Un técnico empírico en reparación de radiadores sueña con la profesionalización de su oficio a través de la creación de un curso para la formación de mandos medios. Cristóbal Romero, de 71 años, recibe en su taller a Nación Media para contarnos su historia y hacer un llamado al sistema de formación y capacitación laboral para ofrecer a los jóvenes una opción rápida y económica de inserción al mercado de trabajo.
- Por Paulo César López
- paulo.lopez@nacionmedia.com
- Fotos: Christian Meza
Es lunes cerca de la media mañana y don Cristóbal nos aguarda frente a su taller sobre la avenida Defensores del Chaco, en el lado de Villa Elisa de 4 Mojones. Radiadores Py, reza la leyenda sobre el portón del establecimiento. Nos saludamos, nos ofrece un tereré y rápidamente empieza a relatar con entusiasmo el inicio de su carrera.
Refiere que tiene 22 hermanos y que desde muy chico fue vendedor ambulante junto con su abuela en la zona del Hospital de Barrio Obrero y que cuando tenía 11 años fue llevado por ella con quien sería su primer maestro, don Serafín Gómez, que tenía un taller en el citado populoso barrio asunceno. Don Cristóbal cuenta que a partir de los 13 años ya se hizo diestro en la soldadura de metales como estaño, bronce y aluminio de radiadores de todas las marcas.
A renglón seguido nos explica en qué consiste su especialidad. Se trata de un oficio no muy común y, dicho sea de paso, “muy ingrato”, según sus propias palabras, pues se dedica exclusivamente a reparar radiadores. El especialista manifiesta que el trabajo en su rubro no es abundante debido a que estos dispositivos empiezan a presentar fallas en los automóviles nuevos recién al cabo de unos 20 años.
Por ello, a pesar del enorme crecimiento del parque automotor en nuestro país, que calcula en 2.500.000 unidades, asegura que en todo el territorio nacional solo existen unos 150 especialistas en su rama a raíz de que resulta difícil formar clientela.
GARANTÍA
“Hoy en día el 90 % de los automóviles viene con radiadores de caja plástica y todos mis colegas fabricamos artesanalmente de metal, ya sea de bronce o aluminio, con mucha garantía. Recomiendo a los automovilistas utilizar nuestra mano de obra”, aconseja Romero mientras maneja su soldador.
“Es tan ingrato ser radiadorista y a pesar de todo estoy muy orgulloso de mi oficio. A las pruebas me remito y a la vista de miles de testigos soy el más antiguo de América y del mundo gracias a Dios”, expresa al tiempo de hacer referencia a que en otros países con 30 años de servicio e incluso menos los profesionales ya acceden a la jubilación.
Romero aclara que la limpieza de radiador no es una operación simple y que no se trata solo de manguerear la pieza, sino de abrirla y limpiarla caño por caño y volverla a soldar según el tipo de metal. Asimismo, afirma que su mejor propaganda es la pulcritud y el trabajo honesto.
“Che la Barrio Obrero-pe ajeikuaa ha ajehayhu avei. Ha ápeve ou che rastrea la che cliente-kuéra porque che pulcro ha che honesto. Mantener la temperatura es muy importante, ese es el pulmón del motor”, asevera.
De esta forma, aconseja que para prevenir el “akanundu guasu” del motor, sea por la elevada temperatura a consecuencia de la poca circulación de los conductos, pérdidas de agua o mal estado del radiador, es necesario consultar periódicamente con un profesional radiadorista como él.
SUEÑO
A sus 71 años y 60 años en este oficio, don Cristóbal sueña con que el SNPP habilite un curso para la formación de mandos medios y de esta forma los jóvenes puedan tener mayores y más rápidas opciones laborales a disposición, además de mayor autonomía, pues actualmente es muy difícil en esta especialidad salir del régimen asalariado.
Sobre los cambios tecnológicos en los automóviles que se fueron dando a lo largo de su extensa carrera, indica que la pasión y la dedicación a su oficio le permitieron adaptarse a los nuevos tiempos para adecuarse a las innovaciones técnicas.
“Paraguayo ko genio, oñeingenia la trabajo-pe. Nuestro oficio es un arte. Viví y moriré como abeja entre los panales”, concluye en referencia al conjunto de pequeños tubos que emulan la colonia de los zumbantes.