París, Francia. AFP.
La historiadora del arte y experta en inteligencia artificial Emily L. Spratt considera que las nuevas herramientas de creación de imágenes con inteligencia artificial son más “entretenimiento” que arte, a pesar de sus increíbles posibilidades.
Herramientas como Dall-E, Midjourney y Stable Diffusion han generado conmoción en el mundo del arte con su capacidad casi instantánea de transformar unas palabras en imágenes.
Basta con escribir o decir algo como “Brad Pitt en una canoa en el espacio al estilo de Mondrian” para obtener en unos segundos una colorida imagen del actor remando entre las estrellas.
INTEGRACIÓN INEVITABLE
Pese a que las empresas tecnológicas presentan sus herramientas como un medio de liberación del arte, esta idea de “democratización” es “demasiado simplista” e “ingenua”, según Spratt.
Estas herramientas son sobre todo “una manera de fomentar el uso de grandes plataformas de internet, lo que por supuesto beneficia a estas empresas”, explica.
Spratt considera que la frontera entre inteligencia artificial y otras tecnologías va difuminándose, en referencia a los programas de manipulación de imágenes ya muy utilizados.
¿SE PUEDEN CREAR OBRAS MAESTRAS?
A parte de las simples herramientas de internet, muchos artistas trabajan con sus propios algoritmos y sus propias bases de datos.
Sus obras se venden por decenas, incluso cientos de miles de dólares.
Emily L. Spratt destaca al artista alemán Mario Klingemann, cuya obra “Series de atracciones hiperdimensionales, bestiario” es una de las más mencionadas.
“Es un vídeo de unas formas aparentemente orgánicas que se transforman permanentemente y que parecen momentáneamente animales reconocibles”, explica Spratt.
Para Spratt, el arte de Klingemann plantea cuestiones sobre la inteligencia artificial como medio de expresión y más ampliamente sobre la naturaleza de la creatividad.
FRONTERA CON EL ARTE
El desarrollo de las inteligencias artificiales que generan imágenes se aceleró con la creación de ImageNet, una base de datos de imágenes etiquetadas, es decir, catalogadas mediante palabras clave.
En el 2018, un colectivo francés llamado Obvious (“evidente” en español) vendió una obra por más de 400.000 dólares, explicando que había sido “creada” por una inteligencia artificial.
La venta generó controversia cuando Obvious reconoció haber utilizado el algoritmo de un artista y programador estadounidense, Robbie Barrat.
“La razón por la que la obra de Obvious se vendió, sobre todo a ese precio, es en gran parte porque se anunció como la primera obra creada por una inteligencia artificial vendida en una gran casa de subastas”, dice Spratt.
“En realidad, era el mercado del arte experimentando con la oferta de una obra de arte producida por una inteligencia artificial en consonancia con los cánones del sector”, explica Spratt.
En ese momento, había mucho interés en acercar el arte y la tecnología, pero la crisis del sector tecnológico enfrió ese entusiasmo. Grandes casas de subasta como Christie’s o Sotheby’s crearon plataformas distintas para vender estas obras digitales.
“Es como si no quisieran mancillar el arte con estas nuevas exploraciones digitales”, opina Spratt. Y los críticos de arte todavía deben ponerse al día para aprender a distinguir lo bueno, lo malo o lo mediocre, concluye.