Emblemática, la prenda identifica al país, pero su técnica, si no se aplica el plan aprobado esta semana por la Unesco, corre peligro de desaparecer. De allí la importancia de este reconocimiento y, sobre todo, del apoyo técnico y económico que vendrá para hacer de esta artesanía un elemento persistente en el tiempo.
- Por Jorge Zárate
- jorge.zarate@nacionmedia.com
- Fotos: Agencia IP / Gentileza
Piribebuy se enorgullece de ser tercera capital de la República, ciudad histórica donde el mariscal Francisco Solano López fijó la sede del gobierno en la etapa final de la guerra contra la Triple Alianza.
Durante la contienda, en la que la resistencia de la ciudad fue heroica frente a un enemigo más de 10 veces superior en número, en una fosa común fueron enterrados 60 soldados envueltos alternativamente en telas blancas y negras. De allí nació la inspiración para el tejido del poncho para’i de 60 listas, su artesanía más reconocida.
Ubicada a 73 kilómetros de Asunción, en el departamento de Cordillera, sus habitantes estuvieron en la semana pendientes de lo que pasaba en Kasane, Botsuana, África.
La alegría los desbordó el martes pasado cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró a la técnica del poncho para’i de 60 listas como un elemento a proteger en el marco del vigésimo aniversario de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial.
Los 181 países que integran el organismo avalaron la inclusión del poncho en la lista de elementos merecedores de una protección especial.
La ministra de Cultura, Adriana Ortiz Semidei, expresó su gratitud al gobierno de Botsuana y a los integrantes de las delegaciones. “Hoy, el orgullo paraguayo se eleva hacia el firmamento, abrazando esta distinción que honra nuestra herencia y tradición. Invitamos a cada ciudadano y ciudadana a sentirse parte de esta hazaña que lleva nuestra cultura a todos los rincones del planeta. ¡El poncho para’i de 60 listas es más que una prenda, es la historia viva de nuestro país que hoy viste al mundo!”, indicó en su discurso.
LA IMPORTANCIA DE LA HERENCIA
Zulma Masi, del Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA), fue parte de la delegación y celebrando el hecho indicó que sería fundamental “comenzar a hacer campañas sobre la importancia de nuestra herencia”.
Masi, que es directora de Patrimonio Cultural Inmaterial, recordó que el poncho para’i de 60 listas tiene un aspecto intangible, “todo lo que no se puede tocar, toda esa sabiduría que se transmitió de generación en generación, este legado, que pasó de las abuelas a las mamás, a las hijas”.
Consideró que “Paraguay tiene una entidad muy rica, muy diversa, tenemos tantas cosas de las que debemos sentirnos orgullosos y, cuando sabemos de dónde venimos y hacia dónde queremos ir, es claro que no queremos que muera el poncho, no queremos que muera nuestra artesanía, nuestra cultura. Entonces, para ello debemos hacer varias estrategias e implementar acciones políticas públicas que respalden nuestros procesos”.
–¿Qué significa para el país esta aprobación del poncho para’i de 60 listas como Patrimonio Cultural Inmaterial Urgente por la Unesco?
–Es la primera técnica de artesanía paraguaya que está siendo reconocida a nivel mundial. Nosotros desde el Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA) hemos identificado varias técnicas que estaban ya como amenazadas o en vías de extinción. Y cuando conocimos esta categoría de Unesco en conjunto con la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) vimos que sería una oportunidad inscribirla por las pocas mujeres que hoy en día confeccionan el poncho. Así que tener este reconocimiento nos pone en una vidriera internacional y nos impulsa también a nivel país a trabajar articuladamente y a mejorar las condiciones de vida de artesanas, en este caso mujeres, también artesanos, comunidades, familias que se dedican a esto y que están preservando nuestra identidad nacional.
–¿Qué entienden que valoró el comité para este reconocimiento?
–La del poncho para’i de 60 listas es una técnica que, si bien es de la ciudad de Piribebuy, es un elemento identitario sumamente importante y el proceso de elaboración es sumamente complejo y muy valioso. Creo que este comité de evaluación de la Unesco lo entendió en gran medida gracias a la forma en que presentamos el documento del dossier, que es un requisito. Allí estuvo reflejado el esfuerzo, la dedicación, la calidad, lo que simboliza también esta prenda, no solamente a nivel cultural, sino que histórico, social, de mujeres trabajadoras, en fin, de un saber que es transmitido de generación en generación. Entonces, todo eso significa mucho y nosotros como país debemos entenderlo y aprender que toda expresión cultural es meritoria de ser reconocida a nivel local e internacional.
–¿Qué resultados prácticos tendrá esta declaración?
–Esta categoría de salvaguardia urgente que ofrece la Unesco es justamente para expresiones culturales que ya están en vías de extinción. Con este reconocimiento se puede visibilizar eso y se puede iniciar un trabajo de preservación intensiva. En este caso, Paraguay, además de inscribirse en esta lista, en esta categoría de patrimonio cultural y material de salvaguardia urgente, también solicitó una asistencia económica para implementar un plan de rescate.
EL PLAN
–¿El plan de salvaguardia apoyará económicamente a las artesanas?
–Esta asistencia económica no va directamente a las mujeres como tal, sino que se plasma en un plan que tiene varios ejes: uno es toda la parte de formación, de capacitación, de poder transmitir esta técnica a otras mujeres artesanas de la comunidad. Este plan también aborda el eje de la materia prima. En la actualidad, se está utilizando un hilo importado (desde Perú) para hacer este poncho. Y nosotros debemos, como país, ver los mecanismos de obtención de esta materia prima. Ver también si de repente con las hilanderías del país, que son pocas, quizás haya cinco o seis, reunirnos a ver de qué forma nosotros podemos obtener hilos mercerizados. Entonces, ver esas facilidades también para que las artesanas puedan tener mejores condiciones y que no sea tan caro obtener la materia prima para el poncho.
–¿Y respecto a la infraestructura?
–Es integral, formación, capacitación, materia prima y también ofrecer mejores infraestructuras para las artesanas. Hoy en día, la casa de la maestra artesana Rosa Segovia es un núcleo de trabajo colaborativo, pero sería muy bueno tener un centro comunitario, un lugar específico de tejedoras del poncho. Ver también a nivel educativo que esto pueda incorporarse en el currículum, que haya una formación en técnicas, que las personas puedan interiorizarse mucho más sobre esta prenda; inclusive, mucha gente de Piribebuy no conoce profundamente cómo se hace el poncho. O sea, tenemos que hacer una campaña fuerte de información sobre esta expresión cultural. Eso también está plasmado en el plan.
–¿Cuánto tiempo de extensión tiene?
–Este plan se diseñó y tiene una duración de 18 meses. La Unesco nos dio esa posibilidad y nos va a dar una asistencia económica para implementarlo. La idea es aumentar el número de artesanas tejedoras. Aumentar la disponibilidad de la materia prima, que haya mejores canales de comercialización, que haya formación y que haya información disponible a nivel nacional para esto y que pueda salir de la categoría de “en vías de extinción”, de ese estado crítico y llegar a un nivel mejor.
–¿Confían en que ayudará a promover el turismo hacia Piribebuy?
–Obviamente que sí porque la ciudad tiene varios puntos turísticos. ¿Y por qué no podrían ser los talleres de las artesanas también lugares de visita? También tomó impulso la Ruta Nacional de Artesanía por el IPA y uno de los puntos turísticos es la casa de la maestra artesana Rosa Segovia en la que se puede hacer como un turismo vivencial. Que las maestras estén ahí mostrando su técnica, cómo hacen el poncho para’i de 60 listas, que haya un centro de exposición y venta de productos. Es también un respaldo para que la Secretaría Nacional de Turismo (Senatur), el municipio local y otros actores se estén movilizando para esto y puedan ayudar también a las artesanas a que ellas puedan crecer en este oficio. O sea, es positivo en todos los aspectos que uno pueda observar.
OTROS DISEÑOS Y COLORES
–Sabemos que hoy se está usando la misma técnica, combinando otros colores y diseños, para hacer chales, carteras, etc. ¿Es posible desarrollarla a nivel país?
–El poncho es una prenda tradicional de color blanco y negro. Pero también ya las artesanas nos cuentan de personas, de músicos o de gente interesada que pedían en ciertos colores. Entonces, nacieron los ponchos de colores y la técnica se está trasladando a otro tipo de productos como chales. Las maestras artesanas también están produciendo productos de cuero, por ejemplo, con apliques de la técnica. Por ejemplo, hay mochilas con fajitas del poncho, hay billeteras con apliques del poncho, hay kepis, hay llaveros. En fin, se van ampliando un poco también los productos, pero sin dejar de plasmar la técnica, que eso es también lo importante en todo esto.
–Es una forma de diversificar y hacerlo accesible.
–Esa es la idea porque el poncho es una prenda realmente solemne, con mucha presencia, pero no toda la población lo puede adquirir. Entonces, también la idea es que ellas puedan ofrecer otro tipo de productos y que esto también pueda salir al mercado, pero con el mismo contenido artesanal. La idea es también ver productos con otros diseños que también se podrían realizar porque esto realmente da para mucha creación, mucha innovación y esperamos que también pueda seguir creciendo y que más personas puedan ir colaborando con toda esta gestión del poncho.
–¿Cómo esperan que impacte este hito en la artesanía paraguaya?
–Venimos trabajando desde 2018 en todo este proceso y entendemos que para ver resultados se necesita un proceso, tiene su tiempo. La declaratoria realmente lo que nos da es como un impacto de mayor visibilidad. O sea, que hoy se pueda conocer el proceso de elaboración del poncho para nosotros es un superlogro porque la ciudadanía va a incorporar, va a entender y va a consumir, que es lo que nosotros queremos realmente, necesitamos crear esa conciencia de valoración de nuestra producción nacional.
–¿Qué acciones están previstas en este y otros rubros?
–Tenemos más de 10 modalidades de artesanía y lo que queremos es que la gente consuma lo nuestro. Que pueda valorar lo que se produce, que pueda entender que hay mujeres y hombres talentosísimos en nuestro país que necesitan de todos nosotros para abrir espacios de comercialización. Desde el IPA nuestra misión es darle esa oportunidad a los artesanos y artesanas que puedan comercializar sus productos, pero para eso necesitamos primero informar a la gente, que lo entienda y que lo valore. Tenemos planes y acciones que se van plasmando en los territorios para que las instituciones puedan entender que la cultura es transversal a todo y que necesitamos estar unidos, tener voluntad para que ese poder de gestión pueda surgir.
–En su opinión, ¿qué otros elementos de cultura merecerían un rescate?
–Tenemos varios casos. Un ejemplo de rescate es el que hicimos con el tejido de aopo’i de la ciudad de Yataity en Guairá. Pero el que bien sirve de ejemplo es el de la ciudad de Villalbín, en el departamento de Ñeembucú, donde se realiza un sombrero con la fibra vegetal de yatay. Allí son 10 a 15 hombres que trabajan en ello en una técnica que también está en vías de extinción. Es un sombrero que está muy bien trabajado, que tiene una presencia impecable, con una gran tarea de los artesanos de Villalbín hoy nucleados en la Asociación San Sebastián. Y realmente también vimos que esta es una técnica que podría ser también considerada para su rescate porque hay algunas necesidades ahí a nivel de territorio, de infraestructura, de capacitación, por lo que está ya en la lista. Hay otras modalidades también que puedo citar como los bordados que hacen las mujeres de Santa María de Fe, Misiones. Son bordados costumbristas que hacen con retazos de tela algodón. Es un colectivo de mujeres que lo hacen. Lo importante aquí es que tenemos que crear el mercado para que esto pueda salir, para que también estas artesanías puedan sobrevivir. Entonces, es una combinación de varios factores para que las artesanas decidan, elijan todos los días ser artesanas porque hoy muchos jóvenes ya no se quieren dedicar al oficio y tampoco podemos obligar a eso. Pero sí generar interés, valor y empatía.
“Tendríamos que hacer nuestro propio hilo”
ROSA SEGOVIA
Rosa Segovia, la maestra artesana y decana del poncho para’i de 60 listas, celebra desde Botswana: “Estamos muy contentas, es un logro que alcanzamos a nivel mundial. Esperamos que esto haga que haya más trabajo, ojalá. Aquí la gente está valorando demasiado nuestro trabajo y nos parece muy importante”.
Rosa recuerda que son 16 las artesanas que hoy confeccionan la prenda y que les puede tomar entre 10 a 12 días terminar un poncho tradicional que se vende a unos 3,5 millones de guaraníes.
“Nos dividimos en tres telares diferentes para realizar cada una de las partes”, apunta.
Los días tienen que ser especiales, pues “no tiene que ser muy lluvioso porque el algodón puede patinar y se forman pelusitas y se descompone el telar”, subraya.
Para Rosa, un punto importante a resolver a partir de este reconocimiento internacional es la posibilidad de fabricar en nuestro país el hilo mercerizado que se utiliza en la fabricación del poncho.
La mercerización es un tratamiento para el hilo y los tejidos de algodón y cáñamo que les otorga un acabado brillante.
Esta situación encarece bastante la materia prima, ya que el cono de 5.000 yardas les cuesta unos 110.000 guaraníes y se usan unos 16 conos para poder tejer un poncho.
“Lo ideal sería comenzar a elaborar ese tipo de hilos. En 2004 llegué a hablar con un empresario textil y me comentó que no tienen la matriz para poder preparar ese tipo de hilos mercerizados. Me dijo que la matriz es cara y que lo que la fábrica podía producir en un mes nosotras no usaríamos en 10 años”, comentó.
La artesana se ilusiona que con el apoyo económico que vendrá con el plan de salvaguarda y los adelantos tecnológicos esas imposibilidades se puedan superar.
Con una vida dedicada a esta tradición, recordó: “Llegué a dormir debajo de una mesa en un shopping en una feria en 2004, en enero, con el calor, todo para que se conozca el trabajo y que me conozca la gente, estuve allí durante 15 días”, comentó sobre sus sacrificios detrás del poncho de 60 listas.
Comenzó de muy niña y hoy agradece a su papá por insistirle a su mamá para que le enseñe la técnica: “Mi papá era agricultor y siempre estaba en la chacra. Yo iba junto a mamá para que me enseñe y ella se quejaba porque es un trabajo difícil. Si un hilo se suelta, tenés que hacer todo un tema para volver a hacer… Entonces salía mi papá y le decía ‘dejale que aprenda, enseñale bien’, le decía. Así que te agradezco mucho, papá”, dice emocionada desde África.
Ahora cuenta que se recibió de licenciada en Ciencias de la Educación y que lo que aprendió lo volcará en enseñar la técnica que ganó reconocimiento mundial.
“A mí me apasiona, yo me peleo hasta con mi marido por estar trabajando”, expresa riendo.
“Que siga siendo el regalo oficial”
MARLENE SOSA
Contenta por la noticia, la periodista y gestora cultural Marlene Sosa Lugo comenta: “Lo que falta aún es que la gente siga usando el poncho porque en general los artistas dejaron de usarlo y ya son pocos los que continúan la tradición”, dijo.
Celebró también que “hay varias tejedoras hoy y se salvó la técnica. Rosa Segovia se recuperó, porque estaba con cáncer y por suerte sigue enseñando, es muy meritoria esa mujer con todo lo que pasó”.
La activista cultural mencionó que “por suerte los jóvenes como Tierra Adentro y Néstor Lo y los Caminantes lo están usando y se puso otra vez de moda. Otros como Francisco Russo lo siguen usando desde siempre; Chaveli Fretes, que ganó el Festival del Poncho de 60 listas, también lo viene usando”.
La autora junto con Reina Cáceres del libro “Poncho paraguayo. Hilos de tradición” recordó que el volumen vio la luz “cuando comenzábamos el camino del reconocimiento de esa técnica que se estaba muriendo en ese momento. Por suerte el reconocimiento que le da la Unesco servirá para la salvaguarda”, apuntó.
Explicó también que “hay muchas maneras de usar esta trama, se puede usar la tela, hacer apliques, etc. Ahora el poncho en sí lo están usando los artistas y algunos embajadores, pero en algún momento era el regalo oficial de la Presidencia cuando venía algún visitante ilustre como otros presidentes. También era el regalo de las embajadas. Es muy importante este rescate”, concluyó.