Ricardo Rivas, periodista, Twitter: @RtrivasRivas

Fútbol, pobrezas, corrupciones, guerras, inversiones, economía, desarrollo sustentable. Mientras, la pelota sigue corriendo.

Domingo inusual el que se vivirá cuando La Nación se encuentre entre tus manos. No será uno más, por cierto. No. Multiplicidad de situaciones que se darán aquí, allá y acullá serán ejes en las conversaciones de todo tipo que se plantearán en este día de domingo. ¿Por qué? Básicamente por tres sucesos inevitables. 1) Por el inicio del Mundial de Fútbol FIFA en el emirato de Qatar; 2) porque en la semana que pasó supimos que este planeta está habitado por 8 mil millones de habitantes; y, 3) porque desde la Cumbre Mundial del Clima se nos hizo saber una vez más que –así como están las cosas en la Tierra, sin cambios– con crecimiento vegetativo positivo y clima en destrucción, vamos mal.

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Vayamos en orden de mención para dar paso a informaciones e interrogantes sobre estos temas. 1) Desde las 7 de la mañana las imágenes que se generan en Qatar 2022, con la apertura del Campeonato Mundial de Fútbol, estallan delante de nuestros ojos. Será extraño, por cierto. La tradición futbolística en ese emirato es inexistente. En la poderosísima Doha, capital catarí, es mucho más extendido el placer de ver y apostar en las carreras de camellos arábigos que, desde el 2004, son piloteados por jinetes mecánicos que se dirigen a distancia.

Los moudhammer –a cargo de la tarea diaria que supone entrenar a los camélidos y configurar adecuadamente las monturas guiadas que van en una de las gibas para regular la marcha cuando compiten– no dejan de ocuparse de esas actividades precompetitivas en ese deporte nacional que supera largamente al fútbol en aficionados. Más aún, me cuenta un querido amigo árabe que, en muchos casos, los aficionados y organizadores de esas competencias esperan que quienes vayan a ver a Neymar Jr., a Lionel Messi o al resto de las estrellas del balompié se hagan de algún tiempo para ver ese espectáculo único.

Audrey Azolulay: “Invertir en la primera infancia es crucial para reducir las desigualdades sociales, pues estas surgen incluso antes de nacer”.

EL EMIRATO Y EL FÚTBOL

¿Qué tiene que ver este emirato con el fútbol?, preguntan no pocos futboleros en el mundo. Por si esto no fuera suficiente para incomprender, vale recordar que la designación de Doha como sede sacudió a viejos dirigentes del fútbol global e incluso a algunos de ellos los puso en la cárcel. Fifagate, en sus efectos, incluso llegó hasta mi querida Asunción. Las construcciones de los estadios también dieron que hablar y seguirán como motivadores de conversaciones de todo tipo en los momentos en que no corra el balón.

Un nutrido grupo de artistas de alcance global en las últimas horas también añadieron fuego a la hoguera. Shakira, Ibai Llanos, Dua Lipa, Rod Stewart, Mel C y el futbolista alemán Tony Kroos, entre otros, declinaron presentarse en Qatar 2022 y declaran que lo hacen en defensa de los derechos humanos y de las comunidades LGBTQ+. Habrá que esperar. Mientras, la pelota sigue corriendo. Pero no todo es fútbol, aunque muchos y muchas traten de ocultar todo detrás del balompié.

OCHO MIL MILLONES

Cinco días atrás –el pasado martes 15– la Organización de las Naciones Unidas (ONU) informó que la población en la aldea global ha superado 8.000 millones de personas. Por cierto, se trata –como toda estadística– de una estimación relevante porque, como la misma organización emisora del dato sostiene, es “un hito importante en el desarrollo humano” a la vez que importa repensar y proyectar “nuestra responsabilidad compartida para cuidar el planeta”. Nada nuevo, como exhortación. Desde muchos años escuchamos las mismas palabras u otras en procura de producir sentido común conservacionista para “el cuidado de la casa común”, como lo propone el papa Francisco en la encíclica “Laudato Sí”.

Cambio climático, calentura global, proteger la Amazonía, entre otras, son expresiones constantes que escuchamos o pronunciamos en cada uno de nuestros días. Algunas cosas –muy pocas todavía– comienzan a cambiar. El Fondo de Población de las Naciones Unidas lanzó un lema con el que aspira a visibilizar el flamante dato poblacional global: “8.000 millones más fuertes”. En la noche del mismísimo 15 de noviembre, Damián (2,77 kg, 52 cm) vio la luz y lloró por primera vez en la maternidad Nuestra Señora de la Altagracia en Santo Domingo.

Unos pocos días antes, Lisi, compatriota de Damián, nació en París. Mamá Lisandra y papá Pablo –una pareja dominicana que trabaja intensamente por la paz– la esperaban con enorme ansiedad y profunda alegría. Esperanzas y profunda fe en el mañana de cada mañana. Lo celebro. Vivir para dar vida.

India, uno de los 10 países más ricos del mundo, no resuelve la pobreza. Amplios sectores sociales viven con US$ 1,91 por día.

UN MISIL PERDIDO

La misma noche del 15 último, en Przewodow, Polonia, provincia de Lublin, muy cerca de la frontera con Ucrania, dos pobladores fueron asesinados con, por lo menos, un “misil perdido” en la guerra que desde febrero enfrenta a rusos y ucranianos. También hay quienes viven para dar muerte. Para fabricar la muerte. Mientras, la pelota sigue corriendo. Pero no todo es fútbol, aunque muchos y muchas traten de ocultar todo detrás del balompié.

Naciones Unidas sostiene que el “aumento progresivo de la duración de la vida” como consecuencia de “los avances en materia de salud pública, nutrición, higiene personal y medicina” son las razones con las que se explica “este crecimiento sin precedentes” de la población planetaria. Recuerdo alguna vez cuando niño haber leído en El Correo de la Unesco que, en el siglo pasado, cuando nací –1951– habitábamos en la Tierra unos 2.500 millones de personas.

Cuando nacieron mis abuelos y Jorge Luis Borges, entre 1898 y 1900, cerca de la finalización del siglo XIX, solo poblaban el planeta unos mil millones. Aquellas y aquellos que todo lo miden y lo proyectan dicen ahora que en el 2037 serán unos 9.000 millones las y los habitantes del mundo, en tanto que, en el 2080, estiman que el número llegará a los 10.400 millones. Un “pico demográfico”, señalan académicos, especialistas, burócratas y científicos desde Sharm el Sheij, donde se reunieron bajo el paraguas de la Conferencia Mundial del Clima (COP 27).

Mientras, la pelota sigue corriendo. Pero no todo es fútbol, aunque muchos y muchas traten de ocultar todo detrás del balompié. Por allí transitan mis pensamientos en esta noche de viernes, silenciosa y cálida. Refugiado en la vieja mecedora con una finísima y cristalina copa de tubo cargada con un Moët & Chandon Impérial Brut 2017 solo era menester libar y dejar que el paso del tiempo hiciera lo suyo. Fútbol, pobrezas, corrupciones, guerras, inversiones, economía, desarrollo sustentable. Mientras, la pelota sigue corriendo.

El habitante 8.000 millones se llama Damián. Nació en la maternidad Nuestra Señora de la Altagracia, Santo Domingo, República Dominicana.

RIQUEZAS Y POBREZAS

Pero no todo es fútbol, aunque muchos y muchas traten de ocultar todo detrás del balompié. “Nuestro impacto (humano) sobre el planeta está determinado mucho más por nuestro comportamiento que por nuestro número. No es cuántos somos, sino qué y cómo lo hacemos”, sentencia Jennifer Sciubba, investigadora residente del centro de análisis Wilson Center, con sede en Washington.

Más clara, imposible. El tema es la educación. Recuerden. Tampoco es nuevo. No solo “Los señores de la guerra” destruyen vidas y medioambiente. Si bien, desde una perspectiva teórica, no hay países ricos ni pobres porque todo país tiene riquezas y pobrezas, hay quienes persisten en esas categorizaciones absurdas y estigmatizantes. Superar los 8 mil millones de habitantes supone un desafío a los sistemas educativos para apuntar al desarrollo sustentable.

Las revelaciones emergentes de COP 27 dan cuenta de que India es el país más poblado del mundo. Superó a China. Y sin ser un caso único es, además, uno de los países con más alta concentración de pobreza y menor calidad de vida. Transitar las calles de Nueva Delhi, su capital, como alguna vez lo hiciera, desafía los sentidos. Abruma saber que es una de las diez economías más importantes del mundo. Porque ese conocimiento no tiene correlato con la pobreza que se observa en todas partes.

Un considerable segmento social vive (¿vive?) –en promedio– con US$ 1,91 por día. El producto interno bruto (PIB) anual se ubica en torno de 1.926 euros por habitante. El Indicador de Desarrollo Humano que cada año produce Naciones Unidas, por su parte, sin eufemismos reporta que al bajo nivel de vida económico se agrega una mala calidad de vida.

Pese a ello, desde cuando promediaban los años 90, en el siglo pasado, se suele llamar a ese país como “el elefante de la industria del software”. La ciudad de Bangalore es donde convergen casi medio centenar de empresas de ese sector productivo. La más importantes y poderosas del mundo. Pero la pobreza está allí. Instalada. Y en algunas áreas se hace más visible o, por qué no decirlo, es imposible ocultarla. Como en Bombay que, con casi 20 millones de habitantes, cerca de la mitad se asienta en barrios marginales, sin agua corriente, electricidad ni obras de infraestructura para el saneamiento ambiental. Anuncia la ONU que, para el 2050, el 50% del crecimiento poblacional se habrá de originar en 8 países. Serán ellos República Democrática del Congo (RDC), Egipto, Etiopía, India, Nigeria, Pakistán, Filipinas y Tanzania, si nada cambia.

La noche se hace larga con tantos temas. El silencio que aporta la nocturnidad posibilita abrir paso a la memoria. Es posible que el domingo, cuando Ecuador y Qatar ponga el balón en movimiento, algunos debates queden en silencio transitorio. Con el correr de los días las disputas deportivas serán las que ocupen el centro de la escena. Algunas pícaras y pícaros gobernantes intentarán, cuando millones de televisores muestren lo que sucede en Doha, poner en vigencia políticas poco aceptables o impopulares porque “hay que aprovechar que la gente estará en otra cosa”.

Casi como Alejandro Sanz, intentarán hacerlo o lo harán “cuando nadie me ve”. Se suele decir que el fútbol es pasión. ¿A qué pasiones responde un mundial? Hay quienes piensan que no a las mismas que mueve los hilos de las preferencias de las aficiones en cada país. Y puede ser. Desde 1930, cuando se disputó la primera Copa Mundial de Fútbol FIFA en Uruguay, entre los días 13 y 30 de julio, de la que participaron apenas 13 selecciones y en la que el anfitrión se quedó con el trofeo y la primera estrella de la historia antes de dar la vuelta olímpica casi todo ha cambiado y casi todo sigue igual. Solo permanece con toda su vigencia emocionante el grito de gol que con su intensidad libera fuerzas que –en algunos casos los que no aman ni disfrutan del fútbol– pretenden amplificar para tapar otros gritos y reclamos para nada pasajeros.

Sin embargo, cuando la semana que pasó llegó a su fin, una suerte de esperanza se elevó desde Tashkent (Uzbekistán). Al término de la Conferencia Mundial sobre Atención y Educación de la Primera Infancia, la Unesco reportó que “los países (193 Estados miembros de ese organismo multilateral) se comprometieron a invertir al menos el 10% del gasto total en educación en la enseñanza preescolar y a garantizar que los sueldos y las condiciones de trabajo del personal de la preescolar estén al menos a la par con los de los maestros de la enseñanza primaria”.

En ese contexto, la directora general de esa organización, Audrey Azoulay, sostiene que “invertir en la primera infancia es crucial para reducir las desigualdades sociales, pues estas surgen incluso antes de nacer” y precisó que “el 85% del desarrollo del cerebro tiene lugar en los primeros 5 años de vida” y, “en particular, los 3 primeros años de vida son vitales para el despertar del potencial de los niños”.

La Unesco divulgó, finalmente, que si bien “a nivel mundial, la participación en la educación preescolar ha crecido significativamente en los últimos diez años, pasando del 46% en el 2010 al 61% en el 2020 (…), la tasa de participación apenas alcanza el 20% en los países de renta baja, mientras que la asignación presupuestaria a la educación preescolar en estos países es del 2% del total de los presupuestos de educación”.

En consecuencia, actualmente, “1 de cada 4 niños menores de 5 años no ha recibido nunca ningún tipo de educación preescolar, lo que representa 33 de los 134 millones”. Mientras, la pelota sigue corriendo. Pero no todo es fútbol, aunque muchos y muchas traten de ocultar todo detrás del balompié.

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