Fuente y fotos: AFP y archivo
El pasado 11 de setiembre se cumplieron 22 años de los atentados terroristas contra el World Trade Center de Nueva York y otros objetivos en los Estados Unidos, un hecho que cambió para siempre la política internacional. Una paraguaya que vivió el terror de aquella jornada revive lo sucedido y, a pesar de la conmoción, se muestra agradecida de poder contar lo ocurrido.
Las campanas tañeron y los nombres de las 2.977 víctimas fueron recordados el pasado 11 de setiembre en las ceremonias de conmemoración del 22.º aniversario de los atentados perpetrados por la organización terrorista Al Qaida en Nueva York, Washington y Pensilvania, los peores de Estados Unidos.
“Nunca olvidaremos”, dijo el presidente demócrata Joe Biden, quien rindió homenaje a las víctimas de los atentados desde la base aérea de Anchorage, en Alaska, donde hizo una escala en su viaje de regreso de India y Vietnam.
“Los terroristas robaron la vida de 2.977 personas aquel día... pero aquellos terroristas no pudieron tocar lo que ninguna fuerza, ningún enemigo, nadie jamás pudo: y eso es el alma de Estados Unidos”, dijo el presidente.
“El alma de América es la fortaleza que encontramos en el miedo de aquel terrible día de setiembre”, sostuvo en medio de un llamado a la “unidad nacional” ante la fuerte polarización política que vive el país.
Biden estuvo representado en Nueva York por la vicepresidenta Kamala Harris, quien junto al actual y anteriores alcaldes de Nueva York se sumaron a las familias de las víctimas en el Memorial del 11S erigido donde estuvieron las torres gemelas del World Trade Center que fueron derribadas por sendos aviones de línea lanzados como proyectiles por un grupo de terroristas.
Los nombres de cada una de las 2.753 personas que murieron en Nueva York fueron recordados por emocionados familiares, que en muchos casos no habían nacido en el momento de los atentados.
TE ECHAMOS DE MENOS
“Desearía haberte conocido. Todos en la familia te echan de menos. Nunca te olvidaremos”, dijo el nieto del bombero Allan Tarasiewicz, que perdió la vida a los 45 años cuando participaba en las operaciones de rescate en el World Trade Center.
Veintidós años después, todavía quedan 1.104 víctimas cuyos restos no se han podido identificar. La semana pasada las autoridades neoyorquinas anunciaron la identidad de dos nuevas víctimas gracias a estudios con nuevas tecnologías de secuenciación de ADN.
En el Pentágono en Washington, donde los secuestradores lanzaron un tercer avión contra el cuartel general militar estadounidense, un marinero hizo sonar una campana por cada uno de los 184 muertos que hubo en el lugar.
En el oeste de Pensilvania, donde un cuarto avión secuestrado que iba supuestamente dirigido contra la Casa Blanca se estrelló, las campanas tañeron por las muertes de cada uno de los 40 pasajeros y la tripulación que viajaban en el aparato.
NACIÓN EN GUERRA
“El 11 de setiembre convirtió a Estados Unidos en una nación en guerra y cientos de miles de personas dieron un paso al frente para servir a nuestro país de uniforme”, declaró el secretario de Defensa, Lloyd Austin, en la ceremonia celebrada en el Pentágono.
“Sé que duele recordar este hito año tras año... Los hombres y mujeres del Departamento de Defensa siempre lo recordarán”.
El jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, recordó que los diplomáticos y empleados del Departamento de Estado “no olvidarán nunca este día trágico” como tampoco “el 11 de setiembre de 2012 en Bengasi, Libia”, donde un ataque islamista contra la embajada estadounidense mató al embajador J. Christopher Stevens y al funcionario Sean Smith.
“La memoria de los que perdieron la vida el 11 de setiembre nos recuerda por qué debemos seguir luchando contra los que cometen actos de terrorismo”, sostuvo el secretario de Estado en un comunicado.
Su colega al frente de la secretaría de Justicia, Merrick Garland, pidió que Estados Unidos se mantenga “vigilante ante el terrorismo”, y “determinado a defender los principios (...) del respeto al Estado de derecho, la seguridad del país y de la protección de los derechos cívicos”.
En Nueva York, en el Congreso y en otros lugares se guardó un minuto de silencio para conmemorar el atentado, planeado por el jefe de Al Qaida, Osama bin Laden, que fue encontrado y abatido casi una década después por los Navy Seals estadounidenses en una redada contra su escondite en Pakistán.
Fuerte reacción local
Apenas conocida la noticia, el repudio internacional fue inmediato y nuestro país también se sumó a la expresión de solidaridad con el Gobierno y el pueblo norteamericanos por el terrible atentando que se cobró miles de víctimas.
En la edición del 12 de setiembre de 2001, La Nación informaba que el entonces presidente paraguayo, Luis Ángel González Macchi, llevó personalmente al embajador estadounidense David Greenlee la solidaridad paraguaya ante la tragedia que enlutó a los EE. UU.
“En nombre del pueblo y del gobierno del Paraguay, el presidente Luis González Macchi condenó y rechazó ‘los salvajes atentados terroristas’ en los EE. UU. Consternado, el jefe de Estado siguió ayer a la mañana por televisión los entretelones de los atentados en Nueva York y Washington. Ordenó que se tomen todas las medidas de seguridad para preservar intereses norteamericanos en el país y un poco después del mediodía llevó su solidaridad al embajador, David Greenlee.
‘El presidente de la República y el Gobierno de la República del Paraguay condenan y rechazan los salvajes atentados terroristas cometidos en el territorio de los Estados Unidos de América’”, decía parte del comunicado reproducido en aquella edición. Así también, se informaba que se redoblaron las medidas de seguridad en torno a las sedes de las embajadas de EE. UU. e Israel, así como instituciones educativas y culturales vinculadas a estos dos países.
Pero la reacción no solo se limitó a nivel oficial, sino que toda la ciudadanía permaneció expectante ante el curso de los hechos. Incluso en aquella jornada se reportó un menor movimiento en las calles de Asunción y Área Metropolitana debido a que las personas permanecían en sus casas siguiendo las noticias sobre aquellos luctuosos hechos.
“Tristeza y agradecimiento a Dios”
Una de los sobrevivientes del ataque fue la compatriota Lourdes Frutos, quien en el momento del atentado se encontraba trabajando en el piso 78 de la Torre 1.
Frutos sostiene que este hecho marcó para siempre su vida y que hablar sobre lo ocurrido le despierta sentimientos que le generan una tristeza inmensa, pero a la vez un profundo agradecimiento a Dios por poder hoy contar la historia.
Eran entre las 8:30 y 9:00 de aquel martes 11 de setiembre de 2001. Lourdes Frutos se encontraba en compañía de sus compañeros de oficina George Rivera y Elina Truelsen. Ellos trabajaban en una de las oficinas ubicadas en el piso 78 de la Torre 1, o Torre Norte, en donde impactó el primer avión.
“Mis compañeros y yo pensamos que se trataba de un terremoto por la forma que se movió el edificio. Seguimos trabajando como si nada porque en nuestra oficina funcionaba todo, tal es así que los heridos del piso nuestro acudían a nuestra oficina por la luz y la gente entraba quemada en los cabellos, brazos y manos”, relata. Frutos comenta que observó también a otras personas que querían aventarse por la ventana diciendo que era la única forma de salvarse. “Nosotros no dimensionábamos lo que estaba pasando hasta que después sonó la alarma de incendio y vimos el desastre del lobby del piso 78. Todo estaba destruido”, recuerda.
Es así que Lourdes en compañía de sus colegas empezaron a bajar por las escaleras con el resto del grueso de oficinistas. Mantuvieron la calma, sin tanto pánico y más bien con tranquilidad para bajar de forma lenta pero segura los 77 pisos restantes.
“ESCENA DESGARRADORA”
“A medida que bajábamos los bomberos subían a auxiliar a las personas que quedaron atrapadas en los pisos superiores. Llegamos a lo que quedó del lobby en el entrepiso 1 y allí vimos el terror. Ahí vimos a las personas que se habían arrojado de los pisos de arriba. Estaban sin cabeza, sin piernas. Era una escena desgarradora”, expresa.
Lourdes continúa su relato mencionando que procedieron a descender por los últimos escalones lentamente, pues había vidrios rotos desparramados por todos lados. “Tratamos de salir con mis compañeros George y Elina, todos tomados de las manos. Ya estábamos divisando la salida cuando sentimos un ruido horroroso, como un estruendo. Era el edificio derrumbándose por dentro”, indica.
Con esta presión por encima, Lourdes y sus compañeros se separaron y se perdieron entre el humo y las llamas que azotaban la estructura que se venía hacia abajo. “Después de caminar mucho, por fin vi una luz que se acercaba hacia mí. Era un bombero ensangrentado, tan víctima como yo de esta horrible pesadilla. Él me ayudó a salir del infierno del horror. Corrí muchísimo hasta que por gracia de Dios volví a encontrar a mi compañera con vida, Elina”, continúa su relato.
Después de mucho caminar en dirección contraria al epicentro del ataque, pues lo más urgente en ese momento era despejar el radio de alcance del derrumbe de las torres, ambas llegaron a la casa de Eline. “Allí recién pude llamar a mi familia”, comenta más aliviada Lourdes.
Lourdes manifiesta que toda esta terrible experiencia registrada le ayudó a valorar la vida cada segundo, a disfrutar con los suyos y a dar gracias a Dios por cada instante que tiene por delante. “Todo pasa en un tronar de dedos, en un suspiro y debemos estar preparados”, nos explica Lourdes, notablemente afectada cuando vuelve a reproducir aquella trágica película en su mente. “Pido a Dios todos los días por las almas que allí quedaron, sin poder haber dado el último adiós”, concluye.
Además de Lourdes Frutos, otro compatriota que logró salir con vida del mismo edificio fue Héctor Denis Jojot. Lastimosamente, la misma suerte no corrieron otros dos paraguayos que perdieron la vida aquel fatídico día: Obdulio Ruiz Díaz (44) y Carlos Alberto Samaniego (29), cuyos nombres pasaron a formar parte de la nómina de las miles de vidas que fueron segadas.