Este domingo Toni Roberto hace una rara asociación entre una obra de teatro y el legendario Bar América, de barrio Jara, a partir del cumpleaños 83 de Lucy Yegros y José Luis Ardissone.
- Por Toni Roberto
- tonirobertogodoy@gmail.com
Es tarde y en la esquina de Dominicana y Florida a lo lejos veo una multitud que entona la versión más desafinada de “Che maitei”. A la cabeza, Hugo Bogado Barrios, un legendario arquitecto y dibujante de otras épocas; Ilse Sirvent, Eli Yegros, Lili Segovia y la reina del América Gloria V. Pecci, quienes siguen cantando aquella pieza que siempre desea “felicidades dicha y ventura”, una música de Julio César del Paraguay y letra de Matías Ferreira Díaz. Es el cumpleaños 83 de la vicerreina, así se autoproclama ella, Lucy Yegros. En el fondo atendiendo el anfitrión, don Quintín “Chiqui” Notari.
UN CUMPLEAÑOS Y UN VELORIO
Como es de esperar alguna cosa particular en esta histórica zona de Asunción, en pleno festejo, al lado, el velorio de un antiguo vecino, pero la noche sigue y hasta aquel que partió deja su alma feliz en ese rincón folclórico, convertido en un duende más de aquel viejo bar barriojarense.
Ahí, bajo el embrujo de la luna, brilla el techo de zinc y el gran mango cobija bajo el añejo piso de ladrillos a los parroquianos. ¿Quién dijo que un espacio de música paraguaya debe tener lucecitas montadas para escena? No, de ninguna manera. Acá lo humano, el cariño y la camaradería reemplazan al papel del lujo, la fanfarria y las alfombras rojas.
¡AY, DIOS MÍO!, ARDISSONE
Del otro lado, a tres barrios de distancia, José Luis Ardissone reposa en su casa, que había diseñado hace más de cincuenta años, tomando energías para la noche siguiente de “¡Ay, Dios mío!”, una obra de teatro que lleva a escena con Ana María Imizcoz y Matías Miranda, bajo la dirección de Patricia Reyna, en la que Imizcoz es una psicoanalista de niños que atiende al Señor D (Dios).
Pero ¿por qué esta asociación de temas? Por nada, sencillo. Tanto Lucy, la vicerreina del bar, como José Luis, arquitecto y teatrero, cumplen sus gloriosos 83 años con solo días de diferencia. Los dos son amantes del arte y se encuentran en la flor de la edad, trabajando con todas sus fuerzas, cada uno en su mundo.
Juntarle a los dos en una charla fue todo un honor, un canto a la vida y un ejemplo para aquellos que no ven un horizonte, una muestra de que el arte está llamado a curar todos los problemas, todas la heridas y a potenciar al ser humano, como ellos lo demuestran.
LUCY, LA GATA BIANCA ES BIANCO
Al final del camino, me siento a conducir. A mi lado, Ardissone; atrás, Lucy. Llegamos a destino. Lucy se baja, con su elegancia vernácula de siempre, a su casa de “Yegrosleta”, así le llaman a esa zona donde abundan los Yegros. Le recibe Bianco, su gato, que lo consiguió en el Bar América y a quien le bautizó Bianca, pero el veterinario le dijo: “Señora, no es Bianca, es Bianco”. Así fue bautizado el felino.
Seguidamente, dice: “Esperen, tengo un ritual”. Arranca un racimo de su jazmín y le entrega a José Luis, otro a mí y luego se despide. Después le dejo a Ardissone en su casa de la, hoy, ruidosa calle Dr. Morra casi Tte. Vera del barrio aledaño, pero en el habitáculo queda un hermoso aroma a Jazmín del Paraguay, que me inspira a escribir “¡Ay, Dios mío! ¡El Bar América!”, una rara mezcla, y a darme fuerzas para seguir buscando más minúsculas historias asuncenas de ayer, de hoy y de siempre.