No hay otra actividad humana en la Argentina que implique ese nosotros inclusivo. El colmo de esa alegoría tan vigorosa es el que “vamos a salir campeones”. No decimos que van a salir campeones los jugadores.
- Por Ricardo Rivas
- Periodista
- Twitter: @RtrivasRivas
Después de recordar que el psicoanalista francés Jacques Lacan afirma que “lo que funda, persiste”, dos domingos atrás –en esta misma sección del #GranDomingo de La Nación– el querido y respetado colega periodista Walter Vargas, profe universitario y psicólogo social, sostuvo que “pocas identificaciones tienen la potencia de la identificación con un escudo, con una camiseta de fútbol”. Fue más allá. Reforzó su diagnóstico al que vistió de opinión y precisó que “es tan así que [como sociedad] hasta hemos naturalizado ciertos desvaríos como, por ejemplo, el empleo que hacemos en la Argentina [y en otros países] del nosotros inclusivo. No hay otra actividad humana, en este país, que implique ese nosotros inclusivo. El colmo de esa alegoría tan vigorosa es el que ‘vamos a salir campeones’. No decimos que van a salir campeones los jugadores”. Luego, ejemplificó con otras pasiones populares: “Ni el joven más fanático del grupo musical más en boga capaz de convocar 50, 60, 70 u 80 mil personas diría ‘esta noche tocamos’. Sin embargo, en el fútbol, ‘hoy jugamos contra’, ‘ganamos’, ‘perdimos’, ‘vamos a salir campeones’”.
LO QUE FUNDA, PERSISTE
No hay otra inscripción como la del fútbol que atraviese nuestros huesos, nuestra sangre, nuestra cabeza, nuestro corazón, nuestra alma, si querés, como el fútbol. Lo que funda persiste y lo fundado, que persevera por el lado de la pasión, de la devoción, de la fidelidad, es sagrado. Y lo sagrado, parafraseando al gran Diego [Maradona] de Villa Fiorito, ‘no se mancha’”. Fue tan preciso que, ahora puedo decirlo [y decírselo al profe Walter], se adelantó en el tiempo. ¡Un capo! Porque la confirmación de esa hipótesis con la que bordeó lo académico sazonada con el perfume de una apasionada charla de café fue de Alberto Fernández, jefe de Estado argentino. “Bueno, debo ser el único presidente que no recibió a un equipo campeón del mundo”, dijo AF e inmediatamente detalló: “Pero, también, creo ser el único presidente que durante su mandato la Argentina ganó la Copa América, la Copa Intercontinental a Italia 3 a 0 en Wembley y ganó la Copa del mundo. ¡Las tres ganamos!”.
“GANAMOS”
El periodista que lo entrevistaba en la FM Radio Con Vos no lo dudó: “Ahí está como hincha [presidente] dijo, ganamos”. “Claro”, respondió. ¿Sorprende? Definitivamente, no. Aunque, desde alguna otra perspectiva, podría afirmarse lo contrario. Porque el mandatario, primero, quiso tener el privilegio de recibir a los Lioneles –Messi y Scaloni– en la Casa Rosada, sede del gobierno federal argentino, antes que nadie, pero los campeones rechazaron esa invitación. ¿Especulación o deseo de hincha? No lo sé. Pero ¿por qué no? Especular es una palabra que tiene su génesis en el latín: “speculāris”. Como adjetivo, la Real Academia Española (RAE) de la Lengua la define como “semejante a un espejo” y hay quienes en él se quieren reflejar. ¿Alguien habrá pensado –equivocadamente, por cierto– en aquello de celebrarás conmigo? Doble error.
LA MAREA HUMANA
Los deportistas priorizaron y prefirieron darse una zambullida en la marea humana que los recibió en el Área Metropolitana Buenos Aires (AMBA) porque allí es donde tuvieron la convicción de que habrían de reunirse con el sentir, la admiración, el orgullo y el agradecimiento de todos y todas. Ese otro espejo sí lo asumieron como “transparente y diáfano”, como también define la RAE. Fue la forma que los triunfadores de Doha, en Qatar, adoptaron para comunicar que aquel esfuerzo lo hicieron en, de y desde todas y todos ustedes. Y, quizás, fue también la respuesta popular que les llegó a los campeones como una forma concreta para decirles que este homenaje multitudinario y callejero es de, para, por y con ustedes. ¡Colados, abstenerse! El mismo domingo en que La Nación publicó la opinión de Vargas, también hizo público que el doctor Juan Carlos Turnes, destacado médico y psiquiatra, sostuvo que “los líderes del fútbol también representan un factor de unidad que está como por encima de todo. Que hermana transversalmente, pero, al mismo tiempo, hace que uno se identifique con un ideal que es aquella persona a la que se inviste [popularmente] de todas las propiedades que se cree que son lo mejor y, a su vez, identifica con ese ideal que porta aquel considerado como lo mejor para mí y a lo que yo aspiraría”.
¿Qué es lo que no se entiende? El “yo, me, mi, conmigo”, recurso con el que maestras y maestros explicaban años atrás los pronombres, en este caso y si alguien reflexionó en esos términos fue derrumbado por la realidad social. Un minúsculo grupo de fantasiosos y fantasiosas con ambiciones políticas confundieron el poder, con poder. Y no pudieron. Como sí se pudo en otras geografías –también argentinas– para homenajear a Lionel Messi y Ángel di María, en Rosario; a Lionel Scaloni, en Pujato, todas localidades en la provincia de Santa Fe; a Emiliano Martínez, en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires; o, a Julián Álvarez, en Calchín, provincia de Córdoba, por mencionar solo algunos de los más flamantes héroes deportivos argentinos. Algo para recordar. Sí, parafraseando al título de aquella película que en 1957 protagonizaran Cary Grant y Deborah Kerr. “An affair to remember”. Pero no solo en el regreso con gloria de los Lioneles que lideran a los campeones mundiales hay sucesos para la reflexión.
DE TODO Y PARA TODOS
En asuntos globales hay de todo, para todos y para todas en donde fuere que se encuentren. El balón dejó de rodar en Doha. Qatar vuelve a la cosa de todos los días. A lo cotidiano en el golfo Pérsico. Las gargantas inflamadas –enrojecidas– porque allí se gritó 172 veces la palabra gol, pronto habrán de curar. Como todo lo inusual, lo sucedido ya es parte de la memoria popular grande. Qatar 2022 –”la primera copa árabe y musulmana de la FIFA”, como la categorizara con precisión el colega periodista Ezequiel Fernández Moores– ya ingresó en la historia global.
Con lo que sucediera en el antes, durante y habrá de suceder en este después que transitamos, claramente, hay mucha tela para cortar. El país qatarí, además de ser uno de los más ricos del mundo en términos de PBI per cápita, también es el lugar en el que Lionel Andrés Messi (35) alcanzó la gloria cuando levantó el trofeo más deseado cada cuatro años. Dicen que 4.500 millones de personas vieron la premiación en la tele. Fueron testigos –y podrán contar– que observaron en primerísimos planos la felicidad desbordante de Messi y, a unos pocos metros, a Kylian Mbappé profundamente triste, sentado en el césped del estadio Lusail. El presidente de Francia, Emmanuel Macron [¿otro especulador?], y el portero argentino, Emiliano “Dibu” Martínez, ambos en cuclillas, procuraban contenerlo, aliviarlo, consolarlo. Enorme gesto solidario del portero argentino entre deportistas de élite.
TODO ES HISTORIA
Pero todo es historia. Particularmente la que escribieron las unas y las otras, los unos y los otros. Porque todos y todas tuvieron que conceder [ceder-con] y re-conocerse. Incluso, en un país sin imágenes, las y los locales convivieron con las de Messi en todas partes. Treinta y dos selecciones pasaron por allí. En el 2026, cuando en Estados Unidos, Canadá y México, el balón comience nuevamente a rodar, serán 48 las formaciones a enfrentarse. Tal vez, en 2030, la pasión futbolera regrese al Oriente Cercano. Arabia Saudita se propone como sede junto con Grecia y Egipto. Nada es seguro. Deberán disputar la sede con Argentina, Paraguay, Uruguay y Chile que, cuando se cumpla un siglo desde el primer Mundial de la historia, que disputaron 14 países, en Montevideo, tienen la voluntad –esencialmente expresa hasta el momento, aunque alguna nota estos países presentaron ante la FIFA– de recordar aquel hito jugando a la pelota. Habrá que ver. Será el último mundial que organice Gianni Infantino, ese tan particular presidente de FIFA que, cuando faltaban pocas horas para el encuentro inaugural entre Qatar y Ecuador, no titubeó para ir contra quienes rechazaban realizar el campeonato en el emirato y denunciaban a sus autoridades por violar los derechos humanos y aplicar políticas públicas persecutorias contra algunas minorías y las mujeres.
“HOY ME SIENTO COMO ELLOS”
Infantino fue con los tapones de punta para responder a aquellas críticas: “Hoy me siento qatarí, árabe, africano, gay, discapacitado, trabajador migrante. Me siento como ellos y sé lo que es sufrir acoso de pequeño. Era pelirrojo y sufrí bullying. Lloré e intenté participar con ellos. Si leyera la prensa estaría deprimido. Soy hijo de trabajadores migrantes, en condiciones muy complicadas en Suiza, cómo vivían y los derechos que tenían. Veía cómo se trataba a los que intentaban entrar en el país. Suiza se ha convertido en un ejemplo de tolerancia. Qatar ha progresado y hablaremos de ello, como también espero que hablemos de fútbol, si no están cansados. La FIFA está orgullosa de estar aquí. […] Va a ser el mejor Mundial. [Porque] la gente lo que quiere es el fútbol”. Pero fue más allá y denunció como “testigo” una “doble moral” porque “los europeos [él lo es] nos dan muchas lecciones [pero] deberíamos pedir perdón” por hacerlo. Es palabra de don Gianni. Qatar 2022 no ha sido un mundial más. Tampoco uno menos.
Sin embargo, de él, un nacido en el sur del sur, Lio llegó a ese país como capitán del seleccionado argentino de fútbol cargado de sueños y de allí partió, además, “investido como jeque (en árabe ‘shaij’ = ‘anciano venerable o aquel elegido por sus cualidades para conducir a su grupo’) mediante el ‘bisht’ o ‘ăbaya’”, como explica con alto vuelo docente el habibi doctor Hamurabi Noufouri, en el argentino diario Clarín. En diálogo personal, desde el domingo pasado cuando el reloj en mi querida Asunción y en Buenos Aires, mi pueblo natal, estaba pronto a marcar la hora 19, con enorme paciencia Noufouri me iluminó con su sabiduría. “El bisht, cuando se confecciona con pelo de camello y se le agrega un marbete dorado, simboliza la autoridad que el emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad al-Thani, ha conferido al capitán argentino por su ‘muruwa’. Es el reconocimiento a su temple, esfuerzo, coraje y espíritu de sacrificio que por amor al grupo o persona ejerce para vencer injusticias y/o adversidades en las peores circunstancias”. Enmudecí y, a la vez, recordé que no mucho tiempo atrás Lio era blanco de críticas despiadadas en la Argentina.
“¡Pecho frío!”, lo llamaban. Ahora, todo ha cambiado. “El emir Tamín Al- Thani lo arropó personalmente, con sus propias manos [y la ayuda de Infantino] con el bisht ante el mundo [y una audiencia televisiva global estimada en poco más de 4,5 mil millones de personas. La mitad de la población mundial]. Difícilmente, haya un ‘sharaf’ [honor] más grande entre árabes”, apuntó Hamurabi. ¡Muy fuerte!, por cierto. Y notable. Para que quede claro, desde que finalizó Qatar 2022, luego que, por su muruwa, el emir Tamim bin Hamad al-Thani así lo distinguiera, para quien quiera saberlo, el jefe Messi, junto con la jequesa Antonella y los hijos de ambos, cuando están en la Argentina, residen en el alcázar que poseen en el Funes Hills Miraflores, en la periferia de Rosario, 360 km al norte de Buenos Aires. Oportunistas y/o arrebatadores de fama, abstenerse.