Por “Un solo canto”, Lizza Bogado obtuvo el Premio Nacional de Música en la categoría popular.
“Ya no creas que el infortunio te ame, mi tierra, solo falta prender el fuego y la pasión / en mi gente que aún parece adormecida por tanto miedo, / tanta injusticia / y que lo envuelven en un sopor”, dice la tercera estrofa de la canción “Un solo canto”, de la compositora e intérprete Lizza Bogado, quien fue reconocida por esa obra con el Premio Nacional de Música 2023.
Bogado ofrece su propuesta a ritmo de polca canción con una letra que celebra la condición de paraguayidad. La artista, que cuenta con una trayectoria de más de cuatro décadas, planteó a lo largo de este tiempo también un compromiso social con su trabajo, sea desde la reivindicación o desde el mismo relato costumbrista.
–¿Qué representó en primera instancia para vos la música y qué representa hoy como artista madura?
–En los inicios, la música siempre fue para mí un mundo fascinante, un mundo en el cual me sentía absolutamente apoderada. Y me sentía muy segura de un espacio que podía manejar. Y ese contacto con el público siempre fue mágico, siempre fue un ida y vuelta de amor, de cariño, de entrega, de alegría. Con el tiempo se fue fortaleciendo y con los años uno va madurando, uno va también volviéndose un poco más crítico a uno mismo. Y decidí con el tiempo también lanzarme, animarme a componer mis propios temas, a contar lo que yo siento, lo que yo veo, mis alegrías, mis penas, mis tristezas, las vivencias de otras personas que voy plasmando en mis canciones. Yo creo que también en cierta manera me voy reinventando. No me gusta repetirme. Cuando me está aburriendo una cosa, siempre trato de parar y buscar otro camino. Pero siempre desde un comienzo la música ha sido mi tabla salvadora y lo sigue siendo hasta hoy.
PUNTAPIÉ
–¿Tuviste un momento definitorio o anécdota que te sirvieron para abrazar definitivamente la carrera musical?
–Sí, perfectamente. Fue aquel festival en Trinidad que gané, donde los miembros del jurado eran nada más y nada menos que Amambay Cardozo Campo, Eladio Martínez y Marquito Brizuela. Ellos me dieron su respaldo, ya que después de ese festival vinieron a mi casa y me dijeron que yo tenía que cantar, que yo tenía un don. Recuerdo perfectamente que don Eladio Martínez me regaló una guitarra que hasta hoy tengo. Luego conocí a otro compositor, Isidro R. Zayas, que escribió canciones también para mí y que me había regalado un arpa. Luego conocí a Samuel Aguayo, quien le dijo a mi papá “tu hija tiene que cantar”. Yo creo que también fue un poco el respaldo de todos estos grandes de la música folclórica del Paraguay los que me dieron el puntapié y la fuerza para seguir adelante. Y con un papá que entendió el mensaje y que se convirtió en mi productor en ese tiempo.
–¿Cómo suele darse tu proceso creativo?
–Normalmente para mí la creación es como entrar a cocinar algo muy lindo y lleno de amor para la gente que vos querés. Porque al final de cuentas siempre hay un destinatario o unos destinatarios, muchos destinatarios de lo que uno va haciendo. Normalmente mis momentos de mayor creatividad son las madrugadas, porque son muy calladas, son muy quietas, son muy misteriosas. Y cuando me pongo a escribir, trato de ir puliendo un poco todo.
–¿A quién le mostrás en un primer momento tus trabajos?
–Siempre procuro buscar un niño o una niña. En el caso de mis primeras composiciones, le hacía escuchar a mi hijo o a mi hija o a mi nieta o alguna criatura, porque los niños siempre te dicen la verdad, nunca te van a decir una mentira, y cuando yo veo que ellos se conmueven, creo que por ahí va el camino.
–¿Cómo ves la música folclórica contemporánea?
–La música evidentemente tiene que ir siendo cronista del tiempo que vivimos. No es lo mismo un “Ne rendápe aju” hoy que antes, hoy es totalmente otra cosa el romanticismo, que se convirtió en otra cosa. Convengamos que la mayor parte de las composiciones más conocidas fueron creadas por hombres. Entonces, para mí como mujer también es un gran desafío componer mis propios temas e inspirar también a las nuevas generaciones a que lo hagan. Sé que hay compositoras paraguayas, pero lamentablemente no han tenido quizás la trascendencia o no han tenido el destaque o el espacio que se merecen sus obras. Entonces, para mí el hecho de componer consiste en contar desde nuestro punto de vista femenino cómo vemos el mundo y cómo lo sentimos.
ELEMENTO DISPARADOR
–¿Componés cosas parecidas a las músicas que escuchás o tratás de tomar distancia de ellas?
–Es imposible tomar distancia de las canciones que uno escucha. O sea, uno en el fondo se va puliendo y se va fortaleciendo en las canciones que uno va escuchando. Yo siempre tengo mujeres que me han inspirado, compositores que me han inspirado y seguramente ellos van dejando en mí la semilla que va creciendo después en las canciones que voy sacando. No es que me siento y digo “hoy voy a componer una canción”. No, tiene que suceder algo, tiene que haber un disparador, tiene que haber algo que me mueva, que me conmueva y de ahí van saliendo las canciones.
–¿Qué te falta por hacer u obtener en la música?
–A esta altura en mi vida yo me siento absolutamente plena, creo que no me falta nada más que seguir caminando y seguir transitando esta aventura musical, porque en 40 años de historia musical he tenido todo y por sobre todo para mí lo más valioso es seguir teniendo el cariño de la gente, entender que la gente ha tomado mis canciones como suyas es evidentemente el mayor premio que la vida musical me ha dado.
–¿Llegar a la composición fue rápido para vos o tuviste que ir abriéndote de a poco a esa experiencia?
–La composición arranca en mi vida como una cuestión bastante accidental. Yo crecí viendo mucha injusticia, mi padre siempre fue perseguido en la dictadura. Crecí viendo llegar a la policía entrar a mi casa a buscar cosas, a tirar todo lo que había, llevaban a mi padre incomunicado y nos quedamos con mi hermano solos, asustados. Mi padre era una persona que leía mucho y nos hablaba mucho de historia, de cultura. Pude conocer el mundo a través de los ojos y de las lecturas de mi padre. En aquel tiempo yo escribía, era una forma de sacar afuera lo que sentía, escribía como un diario. Recuerdo perfectamente que César Cataldo vino un día a mi casa, estábamos ensayando para el disco que le pedí que me colabore con su arpa y, mientras estábamos allí, él encontró unas letras que escribí en un cuaderno y me dijo “¿quién escribe estas letras??”. Le digo que yo y me dijo “¿me permitiría ponerle música a esta letra?”. Así, “Canto y plegaria” fue la primera letra que escribí en 1983. Después en 2001 arranca de vuelta esa vena creativa y ya en 2018, en el álbum “Esperanza y fe” publico 16 temas, de los cuales dos son en coautoría.
–¿Qué proyectos tenés en mira?
–Mi próximo desafío y de hecho ya estoy trabajando en él desde hace un tiempo es crear mis próximos ocho temas, que los voy a hacer absolutamente con el tiempo que requiere cada tema, porque tengo que reconocer que toda esta discografía fue una especie de frenesí en mi vida y ahora sí quiero tomarme el tiempo, quiero sentarme como cuando uno se sienta a la tarde a tomar un café a mirar el atardecer, quiero irme más al interior, conectarme con el silencio y con los sonidos de la naturaleza. Espero que esas canciones sean de verdad uno de mis mejores aportes. Los reconocimientos llegan a la vida ni antes ni después, llegan en el momento justo. Quizás este era el momento de “Un solo canto” y yo lo tomo con mucha alegría. Este premio me dice “pará un ratito, respirá profundo, analizá un poco todo lo que estás haciendo y disfrutalo”.