Para los investigadores existía un ambiente turbio en la escena del crimen. Muchos elementos llamaban la atención, pero no fue hasta encontrar la información clave que entendieron de qué hilo comenzar a estirar. La sombra estaría cerca.
- Por Óscar Lovera Vera
- Periodista
Sus lágrimas surcaban vertiginosamente sus pómulos y al caer al precipicio, desde su compungido semblante, se estrellaban sobre su blanca blusa. Marylin Michel Eberhardt utilizaba una esquina en la escena del crimen para soltar sus lamentos. Lo hacía sujetando un teléfono móvil y lo llevaba puesto en la oreja. Por ningún motivo las llamadas cesaban, eran sucesivos repiqueteos que despertaron una punzante sospecha en los agentes de la Brigada de Investigación.
El análisis del comisario local no podría estar muy lejos de la posibilidad sobre esas incesantes llamadas. Esas que no sean solo avisando a la familia de la desgracia o quizás organizando el servicio fúnebre. Existía algo más en su comportamiento que les provocada ansiedad.
Fue entonces que esa distancia que tomaba para contestar sus llamadas llevaron a afianzar la desconfianza. De aquellas donde no sabían si era oportuno interrumpirla al verse tan afectada o de esas que te obligan a mantener esa distancia prudente, agazapado pero sin perderla de vista para ver el siguiente movimiento.
La Policía tenía incrustada una duda sobre la muerte de Evelyn y sobre eso no titubearon para hilar sus teorías. El trasfondo de su muerte tendría directa conexión con un homicidio por encargo. Aunque aún no lo podían probar, lo intuían.
El autor material, quizás, haya burlado en ese día la sufrida proeza policiaca para cerrar casos. Tuvo certeza en su labor porque disparó directo a la cara, dándole una muerte segura. Fue temerario y además debían reconocer que se tomó el tiempo de estudiar el movimiento en esa calle para huir rápido sin dejar una imagen en una cámara de seguridad. Nada más quedó, salvo el sonido abrupto de su motocicleta disipándose en la distancia.
Con esto los agentes tenían una información no del todo absoluta, pero útil. El asesino era una persona entrenada, alguien con al menos la seguridad sobre dónde debía poner esa bala para extirpar la vida con extrema seguridad. Era un buen punto de partida para investigar.
Sin embargo, aquellos investigadores estaban convencidos de que llegar primero al autor intelectual era lo primordial y luego al tirador. Deambulada entre ellos un robusto presentimiento sobre una muerte planificada y esta pudo gestarse en el entorno muy cercano de la víctima.
Se intensificaba ese cuestionamiento en sus razonamientos, haciéndose paso entre la tribulación que dejaban escapar algunos alrededor de la carne inerte. ¿Era falso ese dolor?, se preguntaban. Les daba una sensación de asco.
CERCANO A LA VERDAD
¿En la familia estaba el progenitor de esta muerte? Esa respuesta implícita, y su certeza sobre un ejecutor cercano, les reflejaba a un cobarde. Aún peor es que se trató de la sombra de su enemigo y carcomió la de su víctima como un parásito, sin darle oportunidad de entender lo que se venía.
Se miraron entre los agentes y coincidían en que un sentimiento como el miedo desatado por esa cobardía debe solo apuntar a una cosa. El autor está muy cerca y su interés de confirmar su obra podría delatar hasta la motivación. ¿Qué lo llevó a encargar la muerte de una persona cercana?
Los días siguientes sirvieron para que la fiscal del crimen, Marlene González, tomara estas teorías como válidas, respaldada por los informes que alimentaban su caso. Evelyn no tenía deudas de ningún tipo. Sus finanzas eran básicas, sin préstamos o créditos paralelos al sistema bancario, por lo que no había ningún sanguinario prestamista en la mira. No recibió amenazas, no fue asaltada en los últimos tiempos y vivía una tranquila vida.
–¿Dónde trabaja esta mujer? –interrumpió la fiscal al policía que comentaba sus apuntes.
–En un taller mecánico, el propietario es Jorge Daniel Centurión, ex esposo de la hermana, Marylin Michel – contestó el agente.
–Mmm, entiendo, ¿hay algo más sobre eso? –insistió González, quien ya presentía algo.
Con titubeo, pero dejando ver que algo intuía, la fiscal buscó un elemento más dentro de ese trabajo que hacía Evelyn en el taller mecánico. Le resultó poco particular que la mujer continúe trabajando en ese sitio después de todo lo que escuchó sobre la relación del propietario con su hermana y la abrupta forma en que concluyó la convivencia.
–Comencemos por esto, oficial. De aquí podemos sacar algo. Quizás algún inconveniente en el trabajo que no sepa la familia o acaso algo de la familia que lo sepan en ese sitio –propuso la fiscal.
–Claro, doctora –asintió el policía.
LA PRIMERA PISTA
–Fiscal, también nos llegaron algunas informaciones que no pudimos chequear, pero quizás en el taller podamos corroborarlas. Algunas personas cercanas a la familia nos indicaron que Marylin fue en varias ocasiones a ese local y tuvo álgidas discusiones con su ex pareja, Jorge Daniel, pero no es todo. En esas peleas que mantuvo con el padre de sus hijos, Marylin también discutió con su hermana y al parecer dentro del mismo contexto. Solo que aún desconocemos cuáles fueron las motivaciones. No fue del todo una relación tranquila entre hermanas, al parecer, fiscal –relató el policía mirando fijamente a la investigadora, dándole a entender con esa fijación en sus ojos su intención de jalar de ese hilo. Ese era el punto a enfocarse.
–Entonces, si entiendo bien, usted sugiere que existieron varias discusiones subidas de tono que integraron a tres personas en el entorno único de un tema, que aún desconocemos, Jorge Daniel Centurión, y las hermanas Marylin y Evelyn Eberhardt. ¡Interesante! –exclamó la fiscal.
La fiscal y el policía acordaron continuar sobre esa misma pista. Alguien tuvo que estar ahí, en algunos de esos cruces verbales. Ese que pudiera precisar cuál exactamente fue el detonante de esas discusiones entre este hombre y las hermanas. Aunque estas últimas también pelearon entre sí, falta ese hombre clave, el que tuvo que dedicarle su atención, uno no afectado en la discordia. Ese que por su inherente naturaleza de ser humano, en su curiosidad carroñera de la intimidad, tuviera que dedicarle la agudeza de su audición a lo que sucedió.
SETENTA Y DOS HORAS DESPUÉS
El sonido del motor se detuvo. La sacudida de su automóvil le indicó que era momento de desabrocharse el cinturón, tomar su carpeta con una treintena de papeles y su agenda llena de anotaciones. Acostumbraba a escribir en los pequeños papeles adhesivos y de colores. Le ayudaban a recordar los datos oficiosos que mencionaban sus contactos. También los apodaban C. I., sigla de cédula de identidad. Una manera algo despectiva de señalar a los desconocidos. En algunos casos con entradas en las cárceles, pero igualmente inexistentes para ellos.
Al no ser importantes deben requerir su documento de identidad para saber de quién se trata. Así identifican a sus potenciales informantes y los comprometen a cambio de algunas concesiones en las violentas calles.
Por último, se miró al espejo retrovisor y acomodó el mechón de pelo que irreverente descansaba sobre los peldaños de la parte alta de su semblante. Aquel que curtía cuatro décadas dando vueltas de estación. El oficial estaba listo para entregar a la fiscal todo lo que pudo acopiar en tres días de trabajo intenso. Quedó sorprendido por el caudal de información y que esta haya desembocado en la certeza de ciertas sospechas. No siempre tienen ese golpe de fortuna y esta vez podría decirse que esto aportaría un avance significativo para una teoría sobre el crimen de Evelyn.
–Buenas tardes, doctora, de nuevo por aquí. Esto es lo que pude obtener en estos días de trabajo y no estamos muy lejos de lo que en principio sospechamos desde aquella tarde misma del asesinato –mencionó con cautela el agente frenando su ímpetu por el relato.
–Dígame, oficial, qué encontró de certeza con relación a esas discusiones –asintió la fiscal dando ese consentimiento que tanto aguardaba el investigador.
–Doctora, todo eso que presumimos tiene sentido. Las discusiones nacían siempre con la llegada de Marylin al taller y todo era producto de los celos. Ella descubrió que Evelyn mantenía una relación con Jorge Daniel, al que Evelyn nombró Eduardo para ocultar ese furtivo sentimiento que surgió entre ambos. Pudimos enterarnos de que, si bien Marylin sabía de un novio de su hermana Evelyn, siempre lo identificó con ese nombre, Eduardo, pero nunca se los presentó. No a Marylin, tampoco a los otros hermanos. Eso le hizo dudar de cierta forma y comenzó a indagar.
–Entonces cree que de aquí… –interrumpió la fiscal.
–Aguarde, doctora. Esto se pone un poco más complejo. Porque esas peleas se acentuaron después de la ruptura de su relación con Jorge Centurión y finalmente descubrió que había intimidad entre su ex y su hermana. No termina aquí, doc. El taller en cuestión, el escenario de las discusiones, era también parte de la desavenencia. La familia me confirmó que Marylin al separarse de cuerpo de Centurión, ya que no están casados, acordaron de palabra la división de los bienes en común y es aquí donde entra otro elemento detonante, la administración de ese negocio debía quedar en manos de Marylin y, al parecer, Jorge Daniel no lo estaba cediendo, y lo agravó poniendo como administradora a Evelyn, su actual pareja. Fiscal, permítame decirle que aquí tenemos la combinación de celos y codicia, dos cosas que podrían tener una fuerte conexión con una venganza. Solo faltaría probar si realmente Marylin pudo estar detrás de los eventos sucedidos días atrás…
Continuará…