Este domingo Toni Roberto viaja a un rincón de barrio Jara, a la casa de Tata Ferreira, dibujante, arquitecto, piloto y constructor de aeropuertos, pionero de la historieta paraguaya, que hoy nos muestra su ilustración urbana con la serie “Asunción de antaño”.
- Por Toni Roberto
- tonirobertogodoy@gmail.com
Son las 18:30 de un día de intempestiva lluvia por los efectos de El Niño en barrio Jara, a días de la festividad de Caacupé. Llego a la casa de Aníbal Ferreira Menchaca, más conocido como Tata Ferreira. Abro el portoncito, “que llegó de una demolición del centro de Asunción”, como dice él mismo y empieza mi recorrido por el pasado. ¿Con las palabras de Tata? No, con los objetos de la casa.
En la pared, un viejo dibujo de Juan Ignacio “Chuchín” Sorazábal, el gran vecino de su familia y de muchos de la zona de la Farmacia Americana, propiedad de su tío Arturo Alsina; un viejo moderno sofá de los años 80, un escritorio lleno de ilustraciones, un gran mural de Colombino que le cambió por una colección del periódico Cabichuí y que hoy engrosa el acervo del Museo Paraguayo de Arte Contemporáneo, persianas y viejas cortinas que nos hablan de los años ochenta.
TATA, HOMBRE DE POCAS PALABRAS
Tata Ferreira, hombre de pocas palabras. Una pregunta, una mirada suya y una respuesta mía tratando de traducir sus muecas, que dicen todo como sus ilustraciones sobre la ciudad de Asunción, que se refieren a una época en la que el sonido de los grillos y las aves sobresalían a cualquier motorización en aquella época remota, allá en la década del 10 del siglo pasado.
EL NIÑO, EL DIBUJO, LA CASONA Y EL TÍO
Dibujó desde chico –entrando en la prestigiosa Escuela Normal de los años 40, cuya foto con sus compañeros y dos elegantes maestras publicamos hoy– tal vez estimulado por la presencia de su tío Arturo Alsina y toda la intelectualidad que rodeaba aquella casona de la esquina de Manduvirá y Chile (excalle 25 de Diciembre). Los recuerdos de abuelos y una zona de Asunción donde se respiraban historias con viejas construcciones y la otrora concurrida calle Tte. Fariña, en esos años una zona de elegantes negocios por donde pasaba el tranvía.
A veces las grandes ilustraciones aparecen sin querer. Esto está claro en la obra de Tata cuando dibujaba su serie Asunción de antaño; las publicaba cuando por cuestiones políticas no podía presentar sus caricaturas. Así, en esta serie podemos ver cualquier esquina de la ciudad y encontrarnos a nosotros mismos en una época que, paradójicamente, no la vivimos, ni él ni nosotros, teniendo en cuenta que nació en la capital en 1936.
Alguna esquina innominada de expendio de combustibles de inicios de siglo XX, pasando por los recuerdos de una casa demolida hasta alguna que aún sigue en pie tratando de contarnos su propia historia.
TATA, JULIO Y LA DISPERSIÓN
Muchas veces nos sentimos identificados con una persona y así me siento hoy. Tata es ilustrador, historietista, aviador, dibujante, arquitecto, constructor de aeropuertos. Parafraseando a mi amigo Julio Levy, “aprovechar la dispersión y que se note”, Tata cumple todo esto a cabalidad. Ahí donde le tocó estar puso alma, pasión y vida. Eso sí, con pocas palabras. A veces unas líneas hablan solas y eso se siente en este asunceno del viejo barrio de entre el centro y el barrio Gral. Díaz, que hoy a sus 86 años me recibió en la amplia recepción de su casa, llena de recuerdos que hablan en su nombre, en esta “Asunción de antaño” que hoy sale a la luz en estos “Cuadernos de barrio”.
BESTARD, EDITH Y TATA
El diálogo llega al final. Como ya dije, Tata habló poco, palabras cortas y concisas, pero con mucha amabilidad. Esa forma de ser me recuerda a la gran Edith Jiménez, cuando me contaba sobre las clases en el Ateneo Paraguayo con su gran maestro Jaime Bestard allá por 1940, que le decía cuando estaba pintando: “¡Que más le va hacer, Edith!”. En este caso, me pregunto: “¿Hay algo más hay que decir, Tata?”. Y me respondo: “Nada”. Agradecerle estas lecciones de síntesis de parte de este ilustrador de una Asunción del siglo pasado que hoy revive con su tinta.