En este diálogo con Augusto dos Santos para el programa “Expresso”, emitido por el canal GEN/Nación Media, el consultor político brasileño Caio Manhanelli habla de lo que fueron las pasadas elecciones presidenciales en el gigante sudamericano en las que resultó electo el ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva, quien se impuso en segunda vuelta por una exigua diferencia ante el presidente Jair Bolsonaro, quien aún no reconoce los resultados. Manhanelli advierte que, a raíz de la creciente distancia entre las élites políticas y los ciudadanos, en el seno de la democracia se erigen fuerzas que valiéndose de ella acceden al poder para negar su misma naturaleza.

  • Fotos Nadia Monges

–ADS: ¿Cómo se puede des­cribir la vic­toria de Lula?

–CM: Amarga. No se espe­raba tan poca distancia. Las proyecciones teníamos como para 4 a 6%. Y llega a 2%. Entonces para Lula será difícil manejarse con la clase política, será difí­cil hablar con los goberna­dores, será difícil armar el Gobierno, va a tener que conjurar muchos intereses que están muy divergentes. Para Lula lo triste y difícil es que la mitad de la pobla­ción del Brasil no le escuchó. Lula de 57 millones llegó a 60, creció 3 millones entre primera vuelta y balotaje, mientras que Bolsonaro de 51 millones llegó a 58. Esto quiere decir que Lula subió 3 millones y Bolsonaro subió 7. O sea, hay algo mal ahí.

–¿Hay un problema de satisfacción para quie­nes ganaron respecto a que la victoria no ha sido suficiente?

–Quién ganó, ganó por un punto, está todo bien y ahí están bastante alivia­dos. Pero hay uno que es la cabeza, que expresa este sentimiento que es de tris­teza de que durante un mes él logró alcanzar más de 3 millones de brasileños y su adversario alcanzó dos veces y un poquito más.

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–¿Por qué sucedió eso?

–La gente no quiere escu­char y esto es lo que preo­cupa no solo a Brasil. Pre­ocupa lo que deje esta campaña para el marketing político y para la comunica­ción política en general.

–Significa que no fue una guerra de propuestas, sino una guerra de signi­ficantes.

–De rechazos. Los estu­dios estratégicos, quiero decir la lógica, dice algo muy claro. ¿Vas a empezar una campaña en contra de un señor que viene a la ree­lección con mucho rechazo, con desaprobación fuerte de su gobierno? Entonces, qué voz tienes que hablar para ganar a este señor. Tienes que hablar de lo mal que fue su gobierno entonces. Por la lógica sería una campaña de negativas. Pero claro, la campaña no despliega si no pasás de las negativas a las positivas. Entonces lo que pasó es que las dos campa­ñas salieron estirando lo que son los rechazos del uno y del otro, y eso se convirtió en el mensaje principal.

–¿Más una campaña con fond o negro?

–Una campaña negra o una campaña roja. Fue el octu­bre rojo de Brasil.

FANTASMA

–¿Cuál es la razón por la que una propuesta demo­craticida termina siendo la mitad de la población del país más grande de esta región?

–Y son juegos cognitivos que no calzan en la lógica.

Es una propuesta demo­craticida que viene con una carga nazista de patria, familia y libertad. ¿Liber­tad de dónde?, ¿de quién?, ¿de qué? Y se jugó todo el tiempo contra este fan­tasma inexistente, un cosa absurda del comunismo. Y la explicación para esto qui­zás sea porque la democra­cia empieza a enseñar, y no es de hoy, su cansancio. La promesa que la democra­cia ha hecho para la gente después de las crisis econó­micas que pasaron ahí con los regímenes militares de los 70, 80, la promesa que venía era la promesa de que tendríamos países a pleno pulmón económicamente y esto no sucedió.

–Acá no es solo la izquierda versus la dere­cha, sino entre quienes plantean quedarse den­tro del sist ema democrá­tico y los antisistémicos.

–Están los antisistémicos que están buscando este crecimiento dentro de un sistema que no les debe­ría aceptar en verdad. La democracia está creando su propia serpiente ahí aden­tro. Una paradoja compli­cada. Me gusta siempre cuestionar esta historia de izquierda y de derecha. Es muy fácil de usar, son con­ceptos caja negra en que ya viene todo explicadito. Pero como todos los concep­tos caja negra, ellos escon­den cosas importantes que deberías saber cuando tomas algo por eso, y claro, normalmente tomamos por la negativa. Se usa este con­cepto de caja negra como la caja sellada del avión, que tiene algún secreto ahí adentro, pero ese secreto nadie quiere saber, no sabes lo que es izquierda o dere­cha.

–Los nombres ya no abar­can la realidad política.

–Así se produce un poco esta disfunción cognitiva. Para analizar el Congreso brasileño tendríamos que analizar perfil a perfil y yo propuse una manera y van a decir que yo soy lulocen­trista, pero es como hablar de Colombia sin hablar de Uribe. Infelizmente Lula es quien marcó la pauta, el orden del día, la agenda política, y sigue marcando y siguió marcando después de la prisión. No hay cómo evitar. Para analizar la polí­tica de los próximos cuatro años hay que comprender cómo va a ser la gestión del presidente de la República con el Congreso a partir de tres categorías. Reacios al PT, que no son solo bolso­naristas. Bolsonaro se va a apagar en menos de un año, va a huir o va a matarse o se va encarcelado. Bolsonaro no tiene fuerza política suficiente para mantener un grupo más allá del man­dato. Entonces, el bolsona­rismo está motivado por un rechazo insano hacia cual­quier cosa que venga del Partido de los Trabajadores. Luego los neutrales. Y ahí sí algo de ideología. Los pro­gresistas, los socialistas son los más duros en términos ideológicos, hasta la centro­derecha, que está con Lula. Este es el bloque de apoyo al Gobierno y este bloque de apoyo al Gobierno hay que mantener con ministerios, etc. Entonces por las siglas partidarias quizás no sea la mejor manera de anali­zar lo que va a pasar con el Congreso.

GRIETAS

–Hay grieta a nivel de población, de ciudada­nos. ¿Esto cómo va a sus­tanciarse en este camino?

–Sí, y ahí como te decía, pues me parece que esta es la tristeza que le aplacó. Es donde él siente que no quie­ren escucharle. Y claro, ahí está la grieta en el sentido de que hay dos que no quieren ni escuchar y están los que le escuchan. Ahí están los que son bastante aguerridos y están muy pegados al PT y a Lula por varias circuns­tancias. Y están estos que fueron como canonizados en una especie de culto bra­silianista mitificador. En fin, que son estos que están ahora por la calle. Enton­ces, sí hay una grieta que no toma toda la población, pero que repercute de hecho cómo influye en lo que está pasando con los anillos más lejos de estos dos polos.

–¿Igual podría desde tu punto de vista generar violencia?

–Ya está generando. Se tomó las calles. Bolsonaro eligió este silencio cobarde. Pero más que cobarde, es un silencio mal intencionado porque él sabe que se está manejando por Whatsapp y ahí las redes sociales y el internet están influyendo muy fuertemente en la cam­paña. Se está manejando por estos aparatitos que los chi­cos están moviendo todo el tiempo grupos incenti­vando a la gente a salir a la calle y a ir a hacer ruido, blo­quear las carreteras.

MILITARES

–¿Y cuánto puede durar eso?

–Pienso que una semana. Pienso. ¿Pero y si los mili­tares que apoyan a Bolso­naro deciden agarrar eso?

–Eso sería impensable.

–Es impensable. A ver, Braga Netto es el señor que calma todo, el que intenta mediar, pero también es el operador jefe hoy de este grupo que se adueñó del Gobierno, que es un grupo de milita­res que vino de la misión de la ONU, que tuvieron mucho durante el gobierno Lula, que escupieron donde se sirve la comida y le echó a Lula en un manejo que viene desde el esquema (Michel) Temer. Desde Dilma ellos operaron para echarlos del Gobierno y mantenerse ahí. Ellos ya aceptaron que no iban a hacer nada, que no van a fastidiar más nada. Entonces cada momento que pasa Bolsonaro se queda más aislado con sus locos en la calle.

–¿Cuánto falta para la asunción?

–Dos meses, el 1 de enero.

–¿Te parece que es un tiempo suficiente para que Lula arregle su rela­ción con la clase militar?

–Sí, es fácil hablar con ellos, para Lula es fácil hablar con ellos. Ellos no son alieníge­nas, ya trabajaron juntos.

–Qué pena que en el año 2022 tengamos que hablar de los militares como arma.

–Por ejemplo, en Venezuela todo lo que es gobierno tiene un militar atrás, porque si no tiene militar atrás, se va.

–De hecho que así se cons­truyó la Venezuela de Chávez en adelante.

–Me parece que esta es la Venezuela del Libertador, como se decía: Caracas es el cuartel, Quito es la iglesia y Bogotá es la academia. Enton­ces, si esto se forjó de una manera más allá del imagina­rio, pero también se estruc­tura a partir de estos ejes, cómo van a ser las institucio­nes, las prácticas políticas y el caso de Brasil, fijate quién nos liberó, fue el príncipe here­dero, así que nada más mili­tar que eso. En el caso de Para­guay, quien liberó a Paraguay de la dictadura fue un militar, una dictadura pero con con­sultas populares. En el caso de Argentina, vos tenés un tro­tamundos que dice “vamos a liberar al mundo” y sale ahí como otro militar. Entonces pienso que de alguna manera vamos siempre a ser media­dos por militares. En el caso de Brasil, hay dos sectores mili­tares que se involucraron y obviamente cuando se invo­lucran en política tienes de entrar en la reserva, pero no pierdes el estatus de la misma manera sigue interviniendo, y un grupo más instituciona­lista. Esto siempre fue así. Así fue en un régimen y así sigue siempre. El grupo más institu­cionalista dice que las Fuerzas Armadas no tienen arbitrio sobre nada con relación a las elecciones. Estamos acá solo para mantener la soberanía de la nación. Punto, vamos a cumplir nuestro papel institu­cional. Y claro, estos militares necesitan ser apapachados tal cual Lula quiere apapachar a todos. Entonces se va a acer­car, preguntar, lidiar, porque algunos incluso se convirtie­ron en políticos, senadores, diputados. Entonces se van a acomodar en este caso, lo que pasa es que ellos ya asumie­ron que Lula ganó. Entonces lo que pasa es lo obvio. No van a tener más el mismo protago­nismo en términos de gestión política. Pero cuatro años es una colonización monstruosa de la máquina burocrática por militares. Claro, y eso es algo que nadie quiere perder.

PARTIDOS POLÍTICOS

–¿Cuál es la salud de los partidos políticos en Bra­sil a partir de lo acontecido para administrar los proce­sos políticos?

–Nunca existió. Ahí entra­mos un poco en el ejercicio antropológico, de traducción y ahí vamos a hablar cómo Paraguay funciona. A mí me encantó cuando yo llegué acá, lo que me llamó más la atención tenía que ver con este extrañamiento, que es un ejercicio que hacemos en la antropología. Me extra­ñaba la idea de que la gente vota cerca de su casa. Por­que en Brasil la gente no vota cerca de su casa y en Para­guay toda la gente estaba afi­liada a algún partido, Libe­ral o Colorado. Pero lo que me pareció simpático, y esto me pareció muy positivo de las prácticas políticas para­guayas institucionales por más que la gente diga que esto es malo, que esto hace mal a la política paraguaya, están las seccionales en los barrios y los paraguayos tie­nen que tener como algo posi­tivo para construir mejor las relaciones para transformar los partidos en algo útil para la gente. Entonces fueron los partidos que hicieron el registro electoral y esto es importantísimo.

–Donde se debilitaron los partidos políticos es donde florecieron las fórmulas antisistémicas.

–El antisistema es una nueva manera de hablar sobre cosas que ya han pasado antes. Pero en Paraguay tenés el partido como una institución impor­tante para la construcción de las prácticas políticas como, por ejemplo, cómo se va a ir a votar. Esto es una práctica política. ¿Cómo se conforma la mesa? Es una práctica polí­tica de votación.

–Están los liderazgos loca­les para atender, que a veces puede rozar con el cliente­lismo, pero es mejor que exista a que deje de existir.

–Siempre hago un esfuerzo antropológico de dejar de usar, por ejemplo, términos como populismo o clientelismo. Por qué no describimos de manera más positiva por lo que genera en lugar de decir qué no debe­ría generar. Porque cuando decimos esto no debería gene­rar tal cosa, estamos siendo el juez y no estamos colectando datos, estamos haciendo ya el juicio.

–Satanizamos tanto a los partidos políticos que un día emergieron nuevas fór­mulas mucho peores.

–Y es lo que está amenazando en todo el mundo. Acá ustedes tienen como referencia estas instituciones. Ahí vamos a otro lado, que es una cosa nue­vamente de economía semán­tica, de economía cognitiva, comunicacional, es decir yo soy colorado, voto por colo­rado. Es más rápido para ele­gir, no tengo que saber quién es esta persona, etc. Bueno, la misma cosa que en Estados Unidos “yo soy demócrata, está todo bien, no está tan caliente esta campaña, yo voy a votar a demócratas, no me importa quién sea”. Bueno, en Brasil esto no existe. Entonces cuando me preguntas sobre la salud de los partidos, esto no existe.

IZQUIERDA Y DERECHA

–Ves homogeneidad entre las izquierdas y las dere­chas de América Latina o ves matices particulares?

–Cada comunidad en ese sen­tido tiene su propio infierno. Cada comunidad tiene su pro­pio ciclo. No hay cómo com­parar a Lula con Maduro, por ejemplo. Y no tiene que ver con comparar si ellos piensan diferente, no es lo que pien­san, sino como seres políti­cos, como entidades políti­cas. ¿Con quién Maduro tuvo que aliarse para mantenerse en el Gobierno?, con los mili­tares. ¿Con quién Lula tuvo que aliarse para llegar al Gobierno?, con los empresa­rios. La dinámica de ascensión al poder es diferente y esto ya empieza por ahí. Si los dos tie­nen una visión más naciona­lista. Tenemos que acordar­nos que dos fachos en América Latina fueron considerados de izquierda, dos dictadores, (Juan Domingo) Perón y Getu­lio (Vargas). Ellos fueron con­siderados de izquierda, pero hasta hoy en Argentina hay peronismo de centroderecha, de derecha, de izquierda, de centroizquierda y de ultraiz­quierda, en fin, hay peronismo de todos los colores. Si estos tipos que flirtearon con Hit­ler, que los ayudaron a huir, que eran conservadores. Por ejemplo, Getulio vino de una hacienda, un tipo que ganaba plata vendiendo la mano de obra del campo. Por qué les llamaron de izquierda, por­que tuvieron políticas y pro­puestas de desarrollo nacio­nal. Entonces por qué antes de decir por alguien de izquierda o de derecha, pensar en nacio­nalesdesarrollismos y libera­lismo. Populismo, cliente­lismo, caudillismo, izquierda, derecha, me parece que todas esas categorías necesitan ser revisitadas.

–¿Cómo va a seguir la eco­nomía en Brasil?

–Tenemos dos años de rece­sión. Y sabes cuál es el gran drama. La propia prensa hace parte de un proceso de lo que va a ser llamado por un teórico de la posmo­dernidad dromocultura, es decir la cultura de apresu­rar las cosas, la cultura del tiempo, de la velocidad. Este es un programa casi invia­ble porque la gente vive en el celular. Claro, ahora noso­tros no deberíamos estar en oposición a lo que es este tipo de comunicación. Estas cosas que nosotros estamos viviendo, ¿cómo converger?, ¿cómo vivir más allá de las dicotomías que se empie­zan a crear? Hay una crisis que va a venir, hay cuestio­nes prácticas como el pre­supuesto del próximo año será del Congreso de este año. El equívoco de estos gobiernos es que había que tener construido el espacio semántico comunicacio­nal para enfrentar la crisis, pero nunca se construyó.

–Te parece que esto que está pasando en Brasil, que pasó también en Uru­guay y en Chile, es un pro­yecto de alternancia de cara al futuro o todavía son luchas que terminan mucho más carniceras?

–La democracia prometió una cosa, acercar las élites políticas a la población, pero cuando se empieza a construir una élite política con prácticas políticas pro­pias, con un grupo propio, este grupo empieza a que­rer defenderse y alejarse de la población. Y cuando esto sucede y las promesas siguen ahí, empiezan a venir nuevamente los estallidos. Lo que falta es que volva­mos nosotros en cuanto a políticos, en cuanto a ope­radores políticos, a hablar con la gente, a construir canales de comunicación mejores, a construir una manera de ser escuchado y hoy la primera cosa que necesitamos es buscar cómo seremos escucha­dos. Antes de preguntarnos cómo vamos a hablar, debe­mos preguntarnos cómo van a escucharnos, cómo hacer que esa persona deje de usar su celular y venga a escucharme.

“Para Lula lo triste y difícil es que la mitad de la población del Brasil no le escuchó”.

“Populismo, clientelismo, caudillismo, izquierda, derecha, me parece que todas esas categorías necesitan ser revisitadas”.

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