Una nueva batalla de satélites se desarrolla en la estratósfera, cuarenta años después de que el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan (1981-1989) sorprendiera al mundo con su proyecto de “Guerra de las Galaxias” con el que buscaba llevar la competencia nuclear al espacio.

  • Paul Handley
  • AFP

En buena medida por­que superaba por mucho la tecnología de la época, la declaración de Reagan del 23 de marzo de 1983 sobre la carrera espa­cial emprendida por Esta­dos Unidos para superar a la Unión Soviética, en el marco de la Guerra Fría, tuvo pocas consecuencias.

Pero recientemente, el espa­cio se ha convertido en epi­centro de una competen­cia diferente de aquella que imaginó Reagan. En lugar de misiles lanzados desde una órbita para atacar rivales, miles de satélites están ahora en el centro de una dinámica a veces tensa entre Estados Unidos, Rusia y China.

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Y Estados Unidos parece no tener una clara ventaja: China, en particular, exhibe una capacidad para competir e incluso superar a su rival.

ESPERANZA

El nombre oficial del pro­grama de Reagan era la Ini­ciativa de Defensa Estraté­gica (SDI, en inglés).

Pero inmediatamente se le conoció como “Guerra de las galaxias” (Star Wars) por la película de ciencia ficción en la que naves batallan en el espacio con armamento futurista.

Allí es donde Estados Uni­dos debía dominar, según Reagan.

“He tomado una decisión que ofrece una nueva esperanza para nuestros hijos en el siglo XXI”, dijo, evocando el filme “Star wars: una nueva espe­ranza”, de 1977.

La seguridad mundial ya no se basaría en el principio de que ni Estados Unidos ni los soviéticos podrían sobrevi­vir a un intercambio nuclear: la llamada doctrina de des­trucción mutua asegurada (MAD, en inglés), señaló.

En cambio, Estados Uni­dos produciría armas espa­ciales para pulverizar de manera instantánea cual­quier misil nuclear sovié­tico lanzado contra su territorio.

A pesar de que se invirtieron miles de millones de dólares en la SDI para desarrollar armas láser espaciales o de haces de partículas, la idea no pudo llevarse a cabo debido a la falta de una tecnología que lo permitiera.

GUERRA DE SATÉLITES

Una década después, la “Gue­rra de las Galaxias” desapa­reció para dar lugar a un pro­grama más convencional de disuasión nuclear: defensa terrestre antimisiles.

Aún hoy, cuando Rusia ame­naza a Ucrania con armas nucleares y China acelera la producción de misiles y ojivas atómicas, la doctrina MAD sigue siendo la princi­pal razón por la cual no ha estallado una guerra nuclear.

Hoy los satélites en órbita son herramientas de guerra cruciales y, como columna vertebral electrónica de los conflictos terrestres, son también objetivos primor­diales.

En 1983, los satélites eran grandes y muy caros: solo había unos 360 en órbita.

Actualmente, nos sobrevue­lan 9.312, según las oficina de las Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior.

Alrededor de 2.700 fue­ron puestos en órbita el año pasado, según Euroconsult.

Muchos son pequeños, bara­tos y sirven para comunica­ciones civiles, investigación y negocios.

Pero cientos, si no miles, tie­nen usos militares y de inte­ligencia.

Algunos se lanzan como redes de minisatélites para alertar sobre el lanzamiento de misiles balísticos.

ACOSADORES ESPACIALES

Pero no solo sirven para misiones de vigilancia.

Washington, Moscú y Pekín han desarrollado “acosadores espaciales”: satélites que pue­den interferir físicamente con otros.

Con brazos robóticos y garras, “pueden acechar al satélite opositor y desplazarlo, o doblar una antena” para inutilizarlo, señala Brian Chow, analista independiente de políticas espaciales.

Los expertos dicen que los satélites en desarrollo ten­drán armas capaces de dispa­rar contra rivales o hacerlos estallar con cargas explosivas.

Además, tanto China como Estados Unidos tienen pro­gramas ultrasecretos de pequeñas naves aeroespa­ciales, reutilizables, robóti­cas y aladas, que podrán ser equipadas para dañar a saté­lites rivales.

Mientras tanto, las superpo­tencias tienen la capacidad –que regularmente emplean– de interferir con las señales de satélite, algo que hacen tanto desde el suelo como desde el espacio.

Los tres países también han demostrado que pueden lanzar desde tierra misiles capaces de destruir satélites en órbita.

El Pentágono afirma que China dispone de estacio­nes láser terrestres que pue­den interferir, si no inutili­zar satélites. Es de suponer que Estados Unidos y Rusia tienen o están desarrollando capacidades similares.

El Tratado Nuclear del Espa­cio Exterior de 1967, firmado por la mayoría de países, pro­hibió poner armas nucleares en órbita.

Pero hay pocas limitaciones a la competencia espacial.

En abril, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, dijo que su país renunciará a probar el lan­zamiento desde tierra de misiles terrestres antisa­télite con la esperanza de que Rusia y China hagan lo mismo debido a la cantidad de residuos espaciales que esa práctica deja en la órbita alrededor de la Tierra.

“Sin normas claras, nos enfrentamos a riesgos inne­cesarios en el espacio”, afirmó.

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