Paulo César López, paulo.lopez@nacionmedia.com
Fotos: Christian Meza
La joven arquitecta Viviana Pozzoli nos recibió en su estudio para hablar de la reciente premiación en un concurso internacional realizado por dos revistas británicas especializadas. Además de compartir los aspectos más resaltantes de su carrera profesional, Pozzoli reflexiona sobre el papel de la arquitectura frente a los desafíos que plantea la era contemporánea y la necesidad de adaptarse a las crecientes exigencias impuestas por el medio.
A escasos metros del pandemónium, el estudio del Equipo de Arquitectura está ubicado en una apacible cuadra del barrio Mariscal López en la que apenas llegan los ecos de los bocinazos y motores acelerados al mango por los posesos que atraviesan las calles de la capital. Viviana sale a nuestro encuentro y tan pronto como atravesamos el portón se respira una atmósfera diferente como si nos halláramos lejos del “mundanal ruido”.
Mientras ordena los libros y apuntes desperdigados en la mesa de su estudio me ofrece un café y en tanto me acomodo lo bebo parsimoniosamente. Va y viene por unos minutos hasta que finalmente respira hondo y toma asiento. Confiesa que dar notas no es una de sus especialidades y que ya había tenido que sudar la gota gorda en las entrevistas previas realizadas por el jurado de las revistas The Architectural Review (publicada desde 1896) y Architect’s Journal, radicadas en el Reino Unido, que le otorgaron el Premio Moira Gemmill a la Arquitectura Emergente, que distingue “el trabajo ejemplar de mujeres y personas no binarias que como una voz unida inspiran el cambio en un llamado global por el respeto, la diversidad y la igualdad”.
No obstante, reconoce que se trata de un mal necesario para difundir sus propuestas de manera que estas sean conocidas y puedan convencer a la gente de apostar a soluciones más acordes a las necesidades que impone nuestro entorno. “Nos gusta que se difunda, queremos que la mayor cantidad de profesionales usen, que traten de hacer esos cambios. Eso nos ayuda a todos al final. Eso de ser exclusivos, que solamente nosotros lo hacemos, no nos parece que sea el camino”, afirma.
Viviana nos cuenta que tiene 33 años, es egresada de la Universidad Católica de Asunción y que desde el 2017 trabaja en su estudio independiente junto con su socio Horacio Cherniavsky, “quien también es mi marido de paso”, indica entre risas.
LA CÁTEDRA
Además de su trabajo como arquitecta, Pozzoli ejerce la cátedra en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y en la Católica en la materia de Taller de Diseño, una labor que para ella reviste fundamental importancia, pues es un ejercicio que le sirve para comprender mejor sus propias ideas.
“Yo no me puedo imaginar cómo hubiese sido mi pensamiento sobre la arquitectura si no hubiese ejercido la docencia. Es una actividad que te obliga una constante investigación, una constante revisión de lo que pensás para poder transmitir, tener claridad. Los jóvenes son muy curiosos, son también de interpelar. Aparte tenés que poder transmitir, emocionarles y motivarles”, expresa.
Uno de los diseños de su equipo que mayor notoriedad cobró fue el local del Centro de Desarrollo de la Primera Infancia de la ciudad de Villeta, al sur del departamento Central, “un muro de tierra silencioso que protege los espacios introspectivos”, según lo define el arquitecto Carlos Zárate en una reseña publicada en The Architectural Review.
Una de las características más llamativas del patio interior de la edificación, enclavada en una zona descampada expuesta directamente al sol, es su techo verde. Además, cuenta con un sistema que captura las aguas de las precipitaciones y las almacena a fin de reutilizarlas para el regadío y la limpieza.
Pozzoli destaca que existe un ambiente especialmente favorable para este tipo de iniciativas dada la coyuntura regional en que le toca trabajar, pues “como estamos en desarrollo tenemos muchísimas oportunidades en el rubro de la construcción, donde todo se está haciendo”.
En lo que respecta a la mayor receptividad existente con relación a proyectos de esta naturaleza considerados “alternativos”, aunque se trata de una técnica milenaria, lo atribuye al hecho de la mayor difusión de estos métodos y a la demostración de que son soluciones factibles.
“La gente tiene más confianza cuando ve que ya se hizo, cuando ve que funciona. Si es algo nuevo, muchas veces hay problemas. Entonces romper esa barrera de la novedad, de lo incierto, ese es el momento más difícil. Nos olvidamos que en realidad solamente intentando, experimentando, haciendo por primera vez, tomando ese riesgo podemos avanzar y se empieza a mover la cosa”, asevera.
En este sentido, apunta que cuando menos en los últimos veinte años se ha producido un fenómeno en la arquitectura paraguaya gracias al cual se han dado ejercicios proyectuales que preconizan el enfoque en la experimentación y la exploración de las múltiples posibilidades que ofrece el uso de los mismos recursos, pero optimizando su rendimiento, una búsqueda en la cual lo estético también reclama su lugar.
LA CAJA DE TIERRA
Acerca del lugar donde nos encontramos, la Caja de Tierra, la primera obra concebida bajo la firma de Equipo de Arquitectura, nos explica que se trata de tapiales de suelo-cemento, tierra roja apisonada mezclada con cemento en una proporción del 5%. Pozzoli explica que se trata de una técnica antiquísima que es rescatada en la actualidad con algunas introducciones tecnológicas que facilitan su ejecución como el cemento, los encofrados modulares (un sistema de moldes para dar forma al hormigón) y los pisones neumáticos, que son máquinas que facilitan el compactamiento de la tierra.
“Lo que tiene de bueno es que te obliga a trabajar con muros de cierto espesor, lo que para nuestra aislación térmica es buenísimo, porque te aísla de la temperatura externa y como es tierra cruda no genera la contaminación resultante de la quema. Eso es muy importante, ver cómo la manera en que vivimos sea más eficiente energéticamente y menos contaminante”, destaca entre las principales virtudes de esta técnica.
A renglón seguido añade que un medio extremo como el nuestro, donde imperan temperaturas muy elevadas, impone la necesidad de pensar cómo protegernos del calor, cómo aprovechar la luz y cómo ventilar mejor los espacios.
“No podemos no pensar en eso. Y también nuestra relación con las resistencias naturales, estar en constante conexión con lo que pasa afuera. Porque la mayoría está encerrado trabajando y así se pierde esa conexión. No sabe si hace frío, calor, si llueve o no, no le llega el sol. Te disociás y eso empobrece la experiencia diaria y tiene su repercusión en el cuerpo y la mente, todo se resiente”, expone.
SOSTENIBILIDAD
Frente a la concepción puramente ecologista de lo sostenible, contrapone una visión más holística que no se circunscribe a lo medioambiental, sino que también abarca de un modo más amplio lo social y económico con vistas a que un proyecto funcione de manera adecuada en un contexto específico y que haga uso de recursos que sean económicos y de fácil acceso. En este marco, cita la experiencia de un concurso internacional en el que un miembro del jurado le objetó el uso del hormigón, una facilidad tecnológica que a su criterio no puede ser ignorada, “pues cada día que un centro de salud deja de funcionar es una pérdida humana”.
Para cerrar, confiesa que este asunto de los premios “le da cierta cosa”, pero no renuncia a usarlo como un instrumento que supere lo banal y la autocomplacencia para convertirse en algo útil que tenga un impacto positivo. “Mi premio lo dedicaría a las nuevas generaciones de estudiantes de arquitectura. Cuando voy a la facultad y veo que el 90% de mis alumnos son mujeres me digo que debo aprovechar esta imagen de empoderamiento que tengo para alentar a todas estas nuevas generaciones que se están formando a que se animen, a que sean protagonistas, que levanten la voz cuando tengan que hacerlo, que se expongan, que formen parte del debate y la discusión, que no se queden fuera del juego”, concluye.