de engaño que operan según [las] fuerzas en juego”.
MENTIRA
Curiosa coincidencia con el fotógrafo, académico y filósofo Joan Fontcuberta, quien sostiene que “toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera [porque] contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, [que] miente por instinto, [que] miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa”, aunque luego sentencia que “el buen fotógrafo es el que miente bien la verdad”.
Parece escrito por Gregory House, ese médico de ficción que durante ocho temporadas en la tele convenció a millones de que “todos mienten”. Hasta el punto, incluso, de que murió sin morir para continuar como protagonista de una nueva vida mentirosa.
“Vivimos la era de la traducción”, sentencia Paolo Fabri en un texto imperdible de su autoría, “Táctica de los signos”, en el que palabra más palabra menos sostiene que los medios de producción [en tanto dispositivos esenciales para construir sentido] han cambiado para ser “medios de definición” con los que se decodifica la realidad que, más que nunca, también es una construcción.
Comunicar –¿por qué no admitirlo?– es atar prolijamente una sucesión de signos para significar algo. Recuerdo haber escuchado personalmente al profe Fabri una década atrás cuando aún había quienes aseguraban que aquellos eran los tiempos de la “era de las imágenes” y de la “posmodernidad”.
Tal vez cierto, pero efímero. ¿Quién interpela hoy desde esos supuestos? Hago silencio, voy por más y digo. “Así como por aquellos años no veía imagen alguna sino lenguajes, hoy veo y escucho palabras que con enorme caudal desbordan desde las redes, tan reales como la nada misma, aunque con apariencia de mayor complejidad por la irrupción sectorial de la IA [inteligencia artificial] generativa que podrá tener un enorme futuro, pero en la actualidad exhibe un presente acotado o en desarrollo con algunas emergencias atrapantes”.
TRADUCCIÓN
¿Cuáles? La traducción de idiomas instantánea, por ejemplo, porque aunque decodifica cada palabra aún no puede con la producción de sentido que quien las dice procura al unir cada una de ellas para construir una oración. ¿Cómo piensa el que dice lo que dijo? ¿En qué sentido dice lo que dijo? Complejo. “Comunicar, en estos tiempos, también es traducir con precisión”.
La tertulia va compleja y atrapante en esta noche de viernes cuando el sábado ya no puede ir en reversa. Tertulianos y tertulianas me acompañan en el silencio reflexivo. La vieja mecedora –incontrolable– pone mis ojos en un cielo que no veo. El calor aprieta en el sur del sur. La reunión, claramente, va para largo. La nocturnidad veraniega la favorece. Las copas tulipán provistas de un Château d’Esclans Garrus Rosé 2019 fresco aguardan mansas y provocadoras. Brindamos por la amistad y el diálogo. Momento sublime.
Silvia G. lanza las deepfake al ruedo que aportan fotos y vídeos con contenidos falsos y escandalizantes a las redes pergeñadas con programas de IA al alcance de quien deseara tenerlos y operarlos. Walter S. nos interpela con Pegasus [un spyware que los gobiernos suelen instalar en los teléfonos inteligentes de periodistas o personas que consideran relevantes para espiarlas]. Escuchamos. Alguien suma como ejemplo para el intercambio la reciente prohibición en la red X [exTwitter] a Taylor Swift, blanco de imágenes falsas.
Con más y más posibles casos la charla se desordena. “Estamos en la época de las traducciones”, sostuvo Fabri una década atrás cuando también explicó al colega periodista Héctor Pavón que entonces [como sujetos y objetos de estudio] le interesaban “los espías, los ladrones, las interceptaciones telefónicas” porque “me interesa la distorsión de la comunicación”.
Maxi, cultor e intérprete del rock pesado, tararea y simula tener una guitarra entre sus manos: “¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves? / Cuando la mentira es la verdad (...) La prensa de Dios lleva póster central / El bien y el mal definen por penal...”. Sonríe y con sus brazos extendidos nos recuerda que “Divididos no lo pudo decir y denunciar mejor”.
ENTREGA
Alguien propone que volvamos a los traidores, al inicio del debate “en esta noche de Aphrodítês [como en Grecia llamaban a los viernes] o dies Veneris [muere viernes, dicho en latín]”, demanda Gabriel para reordenar la tertulia. Con espíritu académico y docente AG explica que “traición viene de la palabra traditio, traditionis –entrega, transmisión– en latín”, aunque advierte que también es raíz para la palabra tradición porque “significa la entrega de generación en generación”.
Dos significados muy distintos con el mismo origen. “De aquel viejo verbo tradere –entregar– tradire, en italiano, significa traicionar”. Rendidos y abrumados ante tanto conocimiento. Levantamos las copas. Alguien propone que brindemos “por la profe”. Sin discrepar otro agrega y propone además “por la semántica”.
Todo vale para disfrutar de otro encuentro con el Château d’Esclans Garrus Rosé 2019 ya mencionado. Aprobado. ET, con fuerte vocación por conocer aun en estos complejos días los secretos de la Iglesia y, tal vez, con deseos de empardar con la profe, precisa que “aquella palabra también mutó con el paso de los siglos y de ‘entregar’, como nos explicó AG, trocó a ‘traicionar’ y remite al momento en que Judas –el discípulo 13 de Jesús– entregó al maestro a los romanos [en el credo de los católicos] y que para marcarlo le dio un beso en la mejilla. Es interesante leerlo en la Vulgata que Jerónimo de Estridón escribió cuando faltaba muy poco para que finalizara el siglo 4 de nuestra era”.
¿Cómo continuar después de tanta exhibición pública de conocimientos tan intensos? El silencio reflexivo ocupó cada espacio del más que cincuentenario living donde nos reunimos. “La dinámica de las lenguas es atrapante. En la versión en griego de Vulgata, se describe aquel beso de Judas a Cristo como ‘kai efílese [lo amó]’”, puntualizó Adalberto, cinéfilo y lector impenitente para poner fin al silencio.
Hay momentos en cada noche cerrada en que los ruidos cesan casi por completo. Hay momentos, cuando la noche se cierra –cuando el sol es parte de la memoria de muy corto plazo– en que los ruidos cesan casi por completo. El silencio, en ese instante sublime que hace majestuosa a la nocturnidad, se escucha y hasta casi aturde. En un par de horas más comenzará el amanecer. Bastante antes calandrias y jilgueros se harán escuchar desde las copas de los árboles. Los pájaros, antes que ningún otro ser vivo, anuncian que se hará la luz o que llegará algún fenómeno inusual que podría devenir en tragedia.
ESPÍA
A mi alrededor, con excepción de algún o alguna tertuliana que dormita, la vigilia parece haber ganado espacio. Sin embargo, suena una voz. “Judas, en francés, significa mirilla”, dice Silvia G., que apenas levanta el tono. Tres de los presentes buscamos ayuda en los celulares. La certeza sobre lo dicho llegó desde el traductor de Google. El debate no fenece. “¡Es así!”, digo con sorpresa. Maxi, el rockero, descubre además que “mirilla, en una de sus posibles traducciones al inglés, es ‘spy hole’ y, en italiano, ‘spioncino’”.
La nocturnidad transita a su inexorable fin. “Judas, amigos y amigas, después de estos aportes, además de un nombre, como palabra, como conjunto de signos, también significa a ese pequeño agujerito que tenemos en las puertas de nuestras viviendas para ver sin que nos vean ni sospechen que los vemos”, pienso y expreso.
Curiosa palabra, traidor. Admitámoslo. ¿Quién la dice? ¿Quién categoriza? ¿Quién señala? ¿Héroe o villano? ¿De qué lado están los unos y los otros? No siempre la palabra es suficiente para decir lo que se dice, lo que se quiere decir o lo que nunca se debió decir. Es prudente –y hasta justo y necesario– esperar el tiempo para decir. No son escasas las historias que no son las que creemos saber.
Fabián Bosoer –brillante colega periodista, académico, escritor y amigo– tres años atrás en Clarín recordó reflexivamente que “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia...” y, desde aquellas palabras escritas por Eduardo Mignona con la música de Lito Nebbia, Fabián explica que “esa ‘otra historia’ [es y, aunque ignorada, existe, porque] refiere a la historia de ‘los perdedores’”. Como canta la rockera argentina Fabiana Cantilo, “nada es para siempre”.