Este domingo nos sumergimos un rato en “la poesía y la arquitectura” a partir de la charla de Toni con Violeta Pérez, Patricia Ygarza Cuquejo y Bea Bosio, que termina con una reflexión de Bea a partir de unas palabras de José Saramago.
- Por Toni Roberto
- tonirobertogodoy@gmail.com
Era una charla cualquiera con Karina Albera Delfino hablando de arquitectura contemporánea. En un momento dado me habla de la casa de su suegra, un proyecto de su cuñado Solano Benítez. Yo empiezo a analizar la composición y Albera me cuenta una historia: “Un día llaman a preguntar desde una empresa telefónica cómo llegar a la casa y la secretaria le da la dirección. Del otro lado le piden una referencia y esta le dice: “Casa sin terminar”. Al final del mes llega la cuenta y al lado de la dirección rezaba: “Casa sin terminar”.
Ese detalle contado por Karina me inspiró poesía y fue el motor principal para escribir este domingo de la misma manera que cuando me contó Chilí Yegros que en los años 50 empezaban las grandes construcciones modernas y hacían casas con enormes ventanales y le llamaban las dueñas desesperadas diciéndole: “Chilí, la casa está concluida. Por favor venga, tenemos que vestirle a las ventanas, parece una casa sin terminar”.
VIOLETA, BEA Y PATRICIA
Para hacer un viaje a “la arquitectura de la poesía” le convoco a dos investigadoras, Violeta Pérez, Patricia Ygarza, y a Bea Bosio, escritora, poetisa y abogada. La tarde comienza y en medio de un café yo digo: “No quiero hablar de una poesía convencional de la casa, ni de los muros, quiero hablar de aquello que se está construyendo eternamente como dice la factura de la casa de la mamá de Solano, ‘la poesía de la casa no terminada’”. Empieza Violeta diciendo una frase memorable: “La diferencia de una construcción con una arquitectura es la emoción, te tiene que emocionar para que sea arquitectura”.
CASERÓN DE VIEJOS TIEMPOS
Pero un poema de antaño de Alejandro Guanes leído por Bea Bosio me lleva a recordar lo otro, lo tradicional, aquellos rincones de la casa de las abuelas, en mi caso una vieja parralera, un antiguo piso de ladrillos casi enmohecidos, una gran planta de aguacate y una improvisada escalera de madera que servía para el intercambio de comidas entre las dos vecinas desde tiempos inmemoriales, ahí a pasos del viejo centro de Asunción.
Así Bea con su dulce voz lee fragmentos de esta poesía que me lleva a un tiempo sin tiempo:
“Caserón de añejos tiempos, el de sólidos sillares, / con enormes hamaqueros en paredes y pilares, / el de arcaicas alacenas esculpidas, qué de amores, / qué de amores vio este hogar! / el que sabe de dolores y venturas de otros días, / estructura singular. / viejo techo ennegrecido, ¡qué de amores y alegrías/ y tristezas vio pasar!”.
El acto, una reverencia a esas viejas casas asuncenas de fines del siglo antepasado y principios del XX, recuerdos de zaguanes, koty guasu, culatas jovái, de antiguas cocinas a fogón del centro de Asunción. Acota Violeta: “Con olores a jazmines y azahares, los olores también arquitecturas”.
Más adelante vendrían algunas referencias del art decó internacional aclimatadas a nuestro trópico, los chalets y la aparición de los primeros arquitectos paraguayos como Alfaro, Romero Pereira y Mateo Talia, a los que los seguirán los recibidos en Montevideo en los años 40, Canese, Homero Duarte, Natalio Bareiro o José L. Escobar, que trajeron la arquitectura moderna aclimatando poéticamente a nuestra realidad con grandes ventanales, pero con grandes viseras que dejaban a medio entrar el potente sol de nuestros tórridos veranos.
CULATA JOVÁI
Por el camino Patricia habla de las legendarias casas culata jovái y Bea pregunta más sobre el tema. “Es un aporte de las regiones ancestrales guaraníes que tenían su óga guasu, que posiblemente al mezclarse con las galerías ibéricas dieron el acento propio a esta organización arquitectónica que se observa al sur de América, muy especialmente en el Paraguay y en el norte argentino”, responde Ygarza Cuquejo.
La tarde pasó volando y Bea Bosio termina con una brillante frase de Saramago: “Hay un dicho que es tan común como falso, el pasado, pasado está, creemos, pero el pasado no pasa nunca. Si hay algo que no pasa, es el pasado, el pasado está siempre, somos memoria de nosotros mismos y de los demás, somos la memoria que tenemos”. Yo termino diciendo: “Somos también la arquitectura y la poesía que tenemos”.