Henrique Ferreira - Fotos: AFP
El pasado 28 de junio se cumplieron 60 años de la publicación de la experimental y revolucionaria novela “Rayuela” (1963), del escritor argentino Julio Cortázar. En esta evocación, el autor de este artículo comparte lo que esta obra significó como experiencia colectiva y reivindicación del tiempo de ocio.
Rayuela es un juego infantil otrora muy practicado por los niños de la era predigital, que en nuestro país era más conocido con el nombre de descanso.
Julio Cortázar confesó que en principio quiso ponerle a su novela el título de “Mandala”, pero luego lo consideró un nombre de pretensiones muy excelsas y se inclinó por un título más pedestre, más presente en nuestra realidad inmediata y que hacía parte de nuestros vínculos más básicos.
El juego rayuela culmina cuando alguien llega al cielo, representado por el noveno cuadro. Por ello, el título es una invitación a que el lector sea protagonista del relato, un juego literario para acompañar las búsquedas del cielo de los protagonistas.
La peculiaridad de esta propuesta literaria lúdica es que el lector tiene disponible indicaciones sobre el orden para llevar a cabo la lectura. Por una parte, puede leerla de la manera tradicional siguiendo los capítulos de forma consecutiva o iniciarla a partir del capítulo 73 y seguir el orden propuesto en cada capítulo.
RED SOCIAL
En la actualidad, cuando queremos conocer nuevos libros, estilos o grupos musicales, películas, directores de películas, pintores, programas de entretenimiento o información buscamos en Spotify, Twitter (hoy X), Facebook, entre otras plataformas. En este sentido, “Rayuela” puede ser considerada una red social, pues en la novela se mencionan alrededor de 130 referentes de la filosofía, la literatura, la dramaturgia, la música clásica, el jazz, la pintura, la arquitectura, actores y actrices.
Más que el contenido mismo de la novela o de la novedad de poder elegir un modo de leer distinto al lineal, considero que uno de los principales aspectos a destacar son las más que numerosas menciones y referencias al arte y la filosofía. De hecho, una parte de mis gustos musicales fueron formados a partir de la lectura de la obra de Cortázar, pero esta en particular, que construyó una especie de puente entre mis amistades de adolescencia y mis amistades de la universidad.
“Rayuela” fue para mí algo más que una novela para convertirse en una verdadera amiga con quien entablar un diálogo, una relación de igual a igual, horizontal, en donde verme reflejado. Vi en ella que sus personajes hacían cosas parecidas a las que yo mismo hacía al tiempo que fue una guía de sugerencias de nuevos géneros artísticos y musicales que me transportaron a conciertos de jazz, música clásica y muestras de pinturas, etc.
Gracias a “Rayuela” comprendí que sin amistades ávidas de arte, literatura y música es imposible que estos aprendizajes tengan impacto duradero en nuestras vidas.
De hecho, un factor común que encontré entre los lectores más ávidos de esta obra fue que llegaron a ella a través de amigos o círculos de lectura que invitaban a vivir la experiencia colectiva de leer esta propuesta rupturista que, a su vez, aportaron reflexiones y debates sobre circunstancias cotidianas planteadas en la obra que la mayor de las veces pasamos por alto.
DIÁLOGO
Más allá de las buenas o malas impresiones sobre “Rayuela”, lo que definitivamente logra esta obra es abrir un diálogo franco, fraterno y distendido sobre lo que nos gusta y lo que pensamos.
Mirando de lejos con los ojos y las vivencias del presente, considero que el espíritu de la innovadora propuesta de Cortázar es constituirse en una oda al buen uso del tiempo libre, lo cual en los tiempos actuales en los que abundan los contenidos nocivos y superfluos es algo no menor.
El deterioro de la calidad del tiempo libre es algo que como sociedad aún no estamos abordando seriamente a pesar de ser fuente de múltiples conflictos serios. En efecto, la individualidad contemporánea pasa por un proceso de desafiliación de las relaciones entre los individuos. Las potenciales frustraciones, reales o imaginarias, producen un ensimismamiento que conspira contra el establecimiento de relaciones duraderas, lo cual afecta negativamente la calidad de nuestros gustos de ocio, así como las relaciones sociales y afectivas.
Por lo tanto, luego de 60 años de “Rayuela”, volver a ella se trata más de nosotros que de la obra misma, por lo que esta efeméride bien vale la ocasión para subrayar que estar juntos puede mejorar muchos aspectos de nuestra vida cotidiana.