En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos visita a Norma Bogado, de la Organización Cultiva Paraguay de la comunidad de Ybyraty, distrito de Escobar, departamento de Paraguarí. Entre muchos otros aspectos que hacen a la actualidad del campo, Bogado comparte las experiencias de autogestión de su comunidad y brinda su visión de la agricultura no solo como una actividad productiva, sino como una forma de vida integral y de relación con el medio ambiente.

  • Fotos: Pánfilo Leguizamón

–ADS: Doña Norma, muchos años de agricultura, muchos años de historia en la orga­nización de hoy.

–NB: Upeichaite (Así mismo). Prácticamente areko guive uso de razón amba’apo la kokuépe. (Desde que tuve uso de razón trabajé en el campo). Che sy ha che túa ha’e voi campesina ha campesino, productores hikuái. (Mi madre y mi padre ya eran campesinos). De una familia muy pobre. Entonces, ore oretuichamimi guive roñepyrû romba’apo, ro ayuda chupekuéra hetaiterei mba’épe. (Nosotros con mis hermanos desde que empe­zamos a crecer ya trabajába­mos, les ayudábamos a ellos en muchas cosas). Entonces, prácticamente desde que yo me sentí trabajé en la chacra.

–¿Te dedicás a la agroeco­logía?

–Sí, a la agricultura soste­nible y sustentable actual­mente, porque con papá fumi­gábamos, usábamos veneno, pero es muy intoxicante y le enfermó a mi papá. Luego le encontré a mi compañero y formamos una familia y seguimos trabajando fumi­gando, porque no había quién nos dé formación. Ya después de entrar a la organización aprendimos lo que eran los agrotóxicos, los químicos, y cómo afectaban la salud por­que nos afectaron muy gra­vemente.

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CONCIENCIA

–¿Aún hay muchos que tra­bajan con agrotóxicos?

–No, ya no, porque ya se sabe que producen enfermedades y ya hay conciencia y la gente produce agroecológicamente en sus huertas, pero es muy difícil.

–¿Por qué es muy difícil?

–Porque se cambia el sistema de trabajo. Es totalmente diferente la agroecología, la diversidad. Hay que plantar más de lo que se desforesta.

–¿Y cómo se controlan los bichos y las malezas?

–En tambores tenemos abono verde y controlamos los bichos con plantas medi­cinales que protegen las plan­taciones. Si se planta tabaco en los costados, no entran los bichos.

–Lleva más trabajo, pero garantiza calidad.

–Así es. Acá se siente un ambiente sin contaminación.

–Es muy importante la organización, ¿verdad?

–Sí, es muy importante. Nosotros a través de eso nos informamos. Por la falta de información es que pasan muchas cosas y hay que tener formación para entender. Y eso es posible gracias a la organización, porque ahí se hace el inter­cambio y se recibe mucha educación. Porque cuando te dicen nomás es difícil de creer, pero cuando ves que le pasa algo a tu familiar, que se enferma y no tiene solución, ahí se aprende.

–La organización tiene ese componente de capacita­ción gracias al cual llega­ron a ese conocimiento…

–Así es. Tenemos talleres educativos y aprendemos lo que es la alimentación sana. Ahora tenemos muchos pedidos porque la gente está optando por la alimenta­ción sana. Para esto es muy importante la organiza­ción y la comunicación, por­que la gente muchas veces piensa que organización sig­nifica solo movilizaciones y en muchos lugares dicen de nosotros que somos haraga­nes, que no cultivamos.

–¿Qué tipos de cultivos tenés y en qué extensión?

–Acá tenemos dos hectáreas y cultivamos tres variedades de maní, seis variedades de maíz, también poroto.

NECESIDADES

–¿Y cuáles son las princi­pales necesidades que tie­nen?

–Y para nosotros es muy importante la nueva tecno­logía porque el cambio climá­tico es muy agresivo, destruye los cultivos. Necesitamos sistemas de regadío, mallas media sombra. Si no educa­mos a las nuevas generacio­nes, se van a perder los cono­cimientos y qué van a comer. Van a comer enlatados. Nosotros pedimos reforma agraria, para que las nuevas generaciones se queden en el campo. Yo tengo seis hijos, todos profesionales. Dos son ingenieros agrónomos, pero dónde van a implementar sus conocimientos aunque ten­gan mucho interés. Ahora no se puede porque no hay como­didad ni mercado con este sis­tema.

–¿Qué cambios se deberían dar a nivel estatal para que respire de nuevo la produc­ción?

–Y el Estado debe estar pre­sente para responder a las necesidades. Acá en el campo hubo sequía, después muchas lluvias y se destruyen los cul­tivos. No tenemos sistemas de regadío, media sombra, no tenemos tejido y eso debe garantizar el Estado para que el productor y la productora puedan garantizar también el alimento al consumidor. ¿Y si eso no tenemos todo eso qué podemos hacer? Ape­nas lo que podamos. Acá en la comunidad hay un solo ser­vicio de extensión donde hay veterinarios y cuando consul­tamos sobre problemas que tienen los cultivos, cuando recibimos la respuesta des­pués de un mes la planta ya está muerta. Entonces no hay una asistencia permanente.

–¿Cómo ven el problema del mercado?

–Y en este tema estamos en resistencia. Primero debe haber producción y tra­bajo colectivo entre con­sumidores y productores, porque nosotros estamos tratando de evitar los inter­mediarios. Por eso tenemos muchos pedidos ahora por­que producimos alimentos sanos, frescos, que no están enlatados y sabemos que esa es la vida que está en nues­tro cuerpo. Hace cinco años que ganamos un mercado en Asunción que es perma­nente y no fallamos ninguna vez. En Karu Las Mercedes y Karu Santa Teresa estamos todos los miércoles y sába­dos. Muchos clientes vienen a hacer acá visita en el campo y para nosotros eso es vida, tra­bajamos sin intermediarios.

INTERMEDIARIOS

–En el caso de ustedes, ¿cómo les afectan los inter­mediarios?

–Y nos afecta en el precio. Por ejemplo, terminamos de cosechar papa y cebolla y peleamos vender por 40.000 guaraníes la bolsa con los intermediarios y vamos y encontramos que están vendiendo a 120.000 gua­raníes en el mercado. Eso ya es mucho. Y si eso uno se va a comprar del mercado para vender en los barrios de Asunción, ¿cuánto termina saliendo? Y frente a eso esta­mos luchando para vender nosotros mismos nuestra producción sin intermedia­rios y eso gracias a que reci­bimos de los compañeros y compañeras formación per­manente. Y así entendemos cómo funciona el mercado. Muchos compañeros salen a vender al costado de las rutas porque el problema es la falta de medios de transporte. Y así vamos luchando con la Gobernación y la Municipa­lidad, porque a veces ponen dos o tres veces y luego ter­mina el combustible y eso es un problema porque no se puede mantener un mer­cado. Es imposible, porque yo no puedo decir “este miérco­les no voy, el otro miércoles sí voy”. Hay medios, pero falta la voluntad política.

–¿Y llevan muchos pro­ductos o se especializan en algunos rubros?

–Nosotros llevamos unos 25 productos. Por ejemplo, del maní llevamos maní tos­tado, maní ku’i, maní con coco, maíz tostado. Tenenos muchas variedades. De cada producto hacemos muchas cosas. De la mandioca lleva­mos almidón, fariña.

–¿Y cómo reciben los supermercados los produc­tos agroecológicos?

–Es muy difícil, porque el con­sumidor va a ir a encontrar algo fresco y va a encontrar un sabor muy diferente a un precio más barato.

–¿Cómo está la situación en cuanto a la protección de las semillas?

–Por lo menos las organiza­ciones campesinas son las que protegen las semillas, hay un esfuerzo para no depender de la compra. Sin embargo, el Estado ofrece semillas viejas porque tiene almace­nadas, vende caro y en esta sequía te ofrece cuando ya están todas descompuestas. En dos oportunidades nos trajeron semillas y ninguna brotó. Son semillas envene­nadas y quién quiere consu­mir veneno.

–¿Y eso qué significa?

–Y que están tratadas con venenos que nos enferman. Nosotros hablamos con pro­piedad porque nos intoxi­camos con ellas. Entonces nosotros somos los que pro­tegemos las semillas nati­vas. Nativa quiere decir no solo la variedad de colores, sino que no guardamos en tambores ni los tratamos con sustancias para volver a cultivar. Año tras año levan­tamos con la cáscara y luego enterramos de vuelta y ger­mina. Es un ciclo totalmente natural. Sin embargo, con las semillas que ofrece el Estado, el Ministerio de Agricultura o el Senave (Servicio Nacio­nal de Sanidad Vegetal y de Semillas) en este caso, año tras año hay que comprar la semilla. Entonces se limita el trabajo, el tiempo, la econo­mía. Así no se puede.

–¿Hay pérdida de semillas por falta de protección?

–Todas las semillas están en riesgo. Por ejemplo, el maíz y el poroto. En el caso del maní casi ya no hay. Lo más grave para nosotros es que se traiga de otro lado. Eso daña mucho nuestra economía.

LA PANDEMIA

–¿Cómo está el tema de la alimentación?

–Es preocupante. En la pan­demia se sintió todo. Por un lado la pandemia fue posi­tiva para nosotros porque la gente empezó a razonar, se empezó a cultivar mucho, en cualquier lata la gente culti­vaba un pedazo de cebollita y lechuga. Era muy preocu­pante porque ya no había qué comer en el campo porque ya no se vendía. Y muchas veces la gente quiere vender nomás y no piensa en aquel que con­sume. Y vendía y se iba a com­prar del supermercado lo que iba a comer. Y eso se revió con la pandemia por lo menos en un 30 %, porque se empezó a cuidar más la alimenta­ción, ya que de eso depende la salud.

–¿Y cómo se está en educa­ción en este sentido? ¿El Estado ofrece algún tipo de capacitación?

–El Estado ofrece un tipo de capacitación muy diferente. Ellos vienen con su proyecto y su paquete. Yo muchas veces participé porque por el tema de comercialización tuve que estar presente, porque nece­sitamos vender nuestros pro­ductos, pero es muy diferente la proyección. Ahora se habla de agroecología en el Minis­terio de Agricultura, pero es totalmente diferente. Cómo por ejemplo si no tengo tie­rra voy a meter maquinaria. Es imposible. Por qué voy a plantar eucalipto. De qué me sirve. Mata la tierra, elimina el agua. Ese es un paquete. El Estado habla de una agroeco­logía, pero es algo totalmente diferente a lo que nosotros ofrecemos.

–Hablaste de un tema fun­damental que es el agua. ¿Cuál es la situación en ese sentido?

–Y ahora está faltando. Tene­mos tres pozos artesianos que abastecen a la comuni­dad y el agua que nos man­tiene a 2.000 a 3.000 fami­lias es de la reserva. El agua es sana, pero ya se cavaron muchos pozos artesianos y eso va secando la reserva.

–El cambio climático tiene un significado muy potente para el productor, ¿ver­dad?

–Claro. Estamos viviendo eso con las tormentas, gra­nizadas, sequía, cosechas que se descomponen. Eso nos genera mucha preocupación.

RECLAMO

–¿Qué reclamos le harías a las autoridades?

–Ellos también tienen fami­lia y consumen seguramente en sus mesas lo que nosotros producimos. Ellos dicen los “pequeños productores”, pero nosotros nos sentimos grandes por la cantidad de personas a las que alimenta­mos con alimentos sanos. Les pedimos que sepan ver y que nos proporcionen lo que nece­sitamos. No es mucho lo que pedimos para mantenernos en nuestras chacras para ofre­cer alimentos. En los super­mercados no podemos entrar porque nuestra producción debe ser grande y brillante, aunque por adentro no tenga nada. Hay mesas de trabajo, asistimos, no es que nos que­damos sentados a esperar­les. Acá tenemos autorida­des que son nuestros vecinos, nos conocen todo y muchas veces a ellos les pedimos, pero no encontramos respuestas. En las huertas faltan agua, infraestructura. ¿Cómo se va a sobrevivir sin formación? No se va a poder, eso provoca la migración. Nosotros quere­mos un equipo de trabajo para que haya trato directo con las autoridades, sin intermedia­rios. Nosotros no queremos operadores de la zona. Está empeorando la situación en el campo y habrá hambruna.

–Aparte de los problemas que hay, ¿qué cosas te dan esperanza y motivación para continuar adelante?

–Para nosotros el buen vivir. Trabajamos para la vida. La gente tiene muchas enfer­medades y tenemos espe­ranza de que las personas reflexionen al lado nuestro, por eso trabajamos desde el campo y lo urbano. Casi el 70 % u 80 % de la gente del campo está en la ciudad.

–¿Ves que los jóvenes pue­den tener una nueva con­ciencia si conocen el tra­bajo de ustedes?

–La juventud es el presente, no el futuro. Ya sienten todo lo que pasa y están concien­tes. Entonces en sus manos está el cambio del presente.

–¿Toda tu alimentación sacás de tu chacra?

–Sí. Acá tenemos todo. Saca­mos la mandioca y lo que no comemos le damos a los ani­males, entonces no se desper­dicia. Mantenemos nuestra cultura y tradición.

“Por la falta de información es que pasan muchas cosas y hay que tener formación para entender. Y eso es posible gracias a la organización, porque ahí se hace el intercambio y se recibe mucha educación. Porque cuando te dicen nomás es difícil de creer, pero cuando ves que le pasa algo a tu familiar, que se enferma y no tiene solución, ahí se aprende”.


“Y para nosotros es muy importante la nueva tecnología porque el cambio climático es muy agresivo, destruye los cultivos. Necesitamos sistemas de regadío, mallas media sombra. Si no educamos a las nuevas generaciones, se van a perder los conocimientos y qué van a comer. Van a comer enlatados. Nosotros pedimos reforma agraria, para que las nuevas generaciones se queden en el campo”.

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