Arturo Peña
Bien parece –respondió don Quijote– que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha – Miguel de Cervantes.
Conocí la historia de Aníbal hace muchos años atrás, luego de ver posteos en los que ofrecía sus libros con la opción de entrega directa de manos del propio autor. Cual Quijote montado en su Rocinante, Aníbal salía a recorrer las calles de Asunción y alrededores en su bicicleta compañera, repartiendo su obra y generando una maravillosa red de amigos que, como yo, quedaron imantados a su sentido del humor y su don de gente (mediante este sistema de entrega en bicicleta se convirtió en uno de los autores paraguayos más vendidos).
Aníbal era un Quijote en busca constante de aventuras, aventuras culturales que tenían en los libros a su Dulcinea del Toboso. Su historia se inició en el pequeño poblado de Karandayty, en el distrito de Coronel Oviedo, donde nació el 23 de julio de 1954. “La nacionalidad no se elige; si de mí dependiera hubiera nacido en Inglaterra”, señala el propio Aníbal, con su humor patentado, en una breve autobiografía.
En Oviedo realizó sus primeros estudios. “En 1977 abandoné la universidad y el país por persecución política. Al año siguiente, 1978, retorné a la patria y a la universidad, mientras soportaba una sistemática persecución por mis actividades e ideas políticas. Publiqué con otros compañeros universitarios revistas y periódicos estudiantiles que irritaron terriblemente a las autoridades y que me significaron varios apresamientos”, sigue relatando en el citado texto. Nada de esto lo amedrentó. Ya viviendo en Asunción se entregó a una intensa vida militante sindical, llena de “aventuras”.
En 1995 publicó su primer libro, “Democracia a lo Luque”, donde expuso la impronta de humor y agudeza que caracterizará su obra literaria en adelante. Otras publicaciones fueron “El doctor, mi candidato” (2003), que fue llevada al teatro; “La vida en pedazos” (2009), “La ley no es zoncera” (2009), “La dictadura, el exilio, el amor y otras locuras (2015)”, “Las fiestas privadas” (2017). La crítica frontal a la dictadura estronista, de la cual fue víctima, es tema siempre presente en su obra.
En el 2018 se lanzó a otra gran hazaña. Ese año puso en marcha la iniciativa de las Bibliotecas Callejeras Paraguayas, que consistía en colocar en espacios públicos pequeños anaqueles parecidos a casitas de pájaros, con libros que estén al alcance de la gente de forma gratuita, para que estos textos expandan la cultura con su vuelo. La dinámica de la idea es que los lectores, al retirar un libro depositen otro en donación.
A la fecha hay alrededor de 145 bibliotecas callejeras instaladas en varias ciudades del país. Aníbal no eligió los lugares más conocidos o populosos para instalarlas. Como él mismo decía, la iniciativa ya no era suya, era de la gente. Fue así que las pequeñas librerías empezaron a aparecer en poblados alejados o en pasillos de hospitales. Como anécdota, recuerdo que una biblioteca había sido instalada frente a su casa, pero era permanente víctima de robos de los libros que Aníbal iba colocando. Él me decía: “No importa, es mejor que se roben libros. Por ahí alguno le interesa al ladrón y lo lee, quién sabe”.
Aníbal Barreto Monzón falleció el 29 de agosto pasado, un día después de que el Ejecutivo promulgara la Ley de Fomento de la Lectura y el Libro y se decretara el 28 de agosto como Día Nacional de la Lectura.
Nos deja Aníbal Barreto un enorme legado cultural que no debe morir. Es una obligación para nuestras autoridades, para nuestra sociedad en general, tomar la posta de las bibliotecas callejeras. Con este proyecto se conformó un equipo de jóvenes que se unieron a la aventura (Facebook: Bibliotecas Callejeras Paraguayas). Ellos necesitan apoyo para seguir con la tarea.
El Ministerio de Educación y Ciencias ha asumido el desafío de incentivar la lectura como uno de los principales ejes de trabajo de la nueva administración. La iniciativa de las Bibliotecas Callejeras se ajusta perfectamente a ese objetivo. No dejemos en el olvido el legado de Aníbal Barreto Monzón, que no acaben las aventuras del Quijote paraguayo.