El Tribunal de Sentencia conformado por las juezas Carmen Silva, como presidenta, Mirna Soto González y Ana Aguirre, como miembros, absolvió de culpa y pena a Waldemar Pereira Rivas –alias Cachorrão– por el asesinato del periodista Leo Veras, ocurrido el pasado 12 de febrero del 2020 en Pedro Juan Caballero. Dudas y reclamos sobre el trabajo de la Fiscalía de su ex pareja y el gremio de periodistas para que otro crimen contra periodistas no quede impune.
- Por Ricardo Rivas
- Periodista
- Twitter: @RtrivasRivas
Las compañeras y compañeros del Sindicato de Periodistas del Paraguay (SPP) denunciaron que “el Tribunal de Sentencia conformado por las juezas Carmen Silva, como presidenta, Mirna Soto González y Ana Aguirre, como miembros, absolvió de culpa y pena a Waldemar Pereira Rivas –alias Cachorrão– por el asesinato del periodista Leo Veras, ocurrido el pasado 12 de febrero del 2020 en la ciudad de Pedro Juan Caballero”. Amarga e inesperada sorpresa. Dolor. Bronca. Asco.
Casi en el mismo momento en que las magistradas emitieron la sentencia, en Viena –a casi 11.000 kilómetros de distancia de Asunción– la Unesco, la Organización de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y el gobierno de Austria, junto con organizaciones de la sociedad civil, con alcance global, abogaban por el fin de la impunidad en crímenes contra periodistas. #EndImpunity.
En ese contexto, el SPP “denuncia ante la opinión pública y ante las instancias internacionales este repudiable fallo judicial que lesiona gravemente el derecho a la libertad de expresión y la democracia, así como los compromisos del Estado paraguayo en materia de derechos humanos”. Sostiene también que “el negligente trabajo de la Fiscalía, que no investigó adecuadamente el hecho; así como sospechosas acciones por parte de un tribunal que ha sido por demás benevolente con el acusado, han sido los elementos que permitieron que el crimen de Leo Veras pase a engrosar la lista de muertes impunes de periodistas en manos de grupos criminales”.
UNA NOCHE TRÁGICA
Luto en el colectivo de periodistas. Aquella noche, cuando Lourenço “Leo” Veras (52) escuchó un ruido raro en el patio de su casa, en Pedro Juan Caballero, los relojes marcaban la hora 21. Estaba caluroso. La cena que aquel colega periodista de investigación especializado en tráfico de armas, drogas y corrupción estructural mantenía con Cintia González, su esposa, el hijo de ambos y su suegro se interrumpió con lo que luego se supo era el ruido de la corredera de una pistola Glock que introdujo una bala 9 mm en la recámara. El encuentro familiar quedó en suspenso. Todo sucedió muy rápido. Leo abrió esa puerta por última vez. Inmediatamente supo que estaba frente de tres sicarios con la misión de matarlo. Hay gente que vive de eso. Quiso escapar. No llegó lejos. Una docena de balas se incrustaron en su espalda. Su familia vio los fogonazos anaranjados, escuchó las explosiones, gritaron su nombre. Leo no respondió. Los asesinos huyeron.
A la muerte se le unió la desesperación de esos familiares espiritualmente aniquilados. Gritos, angustias, llantos, puteadas, desesperación, incomprensión, invocaciones religiosas. Vecindario conmocionado. Nada volvería a ser igual desde entonces para los tres sobrevivientes. Un poco más tarde policías por todos lados. Funcionarios judiciales. Preguntas sin respuestas. Declaracionismo sin límites para explicar siempre lo mismo. Lo inexplicable. Sueños rotos, soledades y la sombra amenazante de pobreza e indigencia sobre una familia trabajadora que, aún hoy, vive al día y a veces va detrás de las obligaciones pecuniarias inevitables que emergen con cada amanecer.
La policía, por una casualidad, cuando comenzaba el mes de mayo reportó la detención de Waldemar Pereira, alias Cachorrão, al que señaló como presunto “asesino de Veras”. El apresado no se detuvo en un control de vehículos rutinario en Pedro Juan Caballero, peligrosa área fronteriza entre Paraguay y Ponta Porã, Brasil. Es una de las dos “zonas silenciadas, de alto riesgo” paraguayas a las que el ex relator especial en libertad de expresión (RELE) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) Edison Lanza identificó en su informe anual del 2018. El “Estado debe prevenir, investigar y sancionar”, dijo Lanza un día más tarde de la muerte de Leo, apoyándose en aquella categorización.
TREINTA Y TRES MESES DESPUÉS
Desde entonces, desde la tragedia, pasaron treinta y tres meses. Aquel asesinato tuvo fuerte repercusión internacional. “Condeno el asesinato del periodista Lourenço Veras”, dijo públicamente Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, desde París en un comunicado y agregó: “Proteger la seguridad de los periodistas es esencial para la defensa de la libertad de prensa y la libertad de expresión e insto a las autoridades a garantizar que los autores de este crimen sean llevados ante la justicia”.
Sus palabras –claramente la voz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)– no parece que hayan sido escuchadas ni tenidas en cuenta. “El asesinato del periodista de 52 años Leo Veras permanece sin respuesta. Ha pasado un año…”, denunció ABRAJI (Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación, por su sigla en portugués) en una publicación institucional en el 2021.
“Tenemos muchas preguntas y sin respuesta. Nadie sabe el dolor por el que está pasando nuestra familia”, sinceró Cintia, la viuda, a periodistas de ABRAJI cuando la entrevistaron. Una docena de meses en algunos momentos se sienten y pesan como centurias. Los días y sus noches no se detuvieron como los sueños con Leo que cayó acribillado. ¿La justicia? Cintia ahora sabe que no habrá de llegar. Como el Sindicato de Periodistas de Paraguay, aunque unas pocas horas antes de que se conociera la sentencia absolutoria del presunto criminal hace foco crítico en la actuación del fiscal Andrés Arriola, que me trata “de mentirosa y en ningún momento mentí”, dice sollozando. “Me dice que a mí nunca me importó lo que pasó con Leo. No es así. Hasta hoy me duele y nunca se va a borrar de mi cabeza ni de mi memoria lo que pasó esa noche. Por eso lloro. Nunca me llamaron para declarar en poco más de un año. Querían que acusara al tipo ese que tienen preso (Cachorrão), pero no lo haré porque aquella noche no lo vi en mi casa. Yo solo declaré lo que vi. No miento. Acá (en Pedro Juan Caballero) no se hizo justicia cuando mataron al intendente (José Carlos Acevedo), tampoco lo van a hacer por Leo”.
Su voz ahora es firme. “Supuestamente estoy en eso de protección a testigos y ¿cuándo me protegieron? ¿Cuándo buscaron algo para mí? El Estado me abandonó. Las autoridades me abandonaron. ¿Qué puedo hacer? Poco, por nada. Si el fiscal tiene pruebas, que haga su trabajo. Pero no voy a acusar al que no vi. Tengo miedo”.
Su silencio tiene demasiada profundidad. Emerge desde muy adentro. Siento que habla su corazón. El Ministerio Público, lugar de trabajo del fiscal Arriola, rechaza las críticas del Sindicato de Periodistas y de Cintia, a la vez que destaca la pesquisa del caso Veras realizada por el fiscal jefe de la Oficina Especializada en la Lucha contra el Narcotráfico, Marcelo Pecci, que el 10 de mayo pasado fue muerto en Colombia cuando estaba de luna de miel y, en ese contexto, “extiende su apoyo al trabajo realizado por el agente fiscal Andrés Arriola durante el arduo desarrollo del juicio oral cuya acusación era sostenida por el Ministerio Público, ofreciendo las pruebas objetivas necesarias, legítimas y legales en tiempo y forma, en el marco de una compleja investigación el actuar objetivo, imparcial e independiente del Sistema de Justicia a fin de que la familia de la víctima y la ciudadanía en gral (sic) obtengan la anhelada sanción para los responsables y justicia ante un crimen atroz”.
SIN RESPONSABILIDAD
Más declaracionismo detrás del infortunado Pecci, también víctima –como Leo– del sicariato un semestre atrás. Cintia recuerda con dolor cuando fue interrogada por el fiscal Arriola en el transcurso del juicio oral. Entre otras cosas, le preguntó “después de cuánto tiempo volví a casarme”. Irrelevante. ¿O pretendía demostrar desapego por parte de la viuda a su difunto esposo?
Tal vez, el microclima que se desarrolla en los ecosistemas burocráticos –como lo es el Poder Judicial– impida proyectar con claridad a quienes participan de él el alto impacto que la sentencia de la justicia paraguaya por el que se absolvió a Cachorrão en el caso Veras tiene más allá de las fronteras paraguayas. Mucho más cuando se produjo en contemporaneidad, como ya se dijo, con la celebración del Día Internacional para poner Fin a la Impunidad en Crímenes contra Periodistas.
El asesinado Leo era brasileño. Katia Brembatti, presidenta de ABRAJI, vinculó la efeméride global con el fallo “que deja a los culpables sin responsabilidad por la muerte de Leo Veras. Esto es inaceptable. Fue asesinado”, enfatizó y, desde esa perspectiva, puntualizó que esa organización “espera que las autoridades tomen las medidas necesarias para castigar el delito y dar una respuesta a familiares y amigos”.
Coincide Brembatti con el Sindicato de Periodistas del Paraguay y con otros colectivos profesionales que supieron y repudiaron la novedad en Viena, Austria, donde para recordar el decenario del “Plan de acción de Naciones Unidas para la seguridad de periodistas y la cuestión de la impunidad” durante tres días deb atieron en un foro del más alto nivel periodistas, comunicadores, funcionarios de organismos multilaterales y representantes de la sociedad civil.
Katia sostiene que los colectivos profesionales de periodistas “continuaremos reclamando actitudes y políticas claras de aquellos que deben satisfacer las demandas sociales” y puntualiza que “cada vez que un periodista es silenciado, toda la sociedad pierde”. Con contundencia, exhorta enfáticamente: “El recuerdo de Leo Veras y todo el trabajo que ha realizado debe ser respetado, con una acción constante por parte de las autoridades para esclarecer su muerte y sancionar a los culpables”. Así sea.