En este diálogo con La Nación/Nación Media, las historiadoras Mary Monte de López Moreira y Ana Barreto Valinotti citan y comentan la relevancia de individualidades y colectivos de mujeres dentro de la historia paraguaya que, a pesar de vivir en una época en la que no gozaban de la categoría de ciudadanas, ejercieron una acción política y social relevante en las más diversas esferas.

  • Por Jimmi Peralta
  • Fotos AFP / Archivo / Gentileza

Ayer se recordó el Día de la Mujer Paraguaya y, en este marco, dos académicas de la historia nacional, Mary Monte de López Moreira y Ana Barreto Valinotti, pre­sentan su visión respecto a los personajes femeninos más relevantes de nuestro pasado, individualidades y colectivos escogidos desde la mirada particular de ambas.Monte de López Moreira y Barreto Valinotti forman parte de dos generaciones de historiadoras que coexisten en labor y que se encuentran compartiendo junto con otros colegas el tra­bajo del rescate histórico del rol de la mujer en la historia paraguaya y la historia de la mujer paraguaya, que tuvo y tiene su propio derrotero.

LAS MUJERES INDÍGENAS

“Te puedo decir un colectivo de mujeres que fueron de generación en generación: las muje­res guaraníes. Ellas eran muy hábiles en cono­cimientos de botánica que hasta el día de hoy perduran. Ellas abrieron puertas a las distintas generaciones en los diferentes procesos históri­cos del Paraguay. Ellas sabían el manejo de cier­tas plantas medicinales. Es interesante saber que después del latín y el griego, el guaraní ocupa un lugar muy importante en la nomenclatura de la botánica internacional. Ellas conocían las técnicas del labrado, de los cultivos. Si bien los hombres preparaban el rosado, ellas eran las que cultivaban. Y lo más importante de estas muje­res guaraníes es que legaron la lengua y que lo hicieron a través de los tiempos”, explica Mary Monte de López Moreira.

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La historiadora recuerda que en la posguerra de la Triple Alianza se prohibió el uso de la lengua guaraní y que las mujeres indígenas fueron fun­damentales para resguardar la lengua mediante el uso como resistencia.

JESUSA FRANCISCA MARÍA DE BOCANEGRA

“En la colonia tenemos a doña Jesusa Francisca María de Bocanegra, que fue una mujer muy altruista. Ella abrió su casa para recoger a las niñas huérfanas, hijas de conquistadores fallecidos. Su colegio se llamó Casa de Huérfanas y Recogidas, que fue el primer insti­tuto para niñas. Ahí, si bien no aprendían las enseñanzas funda­mentales, posiblemente sí a leer y escribir, que son conocimien­tos bastante elementales, aprendían las labores domésticas, que era algo importante. Estamos hablando de 1613-1620. Ella tuvo un sitial muy importante al atraer a estas niñas y a estas mujeres a su casa. Llegó a tener bastantes mujeres y después ellas fueron las matronas, las esposas, las mujeres importantes en las poste­riores generaciones”, explica.

La formación de las mujeres en ese tiempo era más que escasa y la obtención de conocimientos por parte de aquellas que no poseían condiciones materiales para desarrollarse socialmente fue sin dudas un gran aporte. Sin embargo, no será una excep­ción en esta nómina, ya que la presencia de formadoras y edu­cadoras es una constante en el devenir de la historia de conquis­tas de derechos.

DOÑA MICAELA CAÑETE SÁNCHEZ DE VERA Y ARAGÓN

“Doña Micaela de Vera y Aragón era una mujer casada y divorciada. Después fue mujer de José de Antequera y Cas­tro, quien tuvo un hijo con ella. ¿Cuál es su principal aporte? El aporte fue que desafió a una sociedad muy cerrada como era la de Asunción a comienzos del siglo XVIII. Desafió con su conducta al paradigma de ser la mujer recatada, y se unió al líder revolucionario y fue en contra de esa sociedad”, refiere Monte de López Moreira.

Micaela había sido obligada por su madre a contraer nupcias con Ventura Benítez, de quien vivió separada hasta iniciar la demanda de nulidad.

JUANA DE LARA

Juana de Lara

“Juana de Lara, quien es nuestra primera pró­cer. Muchos dicen que lo que se narra sobre su actuación es un constructo; sin embargo, hay un escrito que dejó un maestro, Juan Pedro Escalada, que vino al Paraguay en 1806, y en su texto dice que ella era la encargada de dar el santo y seña a los revolucionarios. Por ese motivo en el año 2010 se aprobó la ley que convirtió a doña Juana de Lara en heroína nacional, es la primera prócer”, explica la his­toriadora.

PETRONA REGALADA RODRÍGUEZ DE FRANCIA

“La hermana del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, Petrona Regalada Rodríguez de Francia, era una mujer divorciada. Ella se dedica a una industria de velas donde empleaba a varias personas, pero su aporte funda­mental fue enseñar a las niñas de la sociedad la educa­ción ele­mental. El bando del 6 de enero de 1812 decía que la educa­ción era gra­tuita y obliga­toria, pero era solamente para varones, no para mujeres. Entonces ella recibía en su casa a niñas y les enseñaba a sumar, restar, a escribir y leer”, comenta.

Petrona Regalada es recordada por su sapiencia y lleva el título de haber sido la primera maestra consagrada a la educación femenina en el Paraguay independiente.

ESCOLÁSTICA BARRIOS DE GIL

“Después de la victoria de Curupayty, liderada por el general José Eduvigis Díaz el 22 de setiembre de 1866, doña Escolástica Barrios de Gil se encargó de levantar la moral de toda la soldadesca para­guaya y, en especial, de la sociedad, porque el Ejército paraguayo venía sufriendo derrota tras derrota. Ella, cuando se supo de la vic­toria de Curupayty, buscando contribuir con la causa nacional, en enero de 1867 empezó a tener reuniones y tertulias con mujeres, de donde se concluyó que debían donar sus joyas”, narra.

“Entonces, a causa de eso se celebró la primera Asamblea, no solo en Paraguay, sino en América, en donde las mujeres hicieron un ejercicio de ciudadanía, aun sin ser ciudadanas. Ellas no tenían voz ni voto, pero llamaron a una multitud de mujeres a una gran asam­blea que contó con la asistencia de más de mil mujeres en la plaza 14 de Mayo, que estaba frente a la Catedral, en donde durante cuatro noches se pasaron discurseando sobre cómo las mujeres podían colaborar con la causa. Estas disertaciones no solamente estuvie­ron a cargo de las mujeres de la alta sociedad, a la cual pertene­cía doña Escolástica, sino también a mujeres del pueblo, como las Kygua Vera, y decidieron colaborar con la causa nacional donando sus joyas. Solo que después el mariscal Francisco Solano López, cuando lo supo, dijo que era incapaz de despojar a las mujeres de sus joyas y que solamente iba a aceptar una vigésima parte para hacer una moneda nacional”, agregó.

Es por esta Primera Asamblea de Mujeres Americanas, realizada el 24 de febrero de 1867, que en diciembre de 1974 se declaró mediante ley el 24 de febrero como Día de la Mujer Paraguaya, que iba a ser celebrado al año siguiente por primera ocasión en coincidencia con el Año Internacional de la Mujer establecido por Naciones Unidas.

Además, Mary Monte pone en valor a personajes como Josefa Facunda Speratti, Juliana Insfrán, María Mena de las Llanas, entre otras individualidades, así como el colectivo femenino de la post Guerra Grande.

ANA BARRETO VALINOTTI

CONCEPCIÓN LEYES DE CHAVES

“Concepción Leyes de Chaves es una mujer escritora, escribía ficción, tiene novelas premiadas, escribía cuentos. Sus libros fue­ron los principales textos de lectura durante mediados del siglo XX. Los primeros libros nacionales para la educación fueron los de Manuel Riquelme, pero los de Concepción Leyes de Chaves empiezan a usarse en la década del 40 y estuvieron vigentes por dos décadas”, comenta Ana Barreto Valinotti sobre su primera figura relevante de la historia paraguaya.

“Los libros de Concepción Leyes de Chaves no solamente tenían lindas ilustraciones, tapas trabajadas, más o menos como una estética heredada de la época de Riquelme, también presentaba una selección de letras latinoamericanas, en los libros de ellas también están letras de autores nacionales”, señala.

Según comenta la historiadora, sin bien Leyes de Chaves, como las mujeres de la época, carecía jurídicamente de los derechos de ciudadana, los ejercía con su rol intelectual de manera activa, aunque moderada. Llegó a desarrollar una labor política como representante paraguaya ante Naciones Unidas.

SERAFINA DÁVALOS

“Serafina Dávalos es una de las imprescindibles de la historia para­guaya. Yo no me imagino al movimiento feminista paraguayo sin Serafina. Creo que hay una explicación del porqué las paraguayas tardaron tanto tiempo en ser reconocidas como ciudadanas. Eso no necesariamente tiene que ver con las guerras civiles, sino que tiene que ver con una posición conservadora del país, aunque sí creo que en algún sentido las guerras civiles, por generar inestabilidad política, llevan a que de alguna manera las mujeres tienen que ser preservadas de ir a la universidad, sobre todo porque las revolucio­nes, las guerras civiles, significaban pausas dentro de la formación de los hombres y las mujeres, y eso significaba para las mujeres la pérdida de los años vitales para las redes de casamiento”, explica Barreto Valinotti.

El hilo conductor del crecimiento en la conciencia de los derechos de las mujeres está atado, según explica, con la capacidad econó­mica, que conlleva a la vez la posibilidad de formación académica. En ese sentido, Serafina cumple los eslabones académicos de ser maestra normal y después abogada.

“Serafina es hija de un estanciero. Entonces llega con dinero sufi­ciente como para poder vivir en Asunción”, agrega.

ROSA PEÑA

“La tercera persona que elegí es Rosa Peña. Ella es hija de Manuel Pedro de la Peña, un hombre de la élite paraguaya que tuvo el mal tino de enfrentarse no solamente a Francia. Estuvo preso durante la época francista y, apenas salió en libertad, se enfrentó a Car­los Antonio López, y este lo exilia con sus hijos. A la esposa le deja detenida en Asunción. El papá de Rosa Peña la manda a estudiar en un internado y tiene la suerte generacional de poder formarse en una corriente que en ese momento se puso de moda en el Río de la Plata, la corriente norma­lista. El normalismo, por ejemplo, tiene intrínseco el hecho de que las maestras se convierten en apóstoles de la patria y que tienen que formar al nuevo ciudadano de finales del siglo XIX y de inicio del siglo XX”, explica Barreto Valinotti.

Rosa Peña fue esposa del político paraguayo sobreviviente de la guerra Juan Gualberto González, quien llegaría posteriormente a la Presidencia. “Ella es intelectual, ambos lo son, y comparten la misma percepción de estar ante un país en ruinas y tener que tratar de reconstruir con lo que tienen en mano. Entonces Rosa sí es una de las articuladoras de la escuela tras la catástrofe humanitaria que significó la guerra contra la Triple Alianza. Rosa, desde antes de que su esposo sea presidente, articula con los gobernantes de entonces, Bernardino Caballero primero y Patricio Escobar des­pués, cómo reconstruir la educación y cómo se podían hacer las repatriaciones. Ella, por ejemplo, es la responsable de convocar a Manuel Amarilla, a las hermanas Speratti”, refiere. “Rosa Peña creo que es como la piedra fundacional de todo lo que significó la reconstrucción de la educación en el Paraguay y la presencia de las mujeres en el normalismo”, concluyó Barreto Valinotti.

LAS MAESTRAS NORMALISTAS

“El normalismo tiene que ver con toda una revolución escolar. En ese momento no enseñaban mujeres, enseñaban varones. Una mujer, que no era ciudadana, no era sujeto de derechos. La mujer maestra, con una condición jurídica igual a la de su alumno menor de edad, encarnaba la labor de la docencia, que tiene que ser la continuación del amor maternal y eso no lo puede ejercer un varón, lo tiene que ejercer una mujer. O sea, este nuevo hom­bre del siglo XIX, el nuevo ciudadano es formado por quien debe tener condiciones maternales: paciencia, cariño. Es una continua­ción de la tarea de la madre, pero no la madre de un chico, sino que la maestra es la madre de la patria, la que le educa al ciuda­dano”, explica Barreto Valinotti.

“Esto suponía que en el normalismo las maestras no se iban a formar, como se formaban hasta ese momento, en conventos de monjas o como asistentes de maestros de primeras letras. Las mujeres tenían que formarse científicamente, tenían que aprender latín, tenían que tener lecciones elementales de griego, tenían que aprender filosofía. Por eso es que el movimiento feminista en el Río de la Plata en general se forja en el seno del normalismo, son las maestras, no son las obreras. Además, hay una característica que tienen las primeras universitarias, todas fueron maestras, o sea todas terminaban el bachillerato con énfasis en normalismo. En la primera asociación feminista paraguaya son todas maes­tras, la discusión sobre la condición jurídica de la mujer se da en el seno del magisterio”, agregó.

EL CUERPO DE SANIDAD DE LA GUERRA DEL CHACO

“En la sanidad de la guerra del Chaco hay varios nombres. Una destacada es María Victoria Campos, que fue la jefa de enfer­meras durante toda la guerra y fue la responsable de pensar una formación rápida de enfermeras. En el Paraguay cuando empieza la guerra no hay un cuerpo estable de enfermeras e incluso si hubiese tenido la guerra del Chaco presenta el desafío de las heri­das que produce un tipo de armamento que hasta ese momento no se había usado nunca en el Paraguay”, refiere la historiadora.

“Me gusta la figura de las mujeres vinculadas con la sanidad por la promoción que significó incluso para las médicas. Georgina Dávalos, Gabriela Valenzuela, que es la primera médica paraguaya, junto con Froilana Mereles, son las encargadas primero de la vigi­lancia de hospitales de retaguardia en el Gran Asunción”, explicó.

Barreto Valinotti refiere que, a más de estar motivadas por cum­plir un rol patriótico en la contienda, las labores en la sanidad significaron para las mujeres una formación profesional y una remuneración impensada, pues eran mayormente mujeres que no pertenecían a la alta sociedad.

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