Luis Ríos - Fotos: gentileza
Brendan Fraser ganó el premio Óscar 2023 a mejor actor por su interpretación en The Whale. Un actor que parecía destinado a vivir en el recuerdo recurrente de sus películas de comienzos del 2000 emerge entre las cenizas de un pasado glamoroso y tiene una segunda oportunidad para construir un futuro con gloria.
A lo largo de su historia, el cine nos dio a conocer historias de superación, desgracia y desenlaces justicieros o felices a través de esas historias contadas a través de magníficas interpretaciones. En ese mundo maravilloso conocido como en el sétimo arte, muchas veces los propios integrantes son los protagonistas de esas historias que son dignas de ser llevadas a la pantalla.
Brendan James Fraser es un actor estadounidense reconocido principalmente por sus interpretaciones en películas durante la década de los 90 y principios de los 2000. Un actor que se hizo popular gracias a papeles cómicos en películas descontracturadas. Su película personal, es decir su vida, tenía un giro triste para él entrada la década de los 2010.
“Empecé en este negocio hace más de 30 años y las cosas no siempre han sido fáciles”, comenzaba diciendo el actor de 54 años en su discurso al recibir el Óscar a mejor actor en la edición 2023 celebrada en el Dolby Theatre de Los Ángeles el 12 de marzo del 2023. Aquella noche vería a un hombre llegar al final de su propia película que contiene éxito, drama, sufrimiento, tragedia, pero que, para cerrar, hubo un final feliz.
Pero antes de llegar al final, vayamos al inicio y veamos el desarrollo de personaje, el conflicto en la trama y el giro de los hechos.
PRIMER ACTO
Su primer trabajo en el cine fue un pequeño papel en “Dogfight” (1991) protagonizada por el sensacional River Phoenix. Para 1994, ya compartía sets con Joe Pesci (Airheads) o con Steve Buscemi y Adam Sandler (The Scouts).
En 1997 dejó ver el físico privilegiado (tuvo que seguir una dieta muy estricta que terminó incluso por afectarle la salud) haciendo de George en “George de la selva”. Según Houston Chronicle, “Fraser es lo que hace que esto (George de la Selva) realmente funcione”. En ella se ganó risas de la gente que iba en familia, contratos de modelaje gracias a su dedicación corporal y un hombre apreciado por los tabloides y la crónica rosa gracias a esa habilidad de poder pasar de galán a bufón con total naturalidad.
La carrera del chico de Indianápolis seguía en ascenso. En 1999 protagonizó “La momia”, el éxito de ventas que coprotagonizó con Rachel Weisz interpretando al doctor Rick O’Connell. La película acumuló 416 millones de dólares internacionalmente. Fraser ya era el nombre de moda en Hollywood.
A principios de la década del 2000 participó con Elizabeth Hurley en la comedia “Al diablo con el diablo” (remake de Bedazzled, película británica de 1967), que hasta hoy los canales de aire la reviven los fines de semana buscando una opción barata para llenar horarios muertos de la grilla. En ella interpreta a un hombre poco exitoso que vende su alma al diablo, mostrando su habilidad para la comedia y de nuevo ser uno de los nombres populares en la industria.
En el 2001 retomó el papel de Rick O’Connell en la segunda parte de “La momia”: “La Momia regresa - La película”, que recaudó 433 millones de dólares a nivel global, se convirtió en la producción más taquillera de su filmografía. Todo iba para arriba, pero algo pasó.
SEGUNDO ACTO
Pero mientras su vida profesional iba hacia arriba, su vida personal se estaba desmoronando. Hace poco más de una década y sin motivo aparente, pareció desaparecer del mapa. No fue hasta 2018 que, gracias a sus confesiones a la revista GQ, se supo de las heridas emocionales que le habían provocado su divorcio de Afton Smith, la madre de sus tres hijos. El mayor de ellos, Griffin, fue diagnosticado con trastorno del espectro autista (TEA) a los dos años de edad.
De hecho, durante mucho tiempo el actor se culpó del TDA de su hijo. A Griffin le ha dedicado sus palabras más emotivas al recibir su premio Óscar a mejor actor. Es ahí donde la emoción le inundó por completo. “Es como si hubiese estado buceando en una expedición en el fondo del océano y el aire de la superficie lo vigilasen algunas personas de mi vida, como mis hijos, Holden, Leland y Griffin, te quiero, Griffy”, había dicho.
Hay más situaciones de dolor en esta historia con final feliz. La muerte de su madre es una ellas y, según confesó, fue el último empujón que recibió para caer en la depresión.
Fraser alegó en el 2018 que fue agredido sexualmente por Philip Berk, presidente de la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood, en un almuerzo en el verano del 2003. “¿Aún tengo miedo? Absolutamente. ¿Siento que debería decir algo? Absolutamente. ¿He querido hacerlo muchas, muchas veces? Absolutamente. ¿Me he parado a mí mismo? Absolutamente”, declaró. Su presunto agresor lo negó todo y se generó una reacción violenta dentro de la industria por hablar en contra de Berk. El actor cree que eso hizo que su carrera decayera.
El incidente, su posterior divorcio y la muerte de su madre llevaron a Fraser a la depresión. Eso combinado con sus problemas de salud. Las acrobacias que realizó en sus roles de acción eventualmente le obligaron a someterse a varias cirugías durante un período de siete años, incluido un reemplazo parcial de rodilla, una laminectomía (cirugía para extirpar la lámina, es una parte del hueso que constituye una vértebra en la columna) y hasta una cirugía de cuerdas vocales.Su carrera se desvanecía. Hollywood se volvió un sueño cada vez más lejano y el matrimonio con Afton Smith se convirtió en un costoso divorcio: cada mes debía darle 75.000 dólares, algo que, sin trabajo, pronto se volvió imposible. Sin matrimonio, sin carrera y repleto de heridas, Brendan Fraser se ahogaba en la depresión.
TERCER ACTO
Su carrera no pasaba de apariciones puntuales en series como The Affair y películas de bajísimo interés. “Me culpaba a mí mismo y me sentía miserable, porque estaba diciendo ‘esto no es nada: este tipo se acercó y me manoseó’. Ese verano pasó y no puedo recordar qué hice para trabajar después”, se sinceraba en esa larga entrevista. Después, empezó a encadenar nuevos papeles: fue el protagonista de “Condor”, la serie basada en “Los tres días del cóndor”, tuvo un papel en Doom Patrol y directores como Darren Aronofsky o Martin Scorsese se fijaron en él para sus próximas películas. Porque nada le gusta más a Hollywood que una historia feliz de regreso a casa. Así llegamos a The Whale. En ella interpreta a un profesor de lengua inglesa, un hombre solitario que sufre obesidad mórbida que nunca sale de su apartamento y pasa su tiempo organizando cursos de escritura online para estudiantes universitarios a través de videoconferencia. Mantiene su cámara web apagada porque con casi 275 kg se avergüenza de tener obesidad mórbida y tiene miedo de mostrar su apariencia a los estudiantes. Todo esto mientras intenta reconciliar y reentablar la relación con su hija.
Esta actuación generó aclamación por la crítica y el público. El primer motivo por el que era el favorito para ganar el Óscar es la tendencia de Hollywood a premiar a aquellos intérpretes que experimentan transformaciones físicas extremas, aunque sean de pega. En su caso, para dar vida a un hombre de 250 kilos, en lugar de hartarse de pizza y hamburguesas, recurrió a prótesis y efectos digitales.
Y de nuevo, porque a Hollywood y la Academia le encantan las narrativas de auge, caída y resurrección. El periplo de Fraser encaja en esa tipología. Hasta hace muy poco, antes de que empezara a recibir prolongadas ovaciones en festivales como la Mostra de Venecia y galardones en galas como la de los Critic Choice Awards, y a volver a ser noticia en la prensa por su trabajo y no por el olvido, por ser protagonista de memes virales, buscar su nombre en Google daba como resultado un montón de artículos que se titulaban: “¿Qué fue de Brendan Fraser?” o similares.
Llegó la noche del 12 de marzo y su nombre estaba en el sobre. “Así que así es como es el multiverso. Le doy las gracias a la Academia por este honor y nuestro estudio, A24, por hacer una película tan potente. Estoy agradecido a Darren Aronofsky por lanzarme una línea de vida creativa y acogerme a bordo del barco ‘La ballena’. Fue escrita por Samuel D. Hunter, que es nuestro faro”, hablaba con el corazón de un hombre que –al igual que el personaje de la película que lo consagró– tenía un final feliz.
“Quiero decirles a todos que solo las ballenas pueden nadar en lo más profundo del talento de Hong Chay. Empecé en este negocio hace 30 años y las cosas no fueron fáciles para mí, pero había una simplicidad que yo no aprecié hasta que paró. Quiero daros las gracias por este reconocimiento porque no podría haberlo hecho sin mi equipo”, sentenciaba con potencia. Años después de su depresión, está más agradecido que nunca y vuelve a ser lo que nunca debió dejar de ser: una estrella.
El público reconectó con él y lo quiere, los productores lo adoran y lo volvieron a llamar, la opinión pública está con él. Después de los seis minutos de aplauso en Venecia, queda claro que estaba de vuelta. El Óscar solo terminó de reconfirmar eso y darle el final perfecto a la historia de una ballena que fue hasta el fondo y volvió a salir a la superficie.