El histórico boxeador paraguayo Darío el “Indio de Oro” Azuaga, quien está próximo a cumplir los 50 años, recibió a La Nación/Nación Media en el gimnasio donde brinda clases y entrena de cara a cumplir la meta de cerrar su carrera de la mejor manera luego de lesiones y problemas personales que empañaron su vida. Su proyecto de retirada triunfal está inspirado en la memoria de su hija, quien también estaba siguiendo sus pasos, pero partió tempranamente cuando tenía solo 19 años.

Cuando cae la noche, el vértigo, el hollín y el ruido de las horas del día se trocan en una som­bría quietud en el Mercado 4. En un gimnasio ubicado en el segundo piso de una de las galerías del populoso centro comercial asunceno, Darío el “Indio de Oro” Azuaga ofrece clases de boxeo a un grupo de jóvenes y adultos, entre quie­nes a un primer golpe vista parecen predominar los de origen coreano. Al mismo tiempo, uno de los más gran­des noqueadores del mundo aprovecha para ponerse a punto a fin de lograr su anhe­lado sueño de despedirse dig­namente y con el título de campeón mundial veterano.

El Indio impone su pre­sencia con una estética a lo Tyson calzando una remera sin mangas, unos pantalon­cillos y unas botas de boxeo negros. Nuestro entrevistado es locuaz, pero cada tanto lanza ideas inconexas. Bien alertado de esta condición que padece, se exime arguyendo que tiene más de 100 peleas, 90 gana­das, más de 80 por nocaut, y 21 perdidas.

“Yo estoy bien físicamente. Me muevo. He visto boxea­dores que tienen la mitad de las peleas que yo tengo y están muy mal. Yo por lo menos sé lo que hago. Nosotros somos de un deporte en el que se reciben muchos golpes en la cabeza y entonces jugamos mucho con el cerebro. Muchos boxeadores no hablan bien y quedan mal por los golpes en la cabeza. Mi forma de hablar es por los golpes. ‘El Indio parece borracho’, dicen de mí cuando envío mensajes de voz. Después escucho y es cierto, pero hay boxeadores que ni hablan”, dice Azuaga plenamente conciente de la conmoción cerebral que afecta a más del 90 % de los boxeadores, un índice expo­nencialmente alto como sus propios récords profesionales.

Sobre cómo transcurren sus días actualmente, nos cuenta que “estamos retornando de a poco. Tengo 49 años, ya lle­gando a los 50, pero nos esta­mos moviendo mucho. Yo nunca luego paré demasiado. Pero estos años de pandemia sí paramos mucho y nos fuimos mucho de peso. En el segundo año de la pandemia tuve que cerrar mi cerrajería de Ñemby porque ya no aguantaba las cuentas y los gastos”.

“Seguimos entrenando humil­demente, viviendo, traba­jando y tratando de hacer yo digo no más boxeadores, sino buenas personas, sacando de las calles a los niños que quieran dejar la mala vida. No tenemos los medios eco­nómicos, pero damos nues­tro granito de arena de lo que puede hacer nuestra profesión para ganarse la vida hones­tamente y defenderse por la calle”, añade.

Luego de vagar por varios aspectos de su vida, retoma el hilo de la conversación. “Mis muchachos también para­ron. No trabajaba con ellos. Todo el mundo tenía miedo porque el boxeo es contacto y además respiración frente a frente. Hacía guante, mani­lla, me movía, quemaba calo­rías, siempre estaba en ritmo y no subí mucho de peso. Pero en esta pandemia paró todo, se cerraron todos los gimna­sios, no podíamos trabajar y no podíamos hacer dieta. Teníamos que comer lo que alcanzaba porque ivai ko la pórte. Pero el paraguayo es mbarete. Después de la Tri­ple Alianza con un puchito de mujeres y criaturas resurgi­mos. ¿Por qué ahora tenemos que bajar la guardia?”, se pre­gunta enérgicamente.

Aunque nunca fue muy dies­tro en cuestiones marciales, de todas formas me invade una rara sensación el estar hablando con una persona que me puede hacer trizas sin el menor esfuerzo. El que relata lo hace las más de las veces desde cierta posición de supe­rioridad, pero en este caso me limito a asentir y hacer cons­tantes ademanes de reve­rencia. Ni siquiera debo ocu­parme de preguntar mucho. La nota se hace sola y el Indio se enfrasca en un monólogo al que asisto en calidad de mero espectador.

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Nuestra visita a Azuaga no fue casual. Tímidamente lo interrumpo y le comento que fue su pareja quien se con­tactó con nosotros porque nos dijo que tenía un anun­cio que hacer al público.

“Sí. Ahora surge la posibilidad de una vuelta. Me contacté con gente de Colombia para pre­guntarles qué posibilidad hay, como yo estoy activo todavía, de volver a pelear profesional­mente. Y me dicen que ellos tienen una categoría sénior de 40 años para arriba. Y ahora me estoy contactando con toda esa gente para poder traer el título del Consejo Universal de Boxeo (UBC, por su sigla en inglés) a Paraguay. Yo les pregunté si debo primero ganar un título menor para competir y me dicen que no, que mi nom­bre ya me res­palda, que pesa muchísimo en el mundo del boxeo. ‘Uste­des ponen fecha, hora, rival y se hace la pelea’, me dijeron. Y eso me da ganas de empe­zar a meterle más fuerte y ahora surge el problema de siem­pre, buscar quién pone la plata para la pelea”, refiere mientras hace un movimiento de hombros.

Respecto al proceso de pre­paración que está reali­zando, detalla que actual­mente se está haciendo los chequeos médicos y que se siente muy bien físi­camente, aun­que aún faltan los estudios de la cabeza. Una vez que supere estas pruebas, la Federación tiene que dar la autoriza­ción corres­pondiente para que pueda vol­ver a subir a un ring a pelear.

De esta manera, el Indio busca tomarse revancha para reti­rarse dignamente luego de algunos problemas perso­nales y un desprendimiento de hombro que lo sacó quizá muy prematuramente de la primera línea de competición del boxeo mundial. “Si mi hombro estaba bien, otra iba a ser la historia. Ahora me estoy recuperando de a poco, encontré a un amigo, el doctor colombiano Carlos Mejía, que me está ayudando a regenerar el car­tílago que se fue perdiendo. Le quiero agradecer también al doc­tor Víctor Espí­nola porque en su momento me hizo una cirugía que en esa época cos­taba 50.000 dólares. Tuve una artrosis y atrofia después de esa cirugía. No podía hacer ni el 50 % del movimiento del hombro. Peleé más con un solo brazo que con los dos. Ahora empe­zamos a movernos de vuelta con este sueño de tener un título, esta vez a nivel sénior, para el Paraguay”, anhela.

“Está muy mejorado ahora mi hombro. Yo quiero aunque sea el 80 % nomás de mi hom­bro izquierdo. Aunque yo soy diestro, con la mano izquierda hice el 80 % de los nocauts que tengo en mi carrera. Kid Pas­cualito también era un zurdo invertido. Mi mano más rápida siempre fue la izquierda, aun­que la más fuerte es la dere­cha. Cuando a mí me pregun­tan qué vale más, ¿la velocidad o el peso?, yo digo la veloci­dad porque uno no espera el golpe. Yo siempre le explico a mis alumnos que no peguen tan fuerte porque te cansás, perdés energía y muchas cosas más. Entonces tenés que usar la velocidad y sin darse cuenta el rival ya está en el suelo”, explica.

HOMENAJE

Volviendo al proyecto de reti­rada triunfal que está orga­nizando, puntualiza que su idea es organizar la pelea en noviembre en homenaje a su hija, María del Mar Azuaga, quien a pasos firmes y promi­soriamente estaba siguiendo la tradición familiar hasta su trágica y prematura partida en 2014, cuando tenía tan solo 19 años, en circunstancias para él no aclaradas. Por ello, con vistas a ese objetivo de hon­rar la memoria de su hija y la suya propia se están moviendo con los amigos buscando la manera de conseguir recur­sos a través de apoyo de empre­sarios para realizar el evento.

“Cuando se haga realidad va a ser un boom y con esto que estoy adelantando ya va a saber la gente. Yo lo tenía guardadito. Ojalá encuentre sponsor para que pueda hacer realidad mi sueño de despe­dirme siendo campeón mun­dial sénior. Quiero hacer en noviembre, antes o después del cumpleaños de mi finada hija. Ella siempre fue un amu­leto. Yo gané el título Mundo Hispano el 10 de noviembre del 95 y ella nació el 23 de noviembre.

“Entre noviembre tengo que hacer esto y ganar un título más en nombre de ella y creo que ella misma me va a abrir el camino. En mi departa­mento tengo un santuario dedicado a ella, siempre ella está presente para mí. Ella me está dando las fuerzas para seguir. Ella iba a ser la ter­cera generación de boxeado­res Azuaga y lastimosamente se nos fue. Los Azuaga tene­mos una historia en el boxeo y por ella estoy haciendo todo esto y también por mí mismo porque me da vida para que los años no me echen y me da ganas de seguir a nivel profe­sional, quiero cerrar bien mi carrera. Siempre representé muy bien a mi país en varios continentes y con orgullo. La gente me quiere mucho aún y me tienen como un ídolo”, expone muy satisfecho con lo hecho en su vida.

Sobre qué representa el boxeo para él, responde sin ambages que “el boxeo es lo máximo para mí, es el mejor legado que me dio mi padre, Pastor el ‘Indio Guaraní’ Azuaga (un destacado boxeador amateur de su época y de quien heredó el mote, que se transformó en Indio de Oro cuando los pro­motores vieron en él la oportu­nidad de hacer mucho dinero). Le debo mucho a mi papá por lo que me enseñó en el boxeo, fue mi primer gran maestro.

“En la adolescencia me aguantó muchísimo, es la etapa más difícil. Yo probé de todo. Estuve en la delincuen­cia, en las drogas y gracias a mi papá salí de eso y soy alguien en la vida. Por eso yo siempre quise trabajar con los niños de la calle. Yo creo que muchos niños de la calle quieren salir de esa vida, pero muchas veces si vos le das computadora o lápiz no les sirve si muchos son renegados de la sociedad. Hay que usar ese don que les da la calle y meter en el deporte para que así se saquen ese reniego que tienen. ¿Los campeones mundiales de dónde salieron? ¿De dónde salió Tyson? Nin­gún campeón de la historia fue hijo de un doctor”.

En lo concerniente a la reco­mendación que le daría a los jóvenes que quieran incursio­nar en esta disciplina depor­tiva, aconseja que “hay que entrenar. No hay de otra. Pri­mero hay que tener paciencia. Porque aprender bien el boxeo tiene su proceso.Yo cuando hago escuela la primera vez no le voy a dar el guante para que pegue a nadie. Primero tiene que hacer caminata, estirar la mano, aprender a moverse. No es así nomás. Hay que aprender a evitar los golpes en la cabeza”.

UN HOMBRE AGRADECIDO

Aunque repasamos casi toda su vida, los hitos marcados por el Indio son harto conoci­dos, por lo que no sería nece­sario redundar en ellos. Sin embargo, si algo puedo decir de este carismático pugilista es que es un hombre muy agradecido, por lo que tuve que ceder ante su insistencia de expresar su público agra­decimiento a Pascual García, de R y S Gym, donde le dan la oportunidad de brindar clases de boxeo día de por medio, y al licenciado Ariel Cañiza, quien le consiguió un puesto de tra­bajo donde ganarse el sustento en la sede social de una coope­rativa, cuyo nombre me tomo la atribución de omitir.

Apago la grabadora y, a pesar de ello, el Indio sigue y sigue hablando sin parar. Aban­dono el asiento y me pongo de pie en señal de que ya debo retirarme, pero él continúa. Entonces me excuso en que los compañeros de fotografía y transporte deben cumplir con otros compromisos. Pas­cual me escolta hasta la calle. Le agradezco sobremanera el gesto a este maestro de las artes marciales. El Mercado 4 en horas de la noche no parece un lugar muy acogedor.

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