Paulo César López, paulo.lopez@nacionmedia.com - Fotos: Roberto Zarza
En este recorrido guiado de la mano del arquitecto José Cubilla, diseñador de una obra que ha ganado importantes reconocimientos a nivel internacional y actualmente es finalista de un certamen organizado por el Instituto de Tecnología de Illinois de los EEUU, nos habla sobre su concepto de la arquitectura en el tiempo que vivimos, que según su perspectiva está signado por múltiples crisis que requieren una profunda revisión del modelo de ciudad que queremos.
Los intermitentes destellos solares de la media mañana parecen ofrecer una tácita tregua de unos breves instantes en medio de una atípica mañana nubosa de febrero. En la plazoleta frontal del edificio Valois, en el barrio Las Mercedes de Asunción, nos aguarda el arquitecto José Cubilla, quien viene agitando el mundillo de la arquitectura con una propuesta residencial que ha ganado importantes reconocimientos a nivel continental, entre ellos los Premios Panamericanos de la Bienal de Quito 2022, en la categoría Vivienda Multifamiliar, y con su nominación entre los seis finalistas del Mies Crown Hall Americas Prize (MCHAP), de la Facultad de Arquitectura del Instituto de Tecnología de Illinois, Chicago, en el que en la fase final está compitiendo con otras propuestas de México, EEUU, Colombia y Canadá.
En la nominación el instituto refiere que la propuesta del profesional compatriota es un “edificio de apartamentos (que) explora las posibilidades urbanas de la construcción con tierra compactada, integrando la vegetación y la ventilación sin imponerse al vecindario circundante”.
En efecto, un primer aspecto que se destaca es la optimización del espacio, pues en un pequeño terreno incluso de menor dimensión a los lotes residenciales estándares, de una extensión de 8,20 por 23 metros, alberga cuatro departamentos de 60 metros cuadrados y dos dúplex de 90 metros cuadrados distribuidos en cuatro niveles más una terraza.
A fin de conocer in situ esta obra que se ha vuelto una referencia a nivel de las Américas, un equipo de Nación Media mantuvo una conversación con el arquitecto Cubilla, quien además de su labor práctica también se desempeña en la cátedra como docente de Proyectos en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte (FADA) de la Universidad Nacional de Asunción (UNA).
PARADOJA
Cubilla destaca en primer lugar su sorpresa ante la trascendencia internacional que cobró un proyecto que en principio fue concebido para ser silencioso, pasar desapercibido en el barrio y ser respetuoso de su entorno urbano. “En este edificio nosotros hicimos un gesto de retroceder para generar un respiro. Además, en la esquina tenemos una hermosa casona y me parece que esta debe ser protagónica, no el edificio. Uno pasa y uno ve que el edificio da un paso atrás, hace un gesto hacia lo público y la vecindad”, afirma Cubilla en referencia a la plazoleta que adorna la fachada y que desde un primer momento ofrece la experiencia de vivir en comunidad.
Luego de brindarnos explicaciones adicionales sobre la fachada exterior, nos explica que hacia el este el edificio consta de una muralla verde para filtrar la luz de la mañana y hacia el oeste está compuesto por un escudo conformado por la hilera de sanitarios a fin de ofrecer una barrera contra el inclemente sol de la tarde a través de la disposición de espacios útiles que acumulan y generan humedad con el fin de impedir que el calor llegue directamente a las habitaciones.
Posteriormente, ingresamos al edificio y vamos recorriendo sus cuatro niveles hasta llegar a la azotea, donde entre pisos de ladrillo y una estructura lateral que desagota el agua hacia su propio interior sin verterla hacia las casas contiguas tomamos asiento sobre un banco de madera con una imponente vista a la bahía de Asunción, el parque Caballero y el microcentro en una conjunción entre paisaje urbano, espacio verde y espejo de agua.
“Es un edificio que se implanta en un barrio residencial intentando de una forma silenciosa aparecer con mucho respeto y donde podamos aportar con un pequeño respiro hacia la calle con un espacio público y aportar oxígeno, flores, plantas en un edificio que no se calienta, que no molesta, sino que pueda aportar esa atmósfera de lo que son nuestros lugares, con jazmines, con aromas, donde aparecen las aves, otros sonidos del agua, o sea aparecen ingredientes que aportan y suman a lo arquitectónico”, explica Cubilla.
Sobre el sistema constructivo que empleó, aclara que es conocido erróneamente como “alternativo”, pues en realidad se trata de una técnica milenaria que fue utilizada por los sumerios y otras civilizaciones antiquísimas, así como en nuestro propio país, donde existen construcciones hechas de adobe o las mismas cosas coloniales de muros anchos. En esta mirada interior fueron surgiendo ideas de hacia dónde apuntar en un contexto con tantos problemas medioambientales y de intervenciones que no respetan los barrios y no cuentan con la infraestructura de saneamiento necesaria.
“Definimos este edificio como algo silencioso de tierra, oxígeno y conexión urbana. La tierra surge del mismo sitio. Ahí también hablamos de una economía circular que valora a las personas por sobre los objetos. Nuestros materiales son económicos y son de acá. La idea es que los residentes puedan sentir en la piel eso y también comprender cuando ven esa cosa de tierra y unas galerías abiertas donde llueve y también la posibilidad del encuentro, de conectarnos con el barrio, con el horizonte, con el cielo”, afirma.
INERCIA TÉRMICA
Cubilla señala que el proceso no fue sencillo y que requirió su tiempo hacer comprender a la gente el objetivo de su propuesta, pues al principio los moradores se alarmaban por la humedad en las paredes tras las lluvias, lo que a su criterio “al final es algo bueno, pues la inercia térmica hace que el grado de humedad sea importante, porque al calentarse con el grado de humedad que hay entre los muros eso se va secando y es como que respira todo esto. Es como cuando te refrescás en el calor con algo de humedad, con agua”, grafica.
Así también, mencionó que aunque viene trabajando hace 20 años con esta técnica, este es su primer proyecto de este tipo en altura y que al principio notó que generaba el temor de que se pudiera “derretir” o caer. Esto sin obviar que como cualquier obra tampoco estuvo exenta de problemas como la caída de materiales en la etapa de construcción o durante las tormentas.
Sobre el material empleado para el edificio, indicó que la tierra compactada o tapial consiste en la construcción de los muros con tierra roja compactada con compresora previa limpieza con un tamiz, un poco de arcilla y una cantidad reducida de cemento utilizando los materiales disponibles y omitiendo al máximo el uso de recursos que requieran ser importados o necesiten mucha logística para el traslado.
“Este es un edificio imperfecto”, afirma señalando el piso de ladrillos sin juntas del “rooftop”, que son dispuestos de esa manera para permitir que el agua corra. “No soy histérico por el diseño. No me considero un diseñador perfeccionista. Me gusta que las cicatrices se vean porque te cuenta un poco sobre el sistema constructivo. Acá se pusieron encofrados de madera de guatambu que muestran sus huellas. Me gusta que se vea la honestidad de los materiales. Me irrita cuando hay materiales que quieren ser similares a otra cosa, un porcelanato que quiere ser madera o piedra y es brilloso cuando que tenés preciosas piedras y grandes artesanos en Emboscada. Usá eso. Por qué traer esas cosas brillosas de China con un impacto enorme, que tienen que trasladarse miles de kilómetros”, se pregunta.
PIRE PORÃ
Para ilustrar su planteamiento rescata una bella metáfora del idioma guaraní, la expresión “pire porã”, que traducida literalmente significa “piel linda”, pero cuyo significado en realidad hace alusión a un estado de ánimo en el cual la persona se encuentra de buen humor. “Se busca que la gente sienta en el ánimo un lugar distinto, que genera el encuentro, el saludo, las flores, los pájaros, que te generan en la piel”, asevera destacando como otro aspecto importante que se trata de un edificio pet friendly y que propicia el encuentro entre los moradores a través de las galerías y los espacios exteriores en lugar de la incomunicación y el aislamiento de los edificios de apartamentos.
Seguidamente apunta que así como las personas envejecen, a los materiales les pasa lo mismo. Por ello, desea rescatar la textura y los olores de ese ladrillo que se humedece o esa piedra que se oscurece con el tiempo y se conjuga con el verde y la tierra recuperando un paisaje típico que fue reemplazado por lugares artificiales donde todo brilla y está cubierto de pintura.
“La ciudad es como un texto inacabado en donde nosotros tenemos que seguir escribiendo la historia. Debemos ser conscientes de que lo que vamos escribiendo posteriormente debe ser entendido por todos para hacer algo más que traer malas copias de otros sitios”, añade.
A la concepción puramente esnobista de lo contemporáneo entendido como una moda, Cubilla contrapone una visión según la cual esto radica más bien en entender nuestro tiempo, que necesita ser descifrado en clave de los desafíos que se plantean como la hiperexposición visual, la intolerancia y la crisis climática.
Con vistas a lograr esto parte de un pensamiento cuyo principal presupuesto es la acción concreta como forma de explicar las cosas y es eso lo que pretende mostrar a través de la arquitectura.
DIÁLOGO ENTRE TÉCNICAS
No obstante, este volver a las raíces no implica un desconocimiento de la tecnología moderna y las soluciones que esta ofrece, sino en la complementariedad y el diálogo entre las técnicas tradicionales y modernas, lo cual resulta en un nuevo conocimiento, pues a fin de cuentas sostiene que su labor consiste en un trabajo investigativo que se construye experimentando y arriesgando en un ejercicio de ensayo-error constante. “No le tengo miedo al error y de hecho he realizado cosas que no han funcionado”, admite.
La muestra más patente que resume esta amalgama de saberes y técnicas es el empleo del hormigón, que tiene una importancia estructural que resuelve el peso que tiene el edificio y que además es una cadena de la cual participan grandes maestros.
“Usamos dos vigas postensadas abajo para que atajen todo el peso, levantamos el edificio para que entren autos y respire. Eso no lo íbamos a poder hacer de otra forma porque la tierra normalmente va al suelo y solamente con la placa de hormigón pudimos resolver eso con los ingenieros y maestros de obra”, detalla.
Cubilla, sin embargo, no se define como un arquitecto verde o bioclimático, aclarando que al poner énfasis en la sostenibilidad hace hincapié en cómo la manera de diseñar impacta en el tiempo y que para él lo sostenible no es un fin, sino que debe estar presente desde el mismo punto de partida y que el objetivo es siempre la arquitectura en todo su espectro.
“Vivimos en un tiempo que necesita ser revisado. Tenemos una crisis enorme en nuestra ciudad. No hay planificación, no se puede ni caminar. Necesitamos una ciudad para vivir y no solo para invertir. Tenemos que pensar entre todos cuál es la ciudad que pretendemos, que soñamos y que anhelamos”, concluye.