Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com
Este domingo, a semanas de cumplir cuatro años ininterrumpidos escribiendo en estas páginas, Toni nos cuenta sobre su fugaz paso por el concierto de la pianista brasileña Sylvia Thereza hace unas semanas en el Teatro Municipal y recuerda el concierto del año pasado, rememorando a grandes concertistas que pasaron por la vieja casa de Anselmita, convertida en teatro en los años 60.
Hace aproximadamente un año había venido a Asunción al teatro Tom Jobim de la Embajada del Brasil –antiguamente teatro de la Misión Cultural Brasileña, ubicado en la antigua casa de Anselmita Heyn– la concertista carioca doña Sylvia Thereza. En aquella ocasión, luego de un maravilloso concierto pianístico en el que ofreció un magnífico repertorio, al final de la noche nos cuenta que le hablaron de una pieza que había compuesto un embajador brasileño en la década del 50, una guarania denominada “Saudade”, y que ella la había estudiado y que nos ofrecería su interpretación.
Luego de un silencio y con una sala llena expectante, la excelsa brasileña empieza a ejecutar aquella magnífica guarania, una versión casi celestial. En ese momento cerré los ojos y recordé a toda esa legión de maestros que me cobijó en aquella vieja casa a principios de los años 80, cuando era un adolescente.
Incontables conciertos, desde las eximias pianistas de la época como Susanita Elizeche de Codas, Nelly Jiménez, Balbina Salcedo Milleres, Kuki Jiménez Gaona o el legendario y enigmático “Barón del Piano” Pierre Jancovic, pasando por la mundialmente afamada María Creuza, Zimbo Trío o Macunaíma, integrado por Aldo Solalinde, Julio Acosta Quevedo, Miguel Stanichevsky, José Pesole, Carlos Solano, Rosana Acevedo, Diana Lima y Maricel Olavarrieta, entre otros, se han realizado en aquella legendaria casa.
SYLVIA THEREZA Y DIEGO SÁNCHEZ HAASE
Su segunda venida hace pocos días fue el motor para recordar aquella memorable noche del año pasado, esta vez en el Teatro Municipal de Asunción. El tiempo cruel hizo que pueda quedarme solamente para la pieza principal, el “Concierto para piano y orquesta número 4 opus 58″ de Beethoven, que duró aproximadamente media hora, lo suficiente para hacer volar el espíritu ante tanta poesía musical.
Antes de empezar la pieza, el maestro Diego Sánchez Haase hace reverencia al gran piano Steinway en ocasión de cumplir 10 años en el Paraguay. Luego dio una completa pero sencilla explicación contando detalles de la música del genial compositor, diciendo palabras más palabras menos: “Ahora llega el plato fuerte de la noche. Para mí el concierto número 4 para piano es el más bello que se creó en la historia de la música, tal vez porque fue el primero que escuché con mi papá a los 7 u 8 años. Tiene muchos rasgos innovadores. Beethoven con ese espíritu libre que le caracterizaba desafiaba constantemente las convenciones. Es el primero de la historia de la música que empieza con un solo de piano, porque lo normal era que inicie la orquesta exponiendo el tema principal”.
Sigue diciendo: “Pero en este caso arranca el piano solo, con una frase increíblemente solemne y desafiante, porque el pianista entra en frío a tocar unos acordes maravillosos y después cuando empieza la orquesta, sorprende, porque entra en una tonalidad muy lejana; el concierto está en sol mayor y la orquesta entra en si mayor, pero la armonía va retrocediendo de a poco de una manera magistral como lo hacía el gran maestro, hasta llegar al sol mayor, la tonalidad principal donde sí la orquesta expone los temas principales del concierto. Pero para mí la joya del concierto es el segundo movimiento, es muy extraño, tiene una construcción muy particular, es la tensión entre el piano y la orquesta, es Morfeo que vence al mal”.
Mientras sigue explicando, su cadencia guaireña me lleva a recordar la infancia en mis vacaciones en Villarrica y las historias de muchos de sus gloriosos habitantes como Ramón I. Cardozo, Manuel Ortiz Guerrero, Helio Vera o a los no muy conocidos como Aniceto Vera Ibarrola y Gumersindo Ayala Aquino, creadores de la popular “Villarrica”. En lo más familiar recuerdo la rica sopa paraguaya de tía Celina de Andino, las investigaciones de tío Mito Bogado Bertolo sobre sus ancestros italianos en esa ciudad, a Leopoldo Ramos Giménez o la calidez de las numerosas hermanas Alvariza, siempre expectantes de la llegada de algún sobrino desde Asunción.
EL FANTASMA, LA CARIOCA Y EL ILUSTRE GUAIREÑO
Al final, unos instantes antes de que termine la pieza, en un momento determinado, cuando por un momento baja la tensión entre el piano y la orquesta, escucho un fuerte ruido detrás del palco que compartía con Dani Nasta y Marina Petrovic. Les pregunto ¿escucharon algo? Dani me dice un decidido “no” y Marina me responde: “Tal vez fue un fantasma selectivo”. En ese momento le recuerdo al eterno encargado del Municipal, don Chiquitín Lambaré, que me contaba sus charlas con los duendes del teatro. Quizá sea uno de ellos acompañados de tan legendario funcionario, escuchando, los dos, esa maravillosa pieza del genio alemán interpretada por esta prodigiosa dama carioca.
Yo me retiro sin escuchar las piezas siguientes, pero contento de deleitarme con treinta minutos del plato fuerte de la noche de manera doble por la explicación de esta inmortal obra de la mano de este ilustre guaireño.