Jorge Zárate jorge.zarate@nacionmedia.com - Fotos: archivo/gentileza
Profesionalidad, creatividad, don de gente, empatía, estilo, risas compartidas la destacaron en vida. Colegas y amigos la recordarán siempre con cariño.
María Isabel Najle de Alé decían sus documentos, pero era, para todos, Marycruz a secas. Una dura enfermedad contra la que peleó hasta el final se la llevó el pasado lunes 27 de noviembre.
Solía cruzar la redacción reiteradamente hacia todos sus puntos cardinales, cambiando charla con los colegas sobre el tema de actualidad del momento, sobre el partido de fútbol que juntaba espectadores en el televisor, la preocupación compartida por alguna crisis de salud o de economía que nos suelen afectar.
Marycruz nació en General Cabrera, provincia de Córdoba, Argentina, y llegó a Paraguay en los 80 para desplegar una vida en el periodismo local.
Fue secretaria de redacción del diario Hoy, trabajó en Radio FM FEM. Fue editora de la Revista Jazmín del Despacho de la Primera Dama y de la Revista del Diario Noticias, donde también fue miembro del Consejo de Editores. También trabajó en Radio Uno y en el semanario político Cambio XXI.
Pero también fue escritora y obtuvo varios premios y menciones por cuentos como “El vuelo” y “El Vals”, ambos del reconocido concurso del Club Centenario.
Participó de “Cuentos a 12 manos”, una compilación en la que Milia Gayoso Manzur reunió a diversos escritores que en aquel 2010 coincidían en La Nación.
Pero fue “El olor del mundo”, su libro de cuentos de 2018, el que le permitió mostrar al mundo su fina literatura, su profunda exploración en el dolor, en los vaivenes que hacen la humanidad.
Fue editora de alma, podía diseñar una publicación que después se esforzaba en concretar con inteligencia y persuasión. Los trabajadores de prensa no tienen el mejor de los caracteres, debe decirse, y llevar el barco a buen puerto requiere habilidad en el timón.
Para poder llegar al papel, hay una serie de elementos técnicos que comienzan en la idea, pero que a la hora de la concreción requieren de cierta dosis de convicción y mística que Marycruz sabía transmitir.
Gracias maestra, misión cumplida.
Den paso a la reina
Me siento a escribir este texto aún sin poder asumir que Marycruz Najle descansa en un jardín muy verde con un árbol lleno de orquídeas a su lado. Como una película, hago un repaso por todo estos años compartidos juntas y el resumen de lo que veo es una mujer de hierro y mermelada, que bajaba al nivel de mayor dulzor cuando recordaba a su hijo Juan Manuel (Juanito), o hablaba de su única nieta, Pía (Ichi, para su corazón) y era capaz de ponerse fuerte al máximo en las situaciones que lo requerían, aun estando delicada de salud.
Una de sus amigas la recordó recién llegada de su Córdoba querida, con su primer bebé en los brazos. Venía a Paraguay, al país de su esposo, iniciando un tiempo nuevo para su familia y su carrera.
En medio de la congoja, varios colegas decían que ella logró juntar a excompañeros de los diversos medios donde trabajó hasta un par de días antes de marcharse: los diarios Hoy, Noticias, El Día, La Nación, dos canales de televisión y la revista Jazmín. Para despedirla, se unieron dos generaciones de periodistas: los de la misma época que ella, que la recordamos como una maravillosa compañera o jefa y los nuevos, de quienes fue maestra y guía. Una nueva camada de comunicadores creció bajo su estilo de hacer periodismo, con el buen manejo del idioma, la búsqueda in situ de las fuentes, la entrevista cara a cara para medir las emociones y el respeto por el entrevistado.
Durante sus largos años de trabajar en los medios, Marycruz navegó entre el periodismo y la literatura. Sus reportajes, comentarios y entrevistas fueron mucho más que un trabajo periodístico, era un placer leer sus escritos, porque, además, su conocimiento de todo era tan grande que podía hablar o escribir sobre lo que fuera: desde el viaje de Marco Polo o el primer vestido de fiesta de la reina Isabel hasta las pócimas de la envenenadora Yiya Murano.
Ella se entregó con generosidad en todos los aspectos de su vida, dio lo mejor de sí en el periodismo y la literatura (publicó un libro de relatos, participó de antologías y escribió biografías que dan gusto leer) y supo ser amiga, compañera, confidente y consejera. Amaba la buena charla, el café y la música de Joan Manuel Serrat. Enamorada de su familia, tenía un control remoto en su corazón para estar en otro lugar sin desconectarse de sus querencias.
Se marchó su cuerpo físico, pero sigue alumbrando con sus enormes ojos verdes, riendo a carcajadas, haciendo bromas, festejando las alegrías de sus amigas y vistiéndose como una diosa, porque “antes muerta que sencillita”.
Me quedo con su imagen recorriendo la redacción del diario, diciendo “che, la reina”.
Adiós, Marycruz
Te fuiste muy pronto, pero sé que te fuiste feliz porque tu nietita te acompañó en los últimos momentos.
Eras una trabajadora incansable y el periodismo fue tu vocación.
Hiciste muy feliz a mucha gente y en tu pequeña familia, con tu marido y tu hija que sobrevivieron al fallecimiento de tu hijo estaban contentos porque volviste del hospital.
Ellos no sabían que eran los últimos días que te verían, estabas feliz, seguías trabajando desde tu casa sintiéndote necesaria como realmente lo eras.
Ahora estás en otro plano y te pedimos que nos cuides.
El periodismo siempre va a necesitar mujeres como vos con experiencia, con una formación impecable. Estabas al tanto de todo, porque en realidad eras una periodista de raza tanto en la radio como en la prensa escrita, tuve el gusto de conocerte y espero que nos encontremos después.
“Una aguda inteligencia y una pluma exquisita”
“Es difícil hablar de Marycruz Najle. Resumir una personalidad tan rica como la ella tuvo. Hemos tenido entre nosotros una persona dotada de rasgos extraordinarios, que en su conjunto compusieron una mujer tan talentosa como encantadora. Porque si en su faceta profesional brilló con una aguda inteligencia y una pluma exquisita, en su costado humano conquistó y se ganó el profundo afecto de quienes la conocieron, pura sensibilidad y energía viva que se entregaba generosamente, adornada por un humor rico e inagotable. Y este lado humano se alió al profesional, otorgándole una riqueza que floreció en todo su camino.
Si es difícil hablar de Marycruz desde esa posición que pretende un retrato resumido, lo es más aún cuando la vida nos la puso al lado como compañera de nuestros afanes más entrañables, de nuestros sueños y obsesiones, de nuestros secretos más hondos… Quien escribe estas breves líneas ha tenido esa extraordinaria suerte, nobleza obliga decirlo, gracias a esa profesión incanjeable del periodismo que nos unió en esas salas ruidosas de redacción en que bullía la vida de aquellos años, algunas décadas atrás. En esas enormes salas en que quedaron nuestras búsquedas y deslumbramientos ante el lenguaje frondoso de una profesión tan rica y humana como la soñábamos, nos encontramos hijas gemelas, mujeres por azar o por destino de un tiempo henchido de incertidumbres e inseguridades, pero también de ilusiones y atrevimientos… Y esta hermana me enseñó y alimentó el humor que yo tenía oculto en algún lugar de mi sensibilidad. Para matarnos de risa de todo lo más grave que le pasa a este mundo despistado. Para aliviar con la risa lo que a veces lastima profundamente el alma. La vida me regaló esta Marycruz, mejor dicho, a Maricruchi, como yo la bauticé en algún momento de esos años que compartí a su lado como un privilegio impagable”.
Supo convivir en sus dos orillas
Marycruz tenía muchas pasiones: su familia, el periodismo, Joan Manuel Serrat, Boca Juniors... y la música. Dejó su Córdoba natal, pero la trajo a cuestas llena de zambas y en Paraguay se encaramó de nuestra música en las mejores voces. Serenatas y noches de bohemia con Vocal Dos son parte de los maravillosos recuerdos de un gran ser humano que supo siempre convivir en sus dos orillas.
Hablábamos mucho de música al día siguiente de aquellas maratónicas coberturas de los festivales de un tiempo que ya fue. Le gustaba conocer el significado de la obra poética de las canciones y trató siempre de entender el guaraní, al que consideraba un idioma de sentimientos. El periodismo y la música nos unieron y su alma solidaria estuvo presente siempre a pesar de los cierres de medios de comunicación. La pandemia también trató de separarnos, pero la tecnología nos ayudó a estar siempre conectadas. Y seguiremos así... nostálgicas y evocativas escuchando a Joan Manuel y a Carlos y Necho… así en la tierra como en el cielo.
Amiga querida, compañera de sueños y luchas, gran periodista, genial escritora, fiel esposa, madre y abuela. Todo eso eras y en nuestro corazón el alma noble que siempre demostraste. Duele tu partida, pero tu cuerpo descansa. Quedarán por siempre las charlas y tu recuerdo de gran ser humano. Agradezco a Dios haber compartido una parte de tu vida.
Su partida abre un largo canal de ausencia
Historias de la radio”, la página dominical de La Nación que escribo no con mucha regularidad desde el 15 de setiembre de 2019, siempre se ha enriquecido con sus orientaciones y aportes literarios –tan amplios y tan generosamente brindados a sus colegas y amigos– haciendo que el trabajo investigativo que publicamos sea un material de lectura del agrado del lector ávido de conocer esa parte de nuestra historia.
Hablé con ella un poco antes de la reanudación de las publicaciones, en el mes de octubre pasado, ocasión en la que me alentó a seguir escribiendo y publicando, y a concluir el libro con el mismo título que encabeza la página dominical asignádame en el que también estamos en los detalles finales. Marycruz siempre se mostró interesada en el trabajo que hacemos y siempre tuvo la salida oportuna y la acertada visión periodística de los materiales preparados para la edición dominical.
Pasó por varios medios periodísticos, desarrollando una tarea profesional de relevancia siempre, ganando un espacio importante en la consideración de los colegas periodistas en donde su opinión pesaba y era respetada. Su sentida desaparición, víctima de una larga enfermedad, abre un largo canal de ausencia hasta la desconocida eternidad, en donde seguramente volveremos a encontrarla con el mismo espíritu de generosidad, de afectos y conocimientos que la ha caracterizado siempre”.
Luto en el horizonte de los escritores paraguayos
Se fue una gran escritora y periodista, integrante de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP). Ella deja recuerdos indelebles por la capacidad que tuvo para relacionarse con los demás. Atenta, sonriente, inteligente y llena de fervor creativo. Así queda la imagen querida de Marycruz Najle, quien durante su vida no escatimó en dedicar sus esfuerzos a la escritura. Lo hizo desde la trinchera periodística y desde el amplio espacio creativo de la literatura. Su actividad profesional, en los últimos años, ejerció en el Diario La Nación, con la edición dominical y el liderazgo creativo donde creó significativos espacios que visibilizaron a figuras trascendentales del arte. Entre una importante cantidad de publicaciones, su libro de relatos “El olor del mundo” (2018) fue anunciado con fervor por la SEP, y ocupó un considerable espacio en los medios de comunicación y en el corazón de los lectores, siempre atentos al trabajo de nuestra excelente escritora.
Si bien nació en Córdoba, Argentina, Marycruz Najle vivió en Paraguay desde aquella rutilante y difícil década del 80. Desde entonces se comprometió con la escritura: la literatura y el periodismo. Ambas actividades fueron abrazadas con pasión. Escribió libros de narrativa y produjo una impresionante cantidad de materiales periodísticos que sirvieron para vislumbrar su entereza y honestidad. Fuimos compañeros de redacción en el Diario Noticias. Entonces con su querida amiga Lita Pérez Cáceres hacían un periodismo literario de alto vuelo, de pura calidad y ensoñación.
La Turca y su sonrisa a medio hacer
No recuerdo exactamente cuándo la conocí. Solo puedo estimar que desde un principio su presencia quedó fija en mí por una serie de factores que me resultaron llamativos. Fue en el viejo diario Hoy, donde siguen ululando los duendes periodísticos más talentosos con los que convivo aún en mi memoria, memoria a la que ahora se suma ella.
Aunque tímida, porque era nueva en la redacción, su presencia se imponía, por su elegancia y por esa belleza exótica que se proyectaba desde su rostro en el que se dibujaba una sonrisa tenue, a lo Gioconda, que, aunque no terminaba de formase nunca del todo, connotaba un espíritu en el que bullían sentires de los más intensos.
Y luego, su tonito cantarino. “Soy cordoooobesa”, me dijo en algún momento. Llevaba viviendo aquí bastante tiempo y su familia era paraguaya. Pero su acento era parte indisoluble de ella misma, la Turca. Y su calidez. La enorme capacidad para relacionarse con toda la gente de esa redacción en la que había cada espécimen.
Y todo eso estaba coronado con un dosificado talento periodístico, que se notaba en un estilo de redacción que disparaba chispas de creatividad no común. Nos hicimos compinches. Conversar con ella era llenarte de vida y de optimismos. Aunque ella llevaba dentro penumbras emocionales que jamás dejaba que cubrieran totalmente su actitud. Madre coraje, enfrentó una enfermedad de su hijo, al que amaba casi con desmesura, algo que solo una mamá sensible como era ella podía entender.
Ambos tomamos caminos periodísticos distintos, pero seguimos unidos en ese sentimiento tan noble de la fraternidad. Las veces que nos veíamos eran fiestas totales. Le requerí varias veces que se dedicara a la literatura, dada su calidad de narradora. Hasta que un día, siendo yo presidente de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP), le publicamos su primer y único libro: “El olor del mundo”, un muestrario de su talento creador; su legado a las letras en el Paraguay.
Una tarde, Anita González me lo contó. Quedé frío. El mal le estaba creciendo sin posibilidad de retorno. Nos habíamos visto poco antes en una feria librera y, aunque la acerqué a su casa, la Turca no me dijo nada. Y después, la consecuencia inexorable.
Y me quedé sin su sonrisa a medio hacer, sin su conversación exultante, sus confesiones que las atesoro muy dentro, con su dolor asordinado por su deseo de vivir para los suyos. Un día me quedé sin Marycruz. Nos quedamos todos sin Marycruz. Aunque no sé si esto es completamente cierto. Porque de alguna forma, la siento: en su libro y en ese recuerdo cómplice que no creo me abandone nunca.
Resaltaba por sus modos refinados
No fuimos amigos, pero siempre nos tratamos con recíproco respeto y admiración, por lo menos de mi parte, ya que siempre resaltaba por sus modos refinados y su vasta cultura, que sin embargo expresaba con proverbial sencillez.
La tuve en aquel formidable equipo de creatividad y producción de un programa llamado “Contra viento y marea”, que supimos hacer con Nila López en los 90 en Canal 9. Allí, Marycruz Najle conformó equipo con Lita Pérez Cáceres y Maluli Vera.
Ahora que lo pienso, aquella fue una asonada feminista conducida por la inefable Nila, que combinaba entrevistas con breves teatralizaciones previas a los temas que iríamos a tocar en cada capítulo. Así, por ejemplo, una vez me tocó hacer de marido holgazán, traicionado por su mujer, aburrido y poco atractivo. El papel de mi “cuerno” lo interpretó nada menos que Rubén Vysokolán.
La verdad es que nos divertíamos un montón con aquellos libretos escritos por Marycruz, Lita y la propia Nila, todas ellas de fulgurante carrera literaria en el plano local e internacional.
Muy amiga de sus amigas, no era raro ver a Marycruz en veladas artísticas, literarias, teatrales o de artes plásticas junto con Clota Cabral, Milia Gayoso, Susy Delgado y tantas otras.
Paz en su tumba para esta mujer que dedicó su vida entera a la pasión de escribir y comunicar. Un aporte inconmensurable para la cultura de nuestro país. Una dama que eligió despedirse con su habitual elegancia en medio de una suave lluvia de noviembre.
EL HUMOR ERA SU SELLO IDENTIFICATORIO
Secretaría de Cultura
Cordobesa de la vecina Argentina por nacimiento, había formado una familia que la trajo al Paraguay, país que se convertiría en su patria de adopción de cuerpo entero. María Isabel Najle de Alé, más conocida como Marycruz Najle, periodista y escritora de exquisita y sensible palabra, brilló especialmente en las páginas de los principales periódicos paraguayos en los que derramó generosamente su profunda vocación, ganándose entre los periodistas jóvenes el calificativo justiciero de maestra. La vida le había puesto algunas pruebas duras que ella sorteó admirablemente, sin perder jamás un humor que era su sello identificatorio y su espíritu inagotable. Solo una enfermedad inesperada pudo bajar sus brazos, pero nos deja el ejemplo de una vida vivida con pasión y entrega plena.
La Secretaría Nacional de Cultura se suma a la consternación de la comunidad cultural, en especial a la de los medios de comunicación, expresando su sentido adiós a esta paraguaya de honor que nos deja un legado de altísimo valor como semilla preciosa sembrada frente a las generaciones futuras.