En su tradicional espacio “Expresso”, emitido por el canal GEN/Nación Media, Augusto dos Santos habla con el docente y periodista José María “Pepe” Costa sobre el hito que se marca en el 2014 con la promulgación de la Ley de Acceso a la Información Pública, que vino a combatir décadas de secretismo arrastrado desde la época de la dictadura y que sigue siendo una lucha permanente ante la falta de una sanción ante el incumplimiento de la normativa de parte de las autoridades. Costa afirma que la cultura del secretismo todavía permea nuestras instituciones y que es necesario poner en práctica la transparencia en todos los espacios de la vida cotidiana.
Fotos Nadia Monges
–ADS: ¿Se puede decir que el Estado está menos opaco que hace 10 años?
–PC: Creo que sí y podemos poner de ejemplo la Ley de Acceso a la Información Pública, que fue un hito clave en esta menos opacidad, por decirlo de una forma. Porque hasta el 2012, 20 años después de la Constitución, que en el 92 ya decía que el derecho de acceso a la información pública es un derecho de todos, uno preguntaba por el salario de los funcionarios públicos, de las autoridades o a quién se estaba pagando asignaciones especiales o de viáticos y la respuesta que había desde el Estado a través de sus personeros era que es una cuestión de intimidad personal o que están queriendo afectar el derecho a la seguridad de las personas, porque si se saben los salarios de los funcionarios van a ser secuestrados. Viene después la gran revolución ciudadana, pero también acompañada por los medios de prensa, una gran campaña en favor de la transparencia y ahí hay que recordar el paso clave que dio la Corte Suprema de Justicia con un acuerdo y sentencia que dio la razón a un ciudadano sanlorenzano que venía peleando incluso judicialmente por ese acceso a la información.
–¿Quién era y por qué pasó a la historia?
–Un prócer ciudadano realmente, Daniel Vargas Téllez. Quienes surcamos por estas aguas del derecho a la información, lo conocemos y lo reconocemos como un verdadero prócer. Él encaró una lucha bastante interesante. Preguntó en su municipio, San Lorenzo, en un momento clave, en un momento preelectoral, quiénes eran los empleados de la municipalidad, cuánto ganaban y dónde prestaban sus servicios. Y la municipalidad le respondió justamente con eso: ¿Qué le importa a este ciudadano conocer esto, que es parte de la intimidad de los funcionarios? ¿Por qué no pregunta por las calles empedradas, por las plazas y otras cosas. Eso dio pie a esta lucha de este ciudadano, que terminó en la Justicia y que en el 2013 da pie a un acuerdo y sentencia de la Corte Suprema de Justicia, que después hace un efecto cascada y renueva con estas leyes de acceso a la información. Previo a eso, preguntar por el salario de los funcionarios, por ejemplo, era un delito prácticamente. Es más, la Cámara de Diputados me acuerdo en aquel entonces quería averiguar, vía denuncia ante el Ministerio Público, quién había filtrado los salarios de los funcionarios. Eso es lo que pasó y por eso podemos decir hoy que estamos un poco menos opacos. Obviamente, la pelea contra el secretismo, que es algo que viene de décadas de la dictadura, no se acaba, es permanente y la ciudadanía yo creo que tiene que seguir empujando a eso y los políticos que comprenden que la transparencia no solo es un deber del Estado, sino también una ocasión para ser mejor democracia, los políticos tienen también que aprovechar y empujar esto.
PREHISTORIA
–Las cosas funcionaban así no solo por la ausencia de una normativa, sino por un enorme edificio de la cultura paraguaya de que alrededor de mí hay un muro.
–En esa prehistoria la información no pertenecía al ciudadano. La información pertenecía a la autoridad, al político, al caudillo, etc. Esa es la prehistoria y el hito que se marca del 2013 para aquí es justamente que a través de esta movilización ciudadana, a través de estas sentencias judiciales, a través de estas leyes y del ejercicio ciudadano de acceso a la información pública, que también vino acompañado por los medios de comunicación y los periodistas. Esa historia cambia. Entonces se reconoce algo que debería haberse reconocido mucho antes, que la información pública es algo que pertenece al ciudadano porque no se puede entender un sistema democrático donde el voto es clave y para poder votar uno tiene que tener información. Entonces, desde la base misma de la democracia tenemos que el acceso a la información pública es un derecho fundamental. No puede existir una democracia sin acceso a la información pública.
–¿Hay todavía conquistas pendientes en materia legislativa?
–Yo creo que en materia normativa hay todavía cosas que hacer. Ha habido un gran avance. Hay que reconocer también que la sociedad civil, varias organizaciones o grupos de expertos, de entendidos en esta materia y de activistas en esta materia trabajaron más de 10 años para conseguir esta legislación en el 2014, realmente en el 2015 empieza a funcionar la ley. Pero nunca se logra la ley óptima, sino la ley posible y en esa ley posible tuvo que haber una serie de negociaciones y hay cosas que todavía quedan pendientes, algunas pequeñas lagunas que rellenar, etc. Y en uno de los estudios que hemos hecho al respecto justamente hemos visualizado esto. Nuestro sistema legal de la Ley 5282 impulsó una cosa muy importante, que el procedimiento para que la gente pida información, se hizo un sitio web, un portal de acceso a la información pública donde cualquier ciudadano puede entrar en una computadora o en su celular a pedir la información a cualquier entidad pública. El problema es que la cultura del secretismo todavía permea nuestras instituciones. Entonces tenemos que desde el 2015 hasta ahora ha habido más o menos un 20% de solicitudes de acceso a la información que nunca fueron respondidas o que fueron respondidas negativamente por el Estado.
FALTA DE SANCIÓN
–¿Qué consecuencias tiene el incumplir la ley?
–Ahí vamos a las otras patas cojas de este sistema normativo a partir de la sanción. Que haya 20% de solicitudes que no han sido respondidas o que fueron respondidas negativamente te da a entender que se necesita un sistema de sanción y ese sistema de sanciones es endeble. Entonces, hecha la ley, hecha la trampa y, sobre todo, hecha la ley sin sanción, nadie la cumple. En este caso, por lo menos hay entre 70 y 80% de instituciones que todavía responden a la pregunta, pero cuál es el otro tema. Al no tener la norma un órgano garante administrativo, autónomo, como en un estudio que hicimos de 18 naciones que en la región tienen una ley similar, la gran mayoría tiene un órgano administrativo autónomo que atiende los reclamos de los ciudadanos, a los cuales no se les responde su solicitud. Acá no tenemos un órgano. Entonces per saltum hay que ir directamente a la Justicia. Y la justicia le aterra luego a la gente por todo lo que es entrar en el sistema judicial y el dato preciso de estos estudios que hemos hecho es que de esos 17 a 20% de solicitudes no respondidas que podrían constituirse en una acción judicial de amparo de acceso a la información pública, apenas el 2% de los ciudadanos recurren a la Justicia, es decir, 2 de cada 100 ciudadanos cuando el Estado le responde negativamente opta por ir por la vía judicial. Entonces hay un 98% de ciudadanos que lamentablemente se tienen que quedar en el molde y no tienen ni la respuesta a la institución y deciden no ir a la Justicia.
–¿Cuál es la puerta administrativa de este proceso en el Estado paraguayo?
–El Ministerio de Justicia es el coordinador administrativo de la ley, pero no tiene ninguna facultad para obligar a nadie a cumplirla. Y ese es el problema. Solamente a través de un juicio de amparo un juez puede ordenar y ha ocurrido, pero a lo largo de estos 5 años tenemos poco menos de 120 acciones judiciales de amparo presentadas, eso es menos del 2% de la cantidad que podrían haberse hecho si es que la gente decidiera ir a una acción de amparo. La acción de amparo judicial es una acción gratuita, es de las más rápidas, pero sigue teniendo los problemas de entrar en el sistema judicial. Y esa es una de las patas cojas que tiene nuestro sistema.
RESERVA
–¿Qué te parece que está bien que permanezca en ese mundo de los secretos y qué te parece que se puede ir ajustando con el correr del tiempo?
–Respondería en tres partes. Primero, la cuestión normativa. La propia norma establece que para que haya una información reservada la ley tiene que decirlo así. Cualquier ley, por ejemplo, la Ley de Bancos implica el secreto bancario, el Código de la Niñez y la Adolescencia habla de la reserva en cuanto a la identidad de los niños o menores que son parte en un juicio, etc. Después, conceptualmente también tenemos que considerar cuando estamos hablando de una persona que es del ámbito público, un funcionario público, una autoridad. Cuando hablamos conceptualmente se reconoce que una persona en lo privado tiene un mayor estándar de reserva de información. En cambio, con el funcionario público, la autoridad, decrece esa protección a su intimidad, a su privacidad. Eso también es muy interesante que a nivel de la judicatura, cuando se presentan casos, se haga esa ponderación. Los estándares internacionales en materia de defensa de derechos humanos y de protección de la libertad de expresión y de la libertad de prensa hablan de que en los casos donde hubiera un debate sobre la afectación del honor o la intimidad de una persona y eso se lleve al plano judicial, el estándar dice que es no es recomendable que la acción ocurra por la vía penal porque se entiende que la vía penal puede, sobre todo cuando están medios de comunicación, periodistas o medios de prensa involucrados en ese debate, actuar como un elemento de censura. Se recomienda la vía civil y este es un estándar que está incluso establecido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
–Sobre la legislación respecto al ejercicio de la libertad de expresión, ¿te parece que hay mucho camino que transitar todavía en Paraguay?
–Yo creo que hay mucho que transitar en materia normativa, ajustar algunas cosas. Siempre también digo esto, es decir, la ley no es la que soluciona todo, la ley abre caminos o enfoca el camino, pero finalmente los hombres, las sociedades, los grupos son los que se ocupan de cumplirlas o no cumplirlas. Lo que vemos es que, y eso es parte también de la gran desilusión democrática, es que muchas veces las leyes que se hacen terminan siendo muchas veces palabras huecas. Entonces las correcciones normativas sí hay que hacerlas, pero hay que hacerlas también con un trabajo de participación ciudadana y, sobre todo, de compromiso ciudadano. Tenemos que trabajar en la educación, es decir, tenemos que trabajar por la cultura de la transparencia y eso se trabaja en la escuela, donde la directora nunca rinde cuentas o la asociación de cooperadores de padres nunca rinde cuentas. Y a la mamá y al papá que le pregunta a la directora cuánto gastó en tal parte, le marcan a ella y a su hijo. Entonces esa cultura hay que ir creándola y eso no se crea solamente con leyes.
MÁRTIRES
–Después de la icónica inmolación de Santiago Leguizamón se transitó un largo camino y paradójicamente en los tiempos de la democracia se produjeron muchísimas muertes más.
–Sí, 20 periodistas y comunicadores asesinados en el lapso de 30 años. Si ponemos un hito de inicio, el asesinato de Santiago el 26 de abril de 1991, como un mensaje por el Día del Periodista de parte de la mafia, esa misma mafia que ha venido matando periodistas a lo largo de estos 30 años. La mayor parte de los casos son del crimen organizado y en nuestros departamentos de frontera, fundamentalmente en Amambay.
–La absoluta cantidad de los casos en el interior.
–Todos los casos en el interior. El 70 u 80% de los casos en la frontera y en Pedro Juan Caballero. Para más los dos últimos casos, Leo Veras en el 2020 y ahora Humberto Coronel, en Pedro Juan Caballero.
–La desprotección de los periodistas en zonas claves.
–Cuando hablamos de esto nos referimos al tema del crimen organizado, es decir, no es el Estado el que está atentando contra la vida de los periodistas, pero indirectamente está facilitando, está permitiendo que haya ese atentado contra la vida de los periodistas. Somos un Estado fallido. Si el crimen organizado tiene las riendas, sobre todo en las zonas de frontera y hace lo que quiere y entre ellos ha matado 20 periodistas y ha empezado a matar a fiscales. Cuando ocurrió lo de Marcelo Pecci, toda la comunidad judicial empezó a darse cuenta de que es lo mismo que nos ha ocurrido a los periodistas en el 91, el primer periodista asesinado por la mafia y ahora tienen al primer fiscal asesinado por la mafia. ¿Qué hacemos con esto? Y la respuesta que vemos desde el Estado es casi nula o nula si no queremos ser tan optimistas.
–Y la enorme soledad en la que se debaten los periodistas del interior.
–Tenemos los mismos estándares de impunidad que hay a nivel mundial. 9 de cada 10 casos permanece impune. El único caso prácticamente que llegó a una condena acá y ejemplar porque la condena fue al autor intelectual fue el de Pablo Medina. Otro caso no. En el caso de Leo Veras ni sabíamos cuándo se iba a hacer el juicio. Los medios de prensa nunca cubrieron eso. ¿Cuál fue la diferencia con el caso de Pablo Medina? El medio al que pertenecía.
SEGURIDAD
–¿Qué más se tiene que avanzar en la materia?
–Muchas cosas. Gracias al trabajo con Unesco se ha creado lo que es la Mesa para la Seguridad de Periodistas del Paraguay, que es una instancia creada a voluntad de los poderes del Estado, las instituciones públicas y los gremios, es una instancia que reúne a representantes de instituciones públicas vinculadas a la Justicia y la seguridad, Ministerio Público, el Ministerio de Interior, la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio de la Defensa Pública, Mitic, etc., y representantes de gremios, 5 gremios de periodistas y comunicadores, el Sindicato de Periodistas del Paraguay, que es el más antiguo; el Foro de Periodistas Paraguayos, la Red Activa de Comunicadores, la Sociedad de Comunicadores del Paraguay y la Asociación de Reporteros Gráficos del Paraguay. Una mesa interinstitucional que trabaja por lo menos en ir monitoreando esto, generando las alertas si hubiera alerta, muchas veces no las hay, ya ocurren los casos nomás y buscando la manera de que las instituciones públicas cumplan su papel de proteger. Se ha avanzado en algunas cosas institucionalizadas como, por ejemplo, un mecanismo que tiene la policía de atención de los casos de periodistas que sufren amenazas graves para derivar una acción puntual de protección. El Ministerio Público ha encargado a una de sus unidades, la Unidad Especializada de Derechos Humanos, que ya tiene ahora un protocolo de actuación. Todo eso en el marco normativo, pero hay mucho por hacer.
–Es como construir murallas cada vez más altas para protegerse de la delincuencia, pero el problema es la protección a la ciudad.
–La inseguridad es general. Y uno de estos problemas es de los periodistas. No estamos hablando de que hay que proteger al periodista porque los periodistas somos una clase especial o porque somos unos ciudadanos especiales. No, hay que tener una atención especial en la protección a los periodistas porque los periodistas y los medios de comunicación trabajan sobre una cuestión clave de la democracia, que es el acceso a la información pública. Cuando se le mata a un periodista no es que se le está matando a una persona nomás, se está imponiendo la censura, la aterrorización al resto de los periodistas y directamente se está afectando el derecho de todos los ciudadanos de acceder a información porque es una voz menos, es un medio menos.
–¿Cómo estás viendo la calidad del periodismo que reciben los ciudadanos?
–Los medios para poder sobrevivir se tienen que convertir en empresas y las empresas para existir tienen que estar ligadas a grupos económicos y lo que ha ocurrido muchas veces es que el poder político también ha ingresado a los medios. Entonces, no es posible hacer un periodismo aséptico, pero sí es posible pedir que el periodismo sea lo más honesto posible, lo más leal posible con su tarea, que es informar. Y evitar que se convierta en una correa de transmisión de desinformación o de propaganda.
Entonces, cuando el periodismo o los medios se convierten en propaganda o se convierten en correa de transmisión de desinformación, obviamente ya no deberíamos estar hablando de periodismo, sino de medios propagandísticos. ¿Cuál es la calidad que tenemos hoy día en Paraguay? Gracias a que existen las redes sociales e internet, el ciudadano todavía puede tener un mayor y más amplio panorama, por lo menos para mirar qué hay de paja entre el trigo y saber cribar eso.
–Y hay un actor nuevo como son las redes sociales.
–A mí me parece que no necesitaríamos fact-checkers, es decir chequeadores de noticias, si tuviéramos un periodismo de calidad, por eso lo que hay que buscar es que haya periodismo de calidad. Cuando hay grandes conglomerados y corporaciones que pagan fact-checkers para que hagan el trabajo, uno termina pensando y dudando si ese trabajo realmente es independiente, es honesto, es ecuánime o es sesgado y muchas veces es sesgado.
LAS AULAS
–¿Cómo ves la escuela de periodismo?
–En general yo creo que las escuelas de periodismo necesitan cada vez más dinamismo para aggiornarse cada vez más rápidamente, porque en todos los sentidos y en todas las instituciones educativas que podemos tener aquí en muchas partes, el ritmo vertiginoso del crecimiento y de cómo va nuestra sociedad y sobre todo cómo va la comunicación de nuestra sociedad, hace que se necesiten escuelas de periodismo mucho más dinámicas, ágiles. Ahora las universidades están en un proceso de acreditación con ANEAES en la parte de periodismo y comunicación. Pero me parece en gran medida que las acreditaciones en nuestro país al menos se están convirtiendo una vez más en sistemas formalistas que vos escarbás y no encontrás calidad.
Entonces tenemos que llenar 20 o 40 planillas, presentar esto, lo otro y no se ataca lo profundo, que es la calidad de la educación. Eso es lo que históricamente ha ocurrido con la educación media y con la meritocracia. ¿Por qué tanta gente se ocupa de juntar cartones para presentarse a concursos y decir “yo soy capaz, yo soy el mejor” y terminamos teniendo un servicio público de pésima calidad y en la educación ha sucedido eso. Maestras y maestros que han aprendido a llenar planillas y han olvidado la calidad porque el sistema les exigió llenar planillas y no dar calidad y ahora está sucediendo en la universidad.
–La calidad del docente es lo que puede hacer cambiar el destino de un país.
–A lo largo de los años se ha visto que se ha deteriorado la calidad de la formación de los docentes y la calidad del sistema educativo en general, y hay muchas rémoras del autoritarismo en esa presencia. Y no hay transformación educativa o como quiera que se le llame que vaya a hacer que mejore la calidad educativa en nuestro país sin no se atacan esas cuestiones esenciales. El mismo sector organizado de los padres está permeado por la politiquería muchas veces y esa politiquería no busca calidad, busca beneficios particulares o sectoriales o personales.
“El problema es que la cultura del secretismo todavía permea nuestras instituciones. Entonces tenemos que desde el 2015 hasta ahora ha habido más o menos un 20% de solicitudes de acceso a la información que nunca fueron respondidas o que fueron respondidas negativamente por el Estado”.
“Ahora las universidades están en un proceso de acreditación con ANEAES en la parte de periodismo y comunicación. Me parece en gran medida que las acreditaciones en nuestro país se están convirtiendo una vez más en sistemas formalistas que vos escarbás y no encontrás calidad. Maestras y maestros han aprendido a llenar planillas y han olvidado la calidad porque el sistema les exigió llenar planillas y no dar calidad y ahora está sucediendo en la universidad”.