Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com
Hoy Toni Roberto nos lleva al mundo de las sillas del Paraguay, un tema poco estudiado al que nos acercan Víctor López Moreira y Luz Ayala Urbieta.
Todas las mañanas desde tiempos inmemoriales Peri quitaba de su cochera su Citroën Mehari empujando con su secretario. Acto seguido, salía la vieja silla. Así se convertía la cochera en herrería sobre la calle 14 de Mayo, un ritual que luego quedó inmortalizado en la película que hiciera su hija, la ya desaparecida cineasta Renate Costa, y también Paz Encina en una memorable foto. Un diálogo con Ramón del Río en “Hamaca paraguaya” sentados en unas sillas populares, instantánea tomada por Carlo Spatuzza.
Muy cerca, a la vuelta, sobre la calle Alberdi, don Genaro, uno de los numerosos miembros de la familia Martínez del barrio Gral. Díaz, hermano del creador de la Pastelería Alberdi, todas las tardes salía de su casa, cruzaba la vereda y ponía sus sillas cable, que con la mesita se convertía en una sala. De fondo la muralla de la histórica Carrería Nacional con su antigua vereda de piedras y un gran Ybyraró que les daba una fresca sombra al salón barrial al aire libre.
LAS SILLAS DE LAS VECINAS DEL BARRIO CATEDRAL
En el vecindario aledaño, a unas cuantas cuadras de ese escenario barrial asunceno, todos los fines de semana una distracción asegurada; frente a la iglesia de La Catedral las vecinas del centro, que todavía abundaban a finales de los años 70, caminaban con sus sillas en mano hasta la plaza Constitución frente a la iglesia, desplegaban, se sentaban y observaban el evento gratuito; algún casamiento de la alta sociedad o bautizo, que eran frecuentes en esa casa de Dios en aquellas décadas.
Un llamado de Víctor López Moreira, creador de la Carrera de Diseño en la Universidad Católica a principios de los años 90, me llenó de estos recuerdos que los tenía guardados en el inconsciente y que estoy seguro muchos de los que hoy leen estas páginas recordarán con cariño y devoción de pasado, alguna silla. Unos recuerdos llevan a otros y en ese trayecto me transporto a la avenida Gral. Artigas, una cuadra y media antes de donde quedara la antigua entrada del legendario Jardín Botánico.
Ahí está el Museo de la Silla. En cada rincón están cada una de ellas representadas sin distinción de clases, desde un apyka, pasando por sillas cable, unos elegantes Luis XVI de la ya histórica casa de muebles Nill. Diseños de Pedro Barrail, un sesudo asiento de Gustavo Beckelmann, unos diseños de Chan Guggiari, Solano Benítez, Violeta Pérez o Jorge Juri.
LAS SILLAS PLEGADIZAS DE LA RECOLETA
En este camino paro un rato y recuerdo de nuevo otro paisaje de mi niñez y vuelvo a las sillas plegadizas. Todos los Días de los Difuntos de muchísimos años era una tradición ir a La Recoleta; se metía una y otra y otra silla a la baulera del viejo Alfa Romeo ensamblado en el Paraguay, llegábamos y de manera mágica se convertían esos elementos cerrados en sillas que juntas a las del vecino, el Dr. Apud, se trasformaban en una sala familiar al aire libre, ahí en unos de los pasillos del Portón 5, a pasos de la avenida Mcal. López.
¿Pueden removernos tantas cosas las sillas? Sí, en muchos casos, elementos para una vida nómada de incontables vendedores andariegos que pululan ayer, hoy y siempre por la ciudad de Asunción.
LUZ AYALA URBIERTA, VÍCTOR LÓPEZ MOREIRA Y LAS SILLAS
En otro compartimento estanco de mi memoria, una niña de los años 70, hija de un general del Ejército interesado en la historia paraguaya, recorría los museos y observaba lugares de la ciudad y sus alrededores. Con el tiempo, al terminar el colegio decidió seguir arquitectura. Esa pasión le hizo comprometer a Luz Ayala Urbieta con su entorno y con su tiempo, y lo logró; en el 2013, cuando se pensó hacer un programa para una especialización en diseño de muebles en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte, fue la convocada por López Moreira para que comenzara a investigar sobre el mobiliario paraguayo de manera de poder orientar a los profesores que venían de Córdoba a enseñar diseño de muebles con el fin de que lo impartido tuviera también identidad paraguaya. Pidieron que se les pasara bibliografía referente al tema y ahí se topó Ayala Urbieta que, con excepción del libro de Neida Bonnet de Mendonça, no había otros libros que estudiaran la historia del mueble paraguayo, sumado a los conocimientos que había ganado en el ordenamiento y catalogación del Museo de la Sillas de Juri, lo que le dio la seguridad a L.M. de que ella era la indicada para ese proyecto.
Todo esto hizo que sus conocimientos los volcara en “Historia del mueble paraguayo/ Desde el mueble nativo al contemporáneo”, un gran aporte de 250 páginas editado por el Fondec en 2017. En él podemos recorrer parte de la historia tangible del Paraguay que, así como el Museo de la Silla en el barrio Santa Rosa de Asunción dentro del antiguo Trinidad, se convierte en un recorrido por nosotros mismos, por nuestra propia memoria, más allá de las guerras, más allá de las revoluciones. Al final me pregunto: ¿habrá alguien que no pueda contar la historia de alguna silla?