Por Paulo César López - Fotos: Christian Meza
Un equipo de La Nación/Nación Media tomó parte de una expedición junto con un grupo de geólogos independientes que realizó una observación y relevamiento de muestras en un singular puente de piedra ubicado en la capital de la artesanía y la cerámica.
Tras atravesar un polvoriento camino vecinal de unos cinco kilómetros, a cuya vera proliferan los característicos hornos que simbolizan al distrito, en el planalto de la cordillera de los Altos se erige una geoforma conocida como cerro Arco. Esta peculiar estructura rocosa se encuentra en la compañía El Rosado, a menos de cuatro kilómetros del casco urbano de la ciudad de Tobatí, en el departamento de Cordillera, a poco más de 60 kilómetros de Asunción.
Luego de subir por un accidentado sendero que ofrece no pocas dificultades, especialmente al bajar, en la cumbre se extiende un puente de piedra formado por un proceso natural de erosión que data aproximadamente de la era Cenozoica Inferior, según nos explica el profesor Moisés Gadea, de la cátedra de Petrología Sedimentaria de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FaCEN), quien encabezó la expedición.
Mientras procuramos hacernos paso entre las escaleras de piedra y las poco fiables barandas de takuara, subimos a tientas la empinada rodeada de muros de piedra que por efecto de la sedimentación presentan formas que se asemejan a cráneos, como si estuviéramos atravesando el valle de la muerte en busca de un tesoro custodiado por seres de ultratumba. Luego de tomar una bocanada de aire, el profesor Gadea brinda su primera impresión.
“Los arcos naturales existen de dos tipos principalmente. Los marinos, que se forman en los litorales, en las costas, y los fluviales. Este es un arco natural de origen fluvial. A nivel mundial hay muchos ejemplos, pero en nuestro país son muy escasos. Podemos reconocer paleocanales que se han desarrollado por un fracturamiento del macizo rocoso en forma de enrrejado estructural con sentido noreste-suroeste. Luego de la formación de surcos en la roca, el agua utilizó aquellos conductos para circular y modelar el relieve en la zona mediante la eliminación de los materiales terrestres más débiles y así se formó el arco natural o puente de piedra. El arco se encuentra al borde del empinamiento del cerro, por lo cual se deduce que en el lugar existía una cascada que caía de la bóveda del arco. Este rasgo geomorfológico fue totalmente modelado por el agua, por erosión selectiva regulada por la tectónica regional”, explica.
En efecto, si bien durante nuestra visita el salto estaba seco, en los periodos lluviosos abundan los cursos de agua en el cerro y sus alrededores, como lo atestiguan una laguna y un curso intermitente de agua alojada en palanganas naturales formadas por la erosión.
ANTIGÜEDAD
“Este arco natural, que está ubicado en la cota 196 metros sobre el nivel del mar, es el más conocido en el país. Se ha reportado otro de características semejantes en la zona de Piribebuy en una zona boscosa y seguramente en el futuro serán reportados otros. Se trata de un sistema geológico sedimentario del Paleozoico Inferior (que se inicia hace 540 millones de años y acabó hace unos 250 millones de años) que fue depositado en el periodo Ordovícico (485 – 443 millones de años), que corresponden a las areniscas de las formaciones cerro Jhu y Tobatí, que junto con los conglomerados de la formación Paraguarí están agrupados dentro de la superunidad estratigráfica conocida como el Grupo Caacupé. Las rocas sedimentarias se depositaron en el Paleozoico Inferior, pero el arco fue formado por erosión mucho tiempo después, durante el Cenozoico”, describe para La Nación.
Sin embargo, luego advierte que una datación precisa en geología debe realizarse utilizando radioisótopos para determinar la edad de la roca o mediante fósiles para datar por métodos paleontológicos. En cambio, en este caso solo fue posible realizar una datación relativa por sucesión de eventos, es decir determinando qué es más joven y qué es más viejo.
“La sedimentación sobre los estratos mencionados continuó en el tiempo geológico hasta que, a finales del Jurásico y principios del Cretácico, la tectónica regional tuvo su incidencia importante en la formación del valle de Ypacaraí y también de la cordillera de los Altos. En ese sentido, la erosión ha configurado el paisaje actual”, refiere Gadea.
“Así también, los esfuerzos en la corteza terrestre exhuman las rocas en profundidad y luego al exponerse en lugares elevados o empinados la acción del agua es veloz y eficaz por avulsión (el abandono de un cauce de agua para la formación de otro) para originar estructuras muy peculiares. También se ha comprobado la presencia de pilares pétreos y otras cavidades que se insinúan como protoarcos naturales”, añade el catedrático de la Facen.
COMPOSICIÓN
En cuanto a la composición del arco, detalla que “se constituye por areniscas de la formación cerro Jhu y Tobatí. El puente, o la porción superior del arco, presenta silicificación (enriquecimiento de sílice, un elemento compuesto por silicio y oxígeno), motivo por el cual resistió a los procesos erosivos”.
Luego, tras terminar las mediciones, explica que la elongación máxima de la bóveda en sentido horizontal se extiende hasta los 9,15 metros y desde la cima del arco hasta la base cinco metros con una abertura vertical de 3,5 metros.
Con relación al tipo de piedras halladas en el lugar, el geólogo Maximiliano Caballero precisó que las estructuras sedimentarias predominantes son las “rocas fungiformes, grietas de desecación y los tafonis, que son los orificios que se forman en las rocas cuando el material menos resistente es removido de la roca por algún clasto que ingresa en esa cavidad y queda esa oquedad por efecto taladro por acción del agua”.
Mientras vamos terminando el recorrido en pleno meridiano, consulto al profesor Gadea cuál es su valoración respecto al relevamiento realizado por su equipo.
“Es un sitio que presenta potencial geoturístico y debería ser declarado patrimonio cultural y natural del país. Este es un lugar que debe ser preservado como parte de la riqueza histórica, geológica y científica. Además de las aplicaciones prácticas de la geología, como la búsqueda de oro o petróleo, hay otra parte que más bien tiene un valor académico y científico por encima del pecuniario”, concluyó.
La gota que horada la piedra
“La gota horada la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia”, escribió alguna vez el poeta romano Ovidio. Esta frase sobrevivió en el tiempo con distintas variantes. “Dando la gotera hace señal la piedra”, reza un famoso refrán del idioma español que hace referencia a que con perseverancia es posible superar los mayores obstáculos tal como el agua, que gracias a su constancia puede perforar hasta la roca más maciza. En la clásica obra del teatro español “La celestina” (1499), de Fernando de Rojas, uno de los personajes pronuncia el célebre aforismo “Una continua gotera horaca una piedra”.
Alrededor de todo el mundo existen icónicas estructuras construidas por el hombre conocidas como arcos del triunfo, que son monumentos erigidos para honrar a los héroes de una guerra y que, además, como su mismo nombre lo indica, simbolizan la victoria de un país sobre sus enemigos. De esta manera, aunque en este caso no se trate de una gotera, sino de enormes correntadas acrecentadas de manera periódica por las precipitaciones, el cerro Arco es la metáfora viviente que representa el triunfo de un elemento dócil como el agua sobre las rígidas piedras a fuerza de una persistencia de millones de años.
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