Fuente: AFP - Foto: AFP)
El 13 de marzo del 2013, luego de días de incertidumbre por la inédita renuncia del entonces papa Benedicto XVI, se anunció que el nuevo sucesor de San Pedro era el “obispo del fin del mundo” Jorge Bergoglio, de la lejana Argentina, y que tomaba el nombre de Francisco, a secas, y que no aceptaba ataviarse con los lujosos atributos tradicionales. Desde entonces, la historia relacionada al papel de la cabeza de la Iglesia católica ha ido cambiando y en 10 años Francisco ha desempeñado un papel distinto que le ha generado muchos afectos y también numerosas críticas dentro de la Iglesia. Su figura no deja indiferente a nadie.
“El papa Francisco con sus gestos y palabras señala el camino del Evangelio”, dijo ante la prensa el cardenal Leonardo Steiner, que forma parte del último grupo de cardenales que ha elegido el papa Francisco, cuando le preguntaron la semana pasada qué pensaba sobre las críticas dentro de la Iglesia hacia la figura del papa Francisco.
Mañana 13 de marzo, el Pontífice que fue elegido por un inusual cónclave, realizado luego de la renuncia y retiro del entonces papa Benedicto XVI, cumple 10 años como cabeza de la Iglesia católica. Un papado que desde el primer día adquirió un sello diferente a todo lo visto hasta entonces. El arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, es el primer Francisco, el primer jesuita y el primer sacerdote no europeo en dirigir la Iglesia católica desde el año 741. Es además el primer pontífice latinoamericano”, así se lo describe en un documental de 55 minutos dirigido por Matias Gueilburt llamado “El jesuita”.
Desde el nombre elegido hasta los primeros gestos de aquel atardecer en el Vaticano, cuando decidió negarse a usar los mocasines de terciopelo rojo de Prada, los atributos especiales reflejados en joyas de oro y piedras preciosas, y hasta la silla en la que se sentaban los pontífices, con ornamentos preciosos.
“RECEN POR MÍ”
Con sus zapatos ortopédicos “de toda la vida” se presentó ante el mundo desde el balcón del Vaticano diciendo: ¡Hermanos y hermanas, buenas noches! Ustedes saben que el deber del cónclave es dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo. Pero estamos aquí… Y ahora quisiera darles la bendición, pero primero les pido un favor: antes de que el obispo bendiga al pueblo, les pido que recen al Señor para que me bendiga. La oración del pueblo que pide la bendición para su obispo... ¡Recen por mí!”. Un ruego también inaudito que jamás se había escuchado en boca de un sumo pontífice.
FINANZAS Y CRÍTICAS
Las críticas no se hicieron esperar desde los espacios más tradicionales de la Iglesia, por largos siglos acostumbrada a que las cosas sean de una manera única, dispuesta por el protocolo y un sistema en el que la lentitud y el secretismo era tradicional. Algunos cardenales y personas poderosas de la institución consideraron una osadía que el Papa hablara de los problemas internos de la Iglesia en público.
Francisco comenzó por no aislarse del mundo y decidió abandonar los aposentos destinados a los papas en el palacio principal, decidiendo hospedarse en Santa Marta, la residencia que comparten sacerdotes, trabajadores y funcionarios del Vaticano que desempeñan un trabajo o participan de actividades especiales. Francisco vive allí, rodeado de personas con las que suele conversar a la hora del desayuno o de cualquier comida en el comedor, en el que tampoco tiene una “mesa especial” o separada, sino que se acomoda donde encuentra un sitio.
En la primera semana ya había visitado de sorpresa un barrio humilde de Roma, donde se reunió a saludar a la gente, compartiendo sus ilusiones y sus penas, y le imprimió un impulso especial, que aún continúa, al saneamiento de las finanzas del Vaticano, sospechadas desde hacía décadas de estar en riña con la honestidad y la claridad. Esa tarea titánica comenzada por Benedicto sigue a paso firme y ha incorporado a muchas mujeres profesionales en espacios antes impensados, confiando, como él dijo la semana pasada, en que “es impresionante cómo cambian las cosas cuando una mujer está en un cargo de responsabilidad”.
MEDIOAMBIENTE Y POBREZA
Francisco afirmó que quería una Iglesia en la que sus pastores “olieran a oveja”, es decir a cercanía con la gente, los fieles y los no creyentes, que asumieran la misión de evangelizar con total entrega. “Todo al servicio del Reino de Dios, pero de la mano de los que más necesitan”.
“La Iglesia sale de su círculo cerrado para ponerse al servicio de la vida en plenitud. La misericordia envía a las comunidades hacia los pobres, los enfermos, los marginados. Misericordia que envía al encuentro del otro necesitado en cuerpo y espíritu”, dice el obispo de Manaos. “El papa Francisco ha abierto el horizonte de comprensión del ser Iglesia”, afirman los obispos.
“Estamos abofeteando a la naturaleza”, expresó hace unos días Francisco, al que llaman “el papa ecológico” por su constante referencia a la reflexión y acciones en favor de la conservación de la naturaleza y la protección del medioambiente. La hecatombe en la que está sumida el planeta tierra está presente en cada mensaje, en cada homilía que el Sumo Pontífice ha hecho en esta última década. Su preocupación por la crisis climática, la juventud, la contaminación, el agua y los modos de consumo y producción, están siempre presentes en sus discursos, homilías y en cada encuentro con jefes de Estado.
Desde su encíclica “Laudato si”, conocida como la encíclica verde, la alusión al tema de los recursos naturales y la relación con la humanidad, especialmente los que tienen menos acceso a agua limpia y calidad de vida, es constante.
Ahora, 10 años después de aquel anochecer del 13 de marzo del 2013 en Roma, Francisco sufre los achaques de la enfermedad de la rodilla, pero no ha perdido la intención de seguir firme junto a los fieles y también compartiendo la idea de un mundo más justo y abierto a todos, sin olvidar a ninguno de los seres que habitan la tierra.