Comunidades rurales de cuatro departamentos del país se encuentran en pleno desarrollo de una interesante iniciativa de construcción de una muralla verde o cortina rompeviento para proteger a las familias más vulnerables ante los riesgos de sufrir desastres a causa de fenómenos meteorológicos severos.
- Por Paulo César López
- paulo.lopez@nacionmedia.com
- Fotos GENTILEZA ATP-TRP
Se estima que durante el último medio siglo se ha perdido cuando menos un tercio de la tierra cultivable debido a la erosión y degradación del suelo. Ante esta alarmante situación, con el fin de restaurar ecosistemas dañados, frenar la desertización y proteger a las poblaciones de los eventos climáticos extremos, ha recobrado impulso la construcción de la Gran Muralla Verde a lo largo de una veintena de naciones africanas asoladas por múltiples crisis a menudo relacionadas a la lucha por recursos escasos, a las que se suman los cada vez más frecuentes desastres naturales que causan estragos fundamentalmente en los países en desarrollo.
En efecto, datos del índice ND-GAIN de la Universidad Notre Dame de EEUU indican que en su gran mayoría los países más vulnerables al cambio climático son los que generan menos emisión de gases de efecto invernadero, fundamentalmente por su menor grado de industrialización.
Nuestro país no resulta ajeno a estos fenómenos. De hecho, en los últimos años hemos visto multiplicarse los problemas vinculados a eventos meteorológicos severos, que cada vez más y con mayor magnitud afectan a las poblaciones humanas.
En este contexto de creciente inseguridad por la exposición a estos fenómenos, al punto de que el cambio climático pasó a ser considerado como la principal amenaza a la salud mundial en el siglo XXI, cabe destacar un proyecto encabezado por la organización Tesãi Reka Paraguay denominado Salud Familiar Comunitaria, mediante el cual se está erigiendo una muralla verde para proteger a las comunidades más vulnerables sobre todo de las tormentas y granizadas, que son los eventos que mayores perjuicios materiales y humanos generan en las comunidades.
EL PROYECTO
El plan se lleva a cabo en 18 comunidades rurales de los departamentos de Caaguazú, San Pedro, Concepción y Canindeyú con el apoyo de la Cruz Roja Suiza, y una alianza estratégica con la ONG A Todo Pulmón y el Instituto Forestal Nacional (Infona).
Samuel Barrios, asesor en Gestión de Riesgo de Desastres de la Asociación Tesãi Reka Paraguay, habló con Nación Media para brindar más detalles sobre esta iniciativa de cortina rompeviento para proteger a comunidades vulnerables.
Sobre cómo se fue gestando el proyecto, refirió que en primer lugar se realizó un trabajo de investigación en unas 200 comunidades para identificar cuáles están más expuestas a las amenazas naturales, incluyendo tormentas, granizadas, sequías, heladas, etc. De este relevamiento lograron identificar 40 comunidades con mayor grado de exposición, por lo que empezaron a trabajar en la prevención y reducción de riesgos. Así, la principal prioridad que resultó fue la necesidad de abordar el fenómeno de las tormentas.
“Elaborando un mapa de la comunidad con sistema de información geográfica identificamos que las comunidades estaban muy expuestas por la pérdida de cobertura boscosa. Ahí surgió la idea de proteger a las comunidades creando estas barreras rompeviento para cerrar los corredores de viento”, explica Barrios, quien cuenta con una licenciatura en Planificación y Gestión de Políticas Sociales y es especialista en Desarrollo Territorial y Economía Social.
De esta manera, hecho el diagnóstico, se inició la planificación de las medidas de prevención y mitigación de riesgos de desastres por tormentas mediante la construcción de cortinas rompeviento forestales o murallas de árboles. A renglón seguido se socializó con la comunidad el mapa satelital mediante el cual se explicó con evidencia cuáles eran las viviendas más expuestas a las amenazas de tormentas. Esto a fin de sensibilizar sobre la problemática y sobre la importancia de trabajar en la instalación de las barreras verdes con vistas a reducir el riesgo de sufrir desastres naturales.
Posteriormente, se trabajó en un plan comunitario para la instalación de las barreras vivas de 500 a 1.000 metros de largo en zonas estratégicas luego de una labor previa de ingeniería para determinar la dirección de los vientos predominantes. Luego se realizó la capacitación a las familias con técnicos forestales para la preparación del suelo, el cultivo, cuidado y mantenimiento de los plantines. Cabe subrayar este último punto como de fundamental importancia, pues al tratarse de un proyecto a mediano plazo estas barreras estarían listas en un lapso de cuatro a cinco años, por lo que el correcto seguimiento al desarrollo de los plantines es clave para el éxito de la iniciativa.
Así también, la capacitación tuvo en cuenta aspectos como la correcta disposición de los árboles, puesto que para que estos cumplan su función de muralla rompeviento no deben ser colocados en hileras simples, sino responder a un sistema de encastre con los árboles más grandes dispuestos en dirección a los vientos predominantes, precisó el especialista, quien destacó la alianza estratégica con las instituciones anteriormente mencionadas para la capacitación a los pobladores en el control de plagas, limpieza y el preparado de un hidrogel para la conservación de los plantines.
SELECCIÓN
Sobre la elección de las especies a ser cultivadas, indicó que la tarea está a cargo de ingenieros forestales, que realizan la selección de acuerdo a los árboles prevalecientes en el territorio, así como también árboles exóticos de rápido crecimiento con características aptas para servir de barrera, además de especies frutales para coadyuvar a la seguridad alimentaria de las familias.
“El sistema agroforestal consiste en la combinación ordenada de diferentes sistemas productivos en un mismo terreno”, explicó Barrios, quien para dimensionar la magnitud del proyecto precisó que hasta el momento se llevan construidos 20.610 metros lineales de muralla rompeviento compuesta por tres líneas de plantines de árboles, una de cada especie, con una cantidad de 7.519 ejemplares de especies nativas (cedro, kurupa’y, yvyrapytã, entre otras), 5.114 de especies exóticas y 8.000 de especies frutales (naranja, mandarina, pomelo, níspero, durazno, acerola, inga’i), que totalizan 20.633 plantines sembrados hasta el momento.
Con relación a cuál es el principal punto que destaca de esta experiencia, refirió que “es muy importante mencionar el proceso participativo, la importancia del empoderamiento de las personas que viven en comunidades vulnerables y en riesgo ante desastres, así como la predisposición de las familias, que ceden sus propiedades y se comprometen a cuidar los plantines. El trabajo de sensibilización y el diagnóstico participativo con apoyo de sistema de información geográfica permiten que las medidas implementadas tengan buenos resultados”.
Por último, desde la organización ponen de relieve que las murallas de árboles no solo sirven para proteger las casas y los cultivos de las tormentas, sino que además el ramaje hace de refugio de los animales durante las granizadas, ayudan a la regeneración de los suelos y al mejoramiento de la calidad del aire, por lo que se trata de una estrategia de protección integral de la salud, el medioambiente y la economía familiar.