Tres mujeres fueron esenciales en la operación de los nuevos motores diésel del barco escuela de la Armada Paraguaya. En estos días, sus 270 tripulantes fueron testigos de la especial celebración que les brindó la comunidad de Puerto Rosario, destino donde se estima que unas 7.000 personas lo visitaron o fueron alcanzadas por la labor social desarrollada por los marinos en tierra. Otra multitud visitará el barco este fin de semana en Asunción .
- Por Jorge Zárate
- jorge.zarate@nacionmedia.com
- Fotos Gentileza
Ayer recibió una multitud en el Apostadero Sur de la Flota de Guerra, en el barrio Sajonia, y se espera que hoy domingo, de 9:00 a 17:00, pase otro tanto. Es que su regreso a las aguas del río Paraguay 55 años después de su último viaje fue destacado por su significado profundo: un defensor que vuelve a servir.
Entre esas emociones que unen el tiempo antiguo con la actualidad, surgió un detalle muy importante y especial: el equipo de maquinistas del Cañonero Paraguay está integrado por mujeres, lo que aporta también un nuevo sentido de época al servicio del buque.
La guardiamarina Gloria Núñez es la jefa de Mantenimiento y Reparaciones y cuenta en diálogo con Nación Media: “Comenzó como un sueño hecho realidad. Al egresar de la instrucción pude integrar la tripulación, lo que fue un orgullo y gran satisfacción de poder compartir con las compañeras porque cada vez más las femeninas estamos siendo protagonistas y líderes en la actualidad”, comentó.
Otra de las maquinistas es Jorgelina Estela Báez, que expuso que su proceso “comenzó en 2019 cuando ingresé a la Academia Militar Francisco Solano López, de donde después de cuatro años egresé como guardiamarina maquinista. Entonces me designaron a la Flota de Guerra, en este buque. A bordo me pude adiestrar en el mantenimiento de las máquinas y ampliar mis conocimientos”, dijo.
“Me siento orgullosa de nosotras las mujeres porque somos lo suficientemente capaces de realizar las tareas de la sala de máquinas. No he encontrado un trabajo que no pueda ser realizado por nosotras, al menos a nuestro nivel”, dijo recordando que a veces hay temperaturas elevadas y tratos no muy agradables con hierros calientes, aceites y combustibles.
Las sensaciones son compartidas por la teniente maquinista Leticia Hermosa Giménez, quien dice estar “contenta de tener a mi lado mujeres profesionales, capacitadas que apoyaron en las distintas tareas que nos corresponden para el buen funcionamiento de los propulsores, de los generadores y de todo el sistema eléctrico del buque, así como en las otras áreas donde el género femenino estuvo apoyando para que todo salga bien”, apuntó.
ACCIÓN SOCIAL Y OTROS GAJES
Para Núñez, la posibilidad de hacer acción social es importante y se mostró agradecida con el retorno de la población de Puerto Rosario, a la que vio “conmocionada” con la tarea de la tripulación del Cañonero Paraguay.
Báez coincidió con la apreciación de su compañera y apuntó que “la posibilidad de poder hacer una acción social nos llena de entusiasmo, ya que la Armada tiene excelentes profesionales en el área de salud. Así que con el barco en condiciones como está, podríamos llegar a muchas más comunidades y brindar servicios a lugares donde realmente hace demasiada falta”, consideró.
Hermosa apuntó que le satisface “que seamos ese nexo, que podamos llevar nuestro grano de arena y así ayudar de alguna manera a nuestros conciudadanos, y a través de nuestro buque de guerra acercarnos a ellos con estas acciones. Las Fuerzas Armadas siempre estarán al servicio de su comunidad, no solo usando las armas para defender su territorio y su gente; si no que estaremos presentes siempre para llevar toda la ayuda posible a los distintos lugares de nuestro amado Paraguay”.
PREGUNTA OBLIGADA
En un momento de la charla sobreviene la pregunta obligada a las marineras: ¿cómo visualizan el machismo en la fuerza? Núñez consideró que “pese a los obstáculos que se pudieran presentar por el hecho de ser mujeres, hoy en día existe una igualdad, una equidad diría, entre los géneros, ya que hemos demostrado que somos capaces de hacer lo mismo que los varones y las oportunidades son las mismas respetando siempre las jerarquías. Como mujer poder inmiscuirme con las máquinas fue todo un desafío y sin la ayuda de Dios y mi familia no estaría donde estoy ahora”, apuntó.
Por su parte, Báez señaló que “gracias a Dios nunca me tocó pasar un episodio así. Por suerte aquí siempre se mantuvo todo dentro de los márgenes del respeto, siempre fue muy equitativo todo, nunca hubo diferencias por sexo ni por nada. No puedo dejar de mencionar lo orgullosa que estoy de formar parte de esta tripulación que está haciendo historia manteniendo todo en condiciones para que el buque siga navegando por muchos años más”.
De su lado, Hermosa Giménez relató que “personalmente nunca tuve ese problema por parte del personal más ni menos antiguo. Siempre me trataron con respeto desde el primer día que pisé cubierta y más en mi especialidad como oficial de máquinas”.
La teniente y la mascota
“Teniente de fragata, maquinista Paola Raquel Cañiza”, se presenta esta oficial que tuvo la particularidad de ser la madrina del gato Barlo, la primera mascota a bordo del Cañonero Paraguay.
“Le encontré cuando me estaba por embarcar, escuché el maullido de un gatito y me dije ‘qué voy a hacer’. Era flaquito, carecía de amor que ni te cuento y le agarré, le alcé y que sea lo que San Roque y Dios Quiera. Le embarqué a sabiendas de que su estadía podía no ser duradera porque hay mucha gente que no les quiere a los animales, pero yo me arriesgué”, contó. Llamado Barlo en homenaje al vocablo marinero “barlovento”, que es el buen viento que empujaba las naves a vela. “Le tapé y le metí conmigo, le llevé a mi camarote y le comencé a dar leche y comida, hasta que comenté que tenía un gatito a bordo. Y me dijeron “¡esta señora! A ese le van a matar, le van a jugar todo… mañana no va a estar más. Así que no sabía qué hacer, me debatía entre tenerlo a bordo o darlo en adopción”, siguió comentando.
“Lo tuve escondido una semana, porque cuando comenzó a crecer cuando salía del camarote él lloraba. Después ya le mostré a la tripulación, les comenté que era mi gatito, un ser vivo, que tiene un corazoncito y así les fui concienciando a la tripulación, que lo fue adoptando mientras estábamos en el dique por la reparación del cañonero”.
“Les mandaba a los marineros a quitar pescado para él, que come dos o tres pescados por día. Ni bien embarco a las cinco de la mañana, ya me estaba esperando afuera, me seguía hasta el camarote y se metía directo a la cama. Al mediodía cuando teníamos un rato de casino, lo sacaba afuera, porque es un malcriado que le gusta la hamburguesa. Igual los marineros tenían que tenerle con agua, purina y sus pescados”, contó.
La teniente Cañiza describió al ambiente femenino en la Sala de Máquinas como “dinámico, es muy agradable compartir con las chicas. Yo fui la más antigua, trabajé bien y nos llevamos muy bien, pero ahora estoy trasladada al Comando de Infantería de Marina, dejé de ser parte del Cañonero Paraguay, participé y viví el cambio que se le hizo a la embarcación y agradezco haber tenido esa oportunidad. Con mucho esfuerzo logramos que pueda volver a navegar y hacer historia, porque 55 años son muchísimos, lo pudimos hacer, me sentí parte y seguí la trayectoria. Chemopy’arory porque es una sensación única”.
Contó de sus viajes en otras misiones en las que “nos fuimos a llevar víveres, colchones, hacer peluquería, es súper especial la gente, súper respetuosa y amable. Estuvimos como 20 días cuando fuimos en 2015, se siente bien poder ayudar a las personas porque había gente con bastante precariedad y era una sensación única poder ayudar. Es necesario hacer la acción social porque la gente nos necesita y nosotros como FFAA no nos podemos negar”.
“El regreso de un gigante”
Para el capitán de Navío Wilson Altuman, “es el regreso de un gigante dormido, un buque que es muy caro a nuestros sentimientos. Poder embarcar y navegar nos hace sentir lo que sintieron nuestros antepasados cuando iban a la guerra, de tener una misión en mente y poder cumplir. Es un hecho histórico, después de 55 años volver a navegar en el buque insignia es algo que nos llena de satisfacción y orgullo”, consideró.
Según reseñó en diálogo con Nación Media, “todas las actualizaciones que se le hicieron a las máquinas, a los sistemas de propulsión, los generadores, el sistema eléctrico, refrigeración, lucha contra incendios y gobierno resultaron óptimas y no tuvimos ningún problema ni avería”.
Destacó entonces que “para los cadetes es fundamental consolidar lo aprendido en las aulas, llevar la teoría a la práctica, en las maniobras, zafarranchos, faenas marineras, en el conocimiento de la vida a bordo, el comportamiento durante la navegación, los ejercicios que se hacen a bordo. Es una experiencia muy fructífera experimentar la vida naval, ser parte de una tripulación”. Altuman explicó que “la ayuda humanitaria se irá viendo conforme a las necesidades o pedidos que reciba la institución” y que las recepciones multitudinarias que tuvo el buque se pueden atribuir al sentido de pertenencia de la gente.
“Puedo decir que el éxito se debe al sentimiento patriótico que hace aflorar el cañonero. Es un símbolo importante por su misión y tarea en la guerra, hace a las raíces, el reflotar de los valores patrióticos, porque permite sentir la emoción de pisar la misma cubierta que los veteranos de la guerra del Chaco en su juventud. También la calidez del personal de la Armada, la receptividad y el buen trato, la predisposición para que pueda acceder a los recuerdos, anécdotas e historia”, consideró.
Lleno de historia y digno de visitar
Para el magíster Eduardo Ortiz Mereles, presidente de la Asociación Cultural Mandu’arã, que organiza visitas guiadas al buque, “el Cañonero Paraguay es noticia y debemos aprovecharlo para conocer su historia, especialmente para aquellos que no vivimos el conflicto que se originó en las intenciones de Bolivia en el Chaco Boreal”.
“Todos los paraguayos deben conocer esta reliquia, en la que se puede estar a bordo y que ayuda a desmitificar algunos temas de la guerra del Chaco como que nuestro país no estaba preparado para la contienda”, apunta.
El docente universitario y especialista en historia del Paraguay recordó que “ya en 1852 le propusieron a Carlos Antonio López resolver los límites, situación a la que el estadista paraguayo muy inteligentemente no le hizo caso. En 1878 se da el laudo del presidente de los Estados Unidos, Rutheford Hayes, en el que la parte comprendida entre los ríos Bermejo y Pilcomayo se queda para el Paraguay, lo que fue una jugada diplomática brillante de José Falcón y Benjamín Aceval, que lograron confirmar ese territorio como parte del Paraguay”.
La tensión regresa “cuando Bolivia pierde su salida al mar con la guerra del Pacífico en 1884 y vuelve con la intención de llegar al Atlántico a través del río Paraguay. Se firman en 1904 varios acuerdos en los que básicamente sus pretensiones eran llegar hasta donde ahora está el puente Remanso. Hay mapas y estampillas que así lo corroboran”.
Entonces: “A partir de 1920 Bolivia viola los protocolos que se habían formado y comienza a formar fortines en el margen izquierdo del río Pilcomayo. De hecho, el Fortín Boquerón estaba en poder de ellos. Estalla la guerra y recordamos aquí la famosa historia de que el país no se había preparado para la guerra. Sin embargo, aparece la figura de José Bozzano, un militar que fue enviado por el presidente José P. Montero al Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT, por su sigla en inglés), donde se graduó como arquitecto e ingeniero naval y aeronáutico en 1925″.
Entonces considera que “con esa preparación, queda desfasada la teoría de que no hubo aprestos para la guerra. El C1 Paraguay con su gemelo el C2 Humaitá constituyeron un arma incluso de poder intimidatorio porque estaban artillados para responder un ataque aéreo. Fueron construidos en Italia con la máxima tecnología para aquella época y eran armas de guerra que nadie tenía en Sudamérica”, refirió.
“Estos buques fueron fundamentales para el transporte de tropas hasta Puerto Casado. Luego iban en tren hasta Punta Riel y de allí se caminaba hasta el Comanchaco en Isla Po’i. Llevaba pertrechos de guerra, armamentos, médicos y tropa”, apuntó.