Pepa Kostianovsky
Un capítulo muy especial de “Aldea de penitentes” nos lleva esta vez hacia el tiempo en que el país se convirtió –como otros– en refugio de criminales, como en este caso el propio Josef Mengele.
No era habitual que Stroessner estuviera un viernes en el Palacio de López. Por lo general, desaparecía para sumergirse en su agenda de pesca, codillo y juerga, organizada por un séquito de alcahuetes. Ya los jueves al mediodía, después de la reunión en la Comandancia, el almuerzo seguido de timba en lo de Rifafú se había impuesto, así como las putitas tiernas de Popol y los tallarines de Nino.
Las secuelas de la parranda de la noche anterior eran obvias en el rostro abotagado y el aliento del coronel Argaña cuando entró al despacho. Reconoció los cabellos cortados a ras que sobresalían por sobre el respaldo de la butaca, así como la pierna enfundada en una bota alta y lustrosa, que se extendía tiesa hacia un costado. De hecho, Argaña era admirador de Hans Rudel, el célebre piloto de stukas, considerado el número uno de la Luftwaffe y varias veces condecorado por Hitler.
Pese a haber sido eximido de cargos criminales, Rudel, quien había perdido una pierna en combate, fue por el resto de su vida agente de las empresas de capitales nazis en los rubros de acero, farmacia y electrónica, cuyas representaciones en el Paraguay estaban en manos de testaferros de Stroessner y proveían al Estado, sin riesgo alguno de competencia.
En esa oportunidad, en que lo escoltaba el servil Luis Holler, el viaje de Rudel no respondía a motivos comerciales.
-Los amigos necesitan nuestra hospitalidad, coronel Argaña –dijo Stroessner. -Creo que usted es la persona indicada para acompañarlos y hacerse cargo de los detalles.
Y con esa “sencilla ceremonia” se finiquitaron los trámites para que Josef Mengele, criminal prófugo y hasta entonces protegido primero por Perón y luego por sus pares de la milicia argentina, pasó a ser asilado extraoficial en el Paraguay. José María Argaña se ocupó de recibirlo e instalarlo y su hermano Luis María, abogado joven y de promisoria carrera política, le gestionó en un santiamén la ciudadanía y los documentos paraguayos.
El privilegio de darle techo y resguardo lo tuvo Librada, cuya hija Mary era “favorita” de José María Argaña. El feudo de los Lohman, vecino al hipódromo de Tembetary, incluía, además de la casagrande y los studs, varios chalets. En uno de ellos fue discretamente instalado Mengele.
A los efectos de servir en las tareas domésticas y cualquiera otra que emergiera, Mary se ocupó de proveer a la melliza de Lila, su mucama de confianza.
Es probable que, además de la piel clara y los cabellos rojizos, su condición de gemela fuera un atractivo especial en Celsa Dilia Delfino Samaniego para el “curioso” Mengele, al punto de que se la llevó con él.
En una de sus muy ocasionales salidas, el periodista brasileño-israelí Eliézer Strauss logró fotografiarlo abordando un automóvil en la puerta del Club Alemán. La publicación de la nota en la prensa internacional hizo que el refugio asunceno ya no pareciera tan seguro.
Fueron discretos en Nueva Germania y Encarnación , para luego instalarse en la frontera entre Brasil y el Uruguay, donde la pareja tuvo varios hijos y –notablemente– a nadie extrañó que aquel ario malhumorado se llamara Carlos Flores Chávez y fuera paraguayo. Las Delfino Samaniego tenían hermanitos menores que rondaban siempre por ahí, haciendo alguna que otra changa en las caballerizas. Hasta hoy recuerdan al generoso doctor Carlos, que les daba monedas por los gatos, perros y ratones que ellos cazaban vivos por el vecindario y cuyos restos diseccionados enterraban después en los baldíos. Enterada de las raras aficiones de su huésped, Librada se vio en la disyuntiva de informar al yerno o guardar prudente silencio. Esa inquietud la llevó a lo de Berta Correa, quien ni siquiera la dejó pasar:
-No vaya a entrar en mi casa –prohibió.
-¿Qué piko te crees?, ¿por qué me vas a echar?
-Porque tiene olor de azufre. Anda en tratos con el diablo y eso es desgracia dijo Berta y cerró la puerta.
-Bruja de mierda. Te he de cobrar.
La mujer no llegó a cumplir sus amenazas. Pocos meses más tarde, José María Argaña y Mary Lohman murieron juntos en un accidente de aviación. Aunque Librada estaba segura de que era por la maldición de Berta, tuvo miedo de acusarla. Y ella misma habrá andado por los infiernos cuando muchos años después la tragedia alcanzó a Luis María, el otro actor de aquel satánico pacto.
El flaco Lerea, camarero oficioso de las festicholas organizadas por los Argaña, se casó con Lila y ahorró suficientes propinas como para instalar su propio restaurante sobre la avenida Eusebio Ayala.
La Parrilla-Show “No hay problema” tuvo un auspicioso éxito de público, pero no duró mucho. Un camión madrugador acabó con la moto y la vida de Lerea. Es poco probable que los parroquianos del popular boliche hayan sabido que la patrona pelirroja y bajita que atendía tras el mostrador era la cuñada de Josef Mengele.