El pasado miércoles 7 de febrero, la Embajada de Corea en Paraguay llevó a cabo en su sede diplomática de Asunción la velada “Noche de poesía coreana y paraguaya”, en la cual los presentes pudieron conocer más acerca de la producción lírica del país asiático a través de una interesante dinámica de comparación y contraste con poemas de autores paraguayos.

Hace exactamente dos décadas, cuando empecé a asistir a las tertulias literarias, el público estaba conformado sobre todo por varones aspirantes a poetas ansiosos de conquis­tas amorosas a través de los versos y nihilistas precoces con profunda animadversión a lo que describían como la absurda existencia humana. No obstante, este paisaje ha mutado de manera notable, pues el auditorio estaba pre­dominantemente compuesto por mujeres, sobre todo jóve­nes, a priori con intereses muy distintos a los mencio­nados concurrentes de prin­cipios de este siglo.

Por supuesto, como todo en literatura, la apreciación subjetiva de este cronista puede no corresponderse con la realidad.

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Ahora bien, bajo la coordina­ción de Silvia Jung, asesora política y económica de la Embajada de Corea en nues­tro país, quien estuvo a cargo de la selección de los poemas y de la lectura de un men­saje del embajador Chan-sik Yoon, se realizó la recitación y debate de seis poemas, tres de autores paraguayos y tres de autores coreanos.

Lo que no cambió respecto a 20 años atrás es la timi­dez inicial. Para romper el hielo, Jung solicitó a este cro­nista leer el primer poema, “Redes sociales”, de Moncho Azuaga. Como un profundo convencido de que la poesía no puede disociarse del elixir del dios Dioniso, debo confe­sar que no realicé mi mejor performance.

PARADOJA

El poema del premio nacional de literatura 2023 trata sobre el drama de nuestro tiempo, la paradójica incomunicación en un mundo hiperconectado y donde las relaciones huma­nas mediadas por la panta­lla de los smartphones se han despersonalizado a tal punto de que una de las más básicas actividades humanas como la comunicación ha quedado en entredicho.

“No estás, eso es todo, / Los puertos vacíos / no reconocen códigos / señales / horizon­tes. / Destellos falsos / iluminan mi habitación. / Soy un velero insomne, / sin huellas / en esta ancha y cósmica sole­dad”, señalan los versos fina­les de este poema reunido en el libro “Poesía siempre”, con el cual Azuaga fue condeco­rado con el máximo galardón de las letras paraguayas.

El segundo poema de la noche fue de Lee Hyong-gi (1933-2005), nacido en plena ocupa­ción japonesa de la península coreana. Su poema de natura­leza contemplativa “La mon­taña” nos remite a un esce­nario típico de su país, a un paisaje sereno y de quietud con metáforas e hipálages que sugieren que la montaña es el propio autor que contempla el paso del tiempo y su juventud lejana o que incluso podría ser la propia Corea, que luego del colonialismo japonés sufrió un reparto entre las potencias vic­toriosas en la Segunda Guerra Mundial, una división nacio­nal y una guerra entre el Sur y el Norte, que técnicamente no ha acabado, pues solo se firmó un armisticio en 1953 para el cese de las hostilidades, pero no un tratado de paz.

“De su semblante oculto por la neblina / se ve tan solo su contorno, /milenios de tiempo se inundan / en una sola tarde de lluvia. / En su silencio abismal, / la mon­taña, con sus ojos entrece­rrados, / dormita sin pensar nada, / ya olvidó su antigua furia”, reza uno de los versos.

“Me hace pensar que quizá está hablando de un volcán dormido, pero a la vez tam­bién habla de una emoción humana. Al hablar de furia parece que habla de fuego, de lava, pero también de emociones”, opinó una de las presentes.

CONEXIÓN

A pesar de la aparente desco­nexión entre los textos selec­cionados, durante el debate se fueron estableciendo hilos conductores, ya sea en forma de continuum o antítesis.

Así, la siguiente invitada de la noche fue la poetisa bilingüe Susy Delgado, con su poema “Llueve”, una suerte de arte poética considerando que palabra y alma son expre­siones sinónimas en guaraní, como bien se hace patente en el doble contenido semántico de la palabra “ha’e”, que sig­nifica tanto ser como decir en la lengua vernácula.

“Tu voz / suena tan lejos / que se muere el alma... / Ne ñe’ê / ipu mombyryete / omanóvo che anga”, escribe la autora en una doble alusión a la muerte física como a la acti­vidad poética en sí, que ha sido reducida a una actividad fútil frente a la rapidez y la utilidad material que impo­nen los tiempos actuales.

En esta misma línea se expresa el otro poema de Lee Hyong-gi compartido durante la jornada, “Flor artificial”. “El ser humano que con insignificante maña / Inventó la flor plástica de la civilización / De color rojo y amarillo / Que no se pudre ni se disuelve / Parece más triste que una tumba”.

La noche siguió con “Pro­funda”, de Delfina Acosta, una pieza que además de su referencia literal a las aguas de río fue interpretada por las presentes como un alegato a favor de la libertad de las mujeres simbolizada por las aguas del río que, sin impor­tar barreras, emprende inde­tenible su camino al mar.

“Soy las aguas profundas, rebeldes / y presurosas del río. / No podrás cortarme ni rozarme / con tus sables, navajas y cuchillos. / ¿Has visto una espina haciendo sangrar el delicado cuello de las aguas?”, señalan los pri­meros versos.

PANTEÍSMO

Ya en la parte final fue leído un texto de la poetisa Moon Chung-hee (1947), titu­lado “Acerca del fluir”, que transmite dejos de la filo­sofía panteísta, que concibe al ser humano como parte integral de su entorno y no como una entidad separada.

“Voy al mar / Y quiero ser el mar. / (...) ¿Por qué no vamos al mar / para ser el mar, / para ser la ola, /como una promesa nos dirigimos a la montaña?”.

“Yo creo que hay un cues­tionamiento, analizar hacia dónde uno va y cómo uno quiere sentirse libre, pero como el ser humano tiene tantos compromisos y mie­dos eso nos retiene y nos paraliza. Y está presente el elemento de la montaña. La literatura coreana tiene el elemento siempre presente que es la naturaleza. Creo que eso la distingue de la literatura latinoamericana, que viven en el entorno y son el entorno y tienen una conversación íntima con esos elementos. En cam­bio, los latinoamericanos nos centramos más en el tema de las emociones. Es un grito de quiero ser libre y no puedo”, sostuvo otra de las participantes.

Para concluir el coloquio, Jung leyó un poema de Azuaga titulado “Crítica literaria” y expresó que la Embajada de Corea rea­liza este tipo de activida­des no solo para promocio­nar la literatura coreana, sino la lectura en general e invitó al público a per­manecer atento a las redes de la legación diplomática, donde se anunciará el día y la hora del próximo ciclo de lectura, que según ade­lantó estará dedicado a la narrativa.

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