Hoy Toni nos lleva a los recuerdos desde el balcón de la vida que dejan aquellos que ya partieron, en este caso la colaboradora de estas páginas Muñeca Talavera Guggiari de Ventre, conocida popularmente como Muñeca Ventre, que nos dejó hace unos pocos días.

Son las 13:00 de un sábado de otoño y me preparo para ir a despedir a Muñeca a la Recoleta antes de ir al edi­ficio Hoy, donde se encuen­tran los estudios de la radio, pero el tiempo cruel no me permite. Su partida me lleva a un viaje sin fin.

Sentado en los recuerdos de la amplia sala de Muñeca Tala­vera de Ventre en una ruidosa esquina asuncena, rememoro aquellas historias que me contara de la Asunción de los años 40 y 50, cada una de ellas munida de su respectiva ilus­tración. Es que su marido, el doctor Manuel Ventre, era un fotógrafo aficionado. Calles, casas, rincones, plazas, clu­bes de la ciudad registrados al tomarle fotos a su enamo­rada Muñeca, que fuera gran colaboradora de estas pági­nas aportando invaluables historias e instantáneas.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY
Muñeca y Manuel Ventre. Asunción, c.1953

La conocí siendo oyente y espectadora de los pro­gramas de lunes a viernes, así como de “Cuadernos de barrio”. Muñeca era un com­pendio de recuerdos en cada visita a su amplia residen­cia estilo colonial que fuera propiedad de un antiguo jefe militar paraguayo, el Cnel. Garay. Nació y se crió en el centro de Asunción. En sus años mozos vivió en una anti­gua casa –conservada hasta hoy– de la calle Humaitá casi Alberdi con vista a la cúpula de la iglesia De la Encarna­ción y al antiguo caserón del Gral. Egusquiza, hoy colegio Dante Alighieri.

HISTORIAS

Con un té de por medio, nos contaba historias como si fueran una novela como aquel joven de doble apellido que se iba a casar contra su volun­tad en los años 50 y al que ella escondiera debajo de su escritorio en el Registro Civil, escapándose luego con su enamorada a Montevideo for­mando después una hermosa familia. O aquel joven estan­ciero de Concepción que se enamoró de ella y que le dejó una carta el día de su casa­miento con Ventre, dicién­dole que se arrepentiría de su decisión y que iría lejos de la iglesia para no hacer algo tremendo el día de la boda y que se marchaba a mirar las aguas que corrían rumbo al mar, o la historia del cocinero y del sastre bolivianos prisio­neros de la guerra del Chaco que vivían en su casa.

Fragmento de la carta de Pitín Quevedo. Asunción, 1951. Colección Ventre

“Temeroso que pasara /

por mi mente acalorada /

sabe Dios, si una venganza /

corrí lejos de la iglesia /

a llorar mi desventura /

hasta la orilla del mar”.

Asunción, marzo de 1951

(Fragmento de una carta a Muñeca de Pitín Quevedo)

MUÑECA Y EL SAJONIA

Muñeca, con sus 91 años, fue una activa participante con­tando historias de juventud en el viejo Club Deportivo de Puerto Sajonia en una época dorada donde el tiempo transcurría mucho más lento y sencillo. Nos decía:

Parque Caballero. Asunción c. 1950. Foto: Colección Manuel Ventre

“Todos los sábados se hacían fiestas y como la cantina era un poco cara, preparába­mos un pan grande, le ponía­mos paté y eso se convertía en nuestra cena. Nos íba­mos entre varias amigas, las de Balmelli, las de Bestard, las de Casola, las de López Moreira. Ese era el programa en el Sajonia desde los sába­dos de tarde hasta la noche. Los domingos volvíamos a eso de las nueve de la mañana y se preparaban unos cócteles hasta las doce del mediodía”.

Estas y muchas otras histo­rias ya quedarán en los ana­les del “en vida, hermano, en vida”. Hoy, después de su par­tida, me da una extraña sensa­ción de tristeza, pero también de alegría de haber rescatado primorosos recuerdos asun­cenos y de hacerle revivir en esas memorias que nos dejan aquellos que han pasado por los balcones de la vida.

Club Deportivo de Puerto Sajonia. Asunción c. 1950. Colección Manuel Ventre

MUÑECA Y LA SABIDURÍA ANCESTRAL

Muñeca no escribió un libro, pues ella misma era un libro abierto que me recuerda de nuevo a un pensador malí que decía: “En África, cuando una persona anciana muere, una biblioteca arde”.

La sabiduría ancestral nos recuerda siempre que el res­peto a los ancianos y sus his­torias es fundamental para la construcción de las nue­vas generaciones. De a poco voy dejando atrás aquella casa de altos techos y suntuosos muebles de otros tiempos. La dejo para siempre sentada en su gran sofá bordó lleno de gloriosas historias asunce­nas de ayer con una eterna mirada desde los rincones de memorias del viejo barrio De la Encarnación siempre guiado por la alta cúpula de su monumental iglesia. Antes de cerrar el acceso principal del caserón, le digo simplemente “¡adiós, Muñeca, adiós!”.

“Bar Botánico”. Jardín Botánico. Asunción c.1923. Foto: Colección Manuel Ventre. Propiedad: Eduardo Nakayama
Muñeca Ventre. Calle Humaitá. Asunción, c. 1951

Déjanos tus comentarios en Voiz