Julio de Torres - Fotos: José Guillen

La obra teatral “Flex”, de Daniel Gómez, con actuación del mismo autor y Magín Fullaondo, es una propuesta multidisciplinaria, experimental y utiliza recursos metateatrales para plantear varias inquietudes en las que se enfrentan procesos personales y teatrales.

La búsqueda de la verdad en la escena ya no es una prioridad. Hasta hace poco se creía que, en lugar de centrarse en encontrar la verdad, el teatro debería ofrecer una vía de escape de la realidad que nos atormenta y, aún más, cuando consideramos la naturaleza efímera, líquida, de la vida. Esa liquidez, al decir de Zygmunt Bauman, que se basa en la incertidumbre y el cambio constante en un mundo que se tambalea entre la evolución y el retroceso de los procesos sociales, económicos y culturales, nos impide cuestionar nuestra identidad, encontrar nuevas formas de significado y propósito, y representar adecuadamente en la escena lo que necesitamos pensar. Saber decirlo, en general, con otros lenguajes, con otros modos, sin apelar a –o tener como fin– la verdad en escena. En una sociedad líquida donde la identidad y la realidad son objeto de constante confrontación, la búsqueda de la verdad en la escena puede ser un factor limitante. Fluyen entonces, y nosotros, ateniéndonos a observar la gesta, algunos nos cuestionamos sobre la búsqueda de la verdad inmutable. La pregunta es ¿para qué? La posmodernidad, cuajada de contradicciones y negaciones, a menudo recurre a huidas para negar la realidad social. Por ejemplo, se limita a jugar con elementos imaginarios para crear un mundo fantástico, irreal y surreal, lo que le permite escapar de la dura realidad y crear una nueva forma de ver y comprender el mundo.

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Sin embargo, esta huida no resuelve las tensiones y contradicciones que surgen. En cambio, la praxis teatral no circunscrita del todo a ella puede utilizar estas tensiones y contradicciones como oportunidades para explorar y cuestionar la realidad o para crear una nueva forma de comprenderla.

METATEATRO

Este preludio viene a cuento de “Flex”, una obra que, más allá de la pluralidad estilística y formatos que son objeto de interés del mero análisis formal, los subordina a los recursos propios del metateatro; ese teatro acuñado por Lionel Abel que, al decir de Patrice Pavis, habla de sí mismo y se autorrepresenta.

Porque no basta con determinar que el punto de partida de la obra radica en una motivación personal de su autor e intérprete, sino que, aprovechando la oportunidad de cuestionar al teatro y las dictaduras que impone la cerrazón de sus corrientes estilísticas, las cuales propician fanatismos, también lo hace con procesos personales.

Al respecto, dice el autor en la obra: “Porque lo que un actor hace en escena es exactamente lo que hace cualquier ser humano en la tierra: pretender, querer, dejar de fumar…”. El objetivo es que el público reconozca las convergencias de ese codo a codo entre lo personal y metateatral que articula cada uno de los momentos que matizan una tensión que migra del misterio, lo incógnito hasta que, una vez reunidas las piezas, el mensaje está dicho”.

El homenaje a Luigi Pirandello en “Flex” es indudable, pero esta desaprueba la búsqueda identitaria de los personajes como en “Seis personajes en busca de autor”, quienes acaban absorbiendo a los personajes de la compañía teatral mediante búsquedas y encuentros.

EL MUNDO COMO TEATRO

En “Flex” se recorren premisas autorreflexivas con la fuerte impronta shakespeariana del mundo como teatro, patentado en “La ratonera” de Hamlet, reivindicando la impronta del autor que no solo merece ser escuchado, sino también respetado y valorado por sus personajes y por el público presente. Este, ya interpelado, quizá ría un rato hasta tomar conciencia de su cinismo.

La evolución dramática de la obra, que comienza con el impacto de recursos visuales y destrezas circenses, con la fuerte presencia expresionista en la dirección de arte, el diálogo gestual, en los símbolos y en el autoflagelo que implica recordar el pasado del autor, termina apelando al subconsciente del espectador y lo hace, por momentos, con la venia de Antonin Artaud avizorando la desaparición total de lo consciente en el drama. En ese espacio de liberación y reflexión, a expensas de las condiciones de ánimo y la predisposición emotiva del público, son posibles varios niveles de empatía. En el caso que aquí cabe recae en la empatía más básica de todas, en el sentido de que, por experiencias personales, uno encuentra el lado por el cual mirar y que le conviene.

DESNUDEZ

Aquí la poética del creador secunda el propósito de decir su vida y sus procesos con los que uno, algunos, muchos o nadie podría identificarse. Ese recurso, también metateatral, tiene antecedentes no solo en “Seis personajes en busca de autor” de Pirandello, sino también en “El público”, de Federico García Lorca. En esta última no solo la poética y –mejor aún– la identidad del creador transversalizan el propósito de la obra, sino que su importancia recae en la necesidad que tenía el autor de desnudarse a través de un “teatro imposible” para una época homófoba y represiva.

En “Flex” se recurre al uso de las máscaras para ocultar identidades reales, medio utilizado por el personaje del Director en “El público” para transitar cada identidad asumida o cada estadio situacional, también asumido, en la vida del autor.

Analicemos entonces a los personajes de la obra que nos ocupa más allá del plano contemplativo, convivial, que los determina como una realidad por el simple hecho de mostrarse en el escenario. Es una construcción que surge de la combinación de su representación en la escena y el propósito detrás de su creación por parte del autor. Esta combinación da lugar a un ser complejo, con su propia personalidad, motivaciones, deseos y miedos. Cuando despojamos al personaje de su entorno y lo vemos a través de la voluntad del autor terminamos entendiendo mejor el propósito subyacente de su existencia y cómo encaja dentro de la narrativa que, al inicio, parecía compleja. De esta manera, puede apreciarse al personaje como una parte integral del hecho escénico y no solo como una figura aislada en el escenario a la que nos tiene acostumbrados el teatro tradicional. Las diferentes convergencias, pues, hacen que la verdad en escena sea una categoría de mayor profundidad, con mayor significado, a los efectos de lograr una experiencia teatral más enriquecedora y memorable.

MIEDOS

Los miedos de ese ser complejo al que nos referimos abre incontrolables posibilidades de identificación y empatía. “Flex” plantea momentos cruciales que, en son de metáfora y con ricos recursos visuales gracias al attrezzo, al disfraz y otros elementos presentan cómo el autor ya desdoblado se enfrenta a los miedos que lo han acechado durante toda su vida.

Es también ese mismo monstruo que persiguió a Lorca. Decía el personaje del Director en “El público”: “Yo vi una vez a un hombre devorado por la máscara. Los jóvenes más fuertes de la ciudad, con picas ensangrentadas, le hundían por el trasero grandes bolas de periódicos abandonados, y en América hubo una vez un muchacho a quien la máscara ahorcó colgado de sus propios intestinos…”. La alusión es clave. La recurrencia a la máscara en nuestra obra lo patenta. Pensemos aquí en dos tipos o niveles de miedo que parecieron abordarse en la obra de Gómez. El primero es el miedo materializado, patente, determinado por las emociones al percibirlo de manera directa. Sin embargo, este miedo acechante propicia un momento previo que, emocionalmente, nos llena de paranoias y temores, aunque todavía el monstruo no haya aparecido, pero sabemos que existe. Hablamos entonces del temor a su amenaza que nos ronda. Este último miedo, que sería el segundo, se traduce en una cadencia particular más allá de la acción vista en escena y configurada estratégicamente por el diseño escénico.

Finalmente, el miedo aparecerá en toda su impactante monstruosidad para cerrar la obra con el claro mensaje de que la única manera de dominar nuestros miedos, todos ellos creados por nosotros mismos, es abrazarlos y amarlos porque, simplemente, son parte de nosotros.

Nos han predispuesto y amoldado para tener miedos y nos han obligado a vivir con ellos. La solución está clara.

FICHA

Dramaturgia, dirección y diseño de arte:

Daniel Gómez

Elenco:

Magin Fullaondo y Daniel Gómez

Asistencia de dirección y mezcla de sonido:

Ronald von Knobloch

Dirección coreográfica:

Macarena Candia

Utilería:

Juan Méndez

Vestuario:

Yushara Vázquez, Juan Méndez y Daniel Gómez

Diseño de iluminación:

Martín Pizzichini

Asistencia de producción:

Marcos Moreno

Asistencia de piso:

Karina Sánchez

Fotografía:

José Guillen

Producción:

Ciudad Teatro

FUNCIONES

Días: martes 21 y miércoles 22 de febrero Hora: 20:30 Lugar: sala La Correa (Gral. Díaz 1136) Costo de entradas: anticipadas 2 x G. 80.000 / Generales y en puerta G. 50.000 Para reservas y más información escribir al Whatsapp (0985) 838-267

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