En esta edición del programa “Expresso”, trasmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos conversa con el pensador colombiano Bernardo Toro sobre la filosofía del cuidado. Esta es una línea de pensamiento que busca resolver la paradoja creada por la especie humana, que con los grandes avances logrados en todos los campos también ha puesto en entredicho su propia existencia a raíz de la destrucción del planeta por el afán excesivo de acumulación y un modelo de éxito basado en la exclusión.

  • Fotos Emilio Bazán

ADS: ¿Por qué un exitoso que no mira alrededor puede ser un riesgo mor­tal de cara al futuro?

–BT: El problema es cómo ordenamos el mundo. Hay una frase muy antigua que dice “nadie ve más reali­dad que la que puede cla­sificar”. Hay sesgos men­tales y en Occidente nos hemos acostumbrado a ver la realidad según el para­digma de la acumulación, el poder y el éxito. Antes hubo por ejemplo el para­digma del guerrero, el hom­bre importante era el que hacía muchas guerras. Des­pués hubo el paradigma del santo, después hubo el paradigma del sabio y ahora es el paradigma de la acu­mulación. Por eso todos los jóvenes quieren estudiar business administration.

–Entonces, ¿qué pasa?

–Es un paradigma y un para­digma produce consecuen­cias. El paradigma de la acu­mulación, el poder y el éxito ha producido cosas muy buenas como la medicina moderna, los viajes espacia­les, la física del estado sólido y sobre todo las comunicacio­nes de cuarta y quinta gene­ración, pero ese paradigma también ha generado un mon­tón de problemas que básica­mente son el calentamiento global, la contaminación de los suelos, la inequidad.

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Entonces ahora nos encon­tramos con un problema que, por una parte, hemos creado cosas muy buenas, pero al mismo tiempo por obtener esto hemos puesto en riesgo la especie. El calentamiento global no es un problema ni de derecha ni izquierda ni cató­lico ni ateo, simplemente es un problema de la especie porque es la casa donde vivi­mos, la casa común, el pla­neta. Entonces la pregunta que hay en este momento es ¿cómo hacemos para con­servar todo esto que hemos logrado bueno? y ¿cómo hace­mos para enfrentar este daño que hemos creado?

CAMBIO DE PARADIGMA

–¿Y cómo hacemos?

–Y toca cambiar de para­digma. O sea, este problema no lo podemos solucionar con el mismo paradigma con que hemos creado la paradoja, porque de sí mismo no se puede solucionar porque él es el que lo ha creado. Enton­ces hay que cambiar de para­digma y ahí viene la pregunta de ¿cuál es el paradigma que nos permite conservar esto y enfrentar esto? Y es el cui­dado, saber cuidar, entonces ahora la gran tarea es cómo lograr hacer el paradigma, porque no basta con cam­biar un paradigma, sino que tiene que resolver todos los problemas que resolvió el paradigma anterior y debe resolver los problemas que no podía resolver el paradigma anterior. O sea, el cuidado tiene que resolver ¿cómo cuidar todo esto? y ¿cómo enfrentar los problemas que hemos hecho? Y eso es lo que se llama hoy el enfoque del paradigma del cuidado.

–En algún momento escu­ché una mirada casi profé­tica respecto del tema por parte de Leonardo Boff.

–El gran pensador, la gran fuente del concepto del cui­dado es Leonardo Boff con un libro que publicó en 1999, que se llama “Saber cuidar”, en portugués. La palabra pro­fecía es muy importante por lo siguiente. Otro teólogo peruano, Gustavo Gutié­rrez, dice una frase: “¿Qué es profecía? Es lo que ya es, pero todavía no”. Ahora esta­mos en un momento así. Ya es, pero todavía no. O sea, nos damos cuenta de ya que no podemos seguir con el mismo paradigma de acu­mulación, poder y éxito. Nos damos cuenta de que ya hay que comenzar a cons­truir el nuevo paradigma del cuidado, pero todavía no creemos y todavía nos falta mucho camino por recorrer.

–¿Cuáles son los aspec­tos fundamentales de la filosofía del cui­dado?

–Leonardo Boff decía “el que ama cuida y el que cuida ama”. O sea, la mayor expresión del amor es cuidar y la otra frase, que es la que más profética me parece a mí o más estratégica, es el cui­dado, que es el único compor tamiento que permite repa­rar el daño pasado y prevenir el daño futuro. Cuando uno aprende a cuidar sana y protege, y eso solamente lo tiene el cui­dado. El cuidado es una forma de ver el mundo, es un para­d i g m a . Entonces tiene que poder tener respuestas para la vida cotidiana, para la polí­tica, para la economía, para el pensa­miento, para todo. Si no, no es un paradigma. Durante mucho tiempo el cuidado era un problema femenino. ¿Qué hacen las mujeres? Cuidan. Y usted qué hace. Yo trabajo, yo consigo. Ese concepto del cuidado era totalmente doméstico y sigue siendo importantísimo porque ya ahora hay todo un desarro­llo sobre eso. Hoy el cuidado es un problema paradigmá­tico, es una teoría para orde­nar la realidad.

APRENDER EL CUIDADO

–¿Y cómo comenzar?

–El cuidado como paradigma tiene que aprender a decirme a mí cómo me cuido yo mismo y cómo cuido a los cercanos, cómo cuido a los lejanos, cómo cuido la econo­mía, cómo cuido la política, cómo cuido el pen­s ami ent o, todo. Enton­ces podemos comenzar a desarro­llar cómo se apli­can a esas di feren­tes cosas. El cui­dado de sí mismo digamos que es el punto más impor­tante. La pande­mia nos enseñó una cosa: que el bien más importante de un ser humano se llama la salud. Y el cuidado enseña a no confun­dir salud con medi­cina. La formación que nosotros tene­mos es de enfermedad, no de salud. La gente cuando saca un seguro de salud no está sacando un seguro de salud, saca un seguro de enferme­dad y eso ha hecho que la gente le preocupe más los hospitales y las medicinas que la salud porque la salud hay un principio que nació en Alma Ata (capital de Kaza­jistán) y dice lo siguiente: “Medicina para todos no es posible en ninguna sociedad, salud para todos es posible en cualquier sociedad”. Por­que la medicina es un pro­blema de ciencia, inversión y tecnología, y la salud es un problema de educación y comportamiento. La pande­mia nos enseñó la diferencia cuando la gente se cuidaba, se ponía el tapabocas, se lavaba las manos. Eso se llama pre­vención, salud, compor­tamiento, difícilmente se enfermaban. Mientras más gente se cuidaba, había más chance de que las unidades de cuidados intensivos estu­vieran disponibles. Cuando la gente no se comportaba bien, comenzaba a ir a hacer fiestas aumentaba la enfer­medad. Entonces un país que aprende mucho de salud va a tener siempre buena medi­cina porque se enferman muy pocos. Cuando un país no sabe de salud, ningún sis­tema médico va a alcanzar. Entonces uno de los líos que tenemos es que confundimos las dos cosas. El cuidado te enseña que lo importante es la salud, cuidar de sí mismo, pero también significa apren­der a cuidar el espíritu, que ese un punto más difícil porque nosotros confundi­mos la espiritualidad con la religión. Toda religión tiene espiritualidad, pero no toda espiritualidad es religiosa. El budismo es una espirituali­dad y es ateo. ¿Qué es la espi­ritualidad? Es la capacidad de trabajar por disminuir el dolor en los otros, el no daño. Entonces la gran tesis de la espiritualidad del cuidado es el no daño

–¿Qué es saber cuidar?, ¿saber hacer transaccio­nes?, ¿ganar-ganar?

–El cuidado es apren­der a hacer transacciones, ganar-ganar a nivel econó­mico, a nivel político, a nivel social, a nivel emocional y a nivel cultural. Otra cosa que nos enseñó la pandemia es que un templo no es nada, que un centro comercial no es nada, que una discoteca no es nada, que un estadio no es nada si no hay gente, que lo que hace el templo es la litur­gia, los sacerdotes; lo que hace el estadio son los jugadores, los hinchas, etc. La pande­mia nos enseñó que la reali­dad está constituida por tran­sacciones. Una pareja son sus transacciones, una empresa son sus transacciones, sus contratos. Esas transaccio­nes pueden ser de tres tipos, ganar-perder, perder-perder, como una guerra que es una estupidez completa, o inter­cambios ganar-ganar.

–El ganar-perder es el sumun del exitismo.

–Es el juego de la acumula­ción del poder. Ganar-per­der es el juego del suma cero. ¿Qué es la suma cero? Yo me llevo todo y usted se queda sin nada. El ganar-ganar es cómo logramos hacer una transacción en la que usted tenga beneficios y yo tam­bién. El mejor ejemplo. Dos personas están peleando por una mandarina. Yo quiero la mandarina, el otro dice yo también la quiero. Están jugando un juego de suma cero. Yo me quedo con toda la mandarina y usted con nada. Llega alguien y pre­gunta “¿usted qué quiere de la mandarina?”. “Yo quiero la cáscara para hacer dulce de cáscara de mandarina”, que es muy bueno, “y yo quiero la pulpa”, dice el otro. Enton­ces simplemente basta pelar la mandarina con cuidado y usted se queda con la cáscara, yo me quedo con la pulpa. Ese es un juego ganar-ganar. La acumulación del poder, el éxito nos formó para juego suma cero. Por ejemplo, en la educación el juego del niño más inteligente, la niña más bonita, el hombre más rico, la persona mejor. John Nash, el matemático Premio Nobel de Economía, decía que toda búsqueda de excelencia es excluyente, por lo que la única forma como la excelencia es incluyente es cuando es para todos. Una ciudad para vivir bien necesita agua de exce­lente calidad. Cuando el agua que llega al barrio más pobre es de igual calidad que la que llega al barrio más rico, la excelencia es inclu­yente. Lo mismo pasa con la educación. La educación no puede ser cuando hay un niño más inteligente. La edu­cación es excelente si todos los niños aprenden y por eso tiene que ver con el sistema de evaluación. Los colegios están hechos bajo el modelo de acumulación. La gran dificultad es cómo podemos hacer proyectos inclusivos donde la excelencia sea para todos.

–¿Cómo se inserta esta bellísima idea en estamen­tos tales como las políticas públicas, la educación, la cultura?

–La capacidad de inclu­sión de una sociedad, su nivel inclusivo depende de la cantidad y calidad de bie­nes públicos que esa socie­dad tenga. Eso se ve en un documental de Michael Moore, quien va a Finlan­dia y entrevista a un señor en la calle. “¿Usted qué pro­fesión tiene?”. “Ingeniero”. “¿Usted cómo seleccionó la escuela para sus hijos”. El tipo le dice “no entiendo la pregunta”. “Mi hijo va a la escuela del barrio”, le dice. El bien público llamado educación debe ser un bien excelente para todos. Pero en nuestros países la educa­ción no es un proyecto inclu­yente, es un proyecto exclu­yente que está fracturando nuestras sociedades, está polarizando nuestros paí­ses y eso es gravísimo por­que no hemos hecho de la educación un bien público. Hemos dividido la educación y hemos creado diferentes calidades.

FUTURO

–Sin embargo, usted tiene una mirada optimista al respecto de las trans­formaciones que se pue­den dar en nuestro con­tinente.

–Yo siempre pongo el ejem­plo de que la crisis climática es como la gravedad. Nada en el universo se escapa a la gravedad, nada. Una cosa interesante es que la grave­dad es la fuerza más débil del universo y que ordena el universo. El ordenamiento de lo débil es muy impor­tante porque lo débil per­mite que lo fuerte exista. Cuando el ordenamiento es lo fuerte, lo débil desa­parece y el sistema se des­equilibra. Hoy el cambio climático es el nuevo deter­minante de la vida, o sea, el cambio climático decide qué vamos a comer, cómo vamos a vivir, dónde vamos a vivir, qué podemos consumir. O aprendemos a cuidar o pere­cemos. Soy optimista con la América Latina por una razón muy sencilla. En los 22 millones de kilómetros cuadrados solo vivimos 650 millones de personas. O sea somos casi dos veces y media China en territorio con la mitad de los habitantes de China con la diferencia de que en China, de los 9 millo­nes de kilómetros, sola­mente es habitable el 42% más o menos. El resto es el desierto de Gobi. En cam­bio, América Latina toda es habitable, toda es cultiva­ble y es alta, que en el futuro va a ser muy importante. ¿A dónde cree usted que van a ir las grandes migraciones? El Pacífico Sur se va a inun­dar todo. Se calcula inclu­sive que Dominica y Haití van a desaparecer en 30 años. El mar está subiendo, la gente va a comenzar a migrar ¿a dónde? A un terri­torio donde todo sea culti­vable, todo sea habitable y sea alto. América va a ser el gran foco de migración del planeta para Asia y para el sudeste asiático y para el Pacífico Sur.

–Usted habla de que un aspecto importante es regular los sentimientos aflictivos.

–Desde el punto de vista com­portamental individual, los sentimientos aflictivos se solucionan siendo cons­ciente de ellos, hablando de términos personales. O sea, siempre vamos a tener envi­dia, siempre vamos a tener celos, siempre vamos a tener morbo, etc. La pregunta es ¿qué hacer?

–Salir de la negación o la prohibición a la adminis­tración.

–Lo que dicen los orienta­les es que usted siempre va a sentir celos, lo importante es que usted sea consciente. A medida que se vuelve cons­ciente de su ira, va a poder con­trolarla. La otra cosa es cómo generar esquemas colecti­vos de comportamiento, que es lo que hace Moisés. Piensa qué es lo que Moisés saca al desierto, es un pueblo que viene de múltiples culturas, naciones, etc., y utiliza para darles una orientación narra­tiva que ya existía, entre ellas muchas de las narrativas de fenicias, asirias, etc.

NARRATIVA

–Fabulosas narrativas como el arca de Noé.

–No es posible vivir sin narra­tiva porque la narrativa es cómo tratamos de ordenar el mundo para que tenga sentido y todos necesitamos una narrativa y cambiar de forma de vida es cambiar de narrativa. ¿Cuál es la gran narrativa hoy? Según los antropólogos, el ser humano tiene entre 70.000 y 100.000 años sobre el planeta y sola­mente el 10 de diciembre de 1948 fuimos capaces de hacer una definición de dignidad humana. Solo hace 70 años fuimos capaces de definir qué es una vida digna y cómo lo hicimos. Entonces cuando se cuentan los muertos de la Segunda Guerra Mun­dial, que fueron entre 50 y 60 millones, se reúnen los líderes y dicen “qué hay que hacer para que esta locura no vuelva a ocurrir”. Enton­ces se llega a la conclusión de que no hay tratado que pueda evitar otra guerra si no somos capaces de definir el ser humano de otra manera. Si se pueden admirar los dere­chos humanos, no hay nin­gún argumento que permita decir todo ser humano tiene derecho a tener un nom­bre, no hay forma de pro­bar eso. Durante siglos los esclavos no tenían nombre. Lo primero que se hace en un campo de concentración era quitar el nombre y poner un número. ¿De dónde saca usted que todo mundo tiene derecho a tener un lugar en el planeta?, ¿de dónde saca que todo mundo tiene derecho a tener una defensa?

–Fue fundacional

–Los derechos humanos son enunciables, pero no son demostrables. Es un acto de fe digamos y lo que se dice es “vamos a tomar esto como el nuevo orde­namiento del mundo y de la vida humana”, y ese ordena­miento es secular, no es reli­gioso. Para los países musul­manes, después de una gran discusión firmaron la carta de derechos en “todo lo que no vaya contra de las sagra­das leyes del Corán”. Así está firmado. Entonces por pri­mera vez tenemos una defi­nición humana para todos, independientemente de la importancia de la formula­ción de los derechos huma­nos que se crea un nuevo parámetro de dignidad y eso lleva a un concepto nuevo de la ética. Ya la ética no es un problema religioso, sino que hoy es aprender a tomar decisiones en favor de hacer posible la dignidad humana y cuidar el planeta. La única Constitución que tiene esto claro es la del Ecuador, que dice que el principal derecho no son los derechos huma­nos, sino los derechos de la Pachamama, del planeta, porque si no hay planeta no hay derechos humanos. Entonces hoy se entiende por ética si lo que usted hace con­tribuye a la vida digna de la gente y a cuidar el planeta, entonces su acción es ética y es de cuidado.

–Hay una materia pen­diente muy importante en relación con cómo nos reconocemos en el mundo más allá de las redes socia­les.

–Ese es un punto impor­tante que hoy está en el top de la discusión y ese punto lo ha puesto en discusión un filósofo coreano, Byung-Chul Han, quien apunta a que las redes nos conectan, pero no nos comunican, por­que solo la conversación y el debate me permiten cons­truir acuerdos y el recono­cimiento del otro. La mera colección no resuelve ese problema.

–¿Al planeta no lo salva­mos solamente plantando arbolitos?

–Si no cambiamos el com­portamiento, no hay nada que hacer.

RUTINAS

–¿Y cómo se cambia ese comportamiento?

–Todo lo que usted y yo somos lo hemos adquirido a través de los espacios de socialización, o sea, de los lugares donde ocu­rre la vida. ¿Dónde ocurre la vida? En la casa, en la calle, en las asociaciones de barrio, en los clubes, organizacio­nes sociales, en el trabajo, en la iglesia, en los partidos y movimientos políticos, en internet y en las redes socia­les. En ese mundo pasa nues­tra vida, vamos y venimos. Cada uno de esos espacios de socialización tiene ruti­nas. Entonces yo me lavo los dientes de una manera, me acuesto de una manera por las rutinas de mi casa, primero desde chiquito y después de adulto en medio uno las cambia uno. Aprende según las rutinas del barrio, aprende unas cosas según las rutinas del trabajo, las ruti­nas donde se educa. Esas rutinas forman los compor­tamientos y esas rutinas for­man los valores. Los valores se forman en las rutinas de los medios de comunicación, del mercado, de la escuela, de la casa, de la iglesia. Ese conjunto de rutinas forman nuestro comportamiento y nuestros valores. Es uno de los grandes desafíos cuando una sociedad quiere hablar de cambio de valores. ¿Cuá­les son las rutinas que hay que cambiar? La mayoría de estas rutinas están monta­das sobre el paradigma de la acumulación, el poder y el éxito. La pregunta es ¿cómo vamos a ir transformando las rutinas en función del cuidado y de la inclusión? El problema es que la escuela durante unos 150 a 200 años estuvo diseñada para sepa­rar los niños altos, los bajitos, los hom­bres, las mujeres, los inteligentes y ahora tiene que ser una escuela de inclu­sión. En la empresa pasa lo mismo. O sea, apenas esta­mos aprendiendo a generar el lenguaje de inclusión para el trans, el no binario, el cis, estamos aprendiendo para que quepan unos y otros. Estamos descubriendo la inclusión, lo que significa que estamos evolucionando en buena dirección.

–¿Cómo se genera esta transformación?

–Mi tesis es que una socie­dad es lo que son sus éli­tes. ¿Qué son élites? Lo que usted diga o haga influye en mucha gente. El líder sin­dical es élite por lo mismo, el líder de los vendedores ambulantes es élite por lo mismo, porque una decisión de esa persona puede modi­ficar los modos de pensar, de sentir y de actuar de gran­des sectores de la población. O sea, el impacto que tiene hoy Elon Musk, el impacto que tiene Bill Gates o el impacto que tiene Ronaldo, eso afecta a todos los jóve­nes ¿Por qué? Porque los jóvenes y los niños tienen un problema y es que antes no estaban en este planeta, son recién llegados y cuando usted llega recién llegado a un país, por ejemplo, orien­tal, donde usted no habla ni el japonés ni el chino, ni el tailandés, ¿usted qué hace? Se pone a mirar qué hace la gente. Eso mismo hacen nuestros niños y nuestros jóvenes. Es muy importante que las élites sean conscien­tes de que ellos modulan el comportamiento y eso hay que ponerlo sobre la mesa, porque si no siempre cree­mos que el problema es de otro, no es mío.

–Y hay que ponerlo en el despertar de los niños, es el famoso cuidado de los 100 días aplicado a la edu­cación probablemente.

–Una cosa que América Latina no tiene clara es que ser élite es responsabilidad, no privilegio. Si somos ricos o estamos muy bien prepara­dos o somos muy importan­tes, etc., creemos que es un privilegio, no una responsa­bilidad. En el concepto con­fuciano de las Analectas, mientras más importante sea usted, sus deberes de responsabilidad de compor­tamiento tienen que ser más altos, porque todo el mundo lo está mirando.


“El paradigma de la acumulación, el poder y el éxito han producido cosas muy buenas como la medicina moderna, los viajes espaciales, la física del estado sólido y sobre todo las comunicaciones de cuarta y quinta generación, pero ese paradigma también ha generado un montón de problemas que básicamente son el calentamiento global, la contaminación de los suelos, la inequidad. Entonces ahora nos encontramos con un problema que, por una parte, hemos creado cosas muy buenas, pero al mismo tiempo por obtener esto hemos puesto en riesgo la especie”.


“Cuando uno aprende a cuidar sana y protege, y eso solamente lo tiene el cuidado. El cuidado es una forma de ver el mundo, es un paradigma. Entonces tiene que poder tener respuestas para la vida cotidiana, para la política, para la economía, para el pensamiento, para todo. Si no, no es un paradigma”. Durante mucho tiempo el cuidado era un problema femenino. ¿Qué hacen las mujeres? Cuidan. Ese concepto del cuidado era totalmente doméstico y sigue siendo importantísimo porque ya ahora hay todo un desarrollo sobre eso. Hoy el cuidado es un problema paradigmático, es una teoría para ordenar la realidad”.

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