Jimmi Peralta - Fotos: Eduardo Velázquez
Tras permanecer relegado en el baúl de los pendientes tras el forzoso tiempo congelado impuesto por la pandemia, la banda liderada por Javier Zacher deja atrás los restos del pasado y se renueva con su nuevo material, “Corazón de hierro”, con el que revive el mismo nerviosismo de la primera vez y es, en simultáneo, como ese deseado borrón y cuenta nueva para desandar el camino y volver al punto de partida.
Lo moderno es lo actual y por su naturaleza de inmediato escolta del presente, no tiene entre sus atributos el ejercer una benevolente mirada al pasado. Lo moderno no toma decisiones desde la memoria, es urgente, da vuelta la página una y otra vez, es siempre presente y por usurpación, seguramente ilegítima, es siempre juventud.
El rock fue por seis décadas este eterno presente, juventud, tecnología y modernidad. Según lo explica Javier Zacher, vocalista del grupo Salamandra, el rock, que hoy ha perdido el centro de la escena, tiene el desafío de volver a su podio con la rebeldía que lo constituye y, tal vez, la misma juventud.
LA REBELDÍA DEL ROCK
“El rock es siempre rebelde. Esta es una etapa más en la larga vida del rock y va a volver a despertar como lo viene haciendo desde hace décadas. Veremos a su majestad del rock en su lugar, siempre”, comenta el cantante y guitarrista.
El presente de Salamandra es “Corazón de hierro”, un álbum que durmió en discos duros durante los casi tres años de la pandemia y que ahora está al alcance de los fans a través de las plataformas digitales.
“Pasó mucho tiempo para volver a lanzar un álbum. Vuelven a entrar esos miedos del inicio. Sacar un disco es como empezar de nuevo, te enfrentás a tu pasado y le encarás al futuro. Juega con las cosas a las que te aferrás. Lo del pasado está, ya fue, genial, bueno o malo. Ahora la cosa es encarar lo nuevo, a pesar de que vaya bien o vaya mal. Se te produce el temor a hacer las cosas. Uno a veces está en un lugar más seguro y tiene de salir de ahí. Se asemeja mucho a saltar del trampolín a la piscina. Mientras vacilás en saltar, crecen las mezclas de miedo, adrenalina, ansias; pero son las mismas cosas que te pueden atajar las que te empujan a saltar. Creo que esa es la emoción más fuerte de un disco nuevo, la oportunidad de volver a empezar”, señala Zacher.
El dilema del tiempo y la presión del pasado está claro para Javier. La banda tuvo con el álbum “Alma en peña” (2015) su éxito más destacado y el hit paraguayo de la década les iluminó el camino, “Solito”, pero como dice el cantante, un nuevo disco es una nueva oportunidad sin mirar atrás.
“En el 2019 ya arrancamos con este disco. Trabajamos con el productor Matías ‘El Chávez’ Méndez. Los temas estaban ya grabados y llegó la pandemia. Se comenzaron a mezclar y llegamos a lanzar tres temas del material, pero como se extendía la cosa decidimos parar ahí, porque a este material nosotros lo pensamos como un álbum, no como sencillos”, explica.
“La idea era hacer lo que siempre hacemos, que es como una tradición, presentar el disco en Ypacaraí. Generalmente nosotros ya vamos presentando los temas en los conciertos, pero por ahora en las presentaciones que teníamos nos parecía mejor apostar a los clásicos, ahora recién vamos a presentar los nuevos temas a la gente”, agrega.
Hoy los discos se comparten a través de links, ya no tiene forma ni librito. “Corazón de hierro” es un material enmarcado dentro del género de rock-pop, contiene 12 canciones grabadas en el 2019.
El proceso de producción de la banda parte de temas que se van trabajando en diferentes formatos o subgéneros. El juego, los desafíos son las herramientas artísticas para que Salamandra dé a luz nuevos trabajos.
“Llevamos una cierta cantidad de temas al estudio y ahí también surgen nuevos arreglos, una magia adicional. Hasta el momento de cerrar la grabación todo está sujeto a cambiar de cualquier forma”, añade.
EL NOMBRE
“Los temas forman parte de un canasto, tienen el mismo espíritu. No te digo que las canciones llegan a ser algo conceptual ni nada de eso, sino que son de una camada de 12 canciones que tienen la misma intensidad, el mismo color. Tienen la misma motivación, por eso no nos parecía lanzar de a poco el disco, ya que es un álbum. Seguimos con las ganas de hacer el disco, las tapas. Hacer cada disco sería como un capricho personal, no tiene mucho sentido, pero la verdad es que nos morimos de ganas de hacer un disco físico”, explica.
“Lo que más nos cuesta a nosotros es ponerle nombre a las canciones y mucho más nos cuesta ponerle el nombre a los discos. Esa es la parte que más nos lleva tiempo y con este disco, que tuvimos ese tiempo, igual estábamos ahí, en la cornisa. El título ‘Corazón de hierro’ engloba mucho los sentimientos de muchas de las canciones y el tema trata de encontrar la fuerza en donde se tenga que encontrar para continuar el camino. ‘Corazón de hierro’ quiere decir para nosotros sobreponerse, sea a la pérdida, a la añoranza. Es hacer lo que tenés que hacer con lo que tenés para hacer”, comenta Javier.
Con más de dos décadas de trayectoria, Salamandra es una banda que se reivindica desde su Ypacaraí originario. Es la consumación de un sueño que tardó más de 10 años de esfuerzo para convertirse en trabajo, un transitar lleno de aprendizajes.
“Creo que los discos de Salamandra son parecidos, pero cada disco fue un aprendizaje. En el primer disco hicimos todas las cosas de la manera más difícil. No teníamos conocimiento de cómo optimizar recursos, de repente éramos novatos. En el segundo disco seguimos aprendiendo. Lo que siempre nos pasa es que cuando escuchamos una canción pensamos en ‘si hubiera hecho esto aquí o allá’, siempre uno va a querer ir arreglando cada canción, y por eso en cada disco nos queda aprender cosas nuevas”, expone.
NO TRAICIONARSE
“Lo de ‘Solito’ fue una locura. Un día en un concierto que era al aire libre, donde había miles de personas, paramos un rato y sentimos cantar a la gente más fuerte que los equipos. Fue una de las cosas más hermosas que vivimos. Esta canción nos permitió ir a tocar a lugares que jamás pensamos que íbamos a poder entrar. Claro, después llega el momento en el que una cosa así se vuelve tu monstruo. A nosotros particularmente, no cansarnos de una canción. Esa canción salió así, como el resto de todas las canciones, no la buscamos. Y bueno, vamos a seguir haciendo las canciones de la misma manera”, asegura.
La exigencia del hit siempre golpea a la cabeza de los creadores y hoy muchos músicos tienden a coquetear con los sonidos propios de la música que hoy es moderna y joven: el género urbano.
“Yo creo que el monstruo de la industria es eso, ‘el monstruo’. Si bien el rock no está en el lugar que tuvo, en su podio, ahora es tiempo de otras corrientes y de otras personas también, yo no veo razón para dejar de hacer lo que a uno gusta. Bueno, en el caso de que te gusten las cosas nuevas, entonces es genial. Me parece genial que cada uno vaya y haga, que experimente. Pero si solo lo hacés porque es lo que se está consumiendo, entonces eso me parece a mí, personalmente, una grosería. Es una alta traición a uno mismo. La música es siempre sincera, eso se siente en el fondo de la música”, afirma.
“Corazón de hierro” fue grabado en el estudio Ciudad Nueva. Producido y mezclado por El Chávez y masterizado por Rolando Obregón en Buenos Aires, Argentina.
Salamandra, que nació en Ypacaraí consolidado por la amistad de Javier Zacher y Celso “Cachito” Galeano (bajo) a fines de los años 90, está integrado además por Rodney Cords (guitarra) y José “Batoloco” Gaona (batería).
“Es como un gran matrimonio. Siempre buscamos la manera de solucionar el mal de barco que tengamos. Jamás pudimos llegar a ver el mal de barco de manera anticipada, solo lo percibimos cuando sucede. El esfuerzo es tratar de dar vuelta la página cuando pasan esas cosas, a veces tiene que pasar el tiempo. En Salamandra hay mucha camaradería”, explica el guitarrista y compositor.
UN CASTIGO, UN AMOR
“La guitarra siempre estuvo en casa. Era una guitarra que le pertenecía a mi mamá. Mis dos hermanos mayores sí le metían en serio a la guitarra. Un día yo tuve la malísima idea de agarrar y rayar la guitarra de mi hermano. Él se puso muy furioso cuando llegó a casa y yo pensaba que me iba a cobrar. De castigo –yo tenía cerca de 10 años– me hizo sentar a hacer la escala cromática en la guitarra sin descansar hasta que me dolieron los dedos. Tanto me dolió que pasaron tres años para que yo volviera a agarrar de nuevo la guitarra”, comenta Javier Zacher sobre cuál es su historia personal con la guitarra.
“La primera que toqué fue ‘Confesiones de invierno’, de Sui Géneris. Tenía una necesidad vital de tocar esa canción. Recuerdo que empecé con ese tema porque justamente no tenía tiplado (cejillas), si no, no iba a poder”, rememora.
Según Zacher, su habilidad para interpretar obras de otras personas era escasa por entonces, por lo que, con esa excusa, se embarcó en un oficio que le daría de comer a la larga, componer canciones con uno de sus grandes amores, la guitarra.