Multicolores y calentitas, las sobrecamas se hicieron populares por tener precios accesibles. Más tarde, el ingreso de la competencia de productos chinos obligó a las artesanas a idear formatos más pequeños, lo cual mantuvo la presencia en los hogares paraguayos del tejido oriundo de la compañía Potrero. En agosto próximo se celebrará la 2.ª edición del Festival Folclórico Frazada de Trapo, que se espera ayude a declararla patrimonio nacional.

“Debemos amar nuestras raíces y preservar la herencia cultural que da identidad comunitaria y el desarrollo de una rica expresión artística popular en nuestra ciudad”, dice Jessica María Cabello, periodista, autora del muy buen documental que hace un “Rescate histórico y cultural de la frazada de trapo de Carapeguá”, que se puede ver en Youtube.

Desde muy niña comenzó la tarea del trapo ñembojoapy, una parte esencial de la actividad: “Empecé a los 7 años aproximadamente. En época de la escuela, al atardecer y de noche los niños teníamos que unir las telas, el resto de la familia hacer los ovillos para que se puedan tejer al día siguiente”.

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Restos de telas multicolores se van uniendo en ovillos que luego se van intercalando en los telares logrando las texturas tan apreciadas por la gente.

“Las artesanas siempre abrazaron la filosofía del trabajo”, agrega recordando la reciente declaración de los tejidos de poyvi y la frazada de trapo como patrimonio cultural inmaterial por parte de la Municipalidad de Carapeguá.

Jessica ideó el proyecto por el que también se reconoce el origen del tejido en la compañía Potrero de Carapeguá.

Cabello, quien nació allí, sintió la necesidad de poner en valor la actividad de sus vecinos. “La nuestra es la compañía pionera en la fabricación de este tipo de artesanía, la frazada de trapo, según testigos en 1952. A partir de allí se convirtió en el centro de la producción. En la actualidad varias compañías ya fabrican los mismos productos, pero Potrero sigue siendo la compañía con mayor cantidad de artesanas, que día a día tejen la esperanza de un futuro mejor”, cuenta en diálogo con Nación Media.

Jessica María Cabello, autora del documental sobre el origen de la técnica de la frazada de trapo

¿Qué rol juega el poyvi en la historia?

–Desde la época de los aborígenes guaraníes ya se utilizaban los telares y el poyvi (un tipo de hilo) para la confección de diversos tejidos. Con el paso del tiempo y aproximadamente a inicios de la década de los 50, la frazada de trapo aparece como alternativa ante el alto costo del hilo de algodón, al incorporar los retazos de tela (trapo) convertidos en hilo grueso, con el cual se abarata el producto permitiendo tejerse más rápido y se obtienen diversos colores sin teñirlos.

¿En qué pensás que se puede ayudar a las artesanas desde los organismos estatales o privados?

–Pueden ayudar primeramente valorando el trabajo diario de las artesanas. Lo que ellas necesitan es una mayor salida comercial para vender sus productos a precio justo. Por ejemplo, una exportación masiva de los productos sería de gran ayuda. La donación de materia prima (trapo e hilo) para los productos y compra masiva de los diversos subproductos de la frazada de trapo son dos opciones muy importantes que las instituciones públicas y privadas pueden ofrecer para fortalecer la cultura.

¿Qué pasos están realizando para conseguir que el Congreso declare patrimonio cultural a la frazada?

–La frazada de trapo ha sido declarada patrimonio cultural inmaterial por la Municipalidad de Carapeguá. Estamos ajustando documentaciones para solicitar la declaración de patrimonio cultural inmaterial a nivel país en la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), y en un futuro soñamos con llegar hasta la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

¿Qué nos podés contar del Festival Folclórico Frazada de Trapo 2.ª Edición previsto para el 15 de agosto?

–Entre sus objetivos se encuentra fortalecer la cultura paraguaya uniendo la música y la artesanía en un mismo evento en el mes del folclore; recaudar fondos para la Comisión de Artesanas de la compañía Potrero y brindar un encuentro de confraternidad entre la sociedad carapegüeña y el noveno departamento de Paraguarí. Tendremos números de artistas locales, nacionales y con trayectoria internacional, exposición de telares, demostraciones de la confección de la frazada de trapo y feria de productos artesanales. Así que ¡los esperamos!

Tarea de rescate

De los guaraníes se heredó el poyvi, el hilo de algodón, fuente de los textiles originarios de estas tierras.

A principios del siglo XX, las primeras frazadas o cubrecamas se tejían a partir de este material y también, más tarde, de la lana de oveja, según cuenta la artesana María Franco Cazal, siempre con telares de madera.

Después ya vino la “frazada de trapo”, un ícono popular: “Hasta el presente seguimos trabajando. Toda una vida haciéndolas, tengo 87 años”, dice la mujer en el documental “Rescate histórico y cultural de la frazada de trapo de Carapeguá” que realizó Jessica María Cabello para la productora Energía Publicitaria con el soporte técnico de JCA Ediciones Paraguay.

Margarita viuda de da Silva fue la que concretó la idea usando vaqueros, cuenta Marta Rosa Maciel, una de las artesanas. En su caso, a los 15 años comenzó a elaborar estas “sobrecamas para ayudar a mamá y papá, y gracias a Dios salió bien”, dice recordando que aquello fue en los primeros años de la década del 50 del siglo pasado.

“Heñói kóa Potrero-pe, ndaipóri otro”, dice Celso Caballero, comentando que su papá Marcelino y Cantalicia Miranda, su mamá, comenzaron a tejer las frazadas como una manera de conseguir ingresos para ayudar a lo que producía la granja.

“Aquí hacíamos la sobrecama, comenzamos a hacer en la familia consiguiendo retazos de vaqueros y tela de corderoy en Luque”, narra para señalar que trabajando duro en el rubro consiguieron elevar el nivel de vida.

La artesana Saturnina da Silva comenta que su abuela Margarita Rojas de da Silva fue la que comenzó en la familia con lo que en ese momento llamaban frazada de vaquero. Su madre continuó con la tradición tejedora que en el tiempo ella sigue manteniendo.

En los 50 se las vendía a la señora Rosa Maciel, que fue la que difundió el producto en Asunción.

Los tamaños fueron variando en el tiempo. De las originales de 2,40 por 1,80, la más grande, luego se fueron tejiendo a la mitad de tamaño y después otros formatos se sumaron a la producción como, por ejemplo, hamacas, manteles, almohadones, individuales, bases para apoyar los equipos de tereré, hasta posavasos.

Acela Bogado de Ramos cuenta cómo se fueron haciendo los tamaños más pequeños, como los individuales, alfombritas, camineros. “Hagamos los individuales, que es lo que tiene salida”, comentaban las vecinas de Potrero.

Tradición familiar

“Aquí en mi familia tejen hasta mis nietos”, dice la mujer, que cuenta cómo también a medida que los tamaños se fueron reduciendo también se achicaron los telares. “Mi marido, Lorenzo Ramos, fue el que achicó el “tera (telar) y yo fui la primera en hacer posavasos”, contó. También comentó que una conocida marca de gaseosas le encargó una vez 1.200 posavasos que consiguió entregar en tiempo y forma.

Los telares artesanales son también parte de la tradición. Son sus elementos el plegador, caja, kygua, liso y se usa un “tambo” para estirar los hilos.

Mariza Ayala se especializa en preparar los lisos, la base de madera en la que se preparan los “hilos de 9″ sobre la que se incorporan los retazos de trapos para llegar al producto final.

Rosana Ayala dice que les lleva una hora preparar un liso para poder fabricar una frazada, en una técnica que se fue pasando de generación en generación en la compañía Potrero de Carapeguá.

Por su parte, Gladis Coronel comenta: “Hacemos todo el proceso desde conseguir la tela, después tejer y después salir a vender”. Mientras muestra sus creaciones, añade que “todos los viernes me voy a Asunción, me subo al colectivo con mi bolso y allá me voy a vender”.

En tanto, Aldana Caballero cuenta que antes no se compraban los “trapos” porque las textiles los consideraban basura, cosa que en el tiempo se fue revirtiendo. “Mis hermanos estudiaron todos gracias a la fabricación de las frazadas de trapo. Siempre viajo a vender mis productos a Luque”.

Para Jessica Cabello, la tarea va teniendo sus frutos: “Después de un período de trabajo intenso para describir la historia de la frazada de trapo y plasmarla en un documental, finalmente puedo decir que llegamos al primer objetivo”.

Lo explica contando que “la producción artesanal hace grande a nuestra ciudad. Entonces, la convivencia desde pequeña con las artesanas de Potrero, la experiencia vista en mi bisabuela, abuela, en mi madre y mi propia experiencia de niña, cuando al venir de la escuela tenía que unir telas (trapo ñembojoapy) para ayudar a la familia, tomé este desafío de llevar adelante el rescate histórico y cultural de la frazada de trapo, que fue como sumergirse en el pasado para analizar el presente y luchar por un futuro mejor para nuestras artesanas”.

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