Este domingo Toni hace un viaje a la iglesia De la Encarnación, que a principios del siglo XX fue “el pico más elevado” de la Asunción y que hoy quiere volver a recuperar a sus fieles de antes, los hijos y nietos de estos, antiguos habitantes de esa altura asuncena.
- Por Toni Roberto
- tonirobertogodoy@gmail.com
El puño de mis recuerdos me llevó a una vieja postal, poco conocida, pero fácil de recordar: una pintura de la iglesia De la Encarnación del artista Herminio Gamarra Frutos desde las alturas del antiguo Mangrullo, hoy parque Carlos Antonio López, y la vista desde la mirada del viejo barrio Gral. Díaz donde vivía. Abrir una vieja persiana de dos hojas era todo lo que necesitaba para ver de fondo aquel monumental templo que fuera diseñado por Juan Colombo y concluido allá por 1912 por el italiano Carlo Hoffer, quien haría otras obras importantes en la Asunción de principios del siglo XX.
Pero ¿cómo empieza mi reencuentro con esta andariega iglesia? A partir de mi llegada tardía a un recorrido en Semana Santa, ya sobre la hora, le pido a Juan Ángel Monzón, encargado y “sacristán ad honorem” de la casa, entrar un rato antes del cierre. A partir de ahí, charlas y sueños de apoyo al mantenimiento de tan importante y descuidado monumento asunceno.
RECUERDOS DE MARTA BOSIO
Después, un encuentro con una de las más antiguas parroquianas de La Encarnación y la sobrina de esta, hija de uno de sus más grandes protectores, el ingeniero Juan José Bosio, nos lleva a todos casi hasta las lágrimas; Marta Bosio Vda. de López de Filippis, así se llama esta gran dama, que nos va contando detalles de la infancia, de una altura que se convirtió en su época en el centro social y religioso de la zona, además de hospital de guerra y lugar tomado por los francotiradores en las sucesivas revoluciones, que no escaseaban en el siglo pasado.
En medio de la conversación, un detalle primoroso, el recuerdo a su modista del barrio Josefina Gaona, que le preparaba a las niñas de la parroquia los conjuntitos para ir a los actos litúrgicos, porque, eso sí, las chicas jamás iban a La Encarnación con pantalones. “Lucíamos siempre nuestra mejor gala para ir a la iglesia”, recuerda Marta Bosio.
LOS EDIFICIOS QUE LA ENCEGUECIERON
Mirando desde las alturas De la Encarnación, vemos de paisaje “modernosos” edificios de los años 70 y 80 que enceguecieron la mirada de esta monumental colina arquitectónica en su sexto asentamiento desde 1889. Ahí, desde los techos de esta enorme casa de Dios, desde donde antes que se produzca el primer vuelo aéreo sobre la ciudad en 1912 ya se podía “volar imaginariamente” gracias a las tomas fotográficas que se hacían desde ahí a la antigua ciudad con una vista cinematográfica de la bahía de Asunción.
ANTIGUOS VECINOS
Desde esas alturas sigo soñando mis recuerdos y el de muchos antiguos vecinos, que tal vez hoy ya no están. Diviso esos viejos patios cargados de nostalgia y de una feligresía que se fue conformando en sus alrededores: ilustres vecinos como Jaime Bestard, Clotilde Balmelli, el dramaturgo y periodista Luis Ruffinelli, la pintora y modista Leonor Cecotto, la poetisa Elsa Wiezell, el Dr. Ramón Codas, que en su libro “Pelota con picho” da detalles inconfesables de las peleas en La Enca; las travesuras peligrosas de los hermanos Bibolini, la elegante casa de los Prous, los Cuevas, los Ventre, los Benza Pecci, hasta los Aparicio, cuyo jefe de familia se encargaba de darle cuerda al reloj cada ocho días.
De aquellos hoy quedan pocas familias, entre ellas los Pessolani, siendo uno de sus miembros, Humberto, apasionado partícipe de la titánica recuperación de esta gran iglesia asuncena junto al psicólogo, barítono y filántropo Juan Ángel Monzón, que hoy en el estado en que se encuentra es el monumento al olvido de los hijos de esta ciudad.
Cae la tarde y termina el viaje. La luz natural se va, el viejo reloj sigue dando la hora a pesar de estar hoy perdido en la selva de cemento, junto a una arquitectura de más de un siglo, que sigue contando historias de duendes y devociones a pesar de sus heridas, a pesar de su cruel abandono.
Al final, ¿hace falta contar la historia de la construcción de este monumental templo? No lo sé, muchos ya la escribieron. Solo me queda recordar las emociones que guardan sus paredes porque la arquitectura es mucho más que simples ladrillos, columnas o capiteles; son todas esas sensaciones que nos llevan a volver a mirarla una y otra vez. Ahí en esa altura perdida de la ciudad de Asunción, bañada de la luna y del silencio de la noche.